A veces la música entra en nuestra vida del modo más casual e increíble. Yo conocí esta pieza, que ha acabado siendo una de mis favoritas para guitarra clásica, durante un desdichado viaje en hora punta en el metro de Londres.
Apretujada en el vagón, con todo el mundo enfadado y chorreando, porque fuera llovía a cántaros. Estaba tan inmovilizada por los pasajeros que me rodeaban que ni siquiera podía sacar un libro del bolso. Sin embargo, podía ver perfectamente, por encima del hombro de una pasajera, las páginas de la novela que estaba leyendo. He de confesar que me dejé llevar por las circunstancias e incurrí en el molesto vicio de leer por encima de un hombro ajeno.
En la actualidad sigo sin conocer el título de aquel libro, ya que solo pude leer unas páginas antes de que la pasajera se apease, pero me picó la curiosidad que en el texto se mencionara una obra musical titulada Lágrima. En cuanto salí del vagón y pude mover los brazos con entera libertad, busqué en Internet con el teléfono móvil y a los pocos segundos la delicada y sensual música de Tárrega llenó mis oídos en el mojado camino a casa. (La tecnología puede ser maravillosa.)
Luego descubrí, gracias al guitarrista montenegrino Miloš Karadaglić, que las casualidades nunca se dan solas. Tárrega, que murió este día, escribió la obra durante el único viaje que hizo a Londres, alrededor de 1880. «Estuvo lloviendo todo el tiempo y se sentía muy deprimido y nostálgico —dice Karadaglić—, y entonces escribió esta sencilla pieza, cada una de cuyas notas parece una lágrima. Es una obra delicadísima y en ella hay mucho más de lo que se ve en la partitura».
Clemency Burton-Hill
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