La Doctrina Bullrich en el crimen de tres niños y un joven: la masacre de San Miguel del Monte revela el carácter sistémico de la represión estatal de la Policía Bonaerense, que bajo la gestión de Corporación Cambiemos presenta el 51 por ciento de los casos de muerte en por violencia policial en todo el país. Todo lo que dijo la policía es falso, dice la abogada María del Carmen Verdú. La Doctrina Bullrich que parte de los medios intentan justificar el accionar de los policías de la masacre; una conductora de TN (Sandra Borghi) hizo incapíe en el accionar de los jóvenes asesinados por las fuerzas de seguridad que en el manejo excesivo de la Policía: "¿Qué estaban haciendo? ¿Fumando porro? ¿Haciendo lío?", lanzó. Las redes no la perdonaron.
La patrulla de la muerte. Los perros rabiosos siguen en la calle. Prepean. Huelen enemigos. En los pibes con gorrita, en los luchadores sociales, en las chicas y chicos que van cantando a bordo de un Fiat 147 en un pueblo de algo más de 20.000 habitantes. Disparan. Persiguen. Empujan al fuego de la inmolación.
El acta de procedimiento es falsa porque está probado que no hubo situación de fuga; las cámaras de seguridad muestran a un policía medio cuerpo afuera del auto disparando, y luego del choque hicieron un acta donde consignan que había sido un "accidente de tránsito". Los datos para comprender un problema sistémico que no fue ni un error ni un exceso, sino una rutina de fuego de los robocops estatales, como vehículos obedientes de las rutinas sociales asignadas, pero que dejan al desnudo al poder político en sus prácticas más ancestrales. Que se remontan a la misma creación de las estructuras securitarias.
Con un poder político que incita, que bendice, que abona y protege. Y que suelta a perros rabiosos a las calles que, como en Monte, se devoraron definitivamente las vidas de un grupo de chicas y chicos. Para entronizar el dolor. Para espejar las llamas del martirio que no cesa.
Esta vez, en San Miguel del Monte, la mentira para encubrir un nuevo caso de gatillo fácil tuvo patas cortas. La supuesta "linterna" que, según los policías, había sido direccionada hacia el Fiat 147 Spazio durante la persecución mortal del lunes a la madrugada, era un arma reglamentaria de la Bonaerense que hirió a uno de los cuatro jóvenes que murieron al estrellarse el auto contra un camión estacionado.
Una masacre que cayó como un meteorito y estalló en los rostros mismos de la sociedad de un pequeño pueblo asentado a la vera de la ruta 3 y de una laguna. Uno de esos lugares donde cada quien se conoce porque apenas supera los 20.000 habitantes.
"A mi primo y sus tres amigues los mató la Policía" dice Mauricio Sansone, primo de Danilo Sansone, el joven de 13 años asesinado en la masacre de Monte.
Compartimos texto publicado por Mauricio Sansone en su Facebook:
Desde los tiempos de la maldita policía hubo infinitas historias individuales y colectivas que dejaron expuesta a la secta del gatillo alegre pero también logia de los dedos en la lata. Pero pocas han estallado en la cara misma del poder político y su brazo policial como la que generó una masacre de la infancia en San Miguel del Monte. Y que vuelven a depositar los ojos –con toda la desconfianza imprescindible y la certeza acuciante- sobre las prácticas represivas. Aquellas destinadas a frenar luchas y rebeldías sociales pero también –como ocurrió en Monte- en una movida de dominó nacida en la violencia como "emergente de la promoción estatal". Tal como definió la Comisión por la Memoria.
Esa maldita policía expuesta y denostada de los tiempos de Duhalde sigue en pie: a veces con más furor mediático; otras, más opacada por la pertenencia social de las víctimas. Hace rato ya que las fuerzas de seguridad vienen siendo la única salida laboral posible para muchos pibes de los márgenes, y la única solución para contener al resto de los pibes sin futuro que no tienen alma de ratti. Pibes sin futuro que no encuentran un camino directo al trabajo seguro, con obra social y beneficios previsionales. El pibe ratti sí, pero a costa de reprimir a sus pares con un arma en la mano.
La patrulla de la muerte. Los perros rabiosos siguen en la calle. Prepean. Huelen enemigos. En los pibes con gorrita, en los luchadores sociales, en las chicas y chicos que van cantando a bordo de un Fiat 147 en un pueblo de algo más de 20.000 habitantes. Disparan. Persiguen. Empujan al fuego de la inmolación.
El acta de procedimiento es falsa porque está probado que no hubo situación de fuga; las cámaras de seguridad muestran a un policía medio cuerpo afuera del auto disparando, y luego del choque hicieron un acta donde consignan que había sido un "accidente de tránsito". Los datos para comprender un problema sistémico que no fue ni un error ni un exceso, sino una rutina de fuego de los robocops estatales, como vehículos obedientes de las rutinas sociales asignadas, pero que dejan al desnudo al poder político en sus prácticas más ancestrales. Que se remontan a la misma creación de las estructuras securitarias.
Con un poder político que incita, que bendice, que abona y protege. Y que suelta a perros rabiosos a las calles que, como en Monte, se devoraron definitivamente las vidas de un grupo de chicas y chicos. Para entronizar el dolor. Para espejar las llamas del martirio que no cesa.
Esta vez, en San Miguel del Monte, la mentira para encubrir un nuevo caso de gatillo fácil tuvo patas cortas. La supuesta "linterna" que, según los policías, había sido direccionada hacia el Fiat 147 Spazio durante la persecución mortal del lunes a la madrugada, era un arma reglamentaria de la Bonaerense que hirió a uno de los cuatro jóvenes que murieron al estrellarse el auto contra un camión estacionado.
Una masacre que cayó como un meteorito y estalló en los rostros mismos de la sociedad de un pequeño pueblo asentado a la vera de la ruta 3 y de una laguna. Uno de esos lugares donde cada quien se conoce porque apenas supera los 20.000 habitantes.
"A mi primo y sus tres amigues los mató la Policía" dice Mauricio Sansone, primo de Danilo Sansone, el joven de 13 años asesinado en la masacre de Monte.
Compartimos texto publicado por Mauricio Sansone en su Facebook:
«¿Qué estás pensando, Mauri?», pregunta Facebook, mientras miro las fotos de les cuatro pibes asesinados por la Policía el día lunes a la madrugada. Y sí, digo asesinados porque fueron perseguidos a tiros por la Policía. Ellxs iban en un auto. Cuatro amigues de 13 años que previamente se juntaron a rapear en la plaza, y después daban una vuelta por la laguna del pueblo. ¿Qué peligro no?Mauricio Sansone
Cuatro pibxs de les cuales uno es mi primo, Danilo. Entre tanto, vuelvo a ver la pregunta de Facebook, y me acuerdo de vos Dani, del rap, y del: «Mauri escuchá este. Dale Mauri, dale, hacenos reír». Para él y sus hermanxs, yo soy “puflito”, una especie de payaso sin nariz, que bautizaron de esa manera en una ronda de nombres, en algún encuentro familiar.
Pienso que a mi primo Danilo y a sus tres amigues los mató la Policía. O ella provocó su muerte, como más te guste, a tiros, corriéndolos como ratas, como si fueran un cura violador, un político ladrón, o un empresario mercenario… Ah no, cierto que a ellxs no se los toca, ni los corren, a ellxs los protegen. ¿Y por qué será? Porque son los dueños del terror, los que tienen el poder y la Policía es parte de él. Ah no, ya sé... Es porque el rap es revolucionario y tener 13 años es un delito, o pasear con amigues está prohibido, por eso es. Ah, y no hay consuelo ni para las madres, ni para los padres, ni hermanes, ni amigues.
Y eso no lo pienso, eso lo siento y lo veo. Pero no, vamos che, no nos vamos a volver a comer un cuento. ¿Otra que la vamos a dejar pasar? Se les fue la mano, las balas. Como se fue Camila, Johana, y las pibas que día a día no vuelven a su casa, como mataron a Santiago, a Rafael Nahuel, a Julio López.
Pasaron 48 horas del crimen organizado. Sí, crimen organizado, más conocido como gatillo fácil. Accionar de manual de la Policía. Hay material para tirar para arriba, contra la palabra del comisario y la intendenta, que dijeron que no hubo persecución, que no hubo tiros, y no se qué más.
Acá, de este otro lado, además del inmenso dolor y las infinitas ansias de justicia, hay fotos, videos, vainas de tiros, testigos, marchas, represión, balas de goma, corazones destrozados pero encendidos. Voces que aturden. Aturden porque nacen de las entrañas. Ver a lxs amigxs de lxs pibxs que mataron, con 13, 14 años, al grito de justicia, y de: «Nos mataron a los chicos guacho. Vamos a romper todo». ¿Y qué le vas a decir? «No, calma, creé en la justicia».
¡Ja! Soy abogado, y me rió después de llorar de la justicia que estudié y veo todos los días. Pero bueno, la esperanza reside en algún rincón del corazón diciéndote, para seguir, «todo va a estar bien, en algún momento los que vamos a ganar somos nosotrxs». Y en otro rincón, la justicia está en tus manos.
Se cortó la Ruta Nacional N° 3. Se organizó el pueblo. Les dio miedo y terminaron reprimiendo al seguir los reclamos en la Comisaría. A la cara apuntaron. Con balas de goma tiraron. Zafaron ojos, pero no la nariz, ni el cuerpo de les pibes que encabezaban el reclamo. Tampoco zafaron las lágrimas, la bronca, los gritos y la manifestación.
Respetar el dolor de les familiares, es sin dudas, el principio de la charla. Pero hay algo que subyace a la calma que prima el proceso judicial y los medios legales de resolución de los conflictos. Y eso que subyace, que se siente, que se respira en el aire, que batalla cualquier argumento de pacificidad, es la ausencia de les pibes que mataron.
El accionar primero de la Policía asesina fue sin razón, sin proceso de conciliación previa, sin nada sobre qué hablar, no hubo tiempo, ni medio de resolución. ¿Entonces qué? Hay que esperar. Sí, no, sí, no. Salieron a cazar y cazaron. Ojo por ojo y el mundo quedará ciego, me dijo una vez una docente de Literatura. Pero... ¿Ya no estamos ciegos? ¿Cuánto hace que venían verdugueando a los pibes, que los corrían, los violentaban? ¿Cuánto hace que la Policía acciona así? ¿Hasta dónde había que llegar, hasta pedirte los papeles de la bici, para verduguearte, después de trabajar, volviendo caminando porque está pinchada, como me contó un compañero hoy?
No, vamos che. ¿Nos vamos a comer el cuento otra vez? Dale. Saltó la ficha, y ahora no hay quién pare esta rueda. En otros tiempos estarían las cabezas de los responsables en la plaza, en otros tiempos. Hoy, siglo XXI, hay que esperar. Alguna cabeza ya corrió. La del comisario. La intendenta abrió el paraguas. Viajó a La Plata, habló con Ritondo. Y del chubasco, empiezan los resfriados. Pero también pidió apoyo, porque de este lado tienen 14 años, están enojados y no tienen miedo. Y aparecieron en el pueblo, cuánta fuerza de seguridad exista, y como leí por ahí, decía: «¿che, la Policía que trajeron es para cuidarnos a nosotros, o la Policía nos va a cuidar de la Policía?».
La moneda está en el aire, ahora.
Por favor, despidamos a lxs nuestrxs.
Desde los tiempos de la maldita policía hubo infinitas historias individuales y colectivas que dejaron expuesta a la secta del gatillo alegre pero también logia de los dedos en la lata. Pero pocas han estallado en la cara misma del poder político y su brazo policial como la que generó una masacre de la infancia en San Miguel del Monte. Y que vuelven a depositar los ojos –con toda la desconfianza imprescindible y la certeza acuciante- sobre las prácticas represivas. Aquellas destinadas a frenar luchas y rebeldías sociales pero también –como ocurrió en Monte- en una movida de dominó nacida en la violencia como "emergente de la promoción estatal". Tal como definió la Comisión por la Memoria.
Esa maldita policía expuesta y denostada de los tiempos de Duhalde sigue en pie: a veces con más furor mediático; otras, más opacada por la pertenencia social de las víctimas. Hace rato ya que las fuerzas de seguridad vienen siendo la única salida laboral posible para muchos pibes de los márgenes, y la única solución para contener al resto de los pibes sin futuro que no tienen alma de ratti. Pibes sin futuro que no encuentran un camino directo al trabajo seguro, con obra social y beneficios previsionales. El pibe ratti sí, pero a costa de reprimir a sus pares con un arma en la mano.
Sobre los chicos muertos en San Miguel del Monte tras los disparos de la policía, Sandra Borghi dice: "Evidentemente dispararon al aire". No, un chico tenía un tiro en el gluteo. "Qué estaban haciendo? Fumando porro? Haciendo lío?", pregunta. No se puede ser tan miserable. pic.twitter.com/b9V4F091S5— Gino Viglianco (@GinoViglianco) 23 de mayo de 2019
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