La ópera tiene fama, a veces justificada, de contar historias ampulosas con mucho dramatismo. Tosca, de Puccini, estrenada en Roma este día del año 1900, no es una excepción, aunque contiene momentos de gran veracidad emocional (y una música fabulosa de principio a fin).
Cuando se canta esta aria del acto III, el pintor Mario Cavaradossi, que está enamorado de la cantante Floria Tosca y ha caído en una complicada intriga (ambición y traición, lo típico de las óperas), espera el momento de ser ajusticiado. Acaban de decirle que le queda una hora de vida.
L’ora è fuggita e muoio disperato! Pasó el tiempo ¡y muero desesperado!,
E muoio disperato! y muero desesperado!
E non ho amato mai tanto la vita, tanto la vita! Nunca he amado tanto la vida, ¡tanto la vida!
A mí me da algo cada vez que oigo entrar el clarinete con su quejumbrosa repetición. Puccini, dicho sea de paso, era una fábrica de éxitos y escribió lo que podríamos considerar las canciones populares de su época. Su influencia rebasó el mundo operístico. En 1920, «el animador más grande del mundo», Al Jolson, escribió una canción titulada «Avalon». No tardó en demandarlo Giulio Ricordi, el editor de Puccini, aduciendo que la melodía era un calco de
«E lucevan le stelle». Mal asunto. La parte demandante percibió 25.000 dólares por daños y perjuicios y lo que devengara la canción en el futuro en concepto de derechos de autor…
Clemency Burton-Hill
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