El mundo en que creció el compositor y pianista italiano Busoni despreciaba el genio «matemático» de Bach, supuestamente austero, y prefería en su lugar la calidez de la ópera italiana de bel canto y las canciones populares.
Sin embargo, por razones desconocidas para el joven Ferruccio, su padre, que era clarinetista, quiso que su hijo estudiara únicamente la música de Bach.
Esta decisión determinó para siempre la vida de Busoni: en el curso de treinta años arregló y transcribió para piano muchas obras de Bach, entre ellas, hacia 1892, una pieza para violín solo, conocida como «chacona de Bach». Muchos compositores la tienen por la unidad básica, el punto de referencia definitivo.
Como dijo Brahms en cierta ocasión, «En un pentagrama y para un instrumento pequeño, Bach pone todo un mundo de ideas profundísimas y grandes sentimientos. Si yo hubiera podido crear, incluso concebir la obra, estoy totalmente convencido de que la excitación y la sísmica experiencia me desquiciarían por completo».
Busoni hacía mucho más que transcribir «todo un mundo». Lo que hacía era concebirlo de nuevo con su propia imaginación majestuosa y atrevida; honrando y respetando el original bachiano, pero extrayéndole ideas nuevas, nuevos argumentos, nuevas preguntas y, finalmente, nuevas consolaciones. Pasmoso.
Clemency Burton-Hill
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