Esta pieza para violín solo siempre me sienta como una inyección de cafeína musical. (Bach, por cierto, escribió una «Cantata del café», pero hablaremos de ella otro año).
Inicia el último trabajo de sus seis sonatas y partitas, esa colección monumental y milagrosa de obras para violín solo que Bach completó en 1720 y que quedó relegada al olvido hasta que el violinista Joseph Joachim la redescubrió en el siglo XIX.
Con los aproximadamente cien segundos que dura, esta pieza tiene la virtud de reorganizarme todas las moléculas y hace que vea y piense con más claridad. (Ya sé que parece una locura, pero es verdad. Y sale más barata que un café…) Como veremos mañana, no soy la única persona que siente profundamente sus efectos.
Clemency Burton-Hill
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