Cuando le preguntaron en una entrevista por su compositor favorito, Glenn Gould, el legendario pianista canadiense del siglo XX, no mencionó al compositor en el que se especializó —J.S. Bach—, ni a aquellos otros con que se lo relacionaba estrechamente: Beethoven, Berg, Schönberg, Webern…
Qué va. Gould dijo que era un inglés relativamente desconocido de la primera época jacobita, un tal Orlando Gibbons. «Desde que era adolescente, esta música […] me ha conmovido más profundamente que ninguna otra que me venga a la cabeza», dijo, elogiando a continuación la «suprema belleza» del inglés en cuestión.
Es una elección poco verosímil, pero Gibbons fue ciertamente un compositor precozmente dotado y versátil. En 1611 pasó a ser el músico más joven que figuró en Parthenia, la primera colección de música para teclado que se publicó en Inglaterra. El año siguiente publicó su Primera compilación de madrigales y motetes, que se abre con esta maravilla:
when Death approached, unlocked her silent throat. al acercarse la muerte abrió la silenciosa garganta.
Leaning her breast upon the reedy shore, Acercó el pecho a la juncosa orilla
thus sang her first and last, and sang no more… y emitió su primera y última nota, y no volvió a cantar…
En el decenio largo que siguió compuso docenas de madrigales e himnos en verso. Estaba en la cima de su capacidad creativa cuando murió de un modo espeluznante, seguramente de peste, a los cuarenta y un años.
Clemency Burton-Hill
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