Ya vimos a Alma Mahler a través de dos de sus hombres: su novio y profesor Alexander von Zemlinsky (6 de mayo) y su primer marido, Gustav Mahler (18 de mayo y 7 de julio). Es hora de conocerla personalmente.
¿Recuerdan la embriagadora carta de amor que le escribió Gustav el mes pasado? ¿Aquel destellante retrato sinfónico de la nueva esposa («Una sonrisa ha entrado en la vida de él»)? La felicidad no duró: pocos años después perdieron una hija y Alma cayó en una profunda depresión; no había transcurrido mucho tiempo cuando Alma empezó una relación con el arquitecto Walter Gropius, fundador de la Bauhaus. (A la muerte de Gustav se casó con Gropius; tiempo después contrajo nuevas nupcias con el escritor Franz Werfel y fue musa de muchos otros personajes, entre ellos Oskar Kokoschka, cuya extraordinaria pintura expresionista La novia del viento se basó en su relación con Alma.)
Antes de casarse con Mahler (diecinueve años mayor que ella), en 1902, Alma había sido una dotada compositora de canciones. Pero las «condiciones» del enlace matrimonial estipulaban que debía abandonar todo intento de establecerse como compositora. Aunque al principio aceptó el papel de esposa amante y apoyó la música de Gustav, el mismísimo Sigmund Freud concluyó tiempo después que la represión de sus deseos creativos dio pábulo a su depresión y su infidelidad. (Por si a alguien le interesa saberlo, Freud cobró un dineral.)
Cuando el consternado Mahler se enteró del adulterio, se dignó tomar en serio las ambiciones musicales de su señora. La estimuló y le corrigió una serie de canciones, entre ellas la presente, que Alma había escrito mientras era alumna de Zemlinsky. Con el tiempo publicó un puñado de canciones, pero era demasiado tarde: no volvió a componer con regularidad y hoy conocemos menos de veinte obras suyas.
Clemency Burton-Hill
Dejo constancia de lo de hoy. Perdimos, todos perdemos hoy
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