Los despidos en el multimedios más grande del país (Clarín) reflejan el ideal del capitalismo cambiemita: un modelo de negocios cuyo éxito no depende del bienestar de la población, en el que expansión comercial y calidad del producto corren por carriles opuestos. Clarín es, junto al gobierno nacional, el mayor expulsor de trabajadores de una industria asolada por el cierre de empresas, despidos en masa y una secuela precarizaciones que funcionan disciplinando al mercado, a pesar de haberse beneficiado con una extraordinaria intervención estatal durante la presidencia de Macri, cuya muestra cabal fue el incentivo a la fusión entre Cablevisión y Telecom entre 2017 y 2018. El multimedios dirigido por Héctor Magnetto alcanza hoy el momento de mayor poderío de su historia. Quizás estos medios no necesiten de periodistas, si sus notas las aporta el equipo de marketing hasta los mismos detalles de fondo y forma. Anoche se pudo en televisión ver este operativo con Luis Majul y reaparición dominguera del mercenario Jorge Lanata. Hablemos del diseño de comunicación oficial.
El toque de atención no pudo ser más sincronizado y a la vez agresivo: en la misma semana que los viejos generales de Clarín anunciaban una nueva reestructuración del diario y prometían, otra vez, que la calidad del producto mejoraría, en la redacción del barrio de Constitución unos 60 periodistas eran despedidos. A los que se suma un contingente aún más grande de retiros voluntarios promovidos en los últimos tres años por la compañía.
La crisis sectorial invocada como explicación para este nuevo ajuste ha sido uno de los ejes con los que el proyecto MOM (Media Ownership Monitor) de Reporteros Sin Fronteras y Tiempo Argentino retrata el presente agónico de los medios de comunicación en la Argentina. Como en olas de ajustes anteriores y a pesar de la constante política antisindical de la conducción del grupo, la redacción de Clarín se organizó para resistir y está dando una lección de solidaridad. Contrasta con la indolencia de un gobierno que se exime de intervenir ante cada foco de la epidemia de cierres en todas las ramas productivas potenciada por su fracaso en política económica.
El toque de atención no pudo ser más sincronizado y a la vez agresivo: en la misma semana que los viejos generales de Clarín anunciaban una nueva reestructuración del diario y prometían, otra vez, que la calidad del producto mejoraría, en la redacción del barrio de Constitución unos 60 periodistas eran despedidos. A los que se suma un contingente aún más grande de retiros voluntarios promovidos en los últimos tres años por la compañía.
La crisis sectorial invocada como explicación para este nuevo ajuste ha sido uno de los ejes con los que el proyecto MOM (Media Ownership Monitor) de Reporteros Sin Fronteras y Tiempo Argentino retrata el presente agónico de los medios de comunicación en la Argentina. Como en olas de ajustes anteriores y a pesar de la constante política antisindical de la conducción del grupo, la redacción de Clarín se organizó para resistir y está dando una lección de solidaridad. Contrasta con la indolencia de un gobierno que se exime de intervenir ante cada foco de la epidemia de cierres en todas las ramas productivas potenciada por su fracaso en política económica.
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