Desde este humilde espacio estamos alertando desde hace ya años contra el fascismo y la derechización crecientes, que hoy se hace cada vez más palpable, el neoliberalismo decae y en su lugar queda el fascismo. Lo vemos cuando el discurso de la derecha pasa al acto y alguien apreta el gatillo, y mientras no aceptemos que un 30%, si no más, de los argentinos hubieran festejado que el atentado tuviera éxito, nos vamos a seguir equivocando en el enfoque del problema, por minimizar su gravedad, porque hace rato ya que mucha gente rompió el pacto democrático, en el que nunca creyó. Y por otra parte, cuando el pueblo vota un proyecto que luego no es representado, cuando el elegido hace oídos sordos a quienes representa, cuando deja que gobierne el poder real empobreciendo, clausurando esperanzas, entonces la representatividad está perdida, y la democracia se transforma en un acto formal y no real.
La democracia ha muerto. La democracia sigue muerta. Nació en Grecia ya hace ya muchos años, y con sus modificaciones pertinentes la esencia es la misma: "el gobierno del pueblo"; el pueblo elije sus representantes para que ellos elijan que hacer. Pero si existe un problema de representividad, cuando se corta la voz de los de abajo y nadie los oye arriba, estamos ante otra cosa, que no es democracia, o al menos podemos definirla como "democracia formal". Frente a la actitud pasiva de los actores políticos por impulsar una nueva forma de hacer politica que detenga el deterioro en que vivimos, surgen planteos y propuestas. Por ejemplo, Richard Evans, historiador británico, nos dice que es vital comprender de qué modo mueren las democracias y donde conducen los regímenes totalitarios, reflexiones que surgen como producto del Análisis sobre el origen, desarrollo y caída del nazismo.
Cuando en las calles se milita el odio, la imbecilidad, el individualismo, cuando se evaporan las herramientas para recuperar esa democracia perdida (la solidaridad, el trabajo conjunto, la humanización), entonces solo nos queda retroceder como pueblo e individuos (esto ya sucedió en Europa y EEUU, y hemos visto el ascenso de Donald Trump, Bolsonaro, Orban en Hungría, los nazis ucranianos, el aumento de movimientos extremistas como el de Marie Le Pen en Francia, etc. etc. etc.). La elección es nuestra, o avanzamos poniendo al ser humano como valor central, o nos alcanza la desgracia a la que nos están destinando.
"El amor vence al odio" ha sido una consigna que han alentado desde la militancia ya hace rato. Consigna ingenua porque ¿cómo el amor lucha contra el odio? ¿cómo se construye un país desde el odio? ¿con cuánta libertad se han expresado quienes dicen defender la libertad de expresión? ¿Cuánta violencia se puede naturalizar? ¿Cuánto más la derecha, la oligarquía y las corporaciones mediáticas seguirán horadando la democracia? Los optimismos fáciles no nos van a ayudar para paliar esta tragedia a la que nos vamos dirigiendo inexorablemente.
Desprecio
a los indiferentes también por esto: porque me fastidia su lloriqueo de
eternos inocentes. Pido cuentas a cada uno de ellos: cómo han acometido
la tarea que la vida les ha puesto y les pone diariamente, qué han
hecho, y especialmente, qué no han hecho. Y me siento en el derecho de
ser inexorable y en la obligación de no derrochar mi piedad, de no
compartir con ellos mis lágrimas.
Soy partidista, estoy vivo, siento
ya en la conciencia de los de mi parte el pulso de la actividad de la
ciudad futura que los de mi parte están construyendo. Y en ella, la
cadena social no gravita sobre unos pocos; nada de cuanto en ella sucede
es por acaso, ni producto de la fatalidad, sino obra inteligente de los
ciudadanos. Nadie en ella está mirando desde la ventana el sacrificio y
la sangría de los pocos. Vivo, soy…
Antonio Gramsci
El discurso del descarte de economistas de la derecha
Para demasiada gente en la sociedad moderna, el odio y el desprecio hacia otros es una forma, patética, de tener una identidad. La mayoría se desahoga en el supuesto anonimato de las redes, o en los mensajes de Whatsapp, pero siempre alguno violento o loco que quiere llevarlo a la realidad. Hablamos de un país donde hay un 40% de pobres, o sea, 20 millones de pobres, pero esta franja social más afectada por la crisis, la más violentada, no es necesariamente la más violenta, a lo sumo lo único que hacen son piquetes, millones y millones que se cagan de hambre y aun así deciden canalizar la forma o el intento por remediar eso a través de organizaciones políticas, de prácticas públicas. Esas mismas prácticas que enferman a la "gente de bien", que en definitiva es la más permeable a los discursos violentos, esos discursos creados por los medios dentro de la dinámica del capitalismo, esos discursos que crean un Frankenstein enorme, desaforado y virulento.
El hambre mata a todos los derechos. También la desinformación, la articulación con el sistema judicial, la fuga del FMI, un gobierno de empresarios que solo quiere seguir lucrando (al fin y al cabo, el poder real solo es eso, el gobierno de los empresarios).En este escenario bien cabe recordar que es una mala idea, además de una afirmación falsa, indicar que el “odiador” siempre es el otro. “Yo soy la democracia y los derechos humanos porque ellos son la dictadura y el odio” se parece bastante a “Yo soy la República y la bandera Argentina porque ellos son los populistas que dividen”. En otras palabras, decir que nosotros somos buenos y ellos son malos, se parece bastante a la idea de Luciani de que todo lo que huela a kirchnerismo es parte de una asociación ilícita. ¿Qué convivencia democrática se puede plantear si, para los antiperonistas, los K son malos porque son ladrones y, para el kirchnerismo, los antikirchneristas son malos porque son “odiadores”? Claro que podemos decir que “la derecha mata” porque sobran los ejemplos históricos de cómo la derecha mata, pero también la izquierda mató y mata, y también hay mucho discurso de odio en las nuevas tendencias progresistas que denominan, paradójicamente, “lenguaje de odio” a cualquier cosa haciéndonos creer que es lo mismo un neonazi que un tipo que ose poner en tela de juicio los modos en que se intenta combatir el cambio climático.
(...) Quizás lo que haya que terminar aceptando es que se vive en un clima violento en general, tal como percibe cualquiera que salga a la calle. La gente vive mal, angustiada, indignada. Cualquier chispa enciende un conflicto: una mala maniobra en el tránsito, un golpe involuntario en un transporte público, alguien que tose, un comentario…, cualquier cosa puede encender una batalla campal tal como vemos a diario. Los factores para explicar ese fenómeno son múltiples y pueden incluir desde las desigualdades económicas pasando por la falta de sentido de comunidad hasta los efectos psicológicos de la pandemia. Hay una violencia que está atravesando las comunidades, no solo de Argentina, y que se la puede observar en un discurso de un partido de derecha como en un discurso a favor del veganismo.
Por otro lado, Ahí está el arco mediático y politiquero. ¿Hay que creerles que repudian un atentado a los herederos de los que pintaban "Viva el cáncer" en los tapiaples, o condecoraron a los que bombardearon la plaza?. Si bien un sector radicalizado en la derecha crece a razón del odio y embestidas a cualquier precio, el resto de la dirigencia política, ya sea en el otro extremo o incluso los más moderados, no generaron el consenso suficiente para exponerlos, o marginarlos.
Lo mas agresivo de la contra, corporizados en Patricia Bullrich, los facho-libertarios y algún otro se niegan a condenar el atentado, en una suerte de confesión en su aliento a las actividades agresivas del grupo de zombies delirantes que están cada vez más envalentonados. Digamos que es poco probable que el grupo de tareas conformado por la banda de Comodoro Pro, Clarín, La Nación y Juntos por el Golpe no van a dormir la siesta luego de este primer paso, mientras el gobierno de Fernandez seguirá haciendo un culto de la parálisis, llevado al dogmatismo no solo de escuchar, sino de apoyar (por ejemplo, con la pauta publicitaria) el monólogo de los hijos de puta, del enemigo del pueblo, que jamás dejó de serlo y lo seguirá siendo. Lo medios se derechizan y encuentran en ciertos sectores el huevo de la serpiente, grandes sectores sociales que toman a la violencia como idea de pertenencia. Así, el desmesurado show mediático que realizan los medios de prensa, muchas veces aliados al poder judicial, se convierten en difusores y detractores de la democracia, aumentando la confusión y la violencia política y social, como sucediera con Dilma Rousseff y Lula en Brasil y con el ex presidente ecuatoriano, Rafael Correa, tal como sucede con Julian Assange y tantos otros que molestan al poder real, a los verdaderos hijos de puta.
El Frankenstein y los hijos de puta
Los capítulos más horrendos de la historia contemporánea están marcados por el racismo y el antisemitismo. La pervivencia de esas expresiones en la sociedad argentina muchas veces es negada. El gobierno de Macri mandó una represión que terminó en la muerte de Santiago Maldonado, de Rafael Nahuel. Las represiones brutales que culminaron con los asesinatos de Kosteki y Santillán dan cuenta de que no nos arrojamos a las aguas purificadas de la actitud democrática. Tenemos que reconocer que el fascismo ha regresado, o quizás nunca se ha ido, pero ahora el huevo sembrado por el neoliberalismo sembro un nuevo Frankenstein del fascismo que ahora goza de vitalidad y buena salud, y amenaza con expandirse.
Los poderes concentrados saben jugar su rol en la historia y allí están, en la batalla permanente, utilizando los resortes disponibles en medios de comunicación tradicionales y digitales, en sectores del Poder Judicial, en redes subterráneas de inteligencia e infiltración, con movimientos de los grandes empresarios que pretenden disciplinar a gobiernos y trabajadores y condicionando al Estado, para reducirlo a un mero administrador sin injerencia real en favor de las mayorías postergadas.
"Su intención, creo, que era matarla, pero lamentablemente no ensayó antes", dice el "mejor amigo del atacante de CFK" en Telefe, uno de los canales de televisión argentina con mayor audiencia. Si le abrís el micrófono a fachos, también sos cómplice por promover su discurso. pic.twitter.com/p1nfOqYjdA
— Bruno Sgarzini (@brunosgarzini) September 2, 2022
Un país de "sacados"
El miércoles pasado el periodista Alejandro Bercovich hizo referencia al estado de excitación que manifiestan algunos empresarios, que no sólo mencionan sus ideas con crudeza sino que se encrespan cuando cualquier persona de a pie pretende hacerle alguna pregunta o contradecirle. Puso como ejemplo a Marcos Galperin, fundador de Mercado Pago, que tuiteó que “cuando las reglas laborales son modernas, las personas despedidas rápidamente encuentran nuevos empleos, a veces con mejores condiciones”. Esta afirmación le costó un pedido de aclaración por parte de un periodista sobre su experiencia personal con los despidos y Galperin “se sacó” con su respuesta. El editorial de Bercovich que se titula “Sacados”, mencionó otros ejemplos y concluía diciendo que “Galperin y Macri vienen sacados, la Argentina magnate está sacada y viene por todo”.
La reflexión de Bercovich me condujo a pensar de que en la Argentina de hoy la lista de los “sacados” no se limita a algunos empresarios y al ex-presidente. Debería incluirse también a los jueces que emitieron el fallo que deslinda de responsabilidades al mismo Macri por el espionaje al ARA San Juan, a los que mandan en cana a pibes en causas armadas por la policía, y al Fiscal Luciani que, flojito de papeles, está tratando de condenar a 12 años a la actual Vicepresidenta. También a comunicadores y dirigentes políticos que más bien parecen barras bravas, alentando a sus tropas antes de entrar en combate.
(...) Resulta evidente que al atentado contra la Vicepresidenta de la Argentina fue una responsabilidad de la derecha. Y esto es así, aunque la decisión final la hubiera tomado un nazi suelto, como hoy se presenta a Fernando Sabag Montiel. En los crímenes de odio, no hay responsabilidades individuales, porque en las personas que los cometen, el odio ha sido alimentado por un tiempo prolongado por comunicadores y dirigentes políticos.
(...) Por último este atentado, como las vallas en la puerta de la casa de Cristina, como el intento judicial de encarcelarla son ejemplos de la ofensiva de la derecha, pero no la resumen o sintetizan. Esa ofensiva de la derecha se expresa todos los días contra el pueblo trabajador con las políticas de ajuste y con acciones represivas. Se hace contra figuras del peronismo como Cristina , pero también contra otras expresiones populares. Se ejerce desde el peronismo en el gobierno y sus aliados con ejemplos, no tan conocidos pero muy ilustrativos como es el procesamiento y condenas a sindicalistas en Chubut o ambientalistas en Catamarca.
El futuro y la esperanza
Por eso, la Plaza del Pueblo es un arma cargada de futuro y una esperanza llena de democracia. Es el único camino y el primer paso para las profundas transformaciones que necesitamos para salir de la desesperación, del hambre, de las necesidades básicas insatisfechas, pero también para alejarnos de la violencia, el individualismo y el fascismo crecientes que amenaza con devorarnos.
Una vez más, queda en evidencia la necesidad de democratizar y devolverle el sentido de humanidad a la comunicación, para impedir que la desinformación interesada propalada por la prensa aniquile la democracia, sembrando violencia. Nadie puede asegurar victorias. Pero luego de la fiesta de ayer, otro aire parece soplar, con todo el vigor y el dramatismo de oponerse a un intento de magnicidio, y demostrar que es posible pensar en un futuro mejor, a pesar de tanto odio.
Muchas gracias por tus palabras y las de otros que supiste incluir. Ojalá haya una salida sin más violencia de esto. Nuevamente gracias
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