Esta puesta en música del Agnus Dei, invocación del Cordero de Dios, hermosamente concentrada, fue compuesta hacia 1594-1595. Pero se perdió y cayó en el olvido hasta que se redescubrió a principios del siglo XX.
Aunque es probable que sus padres fueran protestantes (y es indudable que él mismo contribuyó mucho al repertorio musical del anglicanismo), Byrd estuvo determinado por su adhesión incondicional a la fe católica. Lo más seguro es que su intención fuera que esta misa se cantara en las capillas domésticas que mantenían las familias leales al Papa y a la Iglesia católica romana. Estas familias habrían corrido un gran peligro, a consecuencia de la ley de 1593 que castigaba a los «papistas recusantes».
Byrd fue uno de los maestros indiscutibles de la música renacentista europea y enseñó a muchas lumbreras de la siguiente generación. Su música también ha influido mucho en algunos compositores modernos, como veremos el mes que viene (véase el 10 de febrero). Lo que me encanta de esta pieza es el supremo control de las voces y la claridad en cierto modo sensual de las mismas. Fíjense, por ejemplo, en las sucesivas invocaciones al Cordero, en cómo enlaza sin solución de continuidad con la siguiente línea vocal, como si estuviéramos escuchando una conversación privada que al final culmina en un magnífico y conmovedor desenlace en el que intervienen todas las voces.
Clemency Burton-Hill
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