Hoy voy a presentarles la obra cumbre de Alan Stivell, aquella que seguramente había estado años incubando antes de que saliera a la luz, la que nos muestra cual es el sueño de toda su vida, su Ítaca, como diría Kavafis... voy a llevarles conmigo a una isla misteriosa llamada Tir Na Nog.
Artista: Alan Stivell
Artista: Alan Stivell
Álbum: Sinfonía Céltica - "Tir Na Nog"
Año: 1979
Género: Folk Progresivo
Duración: 1:11:12
Nacionalidad: francesa
Año: 1979
Género: Folk Progresivo
Duración: 1:11:12
Nacionalidad: francesa
Lista de Temas:
1. Kelc' h Unan (primer circulo)
2. Kelc' h Daou (segundo circulo)
3. Kelc' h Tri ( tercer circulo)1. Kelc' h Unan (primer circulo)
2. Kelc' h Daou (segundo circulo)
Alineación:
Alan Stivell /voz, arpas, gaitas escocesas, silbato, bombarda
Chris Hayward / flauta, percusión
Robby Finkel /teclados, y otros
Existió una forma de literatura popular en la Irlanda de los siglos VII y VIII llamada Immram. Consiste en una serie de leyendas en las que un héroe se aventura en un barco en busca del Otro Mundo (con mayúsculas, porque se trata de un lugar sagrado), a menudo una isla encantada, muy lejos, hacia el oeste, oculta tras un velo de niebla. Así, en las islas Canarias, se habla de una octava isla, aparte de las siete existentes, que solo aparece en ocasiones, y en otras desaparece sin dejar rastro. El monje irlandés San Brendán, del siglo VI, fue uno de los viajeros que relató haber estado en esa isla, que fue llamada San Borondón posteriormente. Se cuenta que regresó de ella cargado de piedras preciosas y de desconocidas y deliciosas frutas. Hablaba de seres extraordinarios que vivían en la isla, y la llamó “tierra prometida de los santos”. Fue tan arraigada y extendida la creencia en la existencia de esa isla, que hubo múltiples expediciones en su busca, e incluso la bahía de Samborombón (Provincia de Buenos Aires, Argentina) fue nombrada de tal modo durante la expedición de Magallanes en marzo de 1520, en la creencia de que había sido formada por el desprendimiento de la isla de San Borondón del continente americano.
Es un patrón que se repite: Un héroe, o un hombre santo, después de una larga travesía desembarca en una isla que aparece y desaparece, en la que lo mágico y lo sublime se manifiestan de modo nítido y vibrante ante sus ojos. Los griegos y los romanos también hablaban de la existencia de unas islas situadas más allá del estrecho de Gibraltar que llamaban “Islas de los Bienaventurados”. Era su paraíso.
Es un patrón que se repite: Un héroe, o un hombre santo, después de una larga travesía desembarca en una isla que aparece y desaparece, en la que lo mágico y lo sublime se manifiestan de modo nítido y vibrante ante sus ojos. Los griegos y los romanos también hablaban de la existencia de unas islas situadas más allá del estrecho de Gibraltar que llamaban “Islas de los Bienaventurados”. Era su paraíso.
Dentro de este tipo de leyendas, en el mundo pagano nos encontramos la que nos habla de la isla de “Tir Na Nog” -literalmente, en irlandés antiguo, la “tierra de la eterna juventud”- el paraíso gaélico.
Según la mitología irlandesa, esta isla estaría habitada por una raza sobrenatural, los Tuatha de Danaan, quienes huyeron de Irlanda en tiempos remotos. La isla es invisible para los mortales ordinarios, y nadie la ve salvo quien fuese invitado a visitarla. No a todos se les concede ese privilegio. Solo el hombre que fuera santo, o un sabio, tenía alguna posibilidad de ver aparecer ante sus ojos la majestuosa silueta de Tir Na Nog.
Pero volviendo al tema que nos concierne, La sinfonía celtica, es el noveno disco de estudio de Alan Stivell (compuesto en su totalidad por el, incluidos los arreglos instrumentales, con la asistencia de Christopher Hayward y Michel Prezman). Esta monumental obra está dividida en tres actos, quizás en alusión al triskell, símbolo ternario de muchas culturas ancestrales. Se presenta en un doble CD en cuya portada podemos ver el conjunto megalítico de Stonehenge asomar entre las brumas. Esta imagen fue sacada de la película "Tess" de Roman Polanski. Algunos dicen que esta es realmente la obra cumbre de Stivell, una tremenda explosión de creatividad en la que sin embargo agota sus recursos y su genio toca techo. Después de Simphonie Celtique empezaría a volverse reiterativo perdiendo ese “duende” que lo acompañó por alrededor de una década. Yo no me atrevo a decir eso, pues no conozco tan a fondo su obra.
La Sinfonía Celtica parece ser una profesión de fe de su autor. Cada uno de los tres actos de los que se compone se subdivide en varios movimientos, algunos de cuyos nombres son: "Disolución en el Gran Todo", "Comunión vibratoria con el Universo" etcétera.
Es que en la actualidad, Bretaña está asistiendo a un resurgimiento del druidismo como forma de espiritualidad. Sin embargo lo cierto es que no se conserva ningún libro sagrado de esa religión prerromana, y no se sabe que grado de fiabilidad habría que otorgarle a las fuentes en las que se sustenta este nuevo culto.
Es que en la actualidad, Bretaña está asistiendo a un resurgimiento del druidismo como forma de espiritualidad. Sin embargo lo cierto es que no se conserva ningún libro sagrado de esa religión prerromana, y no se sabe que grado de fiabilidad habría que otorgarle a las fuentes en las que se sustenta este nuevo culto.
Volviendo a la Sinfonía Céltica, en ella, el despliegue de músicos y el soporte orquestal son simplemente grandiosos: unos setenta colaboradores (entre ellos hay artistas andinos, tibetanos, bereberes, hindú, etc.) y una orquesta y coro dirigidos por Christiane Legrand fusionan todas las formas musicales del planeta, en un canto de la humanidad a lo trascendente. Parece realmente que Stivell se propone hacer de este disco su obra maestra. En él la música hindú se mezcla con la música contemporánea occidental y con el folklore bretón y de otras naciones, de forma fresca y natural, como el agua que mana de una fuente en el corazón del bosque, porque es eso lo que Stivell significa en bretón, fuente.
Espero que lo estén disfrutando.Les invito a leer un interesante articulo en inglés sobre este disco:
ALAN STIVELL: SYMPHONIE CELTIQUE — TIR NA NOG (1979)
1) Beaj; 2) Gwerz 1; 3) Loc'h Ar Goulenn; 4) Divodan; 5) Emskiant; 6) Kendaskren; 7) Imram; 8) Dilestran; 9) Ar C'hammou Kentan; 10) Ar Geoded Skedus; 11) Ar Bale; 12) Gouel Hollvedel; 13) An Distro.
It could make sense to say that, perhaps, releasing one's longest, densest, deepest, broadest, most ambitiously conceptual double LP in the year 1979, several hundred days into the heyday of punk, New Wave, and disco, was not the smartest idea to emanate from Stivell's pathologically artistic spirit. But then again maybe it wouldn't, because (a) 1979 was, come to think of it, also the year of The Wall (which was also long, dense, deep, broad, ambitious, conceptual, and still sold like hotcakes — granted, most people bought it for "we don't need no education", while Stivell was way too conservative to seduce people with "Disco Druid"); (b) Stivell's corner of the market was fairly well defined and covered anyway — his audience never depended on trends. So what did he stand to lose? Nothing but an All-Music Guide review, and even that situation is so scandalous that eventually someone is bound to remedy it.
Tír na nÓg is the name of one of the Irish mythical worlds — the «Land of Youth» that few mortal men have reached, except for the legendary tribe Tuatha Dé Danann, the legendary hero Oisín, and the Marx Brothers right after they dumped Zeppo. I am not sure if the entire album is strongly dedicated to exploring this legend; but it is very appropriate, when you are basing a concept album around a mythical world that emanates from a Celtic conscience but also transcends it, to make sure that the music, too, transcends Celtic motives. Surely, if the Irish believed in a land of eternal youth located somewhere in the Caribbean, they didn't think all of its people would be playing the Irish harp and the bagpipes all day long?
A mind-boggling seventy guest musicians play on this album, ranging from an entire Berber female vocal group to a whole pack of Indian artists. It is Stivell's equivalent of Lifehouse: something so utterly grandiose in its idealism and spiritualism, the listener is supposed to almost feel the chains of flesh shatter and fall to pieces all around the immortal soul. Except, unlike Lifehouse, this album did come to pass. So?...
One thing is for certain: Symphonie takes quite a bit of time to start properly working its magic. The entire first LP relies more on drones and ambience than dynamic themes, even if, at times, there seem to be more instruments involved in the procedure than on any of Beethoven's symphonies. Still, one has to admit to a certain interest when a composition is an Indian raga, an Irish mood piece, and a modern classical experiment at the exact same time ('Divodan'). Throw in a few electronic background textures, surround it with church organ and mild chamber pieces — quite a heck of a melting pot.
Lazy listeners may, however, safely skip the first six tracks and enjoy a shortened, but more «active» experience starting with the textbook Celtic rock of 'Imram'. This is where the record properly becomes a «symphony», with all the required formal grandeur and cathartic moments. Amusingly, the stately rhythmic pieces have an almost Mike Oldfield feel to them: devoid of confusing, unpredictable signature changes, smooth nearly to the point of becoming «commercial» (but in the good sense of the word).
And most are fine, but the truly awesome parts are cleverly hidden from view until the end: first, the complex vocal overdubs on 'Ar Bale' weave out a pattern of absolute happiness and tranquility, one of the finest «visions-of-angels»-type pieces of music I've ever heard, and then the repetitive, but intelligently expanding melody of 'Gouel Hollvedel', with fifty different variations on its danceable theme in a row, eventually bursts out to become Stivell's own little ode to joy — probably the most overtly celebrative and uplifting piece of music he ever did. The transition, fourty seconds into part IV, when the strings and pipes take over the theme, is my favourite moment in all of Stivell's catalog — and, as far as my knowledge extends, the perfect moment in the synthesis of Celtic folk values with symphonic ones.
It is hard to tell if the presence of all those seventy musicians was truly justified, but maybe it is not so much their actual playing that matters as, indeed, the presence: now that they are all here, there is no backing out of the grandiosity of it all. And thank God for that — flawed and all, yes, with plenty of parts that are fairly weak on their own, Symphonie Celtique is still a one-of-a-kind record that fully justifies the concatenation in its name; a grand thumbs up.
The sad news is that the effort pretty much drained Stivell: the creative surge that started with Renaissance De La Harpe Celtique and, all through the decade, goaded him into curious experiment after curious experiment, ends here — the remainder of his career, although not without its moments, is basically just one lengthy footnote after the final glorious notes of Symphonie have faded away. But what's a poor Breton harpist to do after he has completed his predicament? Go fishing? Poaching boar? Carving menhirs? Every Celtic rocker has as much of a right to jump the shark as anybody else.
George Starostin
un saludo a tod@s!
excelente, la verdad que es un placer leer y escuchar casi a diario tu pagina. Felicitaciones.
ReplyDeleteQue buena entrada! y que buen disco! gracias Canario!!!!! Un lujo
ReplyDeleteMuchas gracias a los dos!
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