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Cuentos Del Futuro Imposible: Paradojas del Rock Progresivo Argentino

Para entender los ideales del rock progresivo argentino, y de donde surgió, hay que retroceder en el tiempo hasta un show de Invisible en el Teatro Astral, el 7 de marzo de 1974. Fue allí donde Luis Alberto Spinetta se enfrentó a una parte bastante hostil de su público, acostumbrado al rock pesado de Pescado Rabioso, el grupo anterior del Flaco. Momentos después de que empezara el espectáculo, un asistente al show empezó a dejar en claro cuál era la música que le gustaba en forma elocuente: “Luis Alberto, ¡movete más, saltá! ¡Antes te movías mejor!” Impávido, desde el escenario, Spinetta apenas fue capaz de discutir, tan solo contestó: "Claro, pero a medida que va surgiendo la madurez y la profundidad en la música que hago junto a Invisible creo que tenemos la necesidad de mandar un mensaje más serio, porque no es cuestión de moverme y moverme como si tuviera hormigas en el culo".

Mil novecientos setenta fue el año bisagra en la historia del rock. Se acababan los queridos sesenta y empezaban a florecer los diferentes grupos y estilos que poblarían a los setenta, la década más ecléctica y prolifera de este género musical. Por si fuera poco, los Beatles se separaban, en medio de esta vorágine creativa, social y cultural que se negaba a detenerse. En la Argentina, el rock estaba dando sus primeros pasos, y al poco tiempo, y en sintonía con la época comenzaron a surgir las vetas "progresivas", al principio sin saberlo ni buscarlo, simplemente se dió como evolución "natural" de la experimentación y las ganas de investigar (y viajar musicalmente e ideológicamente) propias de la época. Grupos como Almendra, Arco Iris, Manal o artistas de la talla de Litto Nebbia darían en ese tiempo las pautas a seguir para que futuras agrupaciones continúen la búsqueda de la identidad del rock argentino. De ese contexto nace esta nota que les comparto ahora, un fantástico artículo de Emilio Acevedo para el blog Intersticio.

En cierto modo, la lucha de Spinetta era la misma batalla interna a la que se enfrentaron los miembros de los diferentes grupos que hacían rock progresivo en nuestro país. Había que hacer progresar al pop, ese era el lema, sobreponiéndose a la elementalidad rítmica y la precariedad tecnológica de la época con todos los aditivos músico-líricos que fueran necesarios. Ahora bien, si la música del rock de mediados de los 70 podía imaginarse como el dial de una mesa de mezclas, con el rock acústico de Sui Generis en un extremo y el rock pesado y blusero de Pappo´s Blues en el otro, la aguja que iba a ser conocida como “rock sinfónico” se asentó con decisión en el medio.
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De la misma forma, existieron distintas fórmulas de entender ese concepto tan atractivo y peligroso del progresismo rockero, porque no fueron lo mismo Invisible que Crucis; Espíritu que El Reloj. Incluso muchos elementos objetivos se subjetivaron en diversos cauces. Citemos algunos. El sintetizador iguala (y hasta a veces reemplaza) al símbolo por excelencia del rock, la guitarra eléctrica. El disco larga duración reemplaza a los simples. La música no se baila, se escucha, se visualiza, se piensa. Abundan las referencias al cosmos, a la exploración interior del ser y a la épica simbolista; se intelectualiza casi todo. En esta búsqueda artística, algunos músicos, como los integrantes de El Reloj, incluso deciden anotarse en el conservatorio: “Empezamos a estudiar los cinco en el Julián Aguirre de Banfield, a partir del 76, porque queríamos perfeccionar la onda sinfónica. Yo estudiaba violonchelo y contrabajo, Willy (Gardi) guitarra y violín, (Osvaldo) Zabala guitarra, (Luis) Valenti piano, y Juancito (Espósito) timbales y los instrumentos percusivos de orquesta. Este paso por la música académica, además de las escuchas de los discos de Yes o Emerson, Lake & Palmer –que nos encantaban- influenciaría mucho la composición de nuestro segundo álbum”, recuerda Eduardo Frezza, ex bajista y cantante del grupo.


Espíritu: Rock sinfónico y conceptual
En lo que respecta a su impacto comercial, el rock progresivo, en un comienzo, no llegó a ser un estilo lo bastante importante como para tener una sección propia en las disquerías; más allá del éxito puntual de algunos grupos como Crucis o Espíritu. A la manera de las mamushkas, era un fenómeno subterráneo dentro de otro fenómeno subterráneo mayor, como fue el rock argentino en los afiebrados 70. Décadas más tarde (y en especial a partir de los 90, con el boom de las reediciones en CD) el prog también formó parte del revival nostálgico del rock setentoso, lo que posibilitó que desde entonces haya locales dedicados al sinfónico, que incluyen la venta de merchandising, desde remeras hasta tazas y relojes ilustrados con las tapas de los álbumes clásicos de Genesis, Yes o Rush; La Máquina de Hacer Pájaros o Ave Rock.



ERASE UNA VEZ…

Ave Rock
¿Pero cuál fue el origen de esta historia? Está claro que el terremoto cultural de fines de los 60 desencadenó en el rock una voluntad de desbordar las fronteras convencionales de la música que se tradujo en voluntariosos experimentos vanguardistas. Sin dudas, el concepto de rock progresivo o “sinfónico” (como se lo llamó vulgarmente) englobaba una gran variedad de tendencias, y tuvo su momento de mayor esplendor en la primera mitad de los 70, principalmente en Inglaterra aunque con un fuerte impacto en la Europa continental, en países como Italia, Francia y Holanda, entre otros. En la mayoría de los casos se intentó enlazar la búsqueda de nuevos sonidos con la tradición de la llamada música culta. La música de grupos como Yes, King Crimson, Genesis, Focus, Gentle Giant, Van Der Graaf Generator y tantos otros era una curiosa alquimia de elementos y conceptos procedentes del rock, la cultura hippie, la psicodelia y la inmensa tradición romántica europea.




Los Jaivas
Por su parte, el rock argentino no se vio exento de este deseo de hacer obras más elaboradas en donde primara la búsqueda de nuevas estructuras armónicas. Por eso, inspirados por los experimentos progresivos de los grupos anglosajones, la obra de bandas como Alas, Crucis, Espíritu, Invisible, MIA (Músicos Independientes Argentinos), El Reloj, Canturbe, Bubu, Melimelum, Soluna, o el primer Seru Giran, durante el periodo 1974-1978, no son sino una consecuencia lógica. Incluso el prestigioso grupo chileno Los Jaivas, escapando del régimen pinochetista, se asienta en el Delta del Tigre, en donde componen buena parte de lo mejor de su repertorio, sumergiéndose en la experimentación y la fusión rock de ritmos y géneros latinoamericanos, durante la grabación de sus dos álbumes “argentinos”: El Indio (1976) y Canción del sur (1977).



Ahora bien, cabe preguntarse, como se originó y de qué manera impactó este estilo en la naciente música rock de nuestro país, para generar –casi en simultaneo con la época dorada del género en Europa- una oleada de grupos progresivos que, emulando a sus pares del primer mundo rockero, crearon un corpus interesantísimo de álbumes que mixturaron los sonidos avant garde del nuevo rock electrónico internacional con músicas autóctonas como el tango o el folklore.



Alas (Moretto, Zuker y Riganti) reciben la visita de Astor Piazzolla
Uno de los grupos que mejor asoció la experimentación sonora con las raíces musicales del tango fue Alas. Este trío, liderado por el trompetista y tecladista Gustavo Moretto fue elogiado por el mismísimo Astor Piazzolla, quien se animó a decir que veía en ellos el futuro de la música nacional: “En nuestro caso particular, nosotros no queríamos hacer la música de Piazzolla, pero sí inspirarnos en su obra. Astor había llevado el tango a niveles de complejidad de autores como Bela Bartok. Por eso queríamos seguir esa veta, mixturándola con el lenguaje que traíamos incorporados como músicos de rock, y llevarla hasta Schoemberg, hasta el dodecafonismo. Teníamos esa voluntad, esa estructura y ese proyecto. Y Piazzolla entendió muy bien nuestro objetivo. Vio que nosotros seguíamos su idea, su ejemplo, pero sin tratar de imitar su música”, explica Carlos Riganti, baterista de Alas.



La Máquina: Fernández, Moro, García y Bazterrica (faltó Cutaia en la foto)
También experimentando con el tango, el pop, y hasta el candombe, el progresivo desarrollado por La Máquina de Hacer Pájaros quedó plasmado en dos discos muy recordados (La Máquina de Hacer Pájaros, 1976; y Películas, 1977), antes de que Charly García decidiera clausurar esta etapa de su carrera para seguir junto a David Lebon en Seru Giran. Sin dudas, en el periodo 1974 - 1979, el Bicolor hizo su mayor acercamiento al rock progresivo, a partir de su incursión en los sintetizadores Mini Moog y Mellotrón; a partir del último disco de Sui Generis, Instituciones. Luego, durante su paso por La Máquina, García se sumergió más en el sinfónico y la experimentación, como queriendo escapar del karma que le supuso el éxito masivo de Sui. Sin embargo, este no fue un camino de rosas: “Creo que nuestra música tenía todo tipo de influencias. Elementos del tango, del jazz o propios del rock, mixturados. Pero era muy difícil llevarnos bien, era muy difícil congeniar… Éramos cinco tipos muy pesados, musicalmente y como personas. Estábamos en una competencia constante para ver quien tocaba más rápido, para ver quien tocaba más difícil… Y todo eso te hacía estudiar más, componer más, etc. Lo que pasaba era que esa variedad de personalidades, gustos y destrezas también hacía difícil mantener al grupo unido”, reflexiona José Luis Fernández, bajista de La Máquina, a la hora de hacer una hipótesis acerca de porque el grupo no pudo durar más de dos años.



Crucis: Marrone, Farrugia, Kerpel y Montesano
Y es que esa fue la “maldición” de la mayor parte de estos grupos argentinos de los 70: casi ninguno llegó a grabar un tercer disco de estudio, ya que las diferencias musicales, la constante ebullición e impaciencia de sus miembros, o el exilio obligado por la censura, y la represión estatal, conspiró contra la duración de estas bandas. Ese fue también el caso del que quizás haya sido uno de los mayores grupos paradigmáticos del rock progresivo argentino: Crucis, un cuarteto con un potencial sonoro único, cuyos integrantes no tardarían en separarse, en pleno éxito, luego de su segundo álbum, Los delirios del Mariscal (1977), para proseguir su trayectoria en el exterior: “Fue así porque Éramos demasiado jóvenes, influenciables y arrogantes. Claramente, no estábamos preparados para lo que se nos vino encima. Casi todos salimos directamente de la secundaria a los escenarios, discos, giras, reportajes, viajes y a un ritmo apabullante que apenas nos dejó tiempo para enterarnos de lo que estaba ocurriendo. Las drogas no eran de gran ayuda en esa materia. Lo hicimos lo mejor que pudimos, aunque no nos hubieran venido mal unas cortas vacaciones para sentarnos a reflexionar”, opina hoy Gustavo Montesano, casi cuatro décadas después, devenido en prestigioso músico y productor en España.



Por otro lado, a pesar de sus ideales musicales elevados, sus álbumes logrados, y su impronta nacional, los exponentes del rock progresivo argentino comúnmente fueron acusados, por cierto sector del público y la crítica, de ser meras “fotocopias” de los grupos extranjeros. Por ejemplo, se decía que Alas imitaba a Emerson, Lake & Palmer; Espíritu a Yes; y Seru Giran a Steely Dan. Carlos Riganti se opone firmemente a esta conceptualización: “Por supuesto, como nuestra formación de trío era parecida a la de Emerson, Lake & Palmer todo el mundo nos comparaba con ellos; pero nosotros no éramos ELP, ni nos interesaba serlo. Con Alas teníamos como precepto reflejar el tiempo y el espacio en donde estábamos viviendo. Para eso contábamos con todas las influencias del jazz y del rock, sumadas a las de la música de nuestro país. En lo que a mí respecta, desde la batería, hacer esto requería un trabajo increíble. Imaginate que ni el folklore o el tango tenían batería. Por eso, practicaba acompañando los discos de D´Arienzo que tenía mi viejo, escuchándolos, tratando de captar como era el fraseo de los bandoneones, cuál era el clima que obtenía su orquesta con eso. Con eso desarrollé mi propio estilo de batería.”

MAÑANA ES MEJOR


Osvaldo Favrot, de Espíritu
En la actualidad, ¿qué queda de todo eso? Pues el 99 % de las bandas que se mencionan en este artículo ya no existen. Entonces, la pregunta del millón sería: ¿Por qué, a pesar del auge del fenómeno autogestivo de cientos de jóvenes bandas de la escena under del rock nacional, no aparecen nuevos exponentes de este estilo progresivo? Está claro que, a nivel mundial, el rock sinfónico “se murió” en los 80; pero su revival a partir de los 90, sumado a la aparición de grupos masivos como Dream Theater, Muse, Tool, o Mars Volta, que reivindican y son influenciados por las bandas dinosaurios de los 70, nos lleva a pensar porque no sucede eso en nuestro país. Salvo por algunos discos de Pez, el camaleónico proyecto grupal liderado por Ariel Minimal; la banda Cronología, liderada por el pionero Frezza; o por Nexus, un grupo que edita álbumes de rock sinfónico desde 1997, que son exitosos en países como Francia, Rusia, México o Brasil; no parece posible revitalizar este estilo en Argentina. Osvaldo Favrot, guitarrista y líder del mítico grupo Espíritu, con más de 40 años de trayectoria, reflexiona al respecto: “El problema principal que conlleva el hecho de tocar rock progresivo acá es que no te brinda la posibilidad de ganar dinero. Por esa razón yo no puedo pretender mantener atado a ningún músico a un proyecto de este estilo, porque es razonable que cuando le surja algo más redituable tendrá que irse.”



Lalo Huber (Nexus)
Lalo Huber, además de tecladista de Nexus es profesor universitario y especialista en coaching empresarial. Su opinión es que está muy conforme con los discos que venden en el extranjero, por más que no ganen fortunas, porque son reconocidos y esto les sirve para auto gestionar sus propias producciones. Pero, por otro lado, responsabiliza por la falta de repercusión en el medio local a la casi nula difusión que se les da a las bandas progresivas en los medios masivos: Es que necesitan difundir materiales de aceptación masiva, y estos nunca son los más sofisticados y elaborados. Porque la música masiva, necesariamente, tiene que ser sencilla, ya que toda la gente no tiene tiempo de dedicarse a escuchar entero un disco. De cualquier forma, yo soy un convencido de que si el rock sinfónico se difundiese sería aceptado -como lo fue en los 70-, pero no le dan la oportunidad. Lamentablemente, en la radio a la gente le ponen muchísimo reggaecumbia, y mucha música que la llaman rock pero no lo es. Mucha pavada.”



Paradojas y dificultades a las que tiene que sobreponerse un estilo que parece haber completado un ciclo. Sin embargo, nunca lo den por muerto. El progresivo siempre será una página muy especial en la historia del rock. Tenía que suceder y sucedió. Y, aunque mutilado por el paso del tiempo y las modas, siempre será como un dinosaurio de Jurassic Park que amenaza con volver…
Emiliano Acevedo


Comments

  1. Percibo una simplificación que conduce a un error.
    En un momento del artículo dice "todas esas bandas hoy ya no existen". Sin embargo todos esos musicos siguen tocando (los que no estan mirando el pasto desde abajo). La música evoluciona, muta. Es logico que no existan porque la creatividad no negocia seguir transformandose. Un ejemplo son las bandas de las cuales surgen los traperos, como Banzai FC o Astor.
    Me parece mucho mas digno surfear la creatividad que refritar una idea vieja, como hace yes que sigue tocando temas del año 70.

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