Hoy apenas se conoce al compositor francés Jean Mouton fuera de los pequeños círculos corales, y debo confesar que yo nunca habría oído su música si no me hubiera llamado la atención en la boda de unos amigos míos que se casaron en 2014. El novio, antiguo niño de coro, había incluido en la ceremonia esta puesta en música de una antífona anónima para la Pascua de Navidad. Era tan hermosa que no daba crédito a mis oídos.
Técnicamente hablando, la fuerza de la pieza procede ante todo de la estructura canónica, que Mouton construye con una complejidad extraordinaria con ocho voces. Pero, como siempre, no es necesario entender la matemática del asunto para sentir instintivamente el efecto. Como dice el director de orquesta y compositor Graham Ross, es «una obra maestra, pero humilde: lo asombroso es que su brillantez técnica desaparece mientras se escucha y ahí radica parte de su genialidad. El oyente se queda tan pasmado ante la sublime lentitud de esta conmovedora música, que se despliega con tanta belleza, que no se da cuenta de la maestría técnica que hay detrás».
peperit sine dolore Salvatorem saeculorum, parió sin dolor al salvador de los siglos,
ipsum Regem angelorum; al mismo rey de los ángeles;
sola Virgo lactabat, ubere de caelo pleno. la Virgen sola lo amamantó con las ubres llenas de cielo.
Clemency Burton-Hill
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