Oficialmente al menos, Franck dedicó esta pieza a su amigo el compositor y pianista Saint-Saëns. Extraoficialmente, cuando Franck la escribió no hacía más que pensar en su alumna Augusta Holmès. Esta, según confesó el gran compositor, «me inspira los deseos más carnales».
Por desgracia, la muchacha causaba el mismo efecto en Saint-Saëns. «Esta hermosa pitonisa […] conseguía que el arte prosperase a su alrededor —comentó—. Así como Venus fecundaba el mundo cuando se arreglaba el cabello, así nos encendía Augusta Holmès con sus rojos rizos, y cuando nos iluminaba con el brillo de sus ojos y la brillantez de su voz, corríamos a empuñar plumas y pinceles y creábamos arte». Se había declarado a Holmès muchas veces y siempre fue rechazado amablemente. (¡Pitonisa!)
Saint-Saëns interpretó este quinteto en 1880, en el estreno en París. Todos los testigos cuentan que estaba cada vez más nervioso y enfadado, al parecer porque leía mensajes ocultos en la música. Al final se negó a estrechar la mano de Franck y abandonó el estrado hecho una furia, dejando abierta la partitura en el piano, una clara señal de desdén.
Es posible que algunos detalles sean inventados y que a Saint-Saëns simplemente no le gustara la música, pero la verdad es que esta pieza emocionalmente cargada causó cierto alboroto en los círculos musicales parisinos. Saint-Saëns desalentó las posteriores interpretaciones de la obra y la señora Franck acusó públicamente a su marido y a su «indecente y seductora discípula».
¡Estos seres humanos…! Sea cual fuere la verdad, la obra es un impresionante retrato de un corazón y un espíritu prisioneros de la pasión y el conflicto. Al margen de esto, Franck y Holmès siguieron manteniendo una estrecha relación. Franck falleció este día y Holmès encargó a Auguste Rodin un medallón de bronce para su tumba.
Clemency Burton-Hill
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