Artista: The Mars Volta
Álbum: The Bedlam In Goliath
Año: 2008
Género: Haevy prog psicodélico
Duración: 77:34
Referencia: Discogs
Nacionalidad: EEUU
En un viaje a Jerusalén, Rodríguez-López compró un arcaico tablero tipo ouija en una tienda de curiosidades como regalo para Bixler-Zavala, que se convirtió en el nuevo pasatiempo de la banda durante la gira del 2006 con los Red Hot Chili Peppers, con quienes la usaban como una especie de ritual post-show.3 Apodado "The Soothsayer" ("El adivino"), el tablero empezó a revelar historias, dar nombres y a hacer peticiones, después de que la banda hiciera contacto con una entidad que clamaba ser tres personas en una, a la cual llamaron "Goliath". Mientras la banda continuaba interactuando con "The Soothsayer", extrañas coincidencias empezaron a aparecer durante el proceso de grabación de The Bedlam in Goliath: El entonces baterista Blake Flemming deja la banda a mitad del tour por problemas económicos; Bixler-Zavala es operado del pie debido a una herida que le provocan los zapatos que usa, forzándolo a reaprender cómo caminar; pistas de audio que esporádica y literalmente desaparecían de las pantallas; el estudio casero de Rodríguez-López se inunda después de sufrir diversos problemas eléctricos y el ingeniero original del álbum sufre un colapso nervioso, dejando todo el trabajo previo inconcluso y hecho un desastre. Dicho ingeniero declaró a Rodríguez-López lo siguiente:
"No voy a ayudarlos a grabar este álbum. Están tratando de hacer algo muy malo con él, están tratando de volverme loco a mí y a la gente."
Después de estar a punto de iniciar desde el principio otra vez, Rodríguez-López decide reclutar a Robert Carranza como nuevo ingeniero, así como a Lars Stalfors e Isaiah Abolin como asistentes. A la mitad del proceso de grabación, Rodríguez-López rompe el tablero y lo entierra en un lugar desconocido, como un intento de deshacer la maldición que los acechaba, jurando nunca revelar el paradero de la tabla y ordenando a la banda que no se hablara siquiera de ella mientras no terminaran la producción del álbum.
Grabación
Grabado y mezclado en los Ocean Way Studios de Hollywood, así como en el estudio personal de Rodríguez-López en Brooklyn, Nueva York, el material para The Bedlam in Goliath data desde antes de abril del 2006 cuando los primeros demos fueron grabados. Sin un baterista de planta, tras las consecutivas pérdidas de Jon Theodore, Blake Fleming y Deantoni Parks en un solo año, la banda reclutó a Thomas Pridgen, de 24 años de edad, cuya juvenil presencia—como fue descrita por Bixler-Zavala—dio nueva vida a The Mars Volta. Rodríguez-López trabajó con Rich Costey para finalizar el álbum en un lapso de tres semanas, asistido por Shawn Michael Sullivan y Claudius Mittendorfer como editores.
En una entrevista, Carranza describió el proceso de grabación de The Bedlam in Goliath declarando que no más de 3 tomas por hora fueron grabadas, como una manera de sumergirse en el material grabado y escuchar las diferencias, lo que relajó el ambiente general en el estudio. Describiendo dicho método, Carranza afirmó que "cuando van Gogh trabajaba, él no solo pintaba todo el tiempo, estoy seguro de que él daba un paso atrás para revisar su trabajo de vez en cuando. Se debe de hacer lo mismo cuando se está grabando."
Al finalizar, la banda se decidió por Wax Simulacra como el primer sencillo del álbum, como lo declará Bixler-Zavala:
Originalmente, la disquera quería lanzar como sencillo el tema "Goliath," pero a la banda no le agradó la idea, 'Goliath' dura casi 10 minutos, y el final es en verdad muy interesante, no queríamos que fuera usada como sencillo," dijo [Cedric]. "Así la salvamos de ser mutilada y rebajada en una versión que no fuera de nuestro agrado.
Letras
Bixler-Zavala incorporó referencias y nombres en las letras de las canciones que fueron tomadas de los mensajes que obtenían del tablero, incluyendo también fragmentos de poemas que venían junto con él, describiendo un triángulo amoroso entre una mujer, su hija y un hombre. Cada canción reinterpreta dicha relación de alguna manera, y como amuleto de buena suerte para contrarrestar dichas referencias, Bixler-Zavala incorporó también elementos de la tradición religiosa afrocaribeña de la santería en las letras, como una especie de "escudo protector" para la banda.
El álbum tiene como último propósito revertir la racha de mala suerte sufrida, mediante "trampas" que los escuchas pueden usar como una manera de deshacer lo que "The Soothsayer" trajo para la banda. Para ayudar dicho concepto, las ediciones de vinilo del álbum contienen la versión de la banda del tablero de ouija en el interior.
Musicalmente exlora multitud de campos diferentes, pudiendo observar desde influencias del hardrock, rock de los 70, hardcore, posthardcore, punkrock hasta matices jazzísticos, space-rock, psicodelia, toques de blues y funk. Todo ello envuelto en una especie de algo que podríamos calificar como rock progresivo. Vocalmente las melodías parecen viajar en el espacio, desmarcándose de las melodías de base para volver a cruzarse con ellas según avanza la canción en cuestión.
“The Bedlam in Goliath” es el cuarto álbum de lo que para mi es una de las dos o tres bandas más importantes del momento. Es evidente que The Mars Volta tienen un estilo muy distintivo que, de hecho, a estas alturas parece no experimentar demasiadas transformaciones. Sin embargo, su capacidad para sorprender sigue intacta, al menos desde mi punto de vista, y “The Bedlam in Goliath” no es ninguna excepción.
The Mars Volta recuperan parte del hardcore de sus inicios en lo que es su álbum más fuerte hasta la fecha. Un vendaval de ritmos, agresividad e intensidad casi sin respiro, en un conjunto de temas un poco más cortos y directos de lo habitual, pero no por ello mucho más asequibles.
Lo curioso es que estos chicos siguen sacando ideas de los más extraños y misteriosos objetos. Si en “Frances the Mute” se inspiraron en un extraño diario encontrado por su fenecido antiguo teclista, en “The Bedlam in Goliath” le toca el turno a una especie de Ouija arcaico comprado por Omar en Jerusalem, que al parecer trajo consigo una maldición en forma de extraños sucesos sobrenaturales e infortunios, al seno de la banda. Así que lo mejor ha sido hacer esta obra conceptual sobre el siniestro objeto con el fin de “exorcisarse”.
Una anécdota. Resulta que antes de grabar “The Bedlam in Goliath” The Mars Volta ya tenían hecho un disco que incluía un tema de 25 minutos y otro de una hora, pero finalmente decidieron no sacarlo al tratarse de un trabajo demasiado similar a “Frances the Mute” y “Amputechture”, y se pusieron manos a la obra para hacer algo diferente con temas más “cortos” y más agresivo, cuyo resultado estamos comentando. Además, estrenan nuevo baterista, un espectacular Thomas Pridgen que pone todavía más énfasis en dicha agresividad.
Ahí están esas trepidantes “Aberinkula” y “Metatron” que dan inicio a la obra, o sobretodo el tema hardcoriano de menos de tres minutos “Wax Simulacra”. Pero aquí hay lugar para todo y buena prueba son algunos de los mejores momentos del álbum como “Askepios” una de las piezas más originales con esos vientos grandilocuentes y los continuos cambios de ritmo. O la épica y arrebatos sinfónicos de “Agadez”, la insólita latina espacial de “Soothsayer”, el gancho de la irresistible “Ouroborous” o especialmente locuras rítmicas y progresivas como “Cavalettas” o esa “Goliath” que por momentos parece estar inspirada en “21st Century Schizoid Man”.
En definitiva, estamos ante el trabajo más enérgico y salvaje de los de El Paso, desde mi punto de vista tan recomendable como “Amputechture”.
Agresividad que de momento no tendrá continuidad pues Omar ya tiene claro que su próximo trabajo será más tranquilo, espacial y atmosférico.
Puntuación: 8,5/10
Ferran Lizana
No se puede negar la heterogeneidad y complejidad de la propuesta con esa sinergia de estilos y unos textos de original imaginería. En esta ocasión todo parte de las consecuencias revelatorias de una tabla ouija que hizo de las suyas, mientras el grupo se tenía que exorcizar. Entre tanto, se parió este disco que hoy presentamos en sociedad en el blog cabeza.
El disco es denso, la simbiosis del grupo suena técnicamente de primer nivel, resultando apabullante y de fusión orgiástica.
Omar se encontraba en una tienda de antigüedades en Jerusalén, cuando se topó con una Tabla Reveladora. Le pareció el regalo ideal para Cedric, este arcaico “tablero que habla” tipo Ouija. Así fue, allí, en ese momento, en una ciudad que rezuma fervor religioso, en una tienda en la que bien podría haber encontrado otros artículos no menos misteriosos y atractivos, como manos de mono, o, por qué no, un Mogwai, donde Omar cambió el destino de The Mars Volta para siempre.
Si en ese momento hubiera sabido que la historia del tablero iba mucho más allá de lo que nadie podría imaginar, que sus fibras internas fueron empapadas con un algo terrible, que la muerte múltiple y el deseo de un Goliat policéfalo estaban acechando tras sus puertas… Bueno, seguramente la habría dejado donde la encontró, en las estanterías polvorientas de la pintoresca tienda. La otra cara de la moneda: la maldición y el mal rollo no se habrían extendido. No se habría desatado la locura consecuente. Se habría evaporado esa extraña conexión triangular de amor/lujuria/asesinato que amenazaba con derramarse, en tiempo presente, cada vez que la banda dejaba sus dedos a la deriva moviéndose por el tablero.
La desventaja es que sin la oui-ja The Bedlam in Goliath nunca hubiera existido. Y da la casualidad de que esta malsana inspiración espiritual, esta especie de “musa negra” ha llevado a The Mars Volta a rozar la cumbre de su estelar carrera.
Si Omar no se hubiera dejado llevar por la curiosidad y no le hubiera regalado la Ouija a Cedric, la banda habría sido más feliz y su cordura no se habría visto afectada.
Pero ni tú y yo, Afortunado Oyente, podríamos haber disfrutado de un album tan acojonante como este.
Pero vayamos por partes.
Volvamos a la última gira. Los Volta y los Red Hot Chili Peppers amenizaban la velada a estadios repletos de fans, y acto seguido se retiraban a sus autobuses. Pero en lugar de adoptar el rol habitual de las estrellas del rock (ya sabéis de lo que hablo) se sentaban alrededor de la tabla de Cedric, a la que se referían como La Tabla Reveladora. Y estaban encantados con su nueva adicción post-concierto.
Entonces la ouija les daba nombres: Goliath, Mr. Mugs (El Señor Tazas), Patience Worth (El Valor de La Paciencia), Tourniquet Man (El Hombre Torniquete).
Y una terrible historia comienza a dibujarse sobre el tablero maldito: un hombre, una mujer y la madre de ésta. Lujuria. Seducción. Infidelidad. Y dolor. Y asesinato. Entrañas, y ausencia, y maldiciones, y olvido. El típico rollo macabro que esperas de una ouija.
Y las cosas comenzaron a ponerse feas.
La Ouija les empieza exigirles cosas. La conexión establecida funciona en ambos sentidos y las voces invisibles comienzan a hablar de sus apetitos.
Les amenazan, les tientan de forma seductora. Las voces se unen para formar a Goliath, un prodigio metafísico, un santo que nunca llegó a serlo cuyo hambre por regresar a este mundo crece con ansia en cada sesión.
Hay maneras apropiadas de poner fin a estas historias, pero The Mars Volta fueron demasiado lejos…. Y continuaron estableciendo contactos— llegan incluso a incluir frases del tablero en las letras de sus canciones— pero no se doblegan a sus peticiones. Entonces el hambriento Goliath extiende sus tentáculos…
Problemas inexplicables con los equipos de sonido son constantes durante toda la gira.
El conflicto personal con su antigua batería va en aumento hasta que se produce la ruptura definitiva.
El ritual conduce a la lesión de Cedric , que queda postrado por un imprevisto y severo traumatismo en el pie.
Su ingeniero de sonido, se vuelve loco. Los temas que dejó grabados son inservibles.
El estudio de grabación de Omar se inunda, y a punto está de precipitarse en el mismo abismo que el ingeniero.
El álbum se retrasa indefinidamente y nadie es capaz de conciliar el sueño. Las frases y palabras sin sentido previas del tablero empiezan a materializarse en parcelas de la realidad, como documentales sobre el suicidio colectivo.
La Ouija sigue con la misma historia pero los detalles son cada vez más brutales e impactantes.
Un día la cubierta del tablero se despega, mostrando un mensaje escrito en un lenguaje pre- Arameo, con caracteres cónicos.
Muy mal rollo…
Y lo peor de todo es que la tabla ha pasado de las súplicas a las exigencias.
Y a las amenazas.
Así que enterraron la maldita tabla.
Hay muchas maneras de cerrar una conexión espiritual. Vestir de blanco durante un año entero. Rodearse de sal. Cerrar la tabla y pedirle a alguien que la abra para transferir su propiedad. Romper la tabla en siete pedazos y rociarla con agua bendita.
O enterrarla.
Omar envolvió la tabla en un paño y le buscó un sitio apropiado bajo tierra.
Cedric le pidió que nunca le revelara donde se hallaba su ubicación.
Entonces su álbum adquirió un propósito nuevo y mucho más urgente.
The Bedlam in Goliath tiene como misión consagrar el suelo donde descansa la Tabla Reveladora. Es la metáfora contra la metafísica. Su historia nos será revelada, estimado lector, ti y a mi, y nosotros seremos quienes reabriremos la Ouija. Los que asumiremos su propiedad.
Quizás si Goliath se comparte entre todos, su hambre quedará mermada. O quizás, según reza la amenaza, será nuestra perdición.
Hasta aquí llega La Historia, pero esto no es todo. Porque se trata de llegar a las mentes y a los corazones de incontables oyentes. Mi esperanza es que el álbum consiga exactamente lo que The Mars Volta pretenden con él, que les libere de la pesada e invisible carga que se cierne sobre ellos.
Cuando me enviaron el disco y me pidieron que escribiera este texto me puse nervioso. ¿Y si la música tenía un maleficio, un tipo de audio a lo Macbet?
Pero tras cientos de escuchas puedo decirte, en confianza, que me arriesgaría a sufrir consecuencias espirituales por The Bedlam in Goliath.
De la impactante apertura de Aberinkula, a la gigantesca ráfaga de Goliath, al frenesí de Conjugal Burns, The Bedlam in Goliath es el sonido de una banda transformada. Los Volta no han sido nunca contenidos, pero, al calor de esta locura, en respuesta a esta entropía invisible, se vuelven fieras arrinconadas mostrando sus fauces. Han creado un monstruo musical verdaderamente implacable.
La formación (Omar Rodríguez-López a la guitarra y producción, Cedric Bixler-Zavala voz y letras, Isaiah Ikey Owens al teclado, Juan Alderete de la Peña al bajo, Adrián Terrazas-González en los vientos, Marcel Rodríguez-López en la percusión, Paul Hinojos a la guitarra y mesa de mezclas, Thomas “me- cago- en- la- puta- este- tío- nuevo- es- la- ostia” Pridgen a la batería, y el asiduo colaborador de sus discos, John Frusciante, de Red Hot Chili Peppers, llevando la batuta de legión guitarrera) regresa con un disco que contiene las claves de su aclamada obra previa, combinándola con un inflexible deseo de arrancar nuevos territorios al paisaje de la música.
Wax Simulacra lleva consigo la energía de This Apparatus Must Be Unearthed (de De-Loused) y eleva el tono con unas voces de loops frenéticos y una mezcolanza que arremolina los vientos y la percusión. En los nuevos temas, hay momentos, como en Goliath, en Cavelettas, y en Ouroboros, que garantizan la escalada al paroxismo del oyente, si la cabeza no te estalla en el intento, como en Scanners (la peli de David Cronenberg). También hay temas más tranquilos, como Ilyena o Tourniquet Man, que consiguen encapsular el extraño lamento de la otra cara de los Volta, la de la combustión lenta, que añade una sensación amenazante y misteriosa. Todo el equipo de los Volta se ha llevado al límite para superarse. Y que respiren tranquilos los que puedan estar por la llegada del nuevo batería, que estén tranquilos. The Bedlam in Goliath revela al señor Pridgen, como un mostrenco con sangre de guepardo capaz de pulverizar con sus embestidas los huesos de un mastodonte. Y sin pestañear. Con lo que queda probada su maestría a la hora de combinar los aspectos más elaborados con los más explosivos.
Es reseñable como los Volta han sido capaces de insuflar vida a lo que a todas luces parecía un disco que no quería ver la luz. El audio que el primer ingeniero de sonido (al que me he referido anteriormente, actualmente en tratamiento, y que se encuentra mucho mejor, por cierto …) había registrado era casi un gruñido irreparable. En su ausencia fue un infierno para el grupo intentar reconstruir contra reloj, recordaban haber creado en el estudio. Robert Carranza se hizo cargo del tema, metiéndose de lleno en el proyecto de la sonorización, además de ocuparse en concreto del sonido de la batería. Llamaron también a Lars Stalfors e Isaiah Abolin quienes, junto con Omar, se enclaustraron en sesiones interminables para reconstruir cada tema. Shawn Michael Sullivan y Claudius Mittendorfer dieron lo mejor de si mismos en su trabajo de edición para que la banda no tuviera que empezar de nuevo, otra vez. Rich Costey el responsable de las mezclas de Volta, quien nunca les ha fallado, intentó mantenerse positivo y ayudó a Omar a combatir lo que él llamaba “el enredo cuántico” de Goliath (del que Rich se percató cuando las pistas de la batería desaparecían de forma aleatoria…).
Es evidente la magnitud del lío, cuando hasta el mismo Omar, siempre al frente de estas batallas, casi tira la toalla. El mismo Omar Rodríguez-López que se trasladó a Ámsterdam para darle los últimos retoques a los cuatro discos que tenía en mente mientras trabajaba en Amputechture y en la banda sonora de la película de Jorge Hernández, El Búfalo de la Noche. La misma persona que, probablemente, esté trabajando ahora en un DVD, su propia película, y en diez discos nuevos. Pero en ciertos momentos, durante el trabajo de Bedlam, su tremenda fuerza creativa estuvo a punto de esfumarse. Y estaba seguro de que Goliath era el responsable del caos. Tras la inundación de su estudio, Omar llegó incluso a prohibir la sola mención de la tabla de Ouija por miedo a que el simple reconocimiento de su existencia pudiera traer mal fario. A pesar de esto siguió su persecución. Se despertaba, de madrugada, inspirado por las musas, para descubrir que el apagón eléctrico sólo afectaba a su apartamento, o que las canciones que había compuesto a media noche se habían evaporado. La producción resultó ser una pesadilla del calibre del castigo de Sísifo, y Omar se obsesionó tanto que incluso llegó a desplazarse al sitio donde enterró la ouija para comprobar que esta no había sido “exhumada” y por ende “reactivada”.
Conocer los inmensos desafíos a los que ha hecho frente en la creación de The Bedlam in Goliath aumenta mi admiración por la labor de producción de Omar. Con este disco ha sentado cátedra para aquellos que pretenden combinar lo complejo y lo primario, dando en el clavo. Es un álbum que exhibe un altísimo nivel de control de la experimentación en todos los aspectos, con intrincada partes de batería que te llegan hasta las entrañas, un sonido de los vientos que asemeja un trémulo reflejo, guitarras abrasadoras, y muchos otros detalles en los que se aprecia que la mente musical que los ha parido (los bajos difusos al final de Ilyena, las grabaciones reales de Jerusalén, o el sonido de un gato en Askepios). Por hacer una comparación con el cine sería como si Stanley Kubrick o David Fincher trabajaran en equipo con Luís Buñuel o Alejandro Jodorowsky.
Una analogía que es perfecta para definir el disco. Los Volta reconocen la inmensa influencia del surrealismo y del cine en su obra. Con respecto a Jodorowsky, The Bedlam in Goliath consigue evocar la languidez de la locura de Fando y Lis, la infidelidad, el asesinato y el culto de Santa Sangre, el amplio espectro de la imaginería religiosa de Montaña Sagrada, el verdadero miedo visceral de El Topo. Todo ello unido a la esquizoide confusión de identidad de la película más extraña de Lynch, el sentido de la obsesión de Werner Herzog, una buena dosis de Jonestown: La Vida y La Muerte del Templo de La Gente, y una pizca de El Exorcista además de !No Mires Ahora! …. Ya me entiendes.
En cuanto l aspecto vocal, The Bedlam In Goliath es un trabajo sin precedentes. Puedes disfrutar de la voz de Cedric como nunca— su sonido es increíble, sus registros más amplios que nunca, su energía y emoción innegable.
O puedes empezar a traducir. Cedric Bixler-Zavala, como sus inconformistas colegas musicales Bjork y Ghostface Killah, usa en principio palabras en Ingles, pero tiene su propio lenguaje lírico. Si examinas el significado de su imaginería, su obsesión por lo grotesco y lo profundamente sagrado, empiezas a entender que ha creado un complejo tapiz asociado construido con la precisión de una tela de araña. Y en el que quedas atrapado antes de que te des cuenta.
Cuanto más te metes en la historia que ha desarrollado (una narrativa intrincada y meta ficticia, reminiscencia de House Of Leaves de Danielewski, que implica tanto las trasgresiones del pasado como el deseo del parasitario Goliath de tentar al usuario de la Ouija para utilizarlo), más fácil te resulta encontrar una conexión entre ciertos efectos vocales y los mensajes del tablero. Y te preguntas, con cierto nivel de “yuyu”, si centrarte demasiado en esta historia podría ser una invitación para que Goliath entre en tu vida. Pronto te asaltarán las sombras, comprarás sal y ropa blanca, te rodearás de gráficos místicos, contarás palabras y letras, y buscarás códigos, creando tu propio esquema de esotérico, y sentirás las advertencias de los fantasmas en tus propios huesos. Comenzarás a confiar en que todos lo elementos positivos que Cedric ha camuflado en las canciones (una miríada de referencias religiosas que incluyen retazos oraciones provenientes de la Santería, fábulas clásicas, el nombre oculto de una actriz real que tiene en alta estima, una subyacente admiración por la creación/menstruación, vagas insinuaciones de redención) te ayuden a negar la oscuridad que infecta el álbum.
Y te asaltarán preguntas inevitables: ¿Qué hay de cierto en el triángulo mágico? ¿Quién tenía realmente el control y quienes fueron las víctimas? ¿Había alguien inocente en este tinglado? ¿Cómo murieron y qué pasó con los cuerpos? ¿Cómo llegaron a reposar en La Tabla Reveladora? ¿Qué harían si regresaran a este mundo?
Esas respuestas (y otras muchas) están ahí, fundidas a todos los niveles en canciones de semejante complejidad y gravedad. La épica sonora de los Volta se tornará cada vez más inquietante y convincente cuanta más atención prestes a The Bedlam in Goliat.
Este álbum es el sonido de una banda que toca para salvar la vida. Y es un disco con un poder tan inmenso y extraño que acabará para siempre con el Goliath que tantos malos tragos les ha hecho pasar.
Palabra.
Jeremy Robert Johnson, 27 de Octubre de 2007, Portland, Oregon
Doce temas resume esta historia de juegos con el más allá, que pese a la mala suerte de inundárseles su estudio de grabación, realizaron un excelente trabajo, que retoma el poderío, la velocidad y los matices sonoros.
Lista de Temas:
1. Aberinkula (5:47)
2. Metatron (8:13)
3. Ilyena (5:38)
4. Wax Simulacra (2:41)
5. Goliath (7:17)
6. Tourniquet Man (2:41)
7. Cavalettas (9:35)
8. Agadez (6:45)
9. Askepios (6:33)
10. Ouroboros (6:38)
11. Soothsayer (9:10)
12. Conjugal Burns (6:36)
Alineación:
- Cedric Bixler Zavala / vocals
- John Frusciante / guitar
- Omar Rodriguez-Lopez / guitars, synthesizers
- Isaiah "Ikey" Owens / keyboards
- Adrián Terrazas-González / flute, tenor & soprano saxophones, bass clarinet, percussion
- Juan Alderete / bass
- Thomas Pridgen / drums
- Marcel Rodriguez-Lopez / percussion, synthesizers
- Pablo Hinojos-Gonzalez / sound manipulation
With:
- Nathaniel Tookey / string composition and arrangement (11)
- Edwin Outwater / string conductor (11)
- Sam Bass / cello (11)
- Edwin Huizinga / violin (11)
- Charith Premawardhana / viola (11)
- Anthony Blea / violin (11)
- Owen Levine / double bass (11)
- Henry Trejo / voice (8)
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