Plena efervescencia política y social a nivel mundial de fines de los sesenta. La era del surgimiento de los hippies, la beatlemanía, la psicodelia, el mayo francés, la noche de Tlatelolco, los viajes (a la luna o con LSD), la guerra de Vietnam, el discurso de "yo tengo un sueño" de Martin Luther King y muchos más etcéteras. En ese contexto, el poeta Peter Sinfield escribió "21st Century Schizoid Man" definiendo frases de denuncia, de protesta ante las realidades caóticas, militaristas y violentas no solamente de la época sino sobretodo de las que vendrían. Angustia en la música y su letra, probablemente escrita en contra de la guerra del Vietnam, pero que expresa todo el horror del fanático y esquizofrénico hombre de este siglo. Resulta revelador que alguien se adelantara décadas para describir algunas de las características de este demente asesino del futuro que es el hombre común del siglo XXI, porque la "profecía" de King Crimson no solo habla de políticos, empresarios, militares, banqueros, de las finanzas de Wall Street, religiosos, comunicadores… también de nuestro pequeño Trum y Bolsonaro interno ¿porqué sino son el nuevo modelo de líderes y son elegidos por las mayorías?. Aquí comienzo una serie de relatos de locura, pero mucho de realidad. Empezamos con una nota de Eduardo Febbro que apareció hoy mismo en el diario Página 12.
Felina garra acerada
neurocirujanos clamando por más
en las envenenadas puertas de la paranoia
hombre esquizoide del siglo XXI
Estante ensangrentado por alambres de espinos
pira funeraria de políticos,
inocentes esquilmados por el fuego de napalm,
hombre esquizoide del siglo XXI
Muerte esparcida por la codicia de los fanáticos,
niños desangrados por el hambre de poetas,
nada de lo que obtiene realmente lo precisa
hombre esquizoide del siglo XXI
Tampoco es nuestra la naturaleza. Extinción de las especies, calentamiento global, agotamiento de los recursos, urbanización, contaminación de los mares, expropiación de las tierras y los recursos de los pueblos originarios. Se han apoderado de todo hasta no dejar más que unas migajas secas sobre la mesa. Los incendios en el Amazonas no son más que el segmento visible de un desastre consumado hace mucho. Esas columnas de fuego y humo son la lengua de un comensal que devora sin vergüenza ni piedad el banquete que Occidente ya se engulló hace rato y a escondidas. Sus multinacionales han depredado los rincones del planeta, arrebatado las materias primas, invadido territorios y expulsado a sus habitantes. Donald Trump y Jair Bolsonaro le han facilitado al colonialismo devastador un escenario ideal para que una parte de Occidente recicle sus buenas intenciones con un espectáculo político que le sirve de decorado. Ahí están los títeres malos, aquí, en París o Bruselas, los buenos doctores del hospital-mundo. Montaje hipócrita que no resiste ni una brisa de verdad. ¿ La Unión Europea ?. Tanto o más tóxica que Trump o Bolsonaro. En 2018, la Unión Europea exportó 81.165 toneladas de pesticidas en cuya composición se encuentran productos que están prohibidos en Europa desde hace una década. Francia, cuyo presidente, Emmanuel Macron, se vistió de patrono contra el pirómano de Bolsonaro, es el país que exporta la mayor cantidad de substancias prohibidas (18 en total). En esas 81.165 toneladas hay un total de 41 pesticidas vedados en los suelos de la Unión Europea (informe de la ONG suiza Public Eye y Greenpeace). Una vueltita por Chiapas o Chubut nos muestra sin maquillaje el compromiso ecológico de Occidente. Asediados por las multinacionales extractivas, los habitantes de la localidad chiapaneca de Chicomuselo denuncian que “Los proyectos extractivos siguen en la mira de las empresas multinacionales, como la minería, el fracking e hidrocarburos, aun cuando padecemos una crisis climática a nivel mundial”. En diciembre de 2019, en Chubut, 40 organizaciones se levantaron contra los proyectos mineros de las empresas canadienses Pan American Silver (proyecto Navidad) y Yamana Gold (proyecto Suyai). Canadá es miembro del grupo de los 7 países más desarrollados (G7, 45 por ciento de la riqueza mundial) que, en agosto de 2019, en la localidad francesa de Biarritz, se reunió con los incendios del Amazonas como postre para promover su filosofía ecologista. Podríamos recorrer el planeta sumando nombres de multinacionales y pueblos expoliados.
Es tan sencillo pensar que esto vendría a ser como una película donde basta con vencer al malo en unas elecciones presidenciales para salvar el "Planeta Azul". Pero ese malo es la encarnación del sistema global, no una excepción. Trump no es el teórico en acción de una transfiguración radical del mundo. Donald Trump es la replica exacta, puntual, humana y descomunal de la realidad en la que vivimos. Por eso nos es intolerable: en cada Twitt nos está diciendo la verdad bajo cuyo consuelo hace mucho aceptamos vivir a cambio de un hipnotismo tecnológico que se apoderó de cada palmo de la vida humana. El racismo incandescente de Trump ya era un componente de la sociedad de los Estados Unidos, lo mismo que la violencia policial-racial y los supremacistas blancos violentos. La sociedad secreta de terroristas y supremacistas blancos conocida con las siglas KKK (Ku Klux Klan) se fundó en 1865 para oponerse, por todos los medios posibles (incendios, secuestros, asesinatos, atentados), a la vigencia de los derechos constitucionales de los afro-americanos adoptados mediante varias enmiendas a la Constitución luego de la Guerra de Cesión: la decimoquinta enmienda reconoce el derecho al voto a todos los ciudadanos, la decimocuarta otorga la nacionalidad a toda persona nacida en Estados Unidos y la decimotercera decretó la abolición de la esclavitud.
Donald Trump osó reinventar una realidad paralela a la verdad: esta pasó
a ser un fake y su versión lo verdadero. Escribo bien “reinventar”
porque el creador no es él, sino su maestro, el primer Ministro israelí Benjamin Netanyahu.
En los 90, Netanyahu escribía en internet: “si quieren saber la verdad
lean mi página”. Hoy, esa realidad paralela del trumpismo quedó herida
por la realidad de lo real. La elección de Donald Trump nos alcanzó como
pajaritos que creían estar volando en un cielo armonioso y algo
semejante le ocurrió a él, a Bolsonaro y al británico Boris Johnson:
cerraron los ojos ante la pandemia, fueron Covidescépticos…hasta que el
virus los contaminó a los tres. Donald Trump no nos hizo más daño del
que ya estaba hecho: el trumpismo no es el accidente sino lo que viene
luego, es decir, su materialización. Cuando un avión se estrella, los
escombros desparramados no son el accidente. Este ya ocurrió antes. El
mundo no nos pertenece más y hay que recuperarlo. Pero ya no se puede ni
siquiera escribir “recuperarlo antes de que…”. No; ni siquiera hay un
“antes” porque estamos en el después de lo que perdimos. Tampoco es como
el tango y eso de “toda mi vida es el ayer”. El naranjo en flor debe
volver a crecer sano gracias a la presión de la acción colectiva. ”
Estamos infligidos por deseos que nos afligen”, dice la letra de una
bella y lúcida canción del cantante Alain Souchon (Foule Sentimentale). ”
Multitud sentimental, tenemos sed de un ideal”, canta Souchon. Quien
tiene una sed sobrenatural de nuestro ideal es el mundo. Lejos de la
música popular pero muy cerca de las necesidades del presente, la
filósofa alemana Hannah Arendt dejó entre su espléndida obra una idea que nos interpela: el amor mundi, es decir, el amor aplicado a la vida, al mundo, el amor apoyado en la esencia humana, que es un ser de vínculos. El amor mundi como
vida en acción política y no como contemplación o especulación. Acción
con y por los otros. Acción colectiva de todas las causas en una sola:
el mundo. El trumpismo es una desgarradura inhóspita de la que el mismo
Trump no es el autor sino el revelador extremo. El amor mundi es un ideal urgente para un naranjo en flor en estado de agonía.
Y seguiremos con más relatos de este esquizoide que todos llevamos dentro en esta época de declinación del pensamiento y maximización del odio. Meritocracia también se le dice...
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