A finales del siglo XIX y principios del XX las orquestas no hicieron más que crecer y los compositores, entusiasmados por las nuevas fuerzas que tenían a su disposición, escribieron sinfonías de longitud creciente .
Dvořák no fue una excepción y su contribución al género es considerable, baste señalar su Novena Sinfonía, llamada «del Nuevo Mundo» (conocida además por el gran público por un anuncio de pan Hovis que se emitía en la televisión británica en los años setenta y que fue dirigido por el luego famoso cineasta Ridley Scott; en España era el tema de presentación del programa radiofónico «Ustedes son formidables», que se emitió en los años sesenta y setenta.)
Pero para animar un poco las cosas, los compositores se rebelaban de vez en cuando contra estos mastodontes orquestales y volvían a formas más íntimas, como la orquesta de cuerdas, que había estado muy en boga en los tiempos clásicos y para la que los compositores escribían serenatas elegantes y divertimentos de todo género.
La presente pieza encaja perfectamente en esa tradición. Dvořàk la despachó en un par de semanas de 1875, mientras estaba en la primera euforia de la vida conyugal y la paternidad. Hay mucha limpidez en su desarrollo y aunque toda ella es hermosa, siento una particular atracción por este animado scherzo, que se vuelve alternativamente ingenioso, anhelante y dramático.
Dvořák fue uno de los compositores más influyentes de su época, sobre todo entre la siguiente generación de jóvenes checos. Mañana sabremos en qué medida esta serenata influyó en su futuro yerno…
Clemency Burton-Hill
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