El oboe ocupa un lugar privilegiado en la orquesta: antes de empezar una ejecución, el primer oboísta toca un la perfecto y esta nota sirve para que los demás músicos afinen sus instrumentos. No hay nada como el dulcísimo sonido del oboe para combinar de modo fascinante pureza y emoción.
Los oboes descienden de las zampoñas y caramillos que los pastores han utilizado durante siglos y su sonido característico —producido al pasar el aire por un tubo con lengüeta doble— puede evocar nostalgia y emociones más elementales. El instrumento moderno que conocemos es de creación relativamente reciente, de principios del siglo XVIII, y el compositor italiano Tomaso Albinoni fue de los primeros en comprender su potencial como instrumento solista.
Tras escribir el primer concierto para oboe que ha llegado hasta nosotros, escribió por lo menos otros siete y fue muy admirado por compositores como J.S. Bach, que también escribió obras magníficas para este instrumento.
No es el célebre adagio en sol menor, para órgano y cuerdas, pero es un ejemplo igual de excelente.
Clemency Burton-Hill
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