Hoy, Día nacional de la República Checa, permítaseme presentar el gran canto a Bohemia. Así como cuando hablamos de música noruega pensamos en Grieg, cuando hablamos de música finlandesa pensamos en Sibelius y pensamos en Bartók cuando hablamos de Hungría,
Smetana exaltó su identidad checa con su música. Má vlast, suite de seis poemas sinfónicos dedicados a la ciudad de Praga, puede considerarse un homenaje a su patria, imaginativo, ambicioso y apasionado: a su folclore, sus paisajes, su gente y sus leyendas. Al pintar un fresco de estas características, Smetana, que era un ferviente patriota, hizo algo que no se había hecho hasta entonces. Y es tanto más notable porque compuso esta obra cuando estaba a punto de quedarse sordo para siempre.
Este espectacular movimiento sigue melódicamente los sinuosos meandros del río Moldava desde su cabecera hasta que pasa por Praga. El escritor Václav Zelený, que colaboró con Smetana en la parte narrativa de cada movimiento, comenta que canta «la primera de las dos fuentes, una cálida, la otra fría, que manan en la Selva de Bohemia; observa los cauces cuando se funden y sigue el curso del río por campos y bosques, y por un prado donde unos campesinos celebran unas bodas.
A la plateada luz de la luna retozan las ninfas del río, pasamos flotando ante castillos y palacios y ante unas antiguas ruinas que se alzan en lo alto de unos desapacibles peñascos. El Moldava espumea y se agita en los Rápidos de San Juan, luego fluye ancho y tranquilo hacia Praga. Aparece el castillo en la orilla. El río sigue majestuosamente, se pierde de vista y finalmente entrega su caudal al Elba».
¡Una alfombra mágica musical donde las haya!
Clemency Burton-Hill
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