La Perversa Trinidad que bendice a los policías asesinos. Un "dios padre", el poder económico concentrado que necesita y financia al Estado del gatillo fácil y otras modalidades ilegales de represión. El "hijo", que anida entre los tres poderes de ese Estado; con jueces, fiscales y policías en tramas de complicidad casi siempre con diversos sujetos o agentes del crimen no siempre organizado, el mismo que suele resucitar tras cada nuevo crimen. Y esa suerte de "espíritu maligno" compuesto por dispositivos mediáticos dominantes, que explican, justifican y naturalizan la violencia clasista, indispensable para la vida misma del sistema de poder, en sus márgenes y tantas veces en su misma centralidad. Algunas reflexiones a propósito del alevoso asesinato del joven Lucas González y de otros recientes que han tenido a elementos de distintos cuerpos policiales como autores y victimarios, tal cual la muerte de Alejandro Martínez en una comisaría de San Clemente