El compositor Param Vir, nacido en Delhi, creció en una casa musical: su madre era cantante de música clásica indostaní. Empezó piano a los nueve años y de adolescente se sintió cautivado por la música occidental, así como por los géneros indostánicos tradicionales que sonaban en su entorno y que absorbía de manera inconsciente.
(«El Raga, el tala, el canto llano, Palestrina, Strauss y la dodecafonía se concentraban en la mente de un adolescente de la Nueva Delhi poscolonial —recuerda—. Seguramente fue una confluencia casual de influencias». En 1983 conoció a Peter Maxwell Davies (5 de mayo), que lo animó a trasladarse a Gran Bretaña, donde estudió en la Guildhall School of Music and Drama y obtuvo un puñado de premios a la composición.
Vir se inspira en un amplio acervo que abarca la mitología, el arte folclórico, la literatura, la poesía y la escultura, sobre todo la de su paisano Anish Kapoor. Cultiva muchos géneros: música de cámara, obras sinfónicas, ópera y teatro; es un curioso impenitente y rechaza las etiquetas. «El mundo actual es un extraordinario punto de encuentro de identidades, culturas, idiomas, formas mentales e ideologías divergentes que se apretujan en un baile pasmoso —dice, y añade—: me interesa la cultura de todo el planeta».
Vir se interesa por el color y su efecto en la percepción. Dada la cultura de la que procede, cuando habla del tema, este parece menos extravagante de lo que podría creerse. «Me interesan las cualidades cromáticas plasmadas en el espectro energético de los chakras —comenta—. Sabemos que reaccionamos a determinados colores porque tienen una relación muy concreta con nuestra estructura energética y los colores tienen propiedades terapéuticas, sanadoras o energizantes muy distintas.»
En esta coral para piano solo, escrita en 2000, evoca la luz blanca y el efecto es luminoso.
Clemency Burton-Hill
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