Syd tuvo que dejar la banda en 1968, ni bien arrancaban, por sus excesos en el consumo de drogas, en especial el ácido lisérgico, una de las vedettes de la época psicodélica. Una tarde estaban los músicos en el estudio 3 de Abbey Road, de pronto Gilmour se puso a tocar reiteradas veces un riff en su acústica de 12 cuerdas, dicho riff sonaba como un mantra hasta que Waters logró aprenderlo. Se encerró en un estudio contiguo y sabía que a partir de allí iba a componer una canción, su intuición se lo confesó. Al rato volvió con la melodía vocal y la hermosísima letra que reflejaba la enorme nostalgia que lo abrumaba por aquellos días por la suerte de su amigo.
No tardaron mucho tiempo entre Roger y David en darle forma a la canción y armarle la estructura básica. Tenían entre manos la canción que los lleve a la gloria eterna, ya andaban por ahí gracias a hermosos álbumes que habían hecho, pero acá estaban pavimentando el camino al summun.
Gilmour tocó la introducción en una acústica de doce cuerdas, luego fue procesada para sonar como si estuviera siendo tocada por medio de una vieja radio a transistores. Al rato grabó en una toma extra el solo inolvidable de guitarra acústica en sonido real. Todo esto fue mezclado para dar la impresión de que el guitarrista está tocando en una sala, encima de la radio. Esta parte también contiene un chillido casi inaudible que cambia lentamente de tono, como si estuviera recibiendo interferencias de radio. Durante el primer solo, exactamente a los 26 segundos, se escucha una pequeña tos, seguida de una corta aspiración a los 31 segundos. Se dice por allí que durante la grabación el vicio de fumador del propio Gilmour le provocó todo eso durante el solo, también rumorean que renunció a este hábito cuando escuchó la tos durante la mezcla.
El riff se va repitiendo a través de la canción y se acorta cuando Gilmour toca varios solos con acompañamiento de la voz haciendo un scat, algo bien jazzero. En el final de la canción, el solo se cruza con sonidos de viento (reminiscencias de «Uno de estos días», del álbum Meddle, de 1971), para, finalmente, entrar rumbo a la segunda sección del tema “Brilla tu diamante loco». Todo memorable y para el bronce.
Pasan los años y sigo creyendo que es una de las más bellas canciones que escuché, todavía suena y logra emocionarme del mismo modo, viene viajando desde uno de mis mejores rincones. Qué banda enorme Pink Floyd, esa verdadera máquina de sueños descomunales. Siempre tuve la compañía de todos sus discos.
Entonces, entonces creés que podes diferenciar
el paraíso del infierno
los cielos azules, del dolor
¿Podés diferenciar un campo verde
de un riel de metal frío?
¿Una sonrisa, de una máscara?
Pensás que podés diferenciar….
¿Te han traído para negociar
tus héroes por fantasmas?
¿Cenizas calientes, por árboles?
¿Aire caliente, por una brisa suave?
¿El confort frío, por el cambio?
¿Cambiaste un papel de extra en la guerra
por uno protagónico en la celda?
Cómo me gustaría
cómo me gustaría que estuvieras aquí.
Somos, somos simplemente dos almas perdidas
nadando en una misma pecera año tras año
corriendo por el mismo suelo viejo
¿Qué hemos encontrado?
los mismos miedos de siempre.
Me gustaría que estuvieras aquí.
Siempre que leo esta letra me quedo pensando, intento reflexionar, pero creo que por unos segundos no lo consigo, solo me siento abrumado por el terror que causa saber que todo esto es cierto. Además tiene el brillo triste de las palabras de un amigo que añora, que se sienta a observar esos dolores pero extraña a su amigo, necesita conversarlas con él. Es una letra que solo puede ser escrita por una buena persona, esa es la condición fundamental.
Cuántas veces canté esta canción o la escuché en un viejo equipo sin ser consciente de lo que estaba relatando. Ahí le doy la derecha a esa fábula que dice que los idiomas fueron inventados para alejarnos, para que tengamos dificultades serias a la hora de comunicarnos, son un castigo dice la leyenda, y es cierto. Claro que uno piensa que representan la cultura de los pueblos, sus modos de comunicación, pero son propios y los demás quedan afuera, como ocurre con las religiones, enseñan a pensar y creer que no hay otros, y si los hay solo son eso, otros. Qué horrible papel.
Si me pongo a leer esta letra y recuerdo en dónde estoy parado, se me vienen encima una serie de preguntas complejas: ¿qué fue pasando alrededor de mi vida? ¿y en la propia?, ¿qué pasó ayer y qué ocurre hoy? Ahí recurro al silencio sabio y ya no sé qué decir, porque esta letra fue escrita en 1975 y parece de 2024, o sea, seguimos en la misma, pero con más injusticia, más guerras y más pobreza, más soledad y más incomunicación, nos trajeron hasta acá “para cambiar héroes por fantasmas”.
Pasaron los años, mucha gente sigue puteando a Roger Waters, lo cuestiona duramente, lo prohíbe, lo persigue, y claro, jamás le van a perdonar que denuncie lo que sucede, que no avale lo que dibujan para la gilada los mismos salvajes de siempre. Ni ahí que el sistema capitalista y sus personeros le vayan a perdonar el abrir los ojos propios, y menos aún despertar otras miradas.
Un músico amigo marplatense, Fernando Blanco, siempre me dice: “Si hubo un músico que me enseñó a ser antifascista es Roger Waters, pero resulta que hoy lo acusan de facho…”
Yo tendría que responder que desde hace muchos años podríamos incluir en las nuevas reediciones del álbum “Wish you were here” un bonus track de María Elena Walsh: “El reino del revés”.
Jorge Garacotche - Músico, compositor, integrante del grupo Canturbe y Presidente de AMIBA (Asociación Músicas/os Independientes Buenos Aires).
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