¡Cuanto disco esperando por una reseña! tengo un montónb de discos de bandas nacionales y algunas latinoamericanas esperando para ser reseñados, trato de apurar el paso, y traigo a Reptil, buena banda de jazz rock con climas experimentales e intención free.
Artista: Reptil
Álbum: Reptil
Año: 2015
Género: Jazz rock / Experimental
Duración: 53:25
Nacionalidad: Argentina
Año: 2015
Género: Jazz rock / Experimental
Duración: 53:25
Nacionalidad: Argentina
Lista de Temas:
1. Reptil
2. Separador I
3. Altura y duración
4. Separador II
5. Neptuno 07:40
6. Separador III
7. Reptil I
8. Separador IV
9. Altura x duración VI (guitarra preparada a 6 manos)
10. Separador V
11. Nuevo H
12. Stratocaster
13. Separador VI
14. Nunca lo lograrás
1. Reptil
2. Separador I
3. Altura y duración
4. Separador II
5. Neptuno 07:40
6. Separador III
7. Reptil I
8. Separador IV
9. Altura x duración VI (guitarra preparada a 6 manos)
10. Separador V
11. Nuevo H
12. Stratocaster
13. Separador VI
14. Nunca lo lograrás
Alineación:
- Lucas Goicoechea / alto sax, guitar
- Francisco Slepoy / guitar
- Andrés Elstein / drums, guitar
- Lucas Goicoechea / alto sax, guitar
- Francisco Slepoy / guitar
- Andrés Elstein / drums, guitar
Voy a tratar de adelantar con la presentación de estas bandas under, perdón por la demora.
Trío liderado por Francisco Slepoy (guitarra) acompañado por Lucas Goicoechea (saxo alto) y Andrés Elstein (batería), interpretando música original que fusiona Jazz y rock con climas experimentales e intención Free. Revisemos un poco su biuografía:
El joven e inquieto guitarrista y compositor argentino Francisco Slepoy es uno de los artistas locales de mayor proyección en lo que respecta a la música creativa del presente milenio. Egresado como Músico Profesional de la Escuela de Música Contemporánea (Berklee International Network) y de la carrera de jazz del Conservatorio Superior Manuel de Falla, ha estudiado con varios de los referentes musicales contemporáneos de la Argentina.El Intruso
Desde 2011 hasta 2013 lideró su propio cuarteto que completaban Fran Cossavella (batería), Fernando Toyos (contrabajo) y Miguel Crozzoli (saxo) y con el que ha registrado dos álbumes: El color en las sombras (2011) y Nuevo Snark (2013, editado en 2014). También ha participado en discos del mencionado saxofonista Miguel Crozzoli y del guitarrista Pablo Butelman.
Pero Slepoy (inquieto, lo dijimos), se aparta de lo antedicho y explora nuevos caminos en sus dos nuevos trabajos.
El trío Reptil ofrenda 14 composiciones originales en su álbum homónimo donde Slepoy se encarga de la guitarra y de la autoría de 12 de los temas, Andrés Elstein de la batería y Lucas Goicoechea del saxo alto. Influencias provenientes del jazz, espíritu emparentado con el rock y una atmósfera vanguardista asoman en un álbum donde conviven en adecuadas dosis la composición y la improvisación.
Y por otro lado tenemos Música sobre pintura volumen I. Aquí el guitarrista presenta composiciones escritas sobre obras de las artistas visuales Carmen Villa y Silvia Gurfein. En esta ocasión, Francisco Slepoy es acompañado por Miguel Crozzoli (saxo tenor), Santiago Leibson (piano y teclados) y Fernando Toyos (contrabajo). Fue registrado el día 2 de agosto de 2014 mientras que Reptil fue grabado el 18 de diciembre de 2014.
Los grupos en genral odian los encasillamientos, y está bien, ellos solamente se deben preocupar de hacer buena música sin importar el estilo, eso nos toca a nosotros, como escuchas, o como amantes de la música, o como comentaristas de discos.Resulta ineludible, a modo de elaborar un esbozo de la propuesta de Reptil, hablar de una mezcla híbrida entre elementos jazzísticos y experimentales, con ciertas tendencias al rock psicodélico setentero, extravagante y aventurero. Es una banda que reproduce música en sus propios términos y reglas. Su música no es disciplinada, y le da a cada músico la libertad de improvisar y expresarse libremente. El grupo hace caso omiso de los clichés de los estándares y pone de relieve los patrones rítmicos complejos, melodías eclécticas mientras intenta arreglos innovadores.
Algunos reptiles no cumplen con los requisitos básicos para poder ser clasificados. Francisco Slepoy (líder de la banda) deja en claro que, a la hora de hacer música, no hay límites que lo contengan. Por momentos próximo a Resistencia Chaco, Reptil es, para empezar, un monstruo de tres cabezas que no siempre piensan en una dirección, pero que sí logran adaptarse a la temperatura corporal que requiere el único corazón que los lleva.
Un trabajo sensorial que obliga a cerrar los ojos y dejarse llevar.
Todo lo que sucede en el primer disco homónimo es tan digitado como improvisado. Un recorrido que endulza con sus bases jazzísticas pero que, con el correr de las canciones, se va alejando hacia algunos estados primarios del rock desde el liderazgo de una guitarra llena de sutilezas y arreglos.
Vamos a ir adentrándonos de a poco en el mundo "Reptil", pero de a poco porque puede morder, puede atragantarse en el oído, puede impresionar ver, sentir, imaginar, a un reptil que vuele de ésta manera, tan libre, sin ataduras, sin estructuras, vamos de a poco presentando a ese monstruo en miniatura...
Un viaje sinuoso del jazz y afinesSebastián Feijoo
El nuevo proyecto del guitarrista y compositor Francisco Slepoy se llama Reptil y es un trío que se completa con saxo y batería.
Son tres músicos que vienen del jazz, trabajan con muchos de los conceptos del jazz y los articulan con la intensidad y ciertas sonoridades del rock. Pero no tiene nada que ver con aquello a lo que se llamaba "jazz-rock" en los años '70. ¿Qué es? Se llama Reptil y es un trío conformado por el guitarrista y compositor Francisco Slepoy, el saxofonista Lucas Goicoechea (en saxo alto) y el baterista Andrés Elstein. Sí, no hay contrabajo, no hay piano ni montones de convenciones de género.
Reptil –el flamante primer disco del conjunto– propone un viaje sinuoso, original y por momentos abrasivo que constituye uno de los lanzamientos más estimulantes del jazz y afines local surgido en 2015. ¿Referencias? El baterista Jim Black y su álbum AlasNoAxis, o la banda Big Satan del saxofonista Tim Berne, pero con ambiciones propias y conceptos más sintéticos.
Slepoy, chaqueño, ex líder de un cuarteto y también creador de Música sobre pinturas (compuesto sobre las obras de las artistas Silvia Gurfein y Carmen Villa), cuenta algunos detalles sobre su trío actual.
–¿Cómo nació Reptil y cómo decidieran trabajar con una formación poco tradicional?
–Primero, porque tenía muchas ganas de tocar con Lucas Goicoechea y Andrés Elstein. Y segundo, porque este tipo de formaciones no convencionales nos pone en la obligación de explorar el instrumento y diferentes maneras de orquestar la música.
–Reptil es un disco de jazz que dialoga con la intensidad del rock y algunos otros elementos. Pero no tiene nada que ver con lo que se llamaba jazz-rock.
–Estoy de acuerdo. La música no está concebida desde algún género en particular, y trato de partir de otras ideas al componer. Pero está claro que el jazz y el rock son músicas que tienen mucho que ver con mi formación y mis gustos.
–¿Cómo fue que trabajaste las composiciones, y cuánto espacio hay para lo escrito y cuánto para la improvisación?
–Hay mucho de improvisación en el disco. Pero desde hace un tiempo que me tomo la improvisación o lo escrito como un elemento más de la composición. Escrito o improvisado y muchas otras variantes y mezclas entre ambas, lo que me interesa es la música. Por lo general no me atrae mucho que haya solistas. Me interesa mucho la impro, pero no que "ahora viene el solo de…" y después "el de…". Me propongo pensar una música con contenido y conceptualmente sólida.
En el texto sobre Almendra 2 que escribiera para este blog, el marplatense José Miccio describía al disco conocido como el doble de Almendra diciéndolo un álbum “tan propio de su época como arisco a la elucidación histórica” a la vez que afirmaba que aquel disco “obedece sólo a los caprichos del arte: usa las palabras -y las cuerdas, y los parches- de todos para hablar el idioma de ninguno”.Santiago Segura
La cita resultó ineludible después de escuchar por primera vez Reptil, el proyecto más reciente de Francisco Slepoy, músico chaqueño que se suma a la lista de Talentos relativamente jóvenes que están llevando al jazz argentino al infinito y más allá. Lista en la que podríamos incluir a diversos grupos y solistas como Marco Sanguinetti, Octafonic, Escalandrum, Fernández 4, Sales de Baño, Alan Plachta y un largo etcétera (por no ser un cultor en profundidad de la escena, es probable que se me estén escapando de las manos otros tantos talentos igual de valorables). Músicos, todos ellos, que plantan bandera sin ocultar las raíces. Músicos, también, que crecieron al calor de otros géneros y lo hacen notar. De hecho, es injusto catalogarlos en el jazz: no necesitan del amparo de ningún género.
Pero volvamos a Reptil, el disco y Reptil, el trío, que además de Slepoy en guitarra y canto con armónicos, completan Lucas Goicoechea en saxo alto y Andrés Elstein en batería. Antes, la última pista acerca de esta fuga sonora la dará el propio Francisco: “Cuando armé Reptil me parecía que si lo llamaba Francisco Slepoy era siempre el mismo proyecto y cambiaban los músicos. Creo que los músicos con los que armo los proyectos son determinantes para la música que resulta y que cada proyecto merece un nombre propio. Por otro lado se daba esto de que algunas cosas nos sonaban muy rockeras y me parecía divertido ponerle nombre de banda de rock”.
Las palabras de todos, el idioma de ninguno.
La formación de Reptil puede decirse convencional, en tanto no hay instrumentos que rompan con cierta estructuración clásica de un grupo (sólo les faltaría lo grave). Pero si le damos este disco a un escucha promedio de música pop, saldrá horrorizado a los 30 segundos. Seguramente denueste lo que se escucha y, entre la impaciencia por encontrar de donde agarrarse, deje en evidencia lo contrario: Reptil, lejos de replicar fórmulas, nos recuerda que la música es inasible. Cuando creés que va para allá, se escapa hacia el otro lado. Como con Cortázar, Messi, o las películas modelo Memento (no debe ser la primera), lo que sucede con Reptil es que inicialmente uno no sabe muy bien qué está leyendo, porque la historia está rota, o la cuentan de a muchos a la vez, o hay escenas perdidas, o hay apariciones y fugas, o el tiempo se rebobina y luego se adelanta. Pero no se puede dejar de leer, ver, escuchar: hay que llegar hasta el final. Sí, sí, señores, estamos ante el disco más impredecible que escucharemos en 2015. Pero como con Cortázar, Messi y esas películas pastiche, hay resolución.
El trío comandado por Slepoy toma, sin dudar y parafraseando nuevamente el mágico álbum del Almendra, el camino difícil. Dificilísimo. "Uno podría componer algo de 2 o 3 minutos, con estrofa- estribillo-estrofa con solo de guitarra en el medio, porque es lo que le gusta a la gente. ¿Pero qué pasaría con las creencias, las ideas, la militancia? Yo trato de hacer una música fiel a mis creencias e ideas con la ilusión de poder compartirla con la mayor cantidad de gente posible, pero con la certeza de que no le va a gustar ni interesarle a todos, como tiene que ser", le dijo el guitarrista chaqueño a El Bondi.
Desde el comienzo del disco hay un despliegue sonoro que juega a dos puntas: la construcción de un entramado hipnótico a partir de estructuras mínimas y, a partir de ahí, la improvisación -¡demencial!- donde el trío lleva al extremo las posibilidades de sus instrumentos. Podría llamársele improvisación por saturación. Si el saxo de Goicoechea arranca amable en Reptil, el tema de apertura, y la guitarra arpegia sin parar, el uno llegará al clímax , chirriante, en el límite de lo tocable; la otra arremeterá en una incursión riffera pesadísima. De ahí, la implosión y volver a empezar, construyéndolo todo nota por nota, otra vez. Un diálogo en el que los silencios -eso que a veces incomoda tanto- son la estrella, el aire y la puntuación. Los parches de Elstein siguen el juego hasta que llega el unísono.
Altura y duración es igual de inquietante. Como su nombre lo indica, parece un experimento montado sobre esos dos parámetros, entre el tintineo de los platos de la batería, los acordes ¿random? de Slepoy y el saxo susurrado... Hasta que de golpe aparece una frase en común, todo se eleva y vuelve a bajar, o mejor: llega un solo de batería al límite de la exasperación, "acompañado" por una guitarra muteada. Parece tocado en el espacio exterior... o adentro de un lavarropas.
Y qué decir de la textura agónica y gaseosa de Neptuno: sí, es otro planeta. Pueden notarse las capas pero está prohibido separarlas. Si cae una, caen todas. Aquí hay otra gravedad, entre las notas tenidas y el continuum de esa resonancia adictiva e inquietante del canto con armónicos (si, eso que parece una cabra tocando la flauta traversa de Ian Anderson a 6 mil kilómetros de altura es una voz humana, se los juro por Diego Milito). Cuando la música borronea el tiempo no hay con qué darle: ahí hay un triunfo.
Y Neptuno es trance puro, un viaje interminable de placer confuso.
Reptil I es un laberinto. Fíjense si se animan a entrar y logran salir.
Altura X duración VI lleva la experimentación sonora a niveles dignos de la música contemporánea. Es una pieza para guitarra preparada, tocada a seis manos (o sea, los tres miembros de Reptil). A Daniel Melero le encantaría ese combo de miles de ruiditos devorándose entre ellos como si fueran loops que compiten por sobrevivir a la edición o, mejor, de la desintegración. Si aparece un nuevo Pac Man, aquí tiene servida la banda sonora.
Discos como este son revitalizantes porque redoblan la apuesta en la búsqueda de un sonido inaudito. Y no "el sonido" en cuestiones meramente técnicas, queda claro por lo dicho que la búsqueda es tímbrica, textural, y logra disolver los límites entre cada instrumento. Ahí está la clave de Reptil: cómo se desintegran algunas nociones que se nos clavan en la cabeza (la guitarra suena así, el saxo asá, se tiene que tocar de esta manera). El yeite es romper con los yeites, a niveles descomunales. Hasta en Stratocaster, que asoma como el momento más "convencional".
El broche de oro no podría llamarse de otra forma. Casi a la manera del "podrán imitarnos pero igualarnos jamás", Reptil te lo dice así: Nunca lo lograrás. ¿Se acuerdan de los Who rompiendo sus instrumentos al final de los shows? Bueno, acá se rompe la música en 8 minutos de caos que, vaya sorpresa, se resuelve en un fade out acompasado.
Anímense. Y escuchen con atención y paciencia: el idioma de ninguno podrá comprenderse. Porque parece imposible pero el Impenetrable se puede cruzar.
"Siento como un insulto cuando me dicen que el jazz es elitista"
En diálogo con El Bondi, el guitarrista analiza sus diferentes personalidades musicales y derriba algunos mitos sobre el jazz. El sábado presenta las canciones de Reptil, el primer álbum del trío que forma con Andrés Elstein en batería y Lucas Goicoechea en saxo alto. A partir de las 20 en Roseti -Roseti 722, Chacarita-.
-¿Qué distingue a Reptil de tus proyectos anteriores?
-“Reptil” funciona más como grupo estable. Creo que los músicos con los que armo los proyectos son determinantes para la música que resulta y que cada proyecto merece un nombre propio. Tenía ganas de tocar con Andrés y Lucas y el formato me desafía a explorar tanto desde la orquestación de la composición, como desde el instrumento.
-¿Por qué la insistencia con el reptil?
-No tiene una explicación ni muy intelectual, ni muy profunda. Hace unos años un amigo bromeaba con que mi música sonaba a “reptil”, como viscosa, de pantano. No sé si le seguirá pasando eso o si seguirá sonando así, pero eso me hacía mucha gracia. Por otro lado, el grupo sonaba bastante rockero de manera espontánea, y me pareció divertido ponerle nombre como de banda de rock.
-En simultáneo editaste “Música sobre pintura -Volumen 1”. ¿Cómo estableciste el diálogo con las artes visuales?
-Una de las artistas es mi pareja, Carmen Villa, por quien tengo gran admiración y es una gran influencia. La iniciativa tiene que ver también con agotar las instancias en las que las decisiones estén guiadas por el gusto o la estética, algo siempre ligado a tendencias y herencias. Así, los materiales con los que compongo se adaptan a sistemas que representan lo más fielmente posible conceptos o estructuras que provienen de otros fenómenos o disciplinas -en este caso las obras de Carmen y de Silvia Gurfein-, por lo que el repertorio está concebido como una sola obra.
-El jazz es un género muy ligado a la improvisación. ¿Qué lugar ocupa en tu propuesta?
-Hay mucho de improvisación en el disco, pero desde hace un tiempo que me tomo la improvisación o lo escrito como un elemento más de la composición, que es lo que me interesa de la música. Sea de una u otra manera, lo que trato de hacer desde la composición es ver de qué manera puede estar mejor interpretada la idea.
-En su origen, el jazz fue un género popular, sin embargo, aquí siempre tuvo un tinte elitista. ¿Por qué sucede eso?
-Más que popular, en sus orígenes era marginal ya que venía de los esclavos, y recién se puede hablar de popularidad a partir de 1920 cuando empiezan las big bands y llega a los blancos. No es la primera vez que leo o escucho esto de que “el jazz es elitista”, y lo siento como un insulto.
-¿Por qué?
-En este momento, ni siquiera sé bien si lo que hago es jazz, y no es algo que me preocupe, pero desde que vine de Chaco a los 18 años me crié con músicos de ese ambiente. Tuve compañeros y profesores muy nobles, dedicados con mucha pasión a desarrollar su visión del mundo a través de la música con el único afán de compartir la experimentación con la gente. En su mayoría estas personas no viven de sus proyectos artísticos, los cuales tienen que defender muchísimas veces en condiciones laborales altamente desfavorables. Son una suerte de militantes.
-¿Cuál es el origen de esta situación?
-Puede tener que ver con cierta falta de infraestructura y medios, situación en la que los músicos tenemos que asumir responsabilidades y conseguir revertirla. Creo que es algo que de a poco está pasando, y ayudan los sellos independientes, los ciclos de conciertos dirigidos por músicos y la carrera gratuita de jazz en el conservatorio.
-¿Cuál es la defensa del músico ante ese panorama?
-Uno podría componer algo de 2 o 3 minutos, con "estrofa- estribillo-estrofa con solo de guitarra en el medio" porque es lo que le gusta a la gente y poder sacar una tajada de eso ¿Pero qué pasaría con las creencias, las ideas, la militancia? ¿Nosotros somos los elitistas? Yo trato de hacer una música fiel a mis creencias e ideas con la ilusión de poder compartirla con la mayor cantidad de gente posible, pero con la certeza de que no le va a gustar ni interesarle a todos, como tiene que ser.
Fuente: El Bondi
Un disco muy interesante, aunque no es para todo el mundo. Pegale una escuchada, fijate si es tu onda, porque el grupo realmente es bueno y de calidad.
Lo podés escuchar desde acá: soundcloud.com/franciscoslepoy.
Dejamos el espacio en Bandcamp, no estará disponible gratuitamente, pero lo podés escuchar y ver si los reptiles te gustan o no...
https://kuaimusic.bandcamp.com/album/reptil
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