El primer disco de Pablo el Enterrador, banda acompañada por un mito desde su origen, tuvo una edición en Japón que fue furor. Generó fanáticos hasta en adolescentes que se atrevieron a cantar sus canciones en un dudoso castellano, pero que da una idea de la magnitud de su penetración en ese país. Esa edición posibilitó que la formación local se conociera en otras partes del mundo y que hoy se la considere como una de las más dignas dentro de un género lleno de estrellas. Por Juan Aguzzi Se sabe: hacia afuera, para los que la miran con una suerte de admiración y curiosidad, en el resto del país y aun en el extranjero, Rosario es –y ha sido– una cuna de artistas que casi, casi, abarcan todas las disciplinas. Al mismo tiempo, los que habitan estos lares lo entienden así, y más pronto que nunca puede escucharse de sus bocas el lamento de que para que tal cosa ocurra –que podría llamarse reconocimiento o éxito de acuerdo a las aspiraciones de quien porte alguna virtud de ese