La pandemia pasará, pero la crisis quedará -la social, la económica, la política- que nos llevará del neoliberalismo al capitalismo de vigilancia (quizás la versión más parecida al nazismo). Muy lejos de las propuestas de los hijos de puta para estimular la expansión del coronavirus y de sus bolsillos (justamente ellos son parte del problema), vemos como la irracionalidad da paso a la discriminación facilitada por una cada vez mayor militarización. ¿Estamos viviendo, con esta reclusión forzada, un nuevo totalitarismo?. Al fin de cuentas, entregar nuestra intimidad para resolver una crisis de salud no sería tan grave si no fuera porque cuando la pandemia termine, la tecnología al servicio del control social, permanecerá. En la medida en que se transforma el concepto de soberanía, cerrándose fronteras, se abren nuestros datos y la era de la policía del pensamiento y la biopolítica digital, con su militarización y recorte de libertades como efectos negativos de la crisis económica y de salud. El Covid-19 ha mostrado, en unos meses, con qué facilidad se puede confinar a las poblaciones de continentes enteros, bajo el equivalente del estado de sitio, las medidas de seguridad o el toque de queda, como prefiera usted llamarle a eso que le dicen cuarentena. Si nada será igual, como piensan algunos… es porque será peor.
Un diminuto virus de entre los cientos de miles que existen está llevando a que más de 2.600 millones de personas suspendan sus actividades regulares, que una gran parte de los trabajos con los que las personas reproducen sus condiciones de existencia estén paralizadas, y que los gobiernos implementen estados de excepción sobre la posibilidad de desplazarse y agruparse. Un pánico global se ha apoderado de los medios de comunicación y una niebla de sospecha sobre el otro cercano, portador de la enfermedad, quiere encumbrarse en el espíritu de la época.
Lo que parecía distópico y propio de dictaduras de ciencia ficción se ha vuelto "normal". Se multa a la gente por salir de su casa a estirar las piernas, o por pasear su perro. Aceptamos que nuestro móvil nos vigile y nos denuncie a las autoridades. Y se está proponiendo que quien salga a la calle sin su teléfono sea sancionado y castigado con prisión.
En el mundo feliz de Huxley, las personas viven drogadas con el "soma", nosotros no tenemos soma, pero sí (tenemos Netflix), además de un número infinito de aplicaciones y servicios diseñados específicamente para convertirnos en felices adictos y en los auténticos recursos de la acumulación de riqueza en el nuevo capitalismo.
El ser humano se ha convertido en un terminal de corrientes de datos.
El mundo capitalista será como mínimo inestable, compartimentado, permanentemente bajo sospecha.
Cámaras, software, sensores, celulares, aplicaciones, detectores, son presentados ahora como las armas más sofisticadas para nuestro nuevo estilo de vida, mientras la crisis abrió la puerta para una batería de ajustes que recortan cada vez más y más derechos y preconizan un aumento de las desigualdades a nivel mundial (aclaro. en esta nota me referiré a temas puntuales pero con la mirada de que puede suceder lo mismo en cualquier parte del mundo).
Las medidas de excepción adoptadas, la llamada flexibilización de derechos, los cortes de salarios, el irrespeto a los principios básicos de la ciudadanía, las violaciones de privacidad, con el fin declarado de enfrentar al virus y la crisis, podrán no ser de excepción para convertirse en permanentes. La cuarentena continúa y se vuelven constantes algunos aspectos novedosos, y vinieron para quedarse.
Un ensayo de autoritarismo
La humanización y criminalización del Coronavirus, asociándolo a hechos de terrorismo y crimen, es un fenómeno muy generalizado, hasta podría decirse que hegemónico en los discursos que se escuchan todos los días frente al televisor, y que hasta se lo puede asociar a una ideología concreta.
Por ejemplo, el presidente de la Comisión de la Verdad de Colombia, el padre Francisco de Roux, aseguró que la entidad lleva un año metida en "una pandemia singular de Colombia, que es nuestro conflicto armado, tan tapado por el silencio de nosotros y para la cual no hay vacuna posible", tomando como contraste entre la crisis que ha desatado el coronavirus (más de 200 muertos en Colombia) con el millón de personas asesinadas durante el conflicto con las Farc, más los 166.000 desaparecidos y los 190 miembros que dejaron las armas en el proceso la paz y han sido asesinados, a los que les debemos sumar todos los líderes sociales que vienen siendo aniquilados. Solamente los homicidios de defensores de derechos humanos suman más muertes que las del coronavirus en dicho país. Recordemos que en Colombia incluso se creó un grupo especial (generalmene policías) para recorrer las calles de Cali buscando infectados que violan las cuarentenas: los "Cazacovid".
Entonces, bien podríamos comparar ese hecho con la idea impuesta de humanizar y criminalizar al virus...
Maquinaria de guerra vs. Covid-19
¿Se opone a esta ola de irracionalidad los mejores sentimientos, acciones y pensamientos? ¿O al contrario, los más oscuros fundamentalismos?. En medio de la sombría pandemia del coronavirus, las principales potencias del mundo gastan 2 billones de dólares en armas, pero no tienen recursos para la pandemia del coronavirus (incluso hay, irónicamente, más de 5000 militares yankys contagiados de coronavirus). El gasto militar global aumentó a US$ 1917 mil millones en 2019, según nuevos datos del Instituto Internacional de Investigación de la Paz de Estocolmo (según datos de SIPRI).
¿Juegan los Derechos humanos un papel importante en este momento de crisis, en este interregno de profunda incertidumbre y desasosiego frente al futuro?, o podemos prescindir de ellos dada la evidencia de su continua vulneración? La OIT estima que 1500 millones de personas podrían quedarse sin trabajo por la pandemia, casi la mitad de los trabajadores de todo el mundo. Y en Sudáfrica ya estalló la guerra por la comida.
En este contexto de emergencia pública global atestiguamos diversos esfuerzos de Estados por dar respuestas con tecnologías sin cuestionar las razones estructurales de la crisis. Cuando se trata de dar soluciones orientadas a usos de tecnologías, las respuestas ofrecidas parecen esconder enormes sistemas de hipervigilancia digital, además de la maquinaria de guerra, cuando en realidad las soluciones tecnológicas deberían complementar sistemas de salud, de educación y de desarrollo científico.
Se escucha decir que estamos en guerra. Que el enemigo es un virus. Leo que el ejército montó un hospital en Campo de Mayo con toda la tecnología para derrotar al enemigo. Leo que, en no sé qué lugar del conurbano, los militares están haciendo trabajo social. Ha cambiado la imagen del enemigo, porque ahora el enemigo es un virus, algo invisible que está en todos lados, un Dios en pequeñito, y hasta puede estar dentro del otro, dentro de nosotros, entonces el otro y nosotros también somos el enemigo. Y cuanto más si sos pobre. No por algo el clima de guerra se expande por los suburbios de París: en Niza, en la región Provenza-Alpes-Costa Azul se decretó el toque de queda a partir de las 8 de la noche que se aplica exclusivamente... en los barrios populares.
El cuerpo humano se convirtió en un arma. Una peligrosa analogía ai la comparamos con la "guerra al terrorismo", que muchos gobiernos occidentales instalaron para propagar el miedo frente a un agresor omnipresente e indetectable. Buena idea para el control de las poblaciones, si es que caen en esa trampa de yutearse. Muchos ya son así, otros son nuevos embajadores de la represión social en tiempo del coronavirus.
Y muchas empresas y gobiernos van a aprovechar este momento para vulnerar nuestra privacidad...
El miedo y la irracionalidad, unos virus milenarios (y muy convenientes)
Coinciden los especialistas en que el pánico es más contagioso que los virus. Destacan que ante situaciones inquietantes como la pandemia de coronavirus lo emocional se impone a lo racional, y funcionan los mismos mecanismos que en la Edad Media ante la peste y que Boccaccio relataba en "El Decamerón".
Ahora, todos estamos más preocupados por conseguir comida, proteger la salud y sobrevivir entre cuatro paredes que por la desmovilización masiva de las campañas políticas, las reivindicaciones laborales, las igualdades de géneros, la defensa de especies amenazadas o la limpieza de los mares. Poco nos interesa nuestra libertad si nuestra vida está en juego.
Es normal que ante una posible amenaza hacia nuestra salud, como está ocurriendo con el coronavirus, nos podamos sentir confusos y desarrollemos una respuesta de miedo. Sin embargo, lo que está ocurriendo en la actualidad es que este miedo está siendo llevado al extremo y estamos dejándonos llevar por todas las emociones negativas e irracionales que éste genera, lo cual nos impide pensar de una forma lógica. Si no les parece así, ¿cómo explican que en Europa estén atacando torres 5G por vincularlas con la pandemia?.
Las irracionalidades pandémicas son muchas. No son infrecuentes los casos de profesionales de la salud y empleados de tiendas de alimentación que sufren presiones por parte de sus vecinos, quienes mediante carteles anónimos les "invitan" a abandonar sus viviendas por temor al contagio. Solidarios en la terraza, pero crueles en la escalera. Típica postal del individualismo más psicótico... Una comunidad mexicana amenazó con destruir un hospital de la zona si se atrevía a recibir un enfermo de coronavirus. En otro hospital, los parientes de un enfermo fallecido a quienes se les impedía ver el cadáver por razones sanitarias, forzaron su entrada y golpearon de fea manera al personal médico.
Las megaiglesias evangélicas brasileñas siguen dando misa para 10.000 personas diciendo que el mejor antídoto del virus es la fe.
Siguiendo con actitudes paranóicas, también la casta gobernante cae demanera continua en esta actitud irracional. Todos sabemos que el bestia de Donald Trump sugiere inyectarles desinfectante a los enfermos. ¿Me explican cómo es que los EEUU algún día llegaron a ser la primera potencia mundial?.
Desde el comienzo, la irracionalidad estuvo en los gobiernos occidentales observaron con satisfacción y malicia el debut de la pandemia. Esperaban su exclusiva localización en China y el consiguiente debilitamiento del rival asiático. Aunque ese escenario se ha invertido, las campañas contra el "virus chino" persisten con alocados argumentos. Se afirma incluso que el coronavirus fue creado adrede para afectar a Estados Unidos y Trump sugiere una complicidad directa de la OMS con esa operación. Si vamos Brasil nazi de Bolsonaro (otra irracionalidad de por sí), parece que en sus alocadas cabezas el Covid-19 despierta nuevamente la pesadilla comunista (?).
Siguiendo este derrotero de irracionalidades, no deja de sorprender que los medios de comunicación difundan durante todos estos meses cifras sin ningún criterio de cientificidad, no sólo sin relacionarlas con la mortalidad anual del mismo período, sino incluso sin especificar la causa de la muerte.
No sería justificado limitar el acceso a la información y la libertad de expresión para proteger el interés de la salud pública o la seguridad nacional (Reporteros Sin Fronteras ya ha presentado una denuncia ante la ONU referida a las violaciones de la libertad de prensa). En crisis sanitaria, se debe garantizar acceso a la información pública a toda la población. Muchos estados han decretado estados de emergencia y distintas medidas que apuntan a restringir libertades fundamentales como a la reunión, la circulación, la protesta y las posibilidades de traslado.
Lo cierto es que, en momentos de coronavirus, donde el futuro es incierto, y donde los regímenes políticos pueden verse tentados a abusar de los poderes excepcionales que los mismos ordenamientos jurídicos les permiten para desconocer los derechos humanos, debemos estar más alerta. En tiempos de anormalidad se suelen utilizar las circunstancias para recortar y reducir los derechos humanos. Y en estos casos, siempre se podrá acudir a los mismos para legitimar las demandas por su cumplimiento por parte de los Estados y el para-estado de las grandes compañías, bancos y monopolios, en momentos donde el sistema muestra sus grietas y se evidencia la vulnerabilidad de los menos favorecidos.
Protocolo de masturbación
Así como las relaciones sexuales sufrieron un cambio fuerte a partir del Sida, se puede dar casi por seguro que la presencia del Virus ha de imponer nuevas pautas marcadas por el distanciamiento personal.
Con la mayor parte de población "prescindible" encerrada en sus casas, amenazada de muerte y confeccionado material de protección casero, inducida a abandonar a sus mayores, con el ejército y las fuerzas del orden en la calle, únicas legitimadas para ejercer represión y violencia, y con una gran mayoría de los medios de comunicación expandiendo intoxicación, cifras adulteradas y miedo, toda conjetura de lo que puede pasar es arriesgada.
La policía -y a veces el ejército- se transformó en la principal presencia del Estado en los sectores populares. La tendencia a que las crecientes medidas de excepción se vayan transformando en doctrina oficial es algo sumamente, sobre todo en aquellos países con gobiernos neoliberales.
El modelo de Estado omnipresente no cesa de incursionar sobre la vida íntima de los ciudadanos, ahora el Ministerio de Salud emitió un protocolo para normalizar la forma en que los argentinos practicamos el sexo y la masturbación durante el confinamiento obligatorio.
Quizás ese protocolo de masturbación tenga que ver con el banco que le dió a sus trabajadores corpiños en lugar de barbijos.
Y resulta curioso que hasta quienes están obligados a controlarnos (rattis, gorras, policías, buchones o como quieras llamarles) también pueden resultar espiados. Por ejemplo, en la capital argentina, el jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta intentó espiar a efectivos de la Policía de la Ciudad para controlar su labor. Otro caso de cazador cazado, en un momento de discusión en torno a las fuerzas de seguridad, en el marco del aislamiento preventivo, sobretodo en torno al ciberpatrullaje.
Vemos como el Estado se mete con nuestro estilo de vida, con nuestras costumbres, y hasta se nos mete en la cama y cambia nuestra intimidad. La corona-crisis ha puesto de relieve, además, la extraordinaria gravitación del mundo digital, ya que este tejido mantiene conectados (y masturbándose) a millones de individuos en medio de la parálisis laboral.
Por primera vez en la historia, más de 1000 millones de persona están confinadas y al mismo tiempo comunicadas.
La gestión que se viene haciendo desde los gobiernos sobre la actual conmoción por el coronavirus, parece un ensayo general para la gestión de más crisis de nivel planetario/vírico/imparable que habrá de venir. Se ensaya cómo parar el mundo en pocas semanas, comprobar cuánto se puede hacer antes de su colapso, e instalar nuevas y profundas herramientas de poder y su ejercicio.
Para el poder real de los hijos de puta, el reto no es tanto solo parar el virus, sino probar cómo parar el mundo en un espacio de pocas semanas e instalar nuevas y profundas herramientas de poder y su ejercicio. Si no se logra reaccionar colectivamente e insertar una nueva idea de normalidad sobre la responsabilidad compartida de cuidarnos entre la ciudadanía y el Estado, quizá debamos vivir muchos encierros como éste. Con muchas masturbaciones. Ingresamos a la era de Manuela.
Tu policía está en vos
El coronavirus es la coartada perfecta para manipular una sociedad de tarados, creada a imagen y semejanza de sus impulsores: los grandes monopolios internacionales.
Con el aislamiento social, las plataformas que recolectan datos personales y los venden en el mercado avanzan para convertirse no solo en grandes intermediarios del entretenimiento sino también de la educación, lo que no puede aceptarse como algo nagtural y mucho menos como solución excepcional.
El coronavirus es una bisagra que abre puertas, y potencia a herramientas que ya estaban como el trabajo remoto o las billeteras digitales. Ahora, tu smartTV te observa. Pero también tu teléfono, tu coche, tu robot de limpieza, tu asistente de Google.
Google ya venía espiando a los usuarios de Android, aunque desactivaran el GPS y la geolocalización de sus móviles. No hace mucho se anunció un acuerdo entre Google y Apple para elaborar una aplicación informática con el pretexto de controlar la expansión del coronavirus: "Google y Apple anuncian un esfuerzo conjunto para permitir el uso de la tecnología bluetooth para ayudar a los gobiernos y agencias de salud a reducir la propagación del virus. En Apple y Google estamos seguros de que nunca ha habido una razón más importante para trabajar juntos que la de resolver uno de los problemas más acuciantes del mundo".
Ambos oligopolios crearán la plataforma de rastreo de contactos más amplia que se tenga noticia, que permitirá que más gente sea visualizado en el nuevo panóptico, la máquina que lo vigila todo. Dicha aplicación hará un seguimiento exhaustivo de los desplazamientos de 2000 millones de personas en todo el mundo, de los lugares que frecuentan y de las personas con las que se reúne
Los móviles equipados con el iOS de Apple o el Android de Google podrán intercambiar información a través de bluetooth para rastrear contactos que mantengan las personas entre sí, a fin de alertar a otros para que no se acerquen a ellos, los apestados. Los usuarios de dispositivos iOS y Android podrán compartir el contenido de las aplicaciones oficiales de la burocracia sanitaria, que pueden descargarse de las tiendas en línea de ambos monopolios.
El proyecto disciplinario pone en juego el biopoder médico y político que eventualmente reemplaza al poder soberano. Este modelo de separación social y exclusión es un despliegue biopolítico que muestra la tendencia creciente a utilizar el estado de excepción como modelo a seguir.
Más allá de que la cuarentena y todas las medidas preventivas sean la mejor manera de paliar esta crisis que estamos viviendo, lo peligroso y grave es que las razones de salud y seguridad pública excusan una verdadera militarización no solo de municipios, regiones y países, sino de lo que llevás en tu bolsillo.
Una opción al caos
El Covid-19 es la puntilla a la globalización, y por eso, si se trata de salvar al capitalismo –con su enorme capacidad para producir riqueza privada con recursos públicos– debemos aceptar los sacrificios humanos. Sacrificios en el altar del Dios Mercado.
En este marco tiene sentido todavía preguntarse sobre la libertad. Libres para aplaudir en los balcones al personal sanitario, al cual lo ningunearon y desmitificaron con políticas económicas y sociales de corte regresivo, cerrando plantas enteras de los hospitales públicos. Frente a esta realidad ¿de qué actividad libre puede hablarse si esta restringida por la necesidad?
Al mismo tiempo, cientos de miles de personas han redescubierto de forma espontánea la imprescindibilidad para la vida humana del apoyo mutuo, la solidaridad desinteresada. Desde las redes de apoyo que se han creado hasta los cientos de miles de voluntarios, profesionales de la salud y docentes que ponen el cuerpo para eludir las carencias del sistema (de salud pública, de alimentación, etc.), desde las innumerables iniciativas open source y peer to peer para producir respiradores y barbijos, hasta la cooperación entre centros de investigación científica de todo el planeta. El apoyo mutuo compensa las carencias muy graves del sistema de salud público debido a los recortes de la última década, cuestiona la habitual rivalidad y mercantilización de la investigación científica, llena de presencia las soledades, de palabras los silencios.
Las promesas que se hacen en plena crisis sobre las iniciativas de futuro para solventar las consecuencias actuales y futuras de la pandemia exigirán (para su concresión) de mucha movilización ciudadana, de una lucha organizada, de lo contrario, en todos los países, en todos los casos, los perdedores serán los mismos de siempre, igual que los ganadores, los hijos de puta del sistema financiero, que nunca ha perdido su poder, sino que por el contrario, se ha adueñado del relato ideológico y se ha apoderado de la economía mundial, de los estados y de sus gobernantes, abduciendo todas sus decisiones políticas. Todo ello para que, con otros ajustes y exigencias, pueda pervivir un sistema que se fundamenta en la depredación, la destrucción del planeta y el expolio de la humanidad a escala mundial.
Es cierto que las crisis nos dan la oportunidad de pensar en una sociedad alternativa, pero esto es solo un ejercicio del pensamiento. La construcción de esa sociedad alternativa no se dará por arte de magia, ni por discutidas leyes del determinismo histórico. La historia la escriben los pueblos, día a día, ladrillo a ladrillo.
Un diminuto virus de entre los cientos de miles que existen está llevando a que más de 2.600 millones de personas suspendan sus actividades regulares, que una gran parte de los trabajos con los que las personas reproducen sus condiciones de existencia estén paralizadas, y que los gobiernos implementen estados de excepción sobre la posibilidad de desplazarse y agruparse. Un pánico global se ha apoderado de los medios de comunicación y una niebla de sospecha sobre el otro cercano, portador de la enfermedad, quiere encumbrarse en el espíritu de la época.
Lo que parecía distópico y propio de dictaduras de ciencia ficción se ha vuelto "normal". Se multa a la gente por salir de su casa a estirar las piernas, o por pasear su perro. Aceptamos que nuestro móvil nos vigile y nos denuncie a las autoridades. Y se está proponiendo que quien salga a la calle sin su teléfono sea sancionado y castigado con prisión.
En el mundo feliz de Huxley, las personas viven drogadas con el "soma", nosotros no tenemos soma, pero sí (tenemos Netflix), además de un número infinito de aplicaciones y servicios diseñados específicamente para convertirnos en felices adictos y en los auténticos recursos de la acumulación de riqueza en el nuevo capitalismo.
El ser humano se ha convertido en un terminal de corrientes de datos.
Y si el uso del big data es irradiado desde el cuidado médico de la sociedad a la contrainsurgencia social, estaremos ante una nueva fase de la biopolítica devenida ahora en data-política, que de la gestión disciplinaria de la vida en fábricas, centros de reclusión y sistemas de salud pública, pasa al control algorítmico de la totalidad de los actos de vida, comenzando por la historia de sus desplazamientos, relaciones, elecciones personales, gustos, pensamientos y hasta de sus probables acciones futuras, convertido ahora en datos de algún algoritmo que “mide” la "peligrosidad" de las personas; hoy, peligrosidad médica; mañana, peligrosidad cultural; pasado, peligrosidad política.Álvaro García Linera - Fragmento de la Conferencia Inaugural del ciclo académico de las carreras de Sociología y Antropología del Instituto de Altos Estudios Sociales de la Universidad Nacional de San Martin, Argentina. 30 de marzo de 2020.
El mundo capitalista será como mínimo inestable, compartimentado, permanentemente bajo sospecha.
Cámaras, software, sensores, celulares, aplicaciones, detectores, son presentados ahora como las armas más sofisticadas para nuestro nuevo estilo de vida, mientras la crisis abrió la puerta para una batería de ajustes que recortan cada vez más y más derechos y preconizan un aumento de las desigualdades a nivel mundial (aclaro. en esta nota me referiré a temas puntuales pero con la mirada de que puede suceder lo mismo en cualquier parte del mundo).
Las medidas de excepción adoptadas, la llamada flexibilización de derechos, los cortes de salarios, el irrespeto a los principios básicos de la ciudadanía, las violaciones de privacidad, con el fin declarado de enfrentar al virus y la crisis, podrán no ser de excepción para convertirse en permanentes. La cuarentena continúa y se vuelven constantes algunos aspectos novedosos, y vinieron para quedarse.
El control social será uno de los grandes ganadores de la pandemia.Marina Garces
El capitalismo industrial, con todas sus crueldades, era un capitalismo para las personas. En el de vigilancia, por el contrario, las personas somos por encima de todo fuentes de información. No es un capitalismo para nosotros, sino por encima de nosotros.Shoshana Zuboff - Harvard Business School
Cada día de confinamiento que pasa los españoles no anestesiados por la propaganda-bulo gubernamental adquieren conciencia de lo que puede ser vivir en una dictadura. Las dictaduras inteligentes son aquellas en las que el poder se ejerce de una forma panóptica. Dicho concepto, el de control panóptico, se lo debemos al filósofo utilitarista Jeremy Bentham quien realizó varios estudios sobre la mejor forma de ejercer un control sobre los reclusos penitenciarios. Michel Foucault popularizó la noción de poder panóptico tanto en sus estudios críticos sobre el sistema penal represivo de la modernidad en su obra Vigilar y castigar y sus estudios sobre las formas microfísicas del poder que se instalan en la modernidad y nos gobiernan más allá del ámbito puramente institucional.Carlos Barrio
El poder panóptico es un poder invisible que al mismo tiempo es muy eficaz dirigiendo nuestras acciones pues resulta inobservable para aquellos que se someten a su acción.
No hay nada más previsible como una crisis de salud pública en un mundo en el que vivimos unos encima de otros en ciudades abarrotadas y contaminadas, que una pandemia. Y cada académico, cada investigador que estudió esta situación, sabía que esto iba a suceder. Y, de hecho, incluso las agencias de inteligencia, puedo decirles de primera mano, porque solía leer los informes que habían estado planeando para las pandemias.Edward Snowden
(...) A medida que se extiende el autoritarismo, que proliferan las leyes de emergencia, que sacrificamos nuestros derechos, también sacrificamos nuestra capacidad para detener el flujo hacia un mundo menos liberal y menos libre. ¿Usted realmente cree que cuando la primera ola, esta segunda ola, la 16ª ola del coronavirus sea un recuerdo largamente olvidado, estas capacidades no se mantendrán? ¿Qué estos conjuntos de datos no se conservaron? No importan cómo se use, lo que se está construyendo es la arquitectura de la opresión
La pandemia fortalecerá al Estado y reforzará el nacionalismo... También acelerará el cambio de poder e influencia del oeste al este… En resumen, Covid-19 creará un mundo menos abierto, menos próspero y menos libre. No tenía que ser así, pero la combinación de un virus mortal, una planificación inadecuada y un liderazgo incompetente ha colocado a la humanidad en un camino nuevo y preocupante.Stephen Walt - Catedrático inglés
La crisis de 2008 va a ser un juego de niños frente a lo que nos espera, probablemente esta crisis supere a la Gran Depresión. Esto va a ser extremadamente duro. Nos puede llevar a una crisis humanitaria generalizada que se lleve por delante a las democracias.Rafael Correa
Un ensayo de autoritarismo
La humanización y criminalización del Coronavirus, asociándolo a hechos de terrorismo y crimen, es un fenómeno muy generalizado, hasta podría decirse que hegemónico en los discursos que se escuchan todos los días frente al televisor, y que hasta se lo puede asociar a una ideología concreta.
Por ejemplo, el presidente de la Comisión de la Verdad de Colombia, el padre Francisco de Roux, aseguró que la entidad lleva un año metida en "una pandemia singular de Colombia, que es nuestro conflicto armado, tan tapado por el silencio de nosotros y para la cual no hay vacuna posible", tomando como contraste entre la crisis que ha desatado el coronavirus (más de 200 muertos en Colombia) con el millón de personas asesinadas durante el conflicto con las Farc, más los 166.000 desaparecidos y los 190 miembros que dejaron las armas en el proceso la paz y han sido asesinados, a los que les debemos sumar todos los líderes sociales que vienen siendo aniquilados. Solamente los homicidios de defensores de derechos humanos suman más muertes que las del coronavirus en dicho país. Recordemos que en Colombia incluso se creó un grupo especial (generalmene policías) para recorrer las calles de Cali buscando infectados que violan las cuarentenas: los "Cazacovid".
Escenas de violencia ante el hambre en Venezuela. |
La falsa épica de la publicidad castrense de YPF sobre la Covid-19 y la constante repetición de comparaciones bélicas para describir la pandemia por parte de periodistas y de algunos profesionales de la salud no sólo no contribuye a la prevención sino que atenta contra ella y empieza a tener consecuencias sociales negativas.Daniel Cecchini
(...) No, no se trata de un discurso pronunciado por Jorge Rafael Videla ante tropas en posición de firmes, con el fusil enhiesto; tampoco de una arenga de Domingo Bussi ante un grupo de campesinos temerosos, rodeados por soldados en la inauguración de un pueblo cárcel en Tucumán durante la última dictadura.
No es uno de esos discursos, es el texto en off de la publicidad de YPF para la prevención de la infección por Coronavirus. No es, pero podría serlo: bastaría con reemplazar la expresión “virus maldito” por “subversión apátrida” y calzaría a la perfección. O ni siquiera eso, porque “la subversión”, se dijo infinidad de veces por aquellos años, era un “virus maldito” que enfermaba a la sociedad.
(...) “Guerra” y “enemigo invisible” son dos fórmulas repetidas hasta el cansancio por conductores histéricos y/o solemnes de programas periodísticos, por locutores sabelotodo y por panelistas vende humo en cuanto programa uno tiene la desgracia de ver.
¿Estamos viviendo, con esta reclusión forzada, un nuevo totalitarismo?Giorgio Agamben
En muchos aspectos se está formulando la hipótesis de que en realidad estamos viviendo el fin de un mundo, el de las democracias burguesas, basadas en los derechos, los parlamentos y la división de poderes, que está cediendo el paso a un nuevo despotismo que, en lo que respecta a la generalización de los controles y el cese de toda actividad política, será peor que los totalitarismos que hemos conocido hasta ahora. Los politólogos estadounidenses lo llaman Security State, es decir, un estado en el que «por razones de seguridad» (en este caso de «salud pública», término que hace pensar en los infames «comités de salud pública» durante el Terror) se puede imponer cualquier límite a las libertades individuales. En Italia, después de todo, estamos acostumbrados desde hace mucho tiempo a una legislación por decretos de emergencia por parte del poder ejecutivo, que de esta manera sustituye al poder legislativo y abole de hecho el principio de la división de poderes en el que se basa la democracia. Y el control que se ejerce a través de las cámaras de video y ahora, como se ha propuesto, a través de los teléfonos celulares, excede con creces cualquier forma de control ejercida bajo regímenes totalitarios como el fascismo o el nazismo.
En lo que respecta a los datos, además de los que se reunirán por medio de los teléfonos celulares, también habría que reflexionar sobre los que se difunden en las numerosas conferencias de prensa, a menudo incompletos o mal interpretados.
Quiénes desconocen esa variedad de condicionamientos suelen postular que China controló el virus con métodos totalitarios. Omiten que otros países asiáticos recurrieron a las mismas fórmulas para obtener resultados semejantes. Corea del Sur desplegó, por ejemplo, una supervisión digital de la población para detectar contagios, con modalidades más sofisticadas e invasivas que las ensayadas en China.Claudio Katz
El uso de las nuevas tecnologías vulnerando la privacidad de los individuos, incluyó al menos en estos casos un propósito sanitario. Esa motivación es más justificada que el simple espionaje practicado con el auxilio de Cambridge Analítica, para manipular elecciones (Trump) o inducir los resultados de un plebiscito (Brexit).
Maquinaria de guerra vs. Covid-19
¿Juegan los Derechos humanos un papel importante en este momento de crisis, en este interregno de profunda incertidumbre y desasosiego frente al futuro?, o podemos prescindir de ellos dada la evidencia de su continua vulneración? La OIT estima que 1500 millones de personas podrían quedarse sin trabajo por la pandemia, casi la mitad de los trabajadores de todo el mundo. Y en Sudáfrica ya estalló la guerra por la comida.
En este contexto de emergencia pública global atestiguamos diversos esfuerzos de Estados por dar respuestas con tecnologías sin cuestionar las razones estructurales de la crisis. Cuando se trata de dar soluciones orientadas a usos de tecnologías, las respuestas ofrecidas parecen esconder enormes sistemas de hipervigilancia digital, además de la maquinaria de guerra, cuando en realidad las soluciones tecnológicas deberían complementar sistemas de salud, de educación y de desarrollo científico.
Se escucha decir que estamos en guerra. Que el enemigo es un virus. Leo que el ejército montó un hospital en Campo de Mayo con toda la tecnología para derrotar al enemigo. Leo que, en no sé qué lugar del conurbano, los militares están haciendo trabajo social. Ha cambiado la imagen del enemigo, porque ahora el enemigo es un virus, algo invisible que está en todos lados, un Dios en pequeñito, y hasta puede estar dentro del otro, dentro de nosotros, entonces el otro y nosotros también somos el enemigo. Y cuanto más si sos pobre. No por algo el clima de guerra se expande por los suburbios de París: en Niza, en la región Provenza-Alpes-Costa Azul se decretó el toque de queda a partir de las 8 de la noche que se aplica exclusivamente... en los barrios populares.
El cuerpo humano se convirtió en un arma. Una peligrosa analogía ai la comparamos con la "guerra al terrorismo", que muchos gobiernos occidentales instalaron para propagar el miedo frente a un agresor omnipresente e indetectable. Buena idea para el control de las poblaciones, si es que caen en esa trampa de yutearse. Muchos ya son así, otros son nuevos embajadores de la represión social en tiempo del coronavirus.
Y muchas empresas y gobiernos van a aprovechar este momento para vulnerar nuestra privacidad...
¿Cómo puede ser que un país entero se haya derrumbado ética y políticamente ante una enfermedad sin darse cuenta? Las palabras que utilicé para formular esta pregunta fueron consideradas cuidadosamente una por una. La medida de la abdicación a los propios principios éticos y políticos es, de hecho, muy simple: se trata de una cuestión de cuál es el límite más allá del cual uno no está dispuesto a renunciar a ellos. Creo que el lector que se tome la molestia de considerar los siguientes puntos tendrá que estar de acuerdo en que —sin darse cuenta o pretender no darse cuenta— el umbral que separa a la humanidad de la barbarie ha sido cruzado.Giorgio Agamben - Una pregunta
Hoy, con la COVID-19, quiero destacar que no solo nos enfrentamos a una pandemia de salud, sino también a una catástrofe humanitaria global. Millones de civiles que viven en naciones heridas por los conflictos, incluyendo a muchas mujeres y niños, pueden estar a punto de morir de inanición, con el fantasma de la hambruna como una posibilidad muy real y peligrosa.David Beasley - Director del Programa Mundial de Alimentos (PMA) de la ONU
El miedo y la irracionalidad, unos virus milenarios (y muy convenientes)
Coinciden los especialistas en que el pánico es más contagioso que los virus. Destacan que ante situaciones inquietantes como la pandemia de coronavirus lo emocional se impone a lo racional, y funcionan los mismos mecanismos que en la Edad Media ante la peste y que Boccaccio relataba en "El Decamerón".
Ahora, todos estamos más preocupados por conseguir comida, proteger la salud y sobrevivir entre cuatro paredes que por la desmovilización masiva de las campañas políticas, las reivindicaciones laborales, las igualdades de géneros, la defensa de especies amenazadas o la limpieza de los mares. Poco nos interesa nuestra libertad si nuestra vida está en juego.
Es normal que ante una posible amenaza hacia nuestra salud, como está ocurriendo con el coronavirus, nos podamos sentir confusos y desarrollemos una respuesta de miedo. Sin embargo, lo que está ocurriendo en la actualidad es que este miedo está siendo llevado al extremo y estamos dejándonos llevar por todas las emociones negativas e irracionales que éste genera, lo cual nos impide pensar de una forma lógica. Si no les parece así, ¿cómo explican que en Europa estén atacando torres 5G por vincularlas con la pandemia?.
Las irracionalidades pandémicas son muchas. No son infrecuentes los casos de profesionales de la salud y empleados de tiendas de alimentación que sufren presiones por parte de sus vecinos, quienes mediante carteles anónimos les "invitan" a abandonar sus viviendas por temor al contagio. Solidarios en la terraza, pero crueles en la escalera. Típica postal del individualismo más psicótico... Una comunidad mexicana amenazó con destruir un hospital de la zona si se atrevía a recibir un enfermo de coronavirus. En otro hospital, los parientes de un enfermo fallecido a quienes se les impedía ver el cadáver por razones sanitarias, forzaron su entrada y golpearon de fea manera al personal médico.
Las megaiglesias evangélicas brasileñas siguen dando misa para 10.000 personas diciendo que el mejor antídoto del virus es la fe.
Siguiendo con actitudes paranóicas, también la casta gobernante cae demanera continua en esta actitud irracional. Todos sabemos que el bestia de Donald Trump sugiere inyectarles desinfectante a los enfermos. ¿Me explican cómo es que los EEUU algún día llegaron a ser la primera potencia mundial?.
Desde el comienzo, la irracionalidad estuvo en los gobiernos occidentales observaron con satisfacción y malicia el debut de la pandemia. Esperaban su exclusiva localización en China y el consiguiente debilitamiento del rival asiático. Aunque ese escenario se ha invertido, las campañas contra el "virus chino" persisten con alocados argumentos. Se afirma incluso que el coronavirus fue creado adrede para afectar a Estados Unidos y Trump sugiere una complicidad directa de la OMS con esa operación. Si vamos Brasil nazi de Bolsonaro (otra irracionalidad de por sí), parece que en sus alocadas cabezas el Covid-19 despierta nuevamente la pesadilla comunista (?).
Siguiendo este derrotero de irracionalidades, no deja de sorprender que los medios de comunicación difundan durante todos estos meses cifras sin ningún criterio de cientificidad, no sólo sin relacionarlas con la mortalidad anual del mismo período, sino incluso sin especificar la causa de la muerte.
21.000 muertes para Covid-19 parecen y son ciertamente una cifra impresionante. Pero si se comparan con los datos estadísticos anuales, las cosas, como es correcto, adquieren un aspecto diferente. El presidente del ISTAT (Instituto Nacional de Estadística de Italia), el doctor Gian Carlo Blangiardo, anunció hace unas semanas las cifras de mortalidad del año pasado: 647.000 muertes (1.772 muertes por día). Si analizamos las causas en detalle, vemos que los últimos datos disponibles para 2017 registran 230.000 muertes por enfermedades cardiovasculares, 180.000 muertes por cáncer, al menos 53.000 muertes por enfermedades respiratorias. Pero hay un punto que es particularmente importante y que nos concierne de cerca.Giorgio Agamben
¿Cuál?
Cito las palabras del doctor Blangiardo: "En marzo de 2019 hubo 15.189 muertes por enfermedades respiratorias y el año anterior hubo 16.220. Por cierto, son más que el número correspondiente de muertes para Covid (12.352) declaradas en marzo de 2020". Pero si esto es cierto y no tenemos motivos para dudarlo, sin querer minimizar la importancia de la epidemia debemos preguntarnos si ella puede justificar medidas de limitación de la libertad que nunca se han tomado en la historia de nuestro país, ni siquiera durante las dos guerras mundiales. Existe una duda legítima de que al propagar el pánico y aislar a la gente en sus casas, la población se ha visto obligada a asumir las gravísimas responsabilidades de los gobiernos que primero desmantelaron el servicio sanitario nacional y luego, en Lombardía, cometieron una serie de errores no menos graves al enfrentar la epidemia.
Los sociólogos Tülay Umay y Jean-Claude Paye llamaron hace unos años «efecto de estupefacción» al efecto que consiguen las autoridades y los medios de comunicación –particularmente, los de información 24 horas al día– en casos como el Mohamed Merah: el público no sabe lo que ha visto. Los detalles se acumulan y, en algunos casos, se contradicen, la percepción queda más pasmada que sorprendida, no es tanto que el poder dé un mensaje, ya que el conjunto no parece tener sentido, como que sigue imponiendo hechos consumados mientras damos por ininteligible ese no-mensaje.Mr. Brown
No sería justificado limitar el acceso a la información y la libertad de expresión para proteger el interés de la salud pública o la seguridad nacional (Reporteros Sin Fronteras ya ha presentado una denuncia ante la ONU referida a las violaciones de la libertad de prensa). En crisis sanitaria, se debe garantizar acceso a la información pública a toda la población. Muchos estados han decretado estados de emergencia y distintas medidas que apuntan a restringir libertades fundamentales como a la reunión, la circulación, la protesta y las posibilidades de traslado.
Lo cierto es que, en momentos de coronavirus, donde el futuro es incierto, y donde los regímenes políticos pueden verse tentados a abusar de los poderes excepcionales que los mismos ordenamientos jurídicos les permiten para desconocer los derechos humanos, debemos estar más alerta. En tiempos de anormalidad se suelen utilizar las circunstancias para recortar y reducir los derechos humanos. Y en estos casos, siempre se podrá acudir a los mismos para legitimar las demandas por su cumplimiento por parte de los Estados y el para-estado de las grandes compañías, bancos y monopolios, en momentos donde el sistema muestra sus grietas y se evidencia la vulnerabilidad de los menos favorecidos.
Protocolo de masturbación
Así como las relaciones sexuales sufrieron un cambio fuerte a partir del Sida, se puede dar casi por seguro que la presencia del Virus ha de imponer nuevas pautas marcadas por el distanciamiento personal.
Con la mayor parte de población "prescindible" encerrada en sus casas, amenazada de muerte y confeccionado material de protección casero, inducida a abandonar a sus mayores, con el ejército y las fuerzas del orden en la calle, únicas legitimadas para ejercer represión y violencia, y con una gran mayoría de los medios de comunicación expandiendo intoxicación, cifras adulteradas y miedo, toda conjetura de lo que puede pasar es arriesgada.
Cada noche, desde entonces, los barrios populares de esos suburbios de Francia son el escenario de enfrentamientos entre los jóvenes y la policía, tanto más enardecidos cuanto que los videos filmados por los vecinos muestran sin la más mínima ambigüedad la violencia de que es capaz la policía. Este incidente no es una excepción: los suburbios de Lyon, Estrasburgo, Niza Toulouse (regiones del centro, norte y sur de Francia) viven desde el confinamiento episodios similares. Pobreza, racismo, exclusión social y represión policial han sido y son parte de esa mezcla desproporcionada entre país rico y país desigual.Eduardo Febbro
La policía -y a veces el ejército- se transformó en la principal presencia del Estado en los sectores populares. La tendencia a que las crecientes medidas de excepción se vayan transformando en doctrina oficial es algo sumamente, sobre todo en aquellos países con gobiernos neoliberales.
El modelo de Estado omnipresente no cesa de incursionar sobre la vida íntima de los ciudadanos, ahora el Ministerio de Salud emitió un protocolo para normalizar la forma en que los argentinos practicamos el sexo y la masturbación durante el confinamiento obligatorio.
Quizás ese protocolo de masturbación tenga que ver con el banco que le dió a sus trabajadores corpiños en lugar de barbijos.
Y resulta curioso que hasta quienes están obligados a controlarnos (rattis, gorras, policías, buchones o como quieras llamarles) también pueden resultar espiados. Por ejemplo, en la capital argentina, el jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta intentó espiar a efectivos de la Policía de la Ciudad para controlar su labor. Otro caso de cazador cazado, en un momento de discusión en torno a las fuerzas de seguridad, en el marco del aislamiento preventivo, sobretodo en torno al ciberpatrullaje.
Vemos como el Estado se mete con nuestro estilo de vida, con nuestras costumbres, y hasta se nos mete en la cama y cambia nuestra intimidad. La corona-crisis ha puesto de relieve, además, la extraordinaria gravitación del mundo digital, ya que este tejido mantiene conectados (y masturbándose) a millones de individuos en medio de la parálisis laboral.
Por primera vez en la historia, más de 1000 millones de persona están confinadas y al mismo tiempo comunicadas.
La realidad es que el cuerpo, los trazos del cuerpo en el espacio-tiempo social siempre han sido el obsesivo destino de todas las relaciones de poder, y hoy lo es de manera absoluta. Decía Valery, en uno de sus diálogos, que lo más profundo de las personas es la piel, y no se equivocaba. En la piel del cuerpo están grabados los códigos de la sociedad, y por eso lo que más se extraña en el encierro es el encuentro de cuerpos, la acción de los cuerpos cercanos, el lenguaje de los cuerpos que nos hablan y nos educan sin tomar conciencia de ello.Álvaro García Linera - Fragmento de la Conferencia Inaugural del ciclo académico de las carreras de Sociología y Antropología del Instituto de Altos Estudios Sociales de la Universidad Nacional de San Martin, Argentina. 30 de marzo de 2020.
Así, pues, pareciera que también estamos enterrando en la angustia del encierro la cara tecnicista de la utopía liberal del individualismo autosuficiente que pretendía sustituir la realidad social por la realidad virtual. Es que los cuerpos, sus interacciones, son y seguirán siendo imprescindibles para la creación de sociedad y de humanidad. Ahora sabemos que los empleos virtuales, el “teletrabajo”, importantes y en aumento, no son el modo predominante de la generación de riqueza de las naciones; que la fuerza de trabajo es siempre es una composición de esfuerzo físico y mental; que las sociedades nacionales se paralizan si no hay actividad humana corporal interactuando con otras corporeidades. Es como si la piel y el cuerpo fueran fuerzas productivas de la sociedad en general y de las formas de comunidad en particular, comenzando por la familiar, nacional y mundial.
La gestión que se viene haciendo desde los gobiernos sobre la actual conmoción por el coronavirus, parece un ensayo general para la gestión de más crisis de nivel planetario/vírico/imparable que habrá de venir. Se ensaya cómo parar el mundo en pocas semanas, comprobar cuánto se puede hacer antes de su colapso, e instalar nuevas y profundas herramientas de poder y su ejercicio.
Para el poder real de los hijos de puta, el reto no es tanto solo parar el virus, sino probar cómo parar el mundo en un espacio de pocas semanas e instalar nuevas y profundas herramientas de poder y su ejercicio. Si no se logra reaccionar colectivamente e insertar una nueva idea de normalidad sobre la responsabilidad compartida de cuidarnos entre la ciudadanía y el Estado, quizá debamos vivir muchos encierros como éste. Con muchas masturbaciones. Ingresamos a la era de Manuela.
Tu policía está en vos
El coronavirus es la coartada perfecta para manipular una sociedad de tarados, creada a imagen y semejanza de sus impulsores: los grandes monopolios internacionales.
Con el aislamiento social, las plataformas que recolectan datos personales y los venden en el mercado avanzan para convertirse no solo en grandes intermediarios del entretenimiento sino también de la educación, lo que no puede aceptarse como algo nagtural y mucho menos como solución excepcional.
Mientras tanto, en Francia Macron declara “Estamos en guerra” y en España se declara el estado de alarma nacional, se saca al ejercito a las calles y La Secretaría de Estado de Digitalización e Inteligencia Artificial desarrolla una aplicación que permita geolocalizar mediante teléfono móvil a todos y cada uno de las y los ciudadanos del país, para verificar donde se encuentran y si están donde declaran estar. En Italia la app que se está desarrollando busca detectar los casos de contagio y con qué personas se han estado encontrando o reuniendo las y los italianos, a fin de aislarlos lo más rápido posible.Katu Arkonada
Pero es en China donde el uso de tecnología y control social se ha perfeccionado mediante la aplicación Suishenban, una especie de semáforo que después de otorgarle todos los permisos para tu geolocalización y control, te ofrece luz verde, amarilla o roja, en función de los lugares que hayas visitado y la gente de la que hayas estado cerca. El código QR que proporciona es ya un pasaporte para entrar a edificios gubernamentales, hospitales, e incluso negocios privados. Suishenban utiliza Big Data y tiene acceso a las bases de datos de la Policía, la Comisión de Sanidad, operadores de telefonía e internet, y aerolíneas. Eso, combinado con el control de la temperatura corporal de la gente en las calles, ha conseguido frenar la pandemia en el territorio de la República Popular China. Si a todo ello le sumamos el sistema de crédito social del gobierno chino, junto a otros como el Zhima Credit de Alibaba, en el que un algoritmo te da una puntuación más alto o menos alta según tu buen comportamiento, puntuación que te permite acceder a diferentes servicios, 1984 de Orwell se queda corto, aunque el episodio Nosedive de Black Mirror se aproxima bastante.
El coronavirus es una bisagra que abre puertas, y potencia a herramientas que ya estaban como el trabajo remoto o las billeteras digitales. Ahora, tu smartTV te observa. Pero también tu teléfono, tu coche, tu robot de limpieza, tu asistente de Google.
Google ya venía espiando a los usuarios de Android, aunque desactivaran el GPS y la geolocalización de sus móviles. No hace mucho se anunció un acuerdo entre Google y Apple para elaborar una aplicación informática con el pretexto de controlar la expansión del coronavirus: "Google y Apple anuncian un esfuerzo conjunto para permitir el uso de la tecnología bluetooth para ayudar a los gobiernos y agencias de salud a reducir la propagación del virus. En Apple y Google estamos seguros de que nunca ha habido una razón más importante para trabajar juntos que la de resolver uno de los problemas más acuciantes del mundo".
Ambos oligopolios crearán la plataforma de rastreo de contactos más amplia que se tenga noticia, que permitirá que más gente sea visualizado en el nuevo panóptico, la máquina que lo vigila todo. Dicha aplicación hará un seguimiento exhaustivo de los desplazamientos de 2000 millones de personas en todo el mundo, de los lugares que frecuentan y de las personas con las que se reúne
Los móviles equipados con el iOS de Apple o el Android de Google podrán intercambiar información a través de bluetooth para rastrear contactos que mantengan las personas entre sí, a fin de alertar a otros para que no se acerquen a ellos, los apestados. Los usuarios de dispositivos iOS y Android podrán compartir el contenido de las aplicaciones oficiales de la burocracia sanitaria, que pueden descargarse de las tiendas en línea de ambos monopolios.
El proyecto disciplinario pone en juego el biopoder médico y político que eventualmente reemplaza al poder soberano. Este modelo de separación social y exclusión es un despliegue biopolítico que muestra la tendencia creciente a utilizar el estado de excepción como modelo a seguir.
Más allá de que la cuarentena y todas las medidas preventivas sean la mejor manera de paliar esta crisis que estamos viviendo, lo peligroso y grave es que las razones de salud y seguridad pública excusan una verdadera militarización no solo de municipios, regiones y países, sino de lo que llevás en tu bolsillo.
Una opción al caos
El Covid-19 es la puntilla a la globalización, y por eso, si se trata de salvar al capitalismo –con su enorme capacidad para producir riqueza privada con recursos públicos– debemos aceptar los sacrificios humanos. Sacrificios en el altar del Dios Mercado.
En este marco tiene sentido todavía preguntarse sobre la libertad. Libres para aplaudir en los balcones al personal sanitario, al cual lo ningunearon y desmitificaron con políticas económicas y sociales de corte regresivo, cerrando plantas enteras de los hospitales públicos. Frente a esta realidad ¿de qué actividad libre puede hablarse si esta restringida por la necesidad?
Al mismo tiempo, cientos de miles de personas han redescubierto de forma espontánea la imprescindibilidad para la vida humana del apoyo mutuo, la solidaridad desinteresada. Desde las redes de apoyo que se han creado hasta los cientos de miles de voluntarios, profesionales de la salud y docentes que ponen el cuerpo para eludir las carencias del sistema (de salud pública, de alimentación, etc.), desde las innumerables iniciativas open source y peer to peer para producir respiradores y barbijos, hasta la cooperación entre centros de investigación científica de todo el planeta. El apoyo mutuo compensa las carencias muy graves del sistema de salud público debido a los recortes de la última década, cuestiona la habitual rivalidad y mercantilización de la investigación científica, llena de presencia las soledades, de palabras los silencios.
Las promesas que se hacen en plena crisis sobre las iniciativas de futuro para solventar las consecuencias actuales y futuras de la pandemia exigirán (para su concresión) de mucha movilización ciudadana, de una lucha organizada, de lo contrario, en todos los países, en todos los casos, los perdedores serán los mismos de siempre, igual que los ganadores, los hijos de puta del sistema financiero, que nunca ha perdido su poder, sino que por el contrario, se ha adueñado del relato ideológico y se ha apoderado de la economía mundial, de los estados y de sus gobernantes, abduciendo todas sus decisiones políticas. Todo ello para que, con otros ajustes y exigencias, pueda pervivir un sistema que se fundamenta en la depredación, la destrucción del planeta y el expolio de la humanidad a escala mundial.
Es cierto que las crisis nos dan la oportunidad de pensar en una sociedad alternativa, pero esto es solo un ejercicio del pensamiento. La construcción de esa sociedad alternativa no se dará por arte de magia, ni por discutidas leyes del determinismo histórico. La historia la escriben los pueblos, día a día, ladrillo a ladrillo.
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