En el Museo de Arte Moderno de la Ciudad de Buenos Aires, la muestra "Manifiesto verde" establece un diálogo entre la obra de Nicolás García Uriburu y artistas contemporáneos. Un recorrido anclado en la naturaleza, y su belleza, con una mirada crítica sobre el impacto de la acción humana sobre el medioambiente, que invita a reeducar nuestra percepción del mundo.
Por Agustín Serruya e Ivana Carino
“Yo denuncio con mi arte el antagonismo entre la naturaleza y la civilización. Es por eso que coloreo mi cuerpo, mi sexo y las aguas del mundo. Los países más evolucionados están en vías de destruir el agua, la tierra y el aire, reservas del futuro en los países latinoamericanos”
Nicolás García Uribiru, 1971
Algún vestigio del aforismo de Heráclito se asoma luego de ver la muestra "Manifiesto verde" (Museo de Arte Moderno de la Ciudad de Buenos Aires), sobre todo si consideramos aquella premisa que sostiene que atravesar cualquier tipo de pieza artística es una experiencia que modifica la condición de ser y estar en el mundo. En este caso, cuestionar los vínculos que establecemos con el conjunto de materias que componen el cosmos —la naturaleza—, se presenta como una acción inminente, así como también entender que entre una y otra instancia no hay ruptura, sino que somos parte de lo mismo.
En estos tiempos donde la extrema polarización de las ideas, la duda o la negación, en el más exagerado de los formatos, le ganan terreno al cuestionamiento y la mirada crítica; el museo pone en escena obras que, de manera proactiva, han evocado temas vinculados, por ejemplo, a las cuestiones climáticas, incluso mucho antes de que se trate en la esfera pública el debate por el cambio climático. Obras que de manera anticipada denuncian extractivismo y deforestación, antes de que todo se convierta en un mar de soja o que preexisten al ex presidente de Brasil Jair Bolsonaro y su plan de destrucción amazónica.
En ese marco, podemos decir que en la historia del arte latinoamericano, la denuncia por la explotación desenfrenada de la naturaleza encuentra su punto de partida en la obra de Nicolás García Uriburu (1937-2006). La acción de teñir de verde fluorescente las aguas del Gran Canal, durante la celebración de la 34ª Bienal de Venecia, en junio de 1968, se erigió no sólo como un incipiente acto de protesta que revelaba la emergencia de la crisis ecológica a nivel mundial, sino que además se constituyó como un acontecimiento de resonancia creativa en la práctica artística contemporánea. A partir de aquí, se busca poner en jaque la condición de jerarquía e imposición que los seres humanos ejercen sobre la naturaleza.
A través del relato que construyeron Alejandra Aguado —quien estuvo a cargo de la curaduría— y Rodrigo Barcos —asistente curatorial—, la exhibición, que se emplaza en las Salas A y B del Museo Moderno (Av. San Juan 350) hasta el 31 de diciembre, propone hallar formas de conciliación entre la humanidad y la naturaleza a través de un diálogo imaginario que se desprende del trabajo García Uriburu y las obras de artistas contemporáneos de la talla de Luis Fernando Benedit, Florencia Böhtlingk, Melé Bruniard, Juana Butler, Feliciano Centurión, Nora Correas, Casimiro Domingo, Raquel Forner, Ricardo Garabito, Edgardo Giménez, Juan Grela, Aid Herrera, Lido Iacopetti, Marcelo Pombo y Juan Tessi, entre otres. La muestra, en total, incluye 80 trabajos que fueron realizados entre la década de 1940 y la actualidad.
Así, "Manifiesto Verde" incluye, por ejemplo, un conjunto de obras de García Uriburu, pregnadas por ese verde vibrante que tanto lo caracteriza: el tríptico “Delfines sobre Nueva York” (1969), “Sucurí” (1990), “La rebelión (Puño)” de la serie Antagonismo entre naturaleza y Civilización (1973) o la imponente “S.O.S Brasil (Amazonía)”. Todo esto se acompaña de un montaje audiovisual —videos y fotografías— que revela aquellas acciones experimentales que el artista llevó adelante en los años sesenta.
A partir de aquí se planta una semilla sempiterna que se reactualiza con la mirada de artistas como Florencia Böhtlingk, quien con mucha personalidad hace del entorno su obra. Así, el mural “Cazadores y recolectores” (2023) se apodera de una pared completa del museo, para jugar con trazos y colores que tienen la capacidad suficiente de transformarse y solaparse. El rojo que copia el color de la tierra; amarillos y verdes que son azules, y que a su vez son ríos enaltecidos, follajes espesos, árboles y frutos que nacen, hojas que perecen. Böhtlingk transmite desde una mirada asombrosa los paisajes de la selva misionera, recordándonos que todos estamos inmersos en un mismo movimiento.
El río Paraná y los humedales, el paisaje chaqueño y andino, los mares y los bosques del sur encuentran su lugar de representación en las pinturas, dibujos, esculturas, grabados y tapices que forman parte de la muestra. El trayecto, entre otros artistas, pasa por las obras Juan Tessi y su manera de representar lo corporal, el territorio y los límites; por los bordados de Feliciano Centurion, que de manera muy colorida figura la flora y fauna de la Mesopotamia, así como también se exhibe el repertorio iconográfico de seres, plantas y animales fantásticos que se revelan a partir del trabajo de Melé Bruniard.
De esta manera, queda en evidencia que, a pesar de los años que separan una y otra obra, aún confluyen las mismas preocupaciones.
A través de los largos trazos, ondulaciones, uniones, vértices y las múltiples formas de representación que nos proponen cada uno de las y los artistas involucrados en “Manifiesto verde”, vamos adquiriendo la convicción de que no todo está perdido, que hay potencial para avanzar sobre lo establecido, pues siempre estamos a tiempo de reeducar nuestras percepciones, de engendrar un principio reconciliador con el mundo.
Las obras funcionan como una especie de unión respetuosa entre el ser humano y la naturaleza, plantean un diálogo honesto, fidedigno y sincero, promueven una relación más orgánica e integral con el superorganismo que nos contiene, todo esto en detrimento de la subordinación que, a lo largo de los siglos, hemos establecido con el mundo natural.
El historiador y ecologista Murray Bookchin, en su libro La ecología de la libertad. La emergencia y la disolución de las jerarquías (1981), sostiene que los problemas de dominación de la naturaleza por el hombre, tienen su origen en la mismísima jerarquía y dominación del hombre por el hombre, encontrando legitimación en los dispositivos culturales de dominación patriarcal. De esta manera, sostiene el autor que para poder cambiar nuestra relación con el medioambiente es prioritario armonizar el mundo social.
Quizás acá tengamos una pista: empezar a asumir que la crisis ecológica es inseparable de la crisis social. Bien sabemos que no es una tarea sencilla, que requiere de un esfuerzo epistemológico, pero urge la necesidad de repensar profundamente las estructuras capitalistas y patriarcales que nos rigen, necesitamos otro entendimiento, uno que supere aquellas posturas de pensamiento lineal y de simplificación del planeta.
Agustín Serruya - Ivana Carino
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Algún vestigio del aforismo de Heráclito se asoma luego de ver la muestra "Manifiesto verde" (Museo de Arte Moderno de la Ciudad de Buenos Aires), sobre todo si consideramos aquella premisa que sostiene que atravesar cualquier tipo de pieza artística es una experiencia que modifica la condición de ser y estar en el mundo. En este caso, cuestionar los vínculos que establecemos con el conjunto de materias que componen el cosmos —la naturaleza—, se presenta como una acción inminente, así como también entender que entre una y otra instancia no hay ruptura, sino que somos parte de lo mismo.
En estos tiempos donde la extrema polarización de las ideas, la duda o la negación, en el más exagerado de los formatos, le ganan terreno al cuestionamiento y la mirada crítica; el museo pone en escena obras que, de manera proactiva, han evocado temas vinculados, por ejemplo, a las cuestiones climáticas, incluso mucho antes de que se trate en la esfera pública el debate por el cambio climático. Obras que de manera anticipada denuncian extractivismo y deforestación, antes de que todo se convierta en un mar de soja o que preexisten al ex presidente de Brasil Jair Bolsonaro y su plan de destrucción amazónica.
En ese marco, podemos decir que en la historia del arte latinoamericano, la denuncia por la explotación desenfrenada de la naturaleza encuentra su punto de partida en la obra de Nicolás García Uriburu (1937-2006). La acción de teñir de verde fluorescente las aguas del Gran Canal, durante la celebración de la 34ª Bienal de Venecia, en junio de 1968, se erigió no sólo como un incipiente acto de protesta que revelaba la emergencia de la crisis ecológica a nivel mundial, sino que además se constituyó como un acontecimiento de resonancia creativa en la práctica artística contemporánea. A partir de aquí, se busca poner en jaque la condición de jerarquía e imposición que los seres humanos ejercen sobre la naturaleza.
"Manifiesto verde", la imaginación al poder
García Uriburu, su historia, sus obras y acciones marcaron un antes y un después a la hora de crear conciencia ecológica. “Manifiesto Verde” es una muestra sobre eso, una invitación a reflexionar acerca de la intervención que el hombre ejerce sobre los paisajes; una crítica a la producción desmedida que propone el capitalismo, a la desolación que queda después del explosivo “desarrollo”, así como también es un intento de poner en valor las riquezas naturales de nuestro continente.A través del relato que construyeron Alejandra Aguado —quien estuvo a cargo de la curaduría— y Rodrigo Barcos —asistente curatorial—, la exhibición, que se emplaza en las Salas A y B del Museo Moderno (Av. San Juan 350) hasta el 31 de diciembre, propone hallar formas de conciliación entre la humanidad y la naturaleza a través de un diálogo imaginario que se desprende del trabajo García Uriburu y las obras de artistas contemporáneos de la talla de Luis Fernando Benedit, Florencia Böhtlingk, Melé Bruniard, Juana Butler, Feliciano Centurión, Nora Correas, Casimiro Domingo, Raquel Forner, Ricardo Garabito, Edgardo Giménez, Juan Grela, Aid Herrera, Lido Iacopetti, Marcelo Pombo y Juan Tessi, entre otres. La muestra, en total, incluye 80 trabajos que fueron realizados entre la década de 1940 y la actualidad.
Así, "Manifiesto Verde" incluye, por ejemplo, un conjunto de obras de García Uriburu, pregnadas por ese verde vibrante que tanto lo caracteriza: el tríptico “Delfines sobre Nueva York” (1969), “Sucurí” (1990), “La rebelión (Puño)” de la serie Antagonismo entre naturaleza y Civilización (1973) o la imponente “S.O.S Brasil (Amazonía)”. Todo esto se acompaña de un montaje audiovisual —videos y fotografías— que revela aquellas acciones experimentales que el artista llevó adelante en los años sesenta.
A partir de aquí se planta una semilla sempiterna que se reactualiza con la mirada de artistas como Florencia Böhtlingk, quien con mucha personalidad hace del entorno su obra. Así, el mural “Cazadores y recolectores” (2023) se apodera de una pared completa del museo, para jugar con trazos y colores que tienen la capacidad suficiente de transformarse y solaparse. El rojo que copia el color de la tierra; amarillos y verdes que son azules, y que a su vez son ríos enaltecidos, follajes espesos, árboles y frutos que nacen, hojas que perecen. Böhtlingk transmite desde una mirada asombrosa los paisajes de la selva misionera, recordándonos que todos estamos inmersos en un mismo movimiento.
El río Paraná y los humedales, el paisaje chaqueño y andino, los mares y los bosques del sur encuentran su lugar de representación en las pinturas, dibujos, esculturas, grabados y tapices que forman parte de la muestra. El trayecto, entre otros artistas, pasa por las obras Juan Tessi y su manera de representar lo corporal, el territorio y los límites; por los bordados de Feliciano Centurion, que de manera muy colorida figura la flora y fauna de la Mesopotamia, así como también se exhibe el repertorio iconográfico de seres, plantas y animales fantásticos que se revelan a partir del trabajo de Melé Bruniard.
De esta manera, queda en evidencia que, a pesar de los años que separan una y otra obra, aún confluyen las mismas preocupaciones.
Que la marea verde nos abrace
Atravesamos momentos críticos, puesto que el actual sistema de producción arrastra al planeta más allá de sus límites, poniendo a prueba su finitud. Sin embargo, a medida que se avanza por la muestra las y los espectadores pueden sentirse abrazados por un halo esperanzador.A través de los largos trazos, ondulaciones, uniones, vértices y las múltiples formas de representación que nos proponen cada uno de las y los artistas involucrados en “Manifiesto verde”, vamos adquiriendo la convicción de que no todo está perdido, que hay potencial para avanzar sobre lo establecido, pues siempre estamos a tiempo de reeducar nuestras percepciones, de engendrar un principio reconciliador con el mundo.
Las obras funcionan como una especie de unión respetuosa entre el ser humano y la naturaleza, plantean un diálogo honesto, fidedigno y sincero, promueven una relación más orgánica e integral con el superorganismo que nos contiene, todo esto en detrimento de la subordinación que, a lo largo de los siglos, hemos establecido con el mundo natural.
El historiador y ecologista Murray Bookchin, en su libro La ecología de la libertad. La emergencia y la disolución de las jerarquías (1981), sostiene que los problemas de dominación de la naturaleza por el hombre, tienen su origen en la mismísima jerarquía y dominación del hombre por el hombre, encontrando legitimación en los dispositivos culturales de dominación patriarcal. De esta manera, sostiene el autor que para poder cambiar nuestra relación con el medioambiente es prioritario armonizar el mundo social.
Quizás acá tengamos una pista: empezar a asumir que la crisis ecológica es inseparable de la crisis social. Bien sabemos que no es una tarea sencilla, que requiere de un esfuerzo epistemológico, pero urge la necesidad de repensar profundamente las estructuras capitalistas y patriarcales que nos rigen, necesitamos otro entendimiento, uno que supere aquellas posturas de pensamiento lineal y de simplificación del planeta.
”Manifiesto verde” puede visitarse hasta el 31 de diciembre en las Salas A y B de la planta baja del Museo de Arte Moderno de la Ciudad de Buenos Aires (Avenida San Juan 350, CABA), los lunes, miércoles (día gratuito), jueves y viernes de 11 a 19 y sábados, domingos y feriados de 11 a 20. Entrada general, 500 pesos.
Agustín Serruya - Ivana Carino
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