Desde los poderes judiciales, mediáticos y políticos se trata a la venta ambulante como si fuese un delito. Vendedores y vendedoras responden con preguntas: ¿No es delito impedir el trabajo digno? ¿Dónde y en qué condiciones se hacen las costuras de Nike?¿Por qué se persigue la venta y no la producción? No siempre fue así. En una época donde vendedores y vendedoras se acercaban a los barrios para acercar los productos a la gente y a nadie se le pasaba por la cabeza considerar eso como un delito, Roberto Arlt contaba en sus aguafuertes porteñas sobre la Avenida Rivadavia y el barrio de Flores: "La vara de tierra cuesta cien pesos. Antes costaba cinco y se vivía más feliz". No dejar trabajar es delito. Criminalizar la venta ambulante en contextos donde cada vez son más los que pierden el laburo es deshumanizante.
por Revista Cítrica
No siempre fue así. Hubo un tiempo en donde la venta ambulante no fue prohibida ni perseguida. Hubo un tiempo donde a los vendedores ambulantes no les decían chorros ni vagos, sino vecinos. Hubo un tiempo en donde la venta ambulante era considerada lo que es: un trabajo digno. Pero pasaron cosas: pasaron los shoppings, pasaron las multinacionales, pasaron olas de despidos, pasó el trabajo esclavo, pasó la pobreza, pasó la avaricia, pasaron los jueces y fiscales cómplices, pasaron los gobiernos de Mauricio Macri y de Horacio Rodríguez Larreta en la Ciudad de Buenos Aires.
Y lo que pasa ahora es muy simple: el Gobierno no se anima (o tiene intereses para no hacerlo) a enfrentar al crimen. No está en contra del narcotráfico, está en contra de los dealers. No está en contra de la fabricación ilegal de indumentaria, está en contra de la venta ambulante. Si hay narcotráfico no importa, si hay talleres clandestinos tampoco. Lo importante es que no se vean, con eso alcanza. Y para eso la fiscal Celsa Ramírez juega a ser la justiciera: con la excusa de la ley de marcas Nº 22.362, una ley absolutamente anacrónica, detiene, manda a golpear por la policía y le arma causas a vendedores y vendedoras ambulantes generalmente extranjeros. Así por ejemplo ha sido capaz de imputar a 40 senegaleses por “conformar una red delictiva para vender ropa falsa”. Así pasa sus días la justiciera: persiguiendo y secuestrandole la mercadería a quienes necesitan venderla para poder llevarles el puchero a sus familias. ¿Quiénes son los ladrones?¿Quiénes venden los productos o quienes los producen? ¿Y si los que exigen la ley de marcas son los ladrones?¿Y si las empresas multinacionales tan coquetas y prolijas en los locales de los shoppings son las que junto a fiscales, jueces y poder político conforman la red delictiva?
Mujeres trabajando en una fábrica de Phnom Penh. © 2014 Human Rights Watch.
“La ley de marcas la impulsa Nike. Nosotras vendemos una imitación, la gente ya lo sabe. Los precios nunca son como para los originales, una babucha nike sale 600 o 700 pesos, una babucha imitación 200-250 pesos. La gente no puede pagar 700 pesos por una babucha, a la la gente no le dan los números para comprar en el shopping del Abasto”, explica Marga, vendedora ambulante de Once. En la actualidad todo el mundo sabe que las medias de Nike que se venden en la calle son imitaciones para poder acceder a un producto que es inaccesible para gran parte de la población. No hay engaño al consumidor. Por eso la ley de marcas es anacrónica. Y por eso este lunes al mediodía vendedores y vendedoras ambulantes dejaron un rato sus puestos y se dirigieron hacia el Abasto con sus carteles, sus reclamos y sus pedidos ya desesperados para visibilizar la situación: cortaron el tráfico en la esquina de Anchorena y Corrientes e ingresaron al shopping donde, en la puerta del local de Nike exigieron que dejen de perseguirlos bajo el pretexto de la Ley de Marcas y denunciaron que tanto Nike, como Adidas, Puma o Cheeky son responsables del trabajo no digno de los talleres clandestinos y responsables de no permitir el trabajo digno de la venta ambulante. Nicolás Caropresi, referente del MTE/CTEP trabaja contra la persecución policial, judicial y mediática hacia los vendedores ambulantes que vienen de “países de donde se han tenido que ir y buscan aquí un trabajo digno” y fue uno de los principales impulsores de la manifestación: “La empresa Nike, mientras esclaviza a los costureros y las costureras en la confección de sus prendas, incentiva a magistrados argentinos para que persigan a los vendedores ambulantes por distribuir imitaciones. Nike es el símbolo de las empresas que sacan todas sus ganancias del trabajo esclavo y son las mismas que premian y financian la persecución de los vendedores ambulantes en la ciudad y en todo el país. Persiguen a hombres y mujeres que se quedaron sin laburo y salen a la calle a tratar de vender imitaciones que permiten laburar a paraguayos, bolivianos, peruanos, senegaleses... No dejar trabajar es delito. La venta ambulante no es delito, criminalizar la venta ambulante en contextos donde cada vez son más los que pierden el laburo es deshumanizante”. Lo que no quieren vendedores y vendedoras ambulantes es precisamente no perder la humanidad. Todo el tiempo están al borde. “Soy madre de diez chicos, la mayoría argentinos. A veces me da ganas de tirar la toalla, antes cuando vendía en la calle llevaba plata para un puchero, pero ahora estamos en un predio por donde no pasa nadie, y no alcanza para nada”, dice Marga, que es migrante peruana y referente de las vendedoras de Once. “Estamos en un barrio donde no camina nadie, en el predio llueve, caen ratas, no hay baños, no es digno, ni agua hay: hay que hacer 50 metros con un balde en la mano. La gente pasa hambre y trabaja siete días a la semana, tenemos derecho a descansar un día. No es humano esto. No vendemos droga, no robamos, trabajamos dignamente, nos rompemos el lomo laburando”, cuenta Walter del predio de la calle La Rioja. “No tenemos la culpa, ellos son los responsables, nos cagan a palos como si fuesemos delincuentes y somos laburantes. Dicen que somos los chorros, los faloperos, los drogadictos como si acá no hubiese drogados chorros ni faloperos” dice “El Polaco” de La Matanza señalando al local de Nike del Abasto. “Por más que nos persigan y nos vayan a buscar hasta abajo de la cama el trabajo que hacemos es digno, somos los que defendemos a nuestra familia, la venta ambulante no es delito, es dignidad”, lanza El Polaco con los restos de humanidad que aún consigue mantener. Detrás de Alpha, migrante senegalés y vendedor ambulante de Constitución, la publicidad de Nike lo invita a expresarse: “Hacete escuchar. Solo hacelo”. Y Alpha acepta la invitación: “Queremos trabajar, queremos vivir dignamente, queremos laburar, queremos que no nos discriminen”. A la propuesta de Nike también la responden los carteles que vendedores ambulantes pegaron en la vidriera: “La venta ambulante no es delito”, “El trabajo no es delito”, “Unidad de los costureros y ambulantes”, “No a la superexplotación de los trabajadores” y la pregunta para Nike: “¿Dónde coses tus prendas?”. Una vendedora del predio de la calle Perón toma la palabra: “La venta ambulante nunca se va a acabar. Nos sacaron de Pueyrredón y encerraron sobre Perón y después dijeron que vendíamos marcas y drogas, ahora ya no entra gente, ya no vendemos nada, los compañeros ven policías y se trauman porque presuponen no sin razón que les van a quitar la mercadería, no podemos estar perseguidos todo el tiempo por la ley de marcas ¿Qué quieren? ¿Que salgamos a robar con un fierro? Lo que hacemos no es indigno”. Vendores y vendedoras aprovechan la presencia de la prensa para hacer preguntas: “Las medias que vendo vienen en containers que salen 10 palos verdes y en un principio el loguito venía cocido, no estampado, eso lo hacen ellos. Ellos hacen y hacen y no las facturan, si se venden en la calle no las facturan.¿No será que ellos mismos las fabrican para ganar guita en negro?”, pregunta Marcelo que vende medias en los colectivos y denuncia que las empresas apretan a los choferes para no dejarlo subir. “¿Por qué no se pueden vender medias en la calle y sí se puede vender plata?”, pregunta Walter y también se anima a responder: “Es que está todo hecho para el rico. El que compra dólares en la calle es turista o de buen pasar. Acá está todo hecho para el rico”. “¿Por qué nos secuestran la mercadería y a nadie le importa que perdemos dos lucas cuando nos hacen eso? ¿Por qué todo el tiempo les arman causas a los compañeros senegaleses? ¿El Gobierno quiere que trabajemos o qué quiere?¿Por qué la policía nos persigue?¿Por qué persiguen especialmente a las personas extranjeras?” “La policía persigue la venta ambulante. Incluso cuando un vendedor o una vendedora tiene ropa de marca también le prohíben venderla. O sea que la ley de marcas es una excusa”, resume Marga. “La policía nos cuestiona por la ley de marcas cuando deberían perseguir a quienes confeccionan las imitaciones y se llenan los bolsillos, no a quienes la venden y ganan una miseria que ya ni les alcanza para llevar el pan a sus casas. Nike hace cuentas de que este año va a ganar más millones que el anterior y produce los productos en fábricas clandestinas y paga una miseria a las costureras. ¿Por qué no cuestionan ni investigan eso, y si a quienes trabajamos en forma tranquila y no jodemos a nadie?” No siempre fue así. En una época donde vendedores y vendedoras se acercaban a los barrios para acercar los productos a la gente y a nadie se le pasaba por la cabeza considerar eso como un delito, Roberto Arlt contaba en sus aguafuertes porteñas sobre la Avenida Rivadavia y el barrio de Flores: “La vara de tierra cuesta cien pesos. Antes costaba cinco y se vivía más feliz”. Si se prohíbe la venta ambulante, podremos escribir “ahora la babucha cuesta 1000 pesos, antes costaba 200 y se vivía más feliz”. Y concluía Arlt aquella aguafuerte titulada Molinos de viento en Flores: “Pero nos queda el orgullo de haber progresado, eso sí, pero la felicidad no existe. Se la llevó el diablo”. Solo habrá que reemplazar la palabra felicidad por humanidad para adaptar a Arlt a los tiempos que corren, aún más desiguales e injustos que los que le tocó vivir.
por Revista Cítrica
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