"Una nación que gasta más dinero en armamento militar que en programas sociales se acerca a la muerte espiritual"
Martin Luther King
A principios de este año, Moody’s y S&P rebajaron sus calificaciones crediticias para Israel, el último en hacerlo es el menos conocido del tridente de calificadoras de riego, en agosto Fitch Ratings rebajó la calificación crediticia de Israel de A+ a A, lo que implica menos financiamiento o mucho más caro.
La rebaja de la calificación refleja el impacto de la continuación de la guerra en Gaza, aun y cuando el Líbano no estaba en el horizonte, esto aumenta los riesgos geopolíticos y las operaciones militares en múltiples frentes. Las finanzas públicas se han visto afectadas, sólo en julio el déficit presupuestario fue del 8.1% del PIB y una deuda que se mantendrá por encima del 70% del PIB en el mediano plazo. Esto obliga a grandes desembolsos relacionados con operaciones militares, la mitigación de daños económicos, gastos de reubicación de quienes se encuentran en el norte del país, lo que obliga a la recaudación de ingresos a mantenerse en medio de una economía de incertidumbre y en franco declive.
Antes del estallido de la guerra, se preveía que la economía de Israel crecería en 2023 un 3,5%. Al final el PBI aumentó sólo un 2%, es decir, cayó 1.5%, y se proyecta para 2024 una retracción a solo el 1.6%. Este declive ha sido leve porque se evitó una caída aún más pronunciada gracias al importantísimo sector tecnológico del país, que en gran medida no se ha visto afectado por los combates. La confianza del consumir muestra un nivel extrañamente bajo, pero no es sólo el consumo, las ventas minoristas, sino la balanza comercial deficitaria, las exportaciones y hasta las remeses han tenidos caídas estrepitosos, así como la recaudación tributaria que se ha detenido en seco.
Confianza del consumidor en Israel
El nivel de actividad y las expectativas económicas han caído, el empleo, al igual que los salarios, se ha mantenido a la baja. Se han impuesto controles estrictos al movimiento de trabajadores, sobre todo el sector de la construcción, que depende principalmente de mano de obra extranjera, en su mayoría palestina. Tras el ataque a Gaza, el gobierno israelí suspendió las licencias de trabajo de palestinos, renunciando a 160.000 trabajadores. Para hacer frente a esa escasez, Israel ha llevado a cabo campañas de contratación en la India y Sri Lanka con resultados dispares. Pero los mercados laborales siguen estando desabastecidos, en particular en los sectores de la construcción y la agricultura.
El estado de Haryana, donde se encuentra Nueva Delhi, en la India, anunció la apertura de 10.000 puestos para trabajadores de la construcción en Israel, incluidos 3.000 para carpinteros y herreros, 2.000 para instaladores de baldosas y 2.000 para yeseros. En el anuncio se decía que el salario para esos puestos sería de aproximadamente 1.625 dólares al mes, en un estado donde el ingreso per cápita es de unos 300 dólares al mes. En enero, Uttar Pradesh, el estado más poblado de la India, también publicó un anuncio similar para contratar a otros 10.000 trabajadores. Según los informes, la campaña de contratación comenzó en la capital del estado, Lucknow, el martes y atrajo a cientos de solicitantes.
Pero el plan de la India de enviar trabajadores a un país efectivamente involucrado en un genocidio de palestinos ha sido criticado por grupos laborales y la oposición. En noviembre del 2023, diez de los sindicatos más importantes de la India emitieron una declaración enérgica instando al gobierno a no enviar trabajadores indios a Israel en medio de la guerra en curso en Gaza.
“Nada podría ser más inmoral y desastroso para la India que la supuesta ‘exportación’ de trabajadores a Israel. El hecho de que la India esté siquiera considerando la posibilidad de “exportar” trabajadores demuestra la forma en que ha deshumanizado y mercantilizado a los trabajadores indios”. La Federación de Trabajadores de la Construcción de la India, otro sindicato importante, también se opuso a “cualquier intento de enviar a los pobres trabajadores de la construcción de nuestro país a Israel para superar su escasez de trabajadores y apoyar de cualquier manera sus ataques genocidas contra Palestina”.
Aun y con estos trabajadores, CofaceBdi -especializada en la recopilación y procesamiento de datos- afirma que 46.000 empresas han cerrado desde el 7 de octubre en medio de la guerra en curso; los sectores de la construcción, la agricultura y los servicios son los más afectados. Las empresas israelíes tendrán que lidiar con las consecuencias de la guerra que ya lleva meses, y tendrán que esperar que en 2024 cierren hasta 60.000 empresas. En comparación, el récord de 76.000 empresas que cerraron durante la pandemia de coronavirus en 2020.
El directos de CofaceBdi, en The Times of Israel, entiende que “las empresas se enfrentan a una realidad muy compleja: el miedo a una escalada de la guerra, sumado a la incertidumbre sobre cuándo terminarán los combates, junto con desafíos constantes como la escasez de personal, la baja demanda, las crecientes necesidades de financiación, el aumento de los costes de adquisición y los problemas logísticos y, más recientemente, la prohibición de las exportaciones por parte de Turquía, hacen que a las empresas israelíes les resulte cada vez más difícil sobrevivir a este período”
La guerra también obligó a casi 500.000 israelíes y más de 17.000 trabajadores extranjeros a abandonar el país, según datos de la Autoridad de Población e Inmigración de Israel. Además, alrededor de 764.000 israelíes, o casi una quinta parte de la fuerza laboral de Israel, están actualmente desempleados debido a evacuaciones, cierres de escuelas o llamados a filas de reserva del ejército para la guerra.
La guerra de Gaza le ha costado a la economía israelí más de 67.300 millones de dólares, según el Banco de Israel. La guerra ya le ha cargado a la economía israelí más de 67.300 millones de dólares, y las necesidades de defensa requieren un aumento anual de al menos 5.500 millones de dólares. “El déficit es mucho mayor, tenemos evacuados, heridos y muchas necesidades económicas que ni siquiera se contabilizan en el coste de la guerra”.
Aproximadamente el 50% de los costos previstos de la guerra (unos 32.000 millones de dólares) se destinarán a diversas necesidades de defensa hasta 2025. Otros 10.000 millones se destinarán a gastos civiles, que incluyen la financiación del alojamiento de decenas de miles de israelíes que se vieron obligados a abandonar sus hogares en el sur y el norte de Israel en medio de la guerra. Además, el Banco de Israel estima que se perderán unos 9.000 millones de dólares en ingresos fiscales y 6.000 millones de dólares para cubrir los daños directos de la guerra.
Las diferentes tácticas en la guerra son importantes. Israel quiere una guerra inmediata, sobre todo con Irán con la participación de EE.UU., el eje de la resistencia (Palestina, Líbano, Yemen, Irán) apuesta por una guerra de desgaste que, para Israel, una guerra larga tendría costos elevados y mayores déficits. Además de socavar el perfil de la deuda de Israel, los combates prolongados generarían “otros costos”, como escasez de mano de obra y daños a la infraestructura, así como la posibilidad de sanciones internacionales contra el estado hebreo. Israel actualmente ignora el hecho de que la economía puede provocar mayores daños sociales que la propia guerra.
Al comienzo de la guerra se convocó a unos 360.000 reservistas, aunque muchos de ellos han regresado a sus hogares. Más de 120.000 israelíes se han visto obligados a abandonar sus hogares en las zonas fronterizas. Hacer una guerra es un asunto costoso para cualquier Estado, y recaudar los fondos necesarios para librarla puede estar plagado de controversias políticas derivadas de divergencias fiscales.
El 37º gobierno de Israel rara vez ha disfrutado de mucha armonía desde que asumió el poder. Tres meses después de iniciar la guerra en Gaza, estaba claro que los fondos asignados a los esfuerzos bélicos no eran suficientes, a pesar de una inyección de emergencia en diciembre de casi 8.000 millones de dólares, financiada principalmente mediante un mayor endeudamiento. En enero el gabinete de Netanyahu aprobó un aumento del presupuesto para 2024, que asigna 15 mil millones de dólares para la guerra. El presupuesto aprobado en mayo del 2023 para 2023-2024 de 270 mil millones resultó limitado.
Una lectura preocupante para un país como Israel que, debido a los apuros financieros que suelen acompañar a una guerra, registró un déficit presupuestario del 4,2% de su producto interno bruto en 2023, en comparación con un superávit del 0,6% del año anterior. Como resultado de este nuevo presupuesto, el déficit para 2024 se ha ampliado al 6,6% del PIB.
El nuevo presupuesto para 2024 se logró recortando la financiación de los departamentos gubernamentales en un promedio del 3% y aumentando el gasto en 20 mil millones de dólares. Los aumentos el presupuesto se basan en seguridad interna, pero más importante aún, del presupuesto de defensa. De los 20 mil millones, 15 mil se destinarán a la compra de material militar y a los 360.000 reservistas del ejército israelí. También se incluyen fondos para apoyar a los más de 100.000 israelíes evacuados de las comunidades limítrofes con Gaza y el vecino Líbano.
Es probable que los fondos no se agoten en el corto plazo. Cualesquiera que sean las presiones sobre las finanzas de Israel como resultado de su guerra en Gaza y sus incursiones en Cisjordania, ahora hay que agregarle Irán, el Estado israelí ya no puede contar con el apoyo militar y financiero inquebrantable de los Estados Unidos, sino debe obtenerlo.
En noviembre, la Cámara de Representantes de Estados Unidos dio luz verde a una ley para proporcionar 14.500 millones de dólares de ayuda militar a Israel que van directamente a las empresas americanas, y los 3.800 millones que recibe el país cada año. El nuevo presupuesto de Israel también se enfrenta al escrutinio legislativo.
Las guerras pueden generar unidad o desmembramiento, en este caso las finanzas israelíes pasaran por un sobresalto. ¿Durante cuánto tiempo? Eso depende, si la guerra es de desgaste o veloz.
Alejandro Marcó del Pont
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