"TINA", son las siglas de "There is no alternative" (no hay alternativa), unas siglas que se popularizaron en los años ochenta por ser una de las frases más utilizada por Margaret Thatcher en sus discursos para señalar que no había ninguna alternativa real al camino que ella había emprendido en sus políticas neoliberales. Siempre los medios nos dicen -y repiten hasta el hartazgo- que "no hay alternativas" y con ello se evita el debate, deslegitima otras opciones y empequeñece el espacio de pensamiento de alguna alternativa fuera del modelo neoliberal. El planteamiento falaz de "no hay alternativa" se convierte en profecía autocumplida cuando no hay una oposición capaz de presentar una alternativa. En nombre de lo "inevitable" también se cae en las más estúpidas irracionalidades, como por ejemplo el solemne acompañamiento del coro de los economistas que hablaba de que la huida del capital de sus jaulas nacionales era inevitable y beneficiosa.
En la misma Inglaterra de los 70 que alumbró el antagonismo entre el gobierno de Thatcher y el punk que celebraba su muerte incluso décadas antes de producirse, existía un acuerdo tácito entre ambos extremos: donde no había futuro para unos, no había alternativas para los otros. Puede que ambos estuvieran hablando de lo mismo, pero desde puntos de vista diametralmente opuestos. "No hay alternativa" podría haber sido la divisa con la que el gobierno Thatcher pasara a la historia. Estas tres palabras (TINA, por su acrónimo en inglés) fueron repetidas hasta la extenuación por la primera ministra, hasta el punto de que hubo quien llegó a rebautizarla con ese apellido. Estas siglas son el mejor resumen de su política económica.
Cada vez son más utilizados los discursos en la línea del pensamiento "TINA" que hablan de la inevitabilidad de las medidas tomadas y de reformas "inaplazables" se han intensificado aun más y se han constituido en el hilo conductor en la argumentación utilizada para justificar todos los recortes realizados. La escasez de ideologías hace que el pragmatismo de lo que supuestamente "se debería hacer" porque "es inevitable" lidere en los planteamientos del todo social, desde una bajada de línea vertical, desde los gobernantes hacia el todo social.
Se puede encontrar a TINA en el debate -o más bien en la ausencia de debate- sobre la reforma de las pensiones, el aumento de la productividad en el trabajo, la reforma laboral, o cada recorte de nuestros derechos o en las multimillonarias "ayuditas" del Estado al sistema financiero, siempre hablan del "único camino posible" que hay que dar para evitar el colapso.
En todos estos casos la argumentación es similar: la inevitabilidad de hacer algún tipo de reformas "inaplazables" y la ausencia de alternativas a la medida tomada. Siempre el diagnóstico es el mismo, ya fuese para "transmitir confianza a los mercados", otras para ser "más competitivos" y "volver al mundo", y otras para volver a la "senda del crecimiento". Y a la vez, nunca aparecía en el debate otras posibilidades como fomentar un reparto de la riqueza diferente, realizar políticas fiscales progresivas, o (sobretodo) cuestionar nuestros modelo de sociedad.
A todas estas afirmaciones en los últimos tiempos se han unido algunas otras ideas que se repiten: "hemos vivido por encima de nuestras posibilidades", "hemos vivido una mentira", "hay que pagar la fiesta" y zonceras por el estilo.
Hoy en día, donde se perdieron en Argentina 100.000 empleos menos en los últimos 4 meses, donde perdemos día a día la soberanía (el mejor símbolo posible: la misión del Fondo que estuvo en Buenos Aires en agosto hizo base en oficinas prestadas por el Banco Central mientras que el nuevo representante del FMI tendrá un despacho propio).
Claro, "era inevitable"... no?
A más tardar, a finales de la década de 1980, el neoliberalismo se había convertido en el pensamiento único a nivel mundial, tanto para el centro izquierda como para el centro derecha. Las viejas controversias políticas fueron considerados obsoletas.
En el plano internacional se erradicaron algunas prácticas paganas, como los controles sobre los movimientos de capitales y las ayudas estatales; nadie debía escaparse de la "competencia global". Los acuerdos de libre comercio abrían los mercados y los protegían de la interferencia del Estado, la gobernanza global reemplazó a los gobiernos nacionales, la protección iba a ser sustituida por la mercantilización, y el estado de bienestar dio paso al "estado de la competencia"; una nueva era de racionalidad capitalista (???!).
La atención se centraba en imprescindibles "reformas" que aumentarían la competitividad nacional. Estas reformas incluían mercados de trabajo más flexibles, privatización y mercantilización. El conflicto redistributivo fue reemplazado por la búsqueda tecnocrática de "lo económicamente necesario y únicamente posible"; todas las instituciones, las políticas y las formas de vida debían adaptarse a este fin. Todo esto fue acompañado por el desgaste de los partidos políticos, su retirada en la maquinaria del Estado.
A partir de la década de 1980 el cambio fue acompañado del colapso de la organización sindical, junto con una disminución dramática del recurso a la huelga en todo el mundo. En otras palabras, una desmovilización lo más amplia posible de todos las herramientas –de la posguerra- de participación democrática y de redistribución. Todo se llevó a cabo lentamente, pero a un ritmo creciente y creando una progresiva confianza que era "el estado normal de las cosas".
El proceso de retroceso institucional y político de la revolución neoliberal inauguraba una nueva era de la política. Pero el legado "negativo" de todos estos "avances" fue una creciente desigualdad de ingresos, tanto entre individuos como entre regiones y naciones. Los gobiernos se endeudaron porque el estado nacional se había convertido a la economía capitalista en aras de la globalización. Para asegurarse de que todo esto no se convirtiera en una amenaza para el "mundo feliz del capitalismo neoliberal" se implementaron sofisticados métodos para asegurar el consentimiento popular y la desorganización de los resistentes. De hecho, las técnicas desarrolladas, para este propósito, inicialmente se demostraron impresionantemente eficaces.
Pero ese gobierno "global" del neoliberalismo no había sido creado para proteger. Finalmente, las crisis financieras y los posteriores programas de rescate desgastaron aún más la situación. Y desde entonces no se a hecha nada más que retroceder paso a paso.
El proceso llegó a un punto de inflexión en los años posteriores a la crisis financiera de 2008. Después de varios años, durante los cuales ni uno solo de los gerentes de los bancos responsables de la crisis de 2008 habían sido llevado a la justicia, seguimos guiándonos por la lógica de "TINA". Aquí y en todos lados.
Desde la perspectiva del internacionalismo neoliberal ahora también se nutre de la llamada "post-verdad" para presentar las verdades de los nuevos dirigentes. Dicho sea de paso, cada vez más seguido esos dirigentes políticos son parte de los beneficiados por el "TINA".
Para describir esta fase Antonio Gramsci propuso el término "interregno", un período incierto de duración, en que un viejo orden está muriendo, pero uno nuevo todavía no logra nacer. Como es de esperar en un "interregno" el nuevo orden que aún no se ha creado se ve como incierto. Hasta que llega tenemos que aceptar que "aparecerá una gran variedad de síntomas mórbidos". Un interregno en el sentido de Gramsci es un período de gran inseguridad en que las cadenas habituales de causa y efecto ya no están en vigor y, acontecimientos inesperados, peligrosos y grotescamente anormales pueden ocurrir en cualquier momento (jeje, tal como estamos acostumbrados a ver cada vez con más frecuencia).
Y mientras tanto, las reformas estructurales neoliberales recomendadas por los "expertos" continúan guiando nuestras vida, aquel viejo axioma llamado "TINA" se aplican en todo el mundo y también en ArgenTINA. Ya sabemos: "There is no alternative"... Hoy, la completa destrucción de las instituciones nacionales que eran capaces de promover la redistribución económica y la dependencia resultante de las políticas de los bancos centrales, han hecho al capitalismo ingobernable, ya sea por métodos "populistas" o por métodos tecnocráticos.
A nivel global, el agotamiento de las socialdemocracias europeas a mano de experiencias popular-nacionales radicales (bah, fachos de derecha conservadora), se corresponde con la polarización que hoy se observa en las elecciones en EE.UU. y el avance de la derecha conservadora en América Latina. La crisis del PSOE, el partido que orientó la transición española tras la dictadura franquista, el agotamiento del Partido Socialista francés, la agonía de la hoy moderada Syriza, los resultados del Brexit, el declinar de la socialdemocracia alemana... por debajo de todas estas novedades está el agotamiento definitivo de las experiencias de centro "moderado" que irrumpieron con fuerza durante los años ochenta y permanecieron exitosas hasta mediados de primera década de este siglo.
Hay que ver hacia donde nos lleva el "interregno" gramsciano, por lo pronto, deberemos continuar conviviendo entre los monstruos, las anormalidades y lo irracional, los Bolsonaro, los Macri y los Trumps están aquí para recordárnoslo.
Y también para recordarnos que nunca tenemos que ceder en la búsqueda de la racionalidad perdida. Es el único futuro: cualtivar el pensamiento crítico para la conformación de una nueva sociedad que deje de avalar tanto engaño y tanto "TINA".
En la misma Inglaterra de los 70 que alumbró el antagonismo entre el gobierno de Thatcher y el punk que celebraba su muerte incluso décadas antes de producirse, existía un acuerdo tácito entre ambos extremos: donde no había futuro para unos, no había alternativas para los otros. Puede que ambos estuvieran hablando de lo mismo, pero desde puntos de vista diametralmente opuestos. "No hay alternativa" podría haber sido la divisa con la que el gobierno Thatcher pasara a la historia. Estas tres palabras (TINA, por su acrónimo en inglés) fueron repetidas hasta la extenuación por la primera ministra, hasta el punto de que hubo quien llegó a rebautizarla con ese apellido. Estas siglas son el mejor resumen de su política económica.
Cada vez son más utilizados los discursos en la línea del pensamiento "TINA" que hablan de la inevitabilidad de las medidas tomadas y de reformas "inaplazables" se han intensificado aun más y se han constituido en el hilo conductor en la argumentación utilizada para justificar todos los recortes realizados. La escasez de ideologías hace que el pragmatismo de lo que supuestamente "se debería hacer" porque "es inevitable" lidere en los planteamientos del todo social, desde una bajada de línea vertical, desde los gobernantes hacia el todo social.
Se puede encontrar a TINA en el debate -o más bien en la ausencia de debate- sobre la reforma de las pensiones, el aumento de la productividad en el trabajo, la reforma laboral, o cada recorte de nuestros derechos o en las multimillonarias "ayuditas" del Estado al sistema financiero, siempre hablan del "único camino posible" que hay que dar para evitar el colapso.
En todos estos casos la argumentación es similar: la inevitabilidad de hacer algún tipo de reformas "inaplazables" y la ausencia de alternativas a la medida tomada. Siempre el diagnóstico es el mismo, ya fuese para "transmitir confianza a los mercados", otras para ser "más competitivos" y "volver al mundo", y otras para volver a la "senda del crecimiento". Y a la vez, nunca aparecía en el debate otras posibilidades como fomentar un reparto de la riqueza diferente, realizar políticas fiscales progresivas, o (sobretodo) cuestionar nuestros modelo de sociedad.
A todas estas afirmaciones en los últimos tiempos se han unido algunas otras ideas que se repiten: "hemos vivido por encima de nuestras posibilidades", "hemos vivido una mentira", "hay que pagar la fiesta" y zonceras por el estilo.
"Nos están educando al revés, nos educan para producir y consumir. Nadie nos prepara para ser más humanos, para ser mejores. Dicen que no hay alternativa a este desarrollo, cómo que no: ser mejores en vez de tener más cosas. La alternativa es educar para ser mejores".José Luis Sanpedro
Hoy en día, donde se perdieron en Argentina 100.000 empleos menos en los últimos 4 meses, donde perdemos día a día la soberanía (el mejor símbolo posible: la misión del Fondo que estuvo en Buenos Aires en agosto hizo base en oficinas prestadas por el Banco Central mientras que el nuevo representante del FMI tendrá un despacho propio).
Claro, "era inevitable"... no?
A más tardar, a finales de la década de 1980, el neoliberalismo se había convertido en el pensamiento único a nivel mundial, tanto para el centro izquierda como para el centro derecha. Las viejas controversias políticas fueron considerados obsoletas.
En el plano internacional se erradicaron algunas prácticas paganas, como los controles sobre los movimientos de capitales y las ayudas estatales; nadie debía escaparse de la "competencia global". Los acuerdos de libre comercio abrían los mercados y los protegían de la interferencia del Estado, la gobernanza global reemplazó a los gobiernos nacionales, la protección iba a ser sustituida por la mercantilización, y el estado de bienestar dio paso al "estado de la competencia"; una nueva era de racionalidad capitalista (???!).
La atención se centraba en imprescindibles "reformas" que aumentarían la competitividad nacional. Estas reformas incluían mercados de trabajo más flexibles, privatización y mercantilización. El conflicto redistributivo fue reemplazado por la búsqueda tecnocrática de "lo económicamente necesario y únicamente posible"; todas las instituciones, las políticas y las formas de vida debían adaptarse a este fin. Todo esto fue acompañado por el desgaste de los partidos políticos, su retirada en la maquinaria del Estado.
A partir de la década de 1980 el cambio fue acompañado del colapso de la organización sindical, junto con una disminución dramática del recurso a la huelga en todo el mundo. En otras palabras, una desmovilización lo más amplia posible de todos las herramientas –de la posguerra- de participación democrática y de redistribución. Todo se llevó a cabo lentamente, pero a un ritmo creciente y creando una progresiva confianza que era "el estado normal de las cosas".
El proceso de retroceso institucional y político de la revolución neoliberal inauguraba una nueva era de la política. Pero el legado "negativo" de todos estos "avances" fue una creciente desigualdad de ingresos, tanto entre individuos como entre regiones y naciones. Los gobiernos se endeudaron porque el estado nacional se había convertido a la economía capitalista en aras de la globalización. Para asegurarse de que todo esto no se convirtiera en una amenaza para el "mundo feliz del capitalismo neoliberal" se implementaron sofisticados métodos para asegurar el consentimiento popular y la desorganización de los resistentes. De hecho, las técnicas desarrolladas, para este propósito, inicialmente se demostraron impresionantemente eficaces.
Pero ese gobierno "global" del neoliberalismo no había sido creado para proteger. Finalmente, las crisis financieras y los posteriores programas de rescate desgastaron aún más la situación. Y desde entonces no se a hecha nada más que retroceder paso a paso.
El proceso llegó a un punto de inflexión en los años posteriores a la crisis financiera de 2008. Después de varios años, durante los cuales ni uno solo de los gerentes de los bancos responsables de la crisis de 2008 habían sido llevado a la justicia, seguimos guiándonos por la lógica de "TINA". Aquí y en todos lados.
Desde la perspectiva del internacionalismo neoliberal ahora también se nutre de la llamada "post-verdad" para presentar las verdades de los nuevos dirigentes. Dicho sea de paso, cada vez más seguido esos dirigentes políticos son parte de los beneficiados por el "TINA".
Para describir esta fase Antonio Gramsci propuso el término "interregno", un período incierto de duración, en que un viejo orden está muriendo, pero uno nuevo todavía no logra nacer. Como es de esperar en un "interregno" el nuevo orden que aún no se ha creado se ve como incierto. Hasta que llega tenemos que aceptar que "aparecerá una gran variedad de síntomas mórbidos". Un interregno en el sentido de Gramsci es un período de gran inseguridad en que las cadenas habituales de causa y efecto ya no están en vigor y, acontecimientos inesperados, peligrosos y grotescamente anormales pueden ocurrir en cualquier momento (jeje, tal como estamos acostumbrados a ver cada vez con más frecuencia).
Y mientras tanto, las reformas estructurales neoliberales recomendadas por los "expertos" continúan guiando nuestras vida, aquel viejo axioma llamado "TINA" se aplican en todo el mundo y también en ArgenTINA. Ya sabemos: "There is no alternative"... Hoy, la completa destrucción de las instituciones nacionales que eran capaces de promover la redistribución económica y la dependencia resultante de las políticas de los bancos centrales, han hecho al capitalismo ingobernable, ya sea por métodos "populistas" o por métodos tecnocráticos.
A nivel global, el agotamiento de las socialdemocracias europeas a mano de experiencias popular-nacionales radicales (bah, fachos de derecha conservadora), se corresponde con la polarización que hoy se observa en las elecciones en EE.UU. y el avance de la derecha conservadora en América Latina. La crisis del PSOE, el partido que orientó la transición española tras la dictadura franquista, el agotamiento del Partido Socialista francés, la agonía de la hoy moderada Syriza, los resultados del Brexit, el declinar de la socialdemocracia alemana... por debajo de todas estas novedades está el agotamiento definitivo de las experiencias de centro "moderado" que irrumpieron con fuerza durante los años ochenta y permanecieron exitosas hasta mediados de primera década de este siglo.
Hay que ver hacia donde nos lleva el "interregno" gramsciano, por lo pronto, deberemos continuar conviviendo entre los monstruos, las anormalidades y lo irracional, los Bolsonaro, los Macri y los Trumps están aquí para recordárnoslo.
Y también para recordarnos que nunca tenemos que ceder en la búsqueda de la racionalidad perdida. Es el único futuro: cualtivar el pensamiento crítico para la conformación de una nueva sociedad que deje de avalar tanto engaño y tanto "TINA".
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