Al igual que sus colegas Pierre Boulez (26 de marzo) y John Cage (12 de agosto), el compositor húngaro György Ligeti acabó siendo una de las figuras más vitales y progresistas del vanguardismo musical de posguerra. Al margen de los círculos especializados de la escena clásica actual, su música ha llegado al gran público gracias a su admirador Stanley Kubrick, que la utilizó en películas como 2001: una odisea del espacio (1968) y El resplandor (1980).
El compositor Thomas Adès (24 de septiembre) dice que en la música de Ligeti percibe «la muerte calórica del universo». Es lo que le confesó a mi colega Tom Service, de BBC Radio 3. Pero ¿eso es todo? Incluso sin adoptar un punto de vista tan apocalíptico, esta frenética pieza para piano, que se estrenó este día, se me presenta siempre como una delicada metáfora musical de la vida moderna: en la superficie te doy la mano derecha, con sus notas agudas, suaves, serenas; por debajo, mientras tanto, presencia el caos que burbujea sin cesar a lo lejos. (¿O se trata de una interpretación de mi vida?)
La turbadora mano izquierda, en efecto, introduce en la pieza un impulso nervioso incontenible, así que si tenemos que ir aprisa a algún sitio, esta música me pone una hélice en la espalda. ¡Vamos, vamos, vamos!
Clemency Burton-Hill
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