Es muy probable que, lo sepan o no, hayan oído música de Gustav Holst: su suite Los planetas está en todas partes, «Marte» y «Júpiter» en concreto están siempre en movimiento porque los llama todo el mundo: anunciantes, compositores de películas, Led Zeppelin y así sucesivamente.
Pero muchos años antes de que Holst ocupara su puesto en la historia de la música con estos cuerpos celestes, este compositor inglés donde los haya (que además se dedicaba a recoger canciones rurales de Somerset y a dar clases en un instituto de enseñanza media para señoritas) buscaba su voz compositora en la profunda fascinación que sentía por la antigua cultura indostánica.
En 1907, en medio de la fiebre que se desató en los círculos artísticos por todo lo oriental, compró un ejemplar de la colección de himnos védicos de tres mil años de antigüedad que conocemos por Rig Veda. Entre 1908 y 1912, tras aprender sánscrito con objeto de traducir él mismo el texto, puso música a una selección de poemas, un gesto que representó un momento significativo en su evolución.
Este himno misterioso e insólito a la Aurora está compuesto para una evocadora combinación de voces femeninas y arpa. Crea una atmósfera y un clima que no tienen nada que ver con el resto de la producción de Holst o, para el caso, que yo haya oído en mi vida.
Rich in wealth and wisdom, abundante en riquezas y sabiduría,
eEver young yet ancient, siempre joven pero anciana,
True to Law Eternal… fiel a la Ley Eterna…
Clemency Burton-Hill
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