¿Qué es exactamente lo que odiamos de las redes sociales? Seguramente un profundo rechazo a ciertos funcionamientos propios, que se dejan tomar por ciertos formatos, ciertas empresas. ¿Cabe decir de las redes sociales lo que Paolo Virno decía del Estado: que es una mala respuesta para una excelente pregunta? En todo caso estas cuestiones críticas no deberían subestimar el hecho que hemos usado las redes sociales para cosas consideradas íntimas, valiosas, quizás sagradas, como despedir amigxs, homenajear vidas, acompañar dolores colectivos, exponer protestas políticas y festejar cumple años. Me refiero ahora, por supuesto, a Charly García. Rara vez un sentimiento tan pleno y límpido parece recorrer a tantas personas de generaciones tan diferentes. Es la música, sin dudas; el Rock, más vale. Y también un cierto nosotrxs que se recorta en sus canciones y actitudes. Nosotrxs los celebradores de una libertad lúdica e irreverente, inspirada y comunitaria, que querríamos retener y ampliar en todas las direcciones posibles (hacia nuestrxs propios modos de ser, hacia las instituciones, hacia los lenguajes sociales), hoy más que nunca. Para alguien de unos cincuenta años (pongamos que uno habla desde sí), García pudo ser alguien clave, salvador, un aliado perdurable y a toda prueba. Mi mamá escuchaba Sui Géneris; «Inconsciente Colectivo» fue una suerte de ingreso sensible al mundo adolescente, Serú Giran sobre el final de la escuela una conmoción. En Necochea mi vieja me dejó a los 12 años en la puerta del primer recital al que asistí sólo, no sabía qué hacer ahí (cantar bajito? moverse?) además de mirar al señor del piano. «No bombardeen Bs-As» fue nuestro modo de entender la guerra esos meses de (post) Malvinas. Siempre fue así con Charly. Ayer un amigo, Facu -considerablemente más joven-, compartía esa letra y flasheaba con que no se había dado cuenta hasta ahora lo buena que era (me pasó igual): «Los jefes de los chicos Toman whisky con los ricos Mientras los obreros hacen masa En la Plaza como aquella vez Como aquella vez». Una foto de verano del 97 que volvió a circular estos días resume todo, o buena parte del asunto.
Diego Sztulwark
Diego Sztulwark
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