Skip to main content

La Mesa Beatle: Navidad tanguera

Buenos días desde La Barra Beatles, que también tiene su jornada navideña, no con mucha fe pero sí con varias botellas y música de fondo tanguera.

Por Jorge Garacotche

En mi barrio, como en todos los de Argentina, las fiestas de fin de año promovían una serie de situaciones que estremecían al vecindario. Desde unos días antes la pirotecnia anunciaba clima de fiesta, menos para los animales. Uno iba a la carnicería de Don Víctor o a la de Ángel y tenían a mano la libreta donde se anotaba la lluvia de encargos de peceto, parrillada, lechones, chivitos, todo lo que presagiaba una noche romana que también visitaría a los pobres; otros tiempos. En el almacén de Mari, de Velasco y Darwin, aparecía una canasta con productos navideños y te regalaban un número para el sorteo. Lo mismo en la fiambrería de Ricardo y Susana, o en la panadería de Don Carlos, ambos a la vuelta, sobre Velasco. Éramos todos de clase baja, mediados de la década del 60, donde aún había pleno trabajo y los pobres se permitían festejar de una manera casi aburguesada. Todavía andaba dando vueltas el Estado Benefactor establecido en la década del 40. Pero en mi casa estas cosas resonaban poco, como si fuéramos arrastrados hacia todo eso pero nos dejáramos ir con poca convicción o ninguna. Claro, mi vieja era atea. Hija de un socialista que no le dijo casi nada de religiones. Ella, fabriquera desde la adolescencia, se arrimó al peronismo y allí se quedó. Mi viejo, que de adolescente estuvo aquel 17 de octubre en Plaza de Mayo, aquel día sacó el carnet para siempre de peronista, no le quedó lugar para otra creencia. Con los años se fue informando de las desastrosas actuaciones de la iglesia argentina a lo largo de nuestra historia y pasó a odiar a los curas y descreer de las monjas. De manera que en casa no había charlas religiosas. No recuerdo haber participado de alguna, sí hacer preguntas al respecto, pero que pronto eran disipadas a fuerza de una desconfianza fuerte hacia los religiosos y su envenenado entorno.

En mi familia las fechas para conmemorar eran otras: el 9 de julio, el 25 de mayo, el 17 de octubre, el 20 de noviembre y una en especial que generaba acciones sorprendentes, el 24 de junio, día del aniversario de la muerte de Carlos Gardel. En el taller de mi viejo, en la cocina y en el dormitorio había fotos de Carlitos, junto con las de Perón, Evita, San Martín, Belgrano, Rosas, Oscar Gálvez, Troilo, De la Mata, Sastre y algunos equipos viejos de Independiente. Una selección de personajes tan ecléctica como maravillosa.

Muchos viernes venía a casa Mario del Valle, amigo de la infancia de mi viejo, obrero en el matadero, que todavía estaba soltero, detalle que mi vieja no dejaba de marcar. Fanático de San Lorenzo, peronista y gardeliano. También traía noticias de su sindicato, mi viejo militaba en el de los madereros y ambos se quejaban de la prohibición del peronismo, secreteaban sobre paros, boicots a la patronal o marchas sorpresivas. Mario traía un tocadiscos de madera que hacía poco había comprado en Casa Scioli. Para mí era un hallazgo, como una enorme cajita de música. Vivía a unas diez cuadras y un taxi cargaba con él. Mi viejo guardaba en el ropero unos cuantos discos de esos de pasta comprados hacía muchos años, Mario acercaba algunos long plays más modernos. Cenábamos y al rato la sobremesa consistía en poner temas de Gardel, uno atrás del otro. Rememoraban las letras, las analizaban, me traducían las palabras lunfardas, se escuchaba atentamente cada arreglo de los guitarristas, exponían sobre los autores del tema y, fundamentalmente, ponderaban todas las virtudes de Carlitos. Para mí era algo tan novedoso como enriquecedor, siempre es saludable cruzarse con los apasionados. Escuchaba música, pero aún no me había llegado el tiempo del fanatismo, el único que me atravesaba por esos días era el que sentía por Independiente.

La gran novedad se daba los 24 de junio. Ya desde la mañana se vivía un clima de organización del día, temprano se sabía que estábamos en una fecha patria. Ajuste de horarios, preguntas sobre la ropa, lustrado de los zapatos con la pomada adecuada, la plancha como gran protagonista de la tarde, es decir, una preparación para una jornada de fiesta.

Iba al colegio Herrera, en Camargo y Acevedo, por la tarde, y ese día se me pedía que al salir apure el paso. Llegaba a casa, tomaba la leche rápido, todos nos movíamos con apuro y sobre la cama estaba lista la ropa de cada uno. Al rato salíamos los tres a paso firme, vestidos de gala obrera. La gente de la cuadra nos miraba sorprendida porque para todos era un día más, alguno hacía un comentario al pasar, pero nosotros no nos deteníamos. Al llegar a la avenida Corrientes doblábamos hacia la izquierda rumbo al Cine Villa Crespo. Claro, solo nosotros sabíamos que era una Navidad Tanguera.

Todos los años para esa fecha daban tres películas de Gardel en continuado. Casi siempre eran las mismas y la sala, a pesar de ser un día de semana, se veía bastante completa. Eran seis y a veces las rotaban: Tango bar, El tango en Broadway, El día que me quieras, Cuesta abajo, Melodía de arrabal y Las luces de Buenos Aires. Vivíamos en un barrio tanguero, como los dueños del cine. Jacobo, un polaco escapado de la segunda guerra, siempre lucía un uniforme de conserje de hotel, recorría la vereda, recibía a la gente que conocía muy bien, saludaba a todos, entraba y salía del cine, era como un acomodador de eventos especiales. De a ratos entonaba la parte de algún tango arrancando un cerrado aplauso, se lo veía tan feliz que emocionaba. Comprábamos maní con chocolate y algo que era un lujo por su precio, la sofisticada cajita de confites Sugus. Cuando comenzaba la película se palpaba una tensión en la gente que se iba enterneciendo con el correr de los minutos. Al aparecer Carlitos el público aplaudía emocionado, solo le faltaba saludar desde la pantalla. Algunas canciones se celebraban como si todo sucediera en vivo. Mi viejo todos los años casi repetía las mismas frases de admiración, pero siempre se las rebuscaba para darle un nuevo giro, como si hubiera ensayado cierta adaptación del texto. Sorprendía estar sentado ahí, ver y escuchar cantar a alguien que estaba en mi casa de alguna manera, pero que yo sabía que estaba muerto. No recuerdo grandes reflexiones al respecto, pero una noche, saliendo del cine, mi viejo dijo algo así como que la música conseguía ganarle a la muerte, que era triste no tener a Gardel, pero sus discos lo mantenían vivo y lo traían a cada rato.

Había que ver una película tras otra, una cátedra de paciencia, pero nunca me aburría, quizá era virtud de esas canciones que conocía bien y que me gustaban aunque me sonaran extrañas. Fueron los primeros temas que aprendí a querer, a disfrutar, una sensación que luego hice mía para siempre  con muchos otros intérpretes.

Situación llamativa eso de ver que la platea del cine seguía repleta en plena tercera película, sin duda la segunda función era un golazo. Las cosas humorísticas de tono naif se festejaban. Llamaba la atención el modo porteño con que hablaban Gardel y sus amigos, esas expresiones que yo escuchaba en los tangos, en comentarios de mi viejo o en palabras de los padres de mis amigos, pero que no formaban parte del lenguaje de la gente joven. Las películas mostraban un idioma que escuchaba en mi casa, en el barrio, en la radio, que solo faltaba en la escuela. Los gestos de Carlitos eran los mismos que veía en el barrio, en las reuniones familiares, en la cancha. Todos los actores que lo acompañaban parecían perfectamente reconocibles, como si la película hubiera sido filmada a unas cuadras de mi casa. Me impactaba esa escena en el hipódromo cuando un Gardel, bajoneado a más no poder, rompe los boletos, muerde la derrota y rememorando un amor perdido canta “Por una cabeza”, esas metáforas que uno escuchaba en la gente más grande, cuando nadie sabía qué carajo era una metáfora. Ese tango estaba entre mis favoritos. Sabía la letra de memoria, había aprendido cada uno de los giros que Carlitos hacía con la voz. Me sonaba tan original como poético cruzar una historia de amor con el vicio de las carreras de caballos. Teníamos varios vecinos que los sábados y domingos iban al hipódromo de Palermo y volvían felices o en la ruina, parecía no haber un estado intermedio. Yo los observaba, los escuchaba sin comprender, transmitían la desazón en vivo, contaban eso de haberle gritado con toda la furia al caballo como si este al escuchar esos ruegos se transformara de golpe en un halo de luz. Lo único que me volvía a la superficie, produciendo cierta tristeza y desconfianza al oírlos, era notar que todo giraba en torno al dinero, merodeaba  cierta idea de comprar todo, de pasar las cosas por un tamiz monetario, entonces la pasión se debilitaba, bajaba del corazón, se metía en esos bolsillos vacíos y al no encontrar nada partían a la búsqueda de otro negocio. Todo esto elevaba mi respeto por el gratuito mundo futbolero.

Volviendo al tema, es para escuchar con suma atención un coro que repite las frases del estribillo: “por una cabeza” y “todas las locuras”. Lo hacen al borde de lo mortuorio, es el coro más triste que escuché en mi vida. Van hacia las notas graves con toda la carga de la desazón para allí decidir quedarse. Con los años volví a escucharla, pude analizarla musicalmente y les aseguro que, compositivamente, es una de las mejores obras del cancionero argentino. La melodía es de una belleza inventada por Gardel, parece ser un tema especial para su voz, para su modo de interpretar, pone en claro que Gardel está entre los mejores compositores que tuvimos. Se da algo que Gardel y Le Pera trabajaban muy bien, una exquisita y ajustada relación entre la música con la letra que es muy difícil de conseguir, se ve que a la hora de crear canciones los dos eran uno.

La temática barrial mostrada en los diálogos por ese entonces era limitada: mujeres, fútbol, caballos, la fábrica, con eso alcanzaba para lanzarse a charlar. El tango parecía traer a esas conversaciones un tipo de sabiduría que venía de la experiencia a la que todos le rendían culto. Se nombraba a varios autores como a sabios. Tipos iluminados que intentaban enseñar una metodología que aplacara los dolores, que enalteciera la amistad, el amor, que explicaran esas cosas que la gente jodida hace pero que nadie nombra, o el sueño común de un día salvarse. Entonces miraba a Gardel como a un ser superior, sabía que en sus letras aparecían imágenes muy distintas a las de otras canciones. Estaba en películas en donde se escuchaban canciones con contenido. Para establecer una comparación hablo del tiempo de las primeras películas de Palito Ortega, el cantante de moda por esos años. Recordándolas llego a la conclusión que no me parecían divertidas sino más bien un desfile de boludeces, hipocresías y demagogias, todo matizado con canciones pedorras.

El tema de dios en mi casa no merecía casi comentarios, en términos prácticos no significaba nada tan oscuro personaje. Por suerte no éramos condenados a perseguir, con esa dosis de estupidez y fanatismo, alguna costumbre religiosa o aquellas tradiciones milenarias que hoy ya no significan nada. Lo nuestro estaba ahí, eso éramos nosotros, lo vivido cada día. Pero Gardel superaba en algo muy importante a los otros dioses y santos: cantaba, se divertía, miraba con picardía a las minas y tenía amigos atorrantes. Las pocas informaciones que me llegaban de dios lo pintaban como a un antiguo comisario aun no retirado. Como siempre le escuchaba decir al viejo Don Esteban: “Dios es un viejo choto que solo le habla a los solterones”. Más tarde leí en un afiche “La tradición es la personalidad de los estúpidos”.

Me conmovía ver a Carlitos cantar con ese énfasis rodeado de mujeres con sus raros peinados viejos. A ellas se las veía extasiadas, Carlitos lo sabía y les daba manija. Entonces yo recibía la gran lección de la noche: había que cantar, ese era el camino hacia las minas. Ellas escuchaban, miraban la nada sin decir lo inconfesable, soñaban, comprendían todos los secretos, mientras los tipos eran solo un relleno necesario para el cuadro.

Pero la ceremonia no concluía en el cine. Salíamos a la calle recordando escenas, diálogos, cantando algunas de las canciones, saludando gente conocida porque éramos todos de unas manzanas a la redonda y nos mirábamos sabiendo que pertenecíamos a la corporación gardeliana. Se veían rostros de abuelos, padres, madres, que iban de la emoción al testamento, de la alegría a la visita del pasado, mientras los pibes, las pibas vestidas de gala, tratábamos de comprender sus emociones lejanas.

En la otra cuadra del cine estaba el restaurante Cosenza, en la avenida Corrientes entre Thames y Serrano. Por única vez en el año hacíamos nuestro ingreso triunfal. Atravesábamos un pasillo creado en el medio de las mesas dejando atrás dos puertas de vidrio que eran la antesala de un palacio, con un montón de comensales. Se lucían manteles distintos que los de mi casa y decenas de jamones colgando del techo que mostraban su soberbia de inalcanzables. Debo reconocer que esa enorme cantidad de jamones suspendidos en el aire eran todo un cuadro renacentista. Nos sentábamos y de inmediato venía Raúl, un mozo húngaro que conocía a mi viejo. De a ratos se acercaba, nos contaba cosas de la guerra y cómo hizo su familia para salir de Hungría en medio de los bombardeos. La historia oral formaba parte de nuestro paisaje villacrespense.

Era extraño mirar una lista de cosas donde aparecían comidas que no conocía ni de nombre, postres deseados, bebidas, especialidades de la casa y algo que me llamaba la atención y se titulaba: “entrada”.  Pensaba que todos sabían que ya habíamos entrado, o que por ahí era algún tipo de recibimiento, una ceremonia de bienvenida. Además, eso de poner el precio de cada cosa, algunos me parecían carísimos, le daba un toque de almacén. Mi viejo solía pedir “antipasto”, un nombre que me causaba gracia. Yo me inclinaba por una milanesa con papas fritas porque tenían un tamaño descomunal. La milanesa era un monumento a la prolijidad, desbordaba el plato y las papas parecían biromes doradas. Estábamos comiendo, pasaba gente, se escuchaban otras voces, llegaban olores distintos, alguno se reía fuerte y no sabíamos de qué, toda una sucesión de novedades. Después de todo era algo que sucedía una vez al año, por eso estaba tan cargada de matices. Todos estábamos muy bien vestidos como si la presencia de la comida forzara cierta formalidad. A mis viejos se los veía felices, les gustaba comer y acá aprovechaban para pedir cosas que en mi casa jamás podrían aparecer. Nadie que yo conociera comía esas cosas raras y con nombres estrafalarios. Me esforzaba para masticar todo pausado, sintiendo los sabores, hasta guardaba un espacio para un flan con crema, que tenía algo novedoso. Veía esa crema que no era la que vendían en la heladería y que solo la degustaba muy de vez en cuando en alguna torta de cumpleaños. Esta parecía más blanca, brillaba, casi líquida, recordaba a una acuarela del colegio. Una noche de novedades que desfilaban una tras otra. Miraba todo tratando de retener las imágenes, así, al otro día, tanto en la escuela como en el barrio, les contaba a mis amigos una jornada sorprendente en un día inesperado.

Crecí. Pasaron los años. Aquel secreto ritual cayó en desuso. El cine Villa Crespo cerró sus puertas llevándose la antigua magia. Las películas de Gardel se alejaron de las pantallas, como todo lo que las rodeaba. Hoy pienso que cada día canta mejor, a lo que algún gil responderá: “eh, eso lo dicen todos, es un lugar común”. ¿Y yo qué le voy a contestar? El gil tiene que gilear y no esperar respuestas, de modo que hay que permanecer callado, las leyes tangueras están para ser cumplidas.

En estos tiempos conocí a mujeres y hombres que vivieron situaciones similares a la mía, solo les pude decir “qué grandes esos padres y madres que nos transmitieron su música, que nos llevaron al cine a ver las películas de Gardel”. Pero sin ninguna duda, lo que más debemos agradecer es que nos hayan invitado a ver cómo se conmovían. Uno vio muchas cosas en su vida, buenas, malas, innombrables, pero jamás se va a olvidar de aquellas miradas de nuestros viejos frente a una pantalla de cine, quizá recordando cuando soñaban con conseguir un buen trabajo y que al tiempo aparezcamos nosotros, para ser los receptores de sus emociones, sus pasiones escondidas, el tímido deseo de ser felices, y todo eso, quizá, sin saber cómo carajo expresarlo.

Jorge Garacotche - Músico, compositor, integrante del grupo Canturbe y Presidente de AMIBA (Asociación Músicas/os Independientes Buenos Aires). Vive en Villa Crespo, Comuna 15. Bs As.


Comments

Post a Comment

Lo más visto de la semana pasada

David Gilmour - Luck and Strange (2024)

Una entrada cortita y al pie para aclarar porqué le llamamos "Mago". Esto recién va a estar disponible en las plataformas el día de mañana pero ya lo podés ir degustando aquí en el blog cabeza, lo último de David Gilmour de mano del Mago Alberto, y no tengo mucho más para agregar. Ideal para comenzar a juntar cositas para que escuchen en el fin de semana que ya lo tenemos cerquita... Artista: David Gilmour Álbum: Luck and Strange Año: 2024 Género: Rock Soft Progresivo / Prog Related / Crossover prog / Art rock Referencia: Aún no hay nada Nacionalidad: Inglaterra Lo único que voy a dejar es el comentario del Mago... y esto aún no existe así que no puedo hablar de fantasmas y cosas que aún no llegaron. Si quieren mañana volvemos a hablar. Cae al blog cabezón, como quien cae a la Escuela Pública, lo último del Sr. David Gilmour (c and p). El nuevo álbum de David Gilmour, "Luck and Strange", se grabó durante cinco meses en Brighton y Londres y es el prim

Isaac Asimov: El Culto a la Ignorancia

Vivimos una época violenta, muy violenta; quizás tan violenta como otras épocas, sin embargo, la diferencia radica en que la actual es una violencia estructural y mundial; que hasta la OMS retrata como "epidemia mundial" en muchos de sus variados informes de situación. En ese engendro imperial denominado (grandilocuentemente) como "el gran país del norte", la ignorancia (junto con otras bestialidades, como el supremacismo, el racismo y la xenofobia, etc.) adquiere ribetes escandalosos, y más por la violencia que se ejerce directamente sobre aquellos seres que los "ganadores" han determinado como "inferiores". Aquí, un texto fechado en 1980 donde el genio de la ciencia ficción Isaac Asimov hace una crítica mordaz sobre el culto a la ignorancia, un culto a un Dios ciego y estúpido cual Azathoth, que se ha esparcido por todo el mundo, y aquí tenemos sus consecuencias, las vivimos en nuestra cotidaneidad. Hoy, como ayer, Cthulhu sigue llamando... ah,

King Crimson - Red (Elemental Mixes) (1974 - 2024)

Y para empezar la semana siempre vamos con algo bueno ¿Y qué decir de esto que ahora nos trae El Mago Alberto?, tenemos uno de los disco claves del Rey Carmesí con temas inéditos, y me copio de uno de los comentarios de esta entrada: "El último gran álbum de los mejores King Crimson, los de la década de los ’70, veía la luz en aquel Noviembre de 1974. "Red" nacía proyectando su propia sombra densa, vestida de elementos de su sinfónico pasado, de un oscuro y rauco jazz y del naciente heavy metal, marcado este último por las distorsionadas guitarras y sus pétreos riffs, que dieron una visión un tanto peculiar de aquel primogénito del Hard Rock desde el especial prisma de Robert Fripp. (...) Este álbum sin duda marcó un antes y un después en la carrera de la banda, pues tras 7 años de silencio después de "Red", la banda volvió entrados los ’80 con otra onda completamente distinta, otra visión y concepción de su sonido, sonando también interesantes y originales, pe

Bill Bruford - The Best of Bill Bruford The Winterfold & Summerfold Years (2024)

Empezamos la semana con la nueva versión del "Red" de King Crimson, seguimos luego con Bill Bruford´s Earthworks y parece que seguimos en la misma onda porque ahora presentamos, gracias al Mago Alberto, algo recién salido del horno: "The Best of Bill Bruford The Winterfold & Summerfold Years", que no otra cosa que una retrospectiva completa que cubre amplias franjas del trabajo del legendario baterista, desde su homónima banda de jazz-rock hasta la encarnación final de su célebre banda de jazz Earthworks, un conjunto de tres discos que está lleno de numerosas colaboraciones; su compañero de Yes Patrick Moraz, el pianista holandés Michiel Borstlap, Luis Conte, Chad Wackerman y Ralph Towner, entre otros. Artista: Bill Bruford Álbum: The Best of Bill Bruford The Winterfold & Summerfold Years Año: 2024 Género: Jazz Rock /  Fusion Referencia: Link a Discogs, Bandcamp, Youtube, Wikipedia, Progarchives o lo que sea. Nacionalidad: Inglaterra Ante

Alejandro Matos - Carnaval De Las Víctimas (2024)

Tras el impresionante "La Potestad" en el 2015, y casi diez años después llega el nuevo y  magnífico álbum del multiinstrumentista Alejandro Matos "Carnaval De Las Victimas", otro trabajo de primer nivel que para constatarlo se puede ver simplemente el lugar que ocupa en Progarchives, dentro de los mejores discos del este año 2024 a nivel mundial, y con eso ya nos damos una idea de la valía de este nuestro trabajo, donde Alejandro Matos se ocupa de todos los instrumentos salvo la batería, conformando un trabajo oscuro, cinematográfico, elegante y ambicioso, y toda una reflexión sobre los tiempos que corren, en base a buenos riffs y melodías cautivadoras, hasta su bucólica y triste belleza. Un trabajo que llevó tres largos años, que cursa su travesía desde un medio tiempo en casi toda su extensión y se escucha como un oscuro regalo de los dioses... o de los demonios, uno vaya a saber, pero que definitivamente tenemos que recomendar al selecto público cabezón. Ide

El Ritual - El Ritual (1971)

Quizás aquellos que no estén muy familiarizados con el rock mexicano se sorprendan de la calidad y amplitud de bandas que han surgido en aquel país, y aún hoy siguen surgiendo. El Ritual es de esas bandas que quizás jamás tendrán el respeto que tienen bandas como Caifanes, jamás tendrán el marketing de Mana o la popularidad de Café Tacuba, sin embargo esta olvidada banda pudo con un solo álbum plasmar una autenticidad que pocos logran, no por nada es considerada como una de las mejores bandas en la historia del rock mexicano. Provenientes de Tijuana, aparecieron en el ámbito musical a finales de los años 60’s, en un momento en que se vivía la "revolución ideológica" tanto en México como en el mundo en general. Estas series de cambios se extendieron más allá de lo social y llegaron al arte, que era el principal medio de expresión que tenían los jóvenes. Si hacemos el paralelismo con lo que pasaba en Argentina podríamos mencionar, por ejemplo, a La Cofradía, entre otros muchos

King Crimson - Larks' Tongues In Aspic 50th Anniversary Edition Elemental Mixes (1973 - 2023)

Para ir cerrando la semana vamos con uno de los clásicos experimental de todos los tiempos, pero presentado de un modo nuevo gracias al Mago Alberto que se zarpa nuevamente para quemarla las válvulas a más de un cabezón, mientras que a algunos más les funde algunas lamparitas. Hablo de un álbum que rompió nuestra percepción del mundo de la música, donde Fripp, Bruford, Wetton, Cross y Muir crean un disco bisagra en la historia del Rey Carmesí, pero ahora en otra versión distinta a la que conocés, y sobre ello nos dice el Mago: "Una nueva edicion de Larks Tongues in Aspic commemorando los 50 años de la salida de esta enorme obra, y así como sucedió con RED nos encontramos con un nuevo lanzamiento con nuevas versiones y mezclas, esta vez a cargo de David Singleton, van a poder disfrutar también de versiones alternativas del mismo álbum. Cuando se lanzo este disco King Crimson rompió con todos los moldes existentes hasta el momento, la instrumentación era exquisita y la grabación era

The Alan Parsons Project - Pyramid (Super Edtion Deluxe) (2024)

Otro gran aporte del Mago Alberto, se trata del tercer álbum de Alan Parsons Project, pero ahora reeditado en este 2024. "Pyramid" fue un álbum conceptual centrado en las pirámides de Giza, que se grabó en los estudios Abbey Road con una variedad de vocalistas y músicos un conjunto de 4 CD que incluyen una nueva remasterización del álbum por Miles Showell y 67 temas adicionales, 54 de ellos inéditos, incluidas tomas descartadas de sesiones de estudio y demos de Eric Woolfson o "Songwriting Diaries", como se las conoce. Y lo presentamos basándonos en un comentario que nos dejó hace tiempo nuestro amigo El Canario, que como siempre se disfruta mucho. Que lo disfruten, tanto al texto como a esta nueva versión de este clásico. Artista:  The Alan Parsons Project Álbum:  Pyramid (edición remasterizada y ampliada, 2008) Año: 1978 - 2024 Género:  rock progresivo, rock sinfónico Duración: 1:03:40 Nacionalidad:  inglesa De todo lo que he escuchado de Alan Par

Solaris - Martian Chronicles III: I Or A.I. (2024)

Comenzamos la semana con más de 80 minutos del mejor progresivo sinfónico nuevamente de la mano de los húngaros Solaris, en otro capítulo de su ya famoso "Martian Chronicles", y en otro de los mejores discos del 2024, algo recién salido del horno que nos presenta el Mago Alberto. Todo un festín de buena música, desafiante, melódica, potente, con toda la pasta que estos tipos vienen imprimiendo a su música desde hace décadas, "Martian Chronicles III" se compone de largas suites, una marca registrada de Solaris que nunca ha dejado de lado, creando una obra maestra de la música actual que no podemos dejar de recomendarles encarecidamente. Artista: Solaris Álbum: Martian Chronicles III: I Or A.I. Año: 2024 Género: Rock sinfonico Duración: 41:37 + 39:43 Referencia: Discogs Nacionalidad: Hungría Recordamos que el primer "Martian Chronicles" apareció como su álbum debut en 1984 y causó sensación de inmediato, tanto que todavía se lo menciona

Charly García - La Lógica del Escorpión (2024)

Y ya que nos estamos yendo a la mierda, nos vamos a la mierda bien y presentamos lo último de Charly, en otro gran aporte de LightbulbSun. Y no será el mejor disco de Charly, ya no tiene la misma chispa de siempre, su lírica no es la misma, pero es un disco de un sobreviviente, y ese sobreviviente es nada más y nada menos que Charly. No daré mucha vuelta a esto, otra entrada cortita y al pie, como para adentrarse a lo último de un genio que marcó una etapa. Esto es lo que queda... lanzado hoy mismo, se suma a las sorpresas de Tony Levin y del Tío Franky, porque a ellos se les suma ahora el abuelo jodón de Charly, quien lanza esto en compañía de David Lebón, Pedro Aznar, Fito Páez, Fernando Kabusacki, Fernando Samalea y muchos otros, entre ellos nuestro querido Spinetta que presenta su aporte desde el más allá. Artista: Charly García Álbum: La Lógica del Escorpión Año: 2024 Género: Rock Referencia: Rollingstone Nacionalidad: Argentina Como comentario, solamente dejar

Ideario del arte y política cabezona

Ideario del arte y política cabezona


"La desobediencia civil es el derecho imprescriptible de todo ciudadano. No puede renunciar a ella sin dejar de ser un hombre".

Gandhi, Tous les hommes sont frères, Gallimard, 1969, p. 235.