A caballo entre el Renacimiento y el Barroco, Monteverdi fue el compositor más importante de su época y en muchos aspectos el primero de los modernos. Artífice de muchas revoluciones musicales, prácticamente inventó la ópera tal como la conocemos, creando, con obras como el Orfeo y El regreso de Ulises a la patria, el entretenimiento de masas de la época; siempre arraigado, críticamente, en auténtica experiencia humana.
A escala menos grandiosa, sus madrigales —canciones profanas para múltiples voces, escritas invariablemente con un complejo contrapunto— están igualmente llenos de sorpresas, con saltos dinámicos y momentos de tal espontaneidad y naturalidad que hoy damos por sentado lo que entonces fue radicalmente novedoso.
Este que presento es un clásico. Monteverdi pone música a un ditirambo en honor de la primavera que escribió el poeta Ottavio Rinuccini para celebrar las abundantes promesas de la estación. Como es habitual en Monteverdi, la música se pone al servicio del texto con exuberancia contagiosa.
Zefiro torna e di soavi accenti Vuelve el céfiro y con blandos soplos
l,aer fa grato e›l piè discioglie a l,onde endulza el aire y desata los pies en las olas,
e mormorando tra le verdi fronde y murmurando entre las verdes frondas
fa danzar al bel suon su,l prato i fiori. hace bailar las flores del prado con amable son.
Hoy, meteorológicamente hablando al menos, es el día en que el céfiro, el viento de poniente, nos trae la primavera. Helo aquí, cargado de esperanzas…
Clemency Burton-Hill
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