La estafa política contemporánea consiste en valerse de la idea de que hay que sufrir primero para después tener alivio económico. Un almacenero sale en TV con los ojos llorosos por la debacle económica que ha recaído sobre su negocio, pero aun así se dice que tiene que confiar porque el Sr. Presidente quiere lo mejor para todos. Una jubilada se quiebra y llora cuando ve lo que ha cobrado, a pesar de lo cual no hace crítica de lo que ha votado. Las escenas se reproducen fractalmente. ¿Por qué sostenemos lo que nos daña? “Dios aprieta pero no ahorca” (religión católica), “me pega pero me quiere” (relaciones amorosas machistas), “esto [hacer mal] lo hago por tu bien” (relaciones intergeneracionales). El dolor forma parte de la vida y del crecer, quizás por eso hemos creído que sus excesos son normales y necesarios. Pero hay dolores que están al servicio de la dominación, hay dolores que se supone que hacen bien pero que dejan huellas que seguirán haciendo mal, hay dolores que no son registrados por quien los produce y dolores que son bien registrados por la prima de satisfacción que engendran en el cruel.
Ajuste de cuentas
Las políticas de “ajuste por el bien del país”, han sido históricamente la propuesta típica de gobiernos que demostraron luego ser corruptos, agentes al servicio de corporaciones interesadas en saquearnos, endeudadores seriales, empobrecedores, entre otras formas de violencia política. Desde luego, la prueba de la estafa fue que el tiempo de bonanza nunca llegó.
Es curioso que los mafiosos usen la misma frase-concepto que estos gobiernos: ajuste de cuentas. Los mafiosos dicen que quieren ajustar cuentas cobrándose una deuda y los gobiernos estafadores dicen que quieren ajustar para acomodar las cuentas del Estado y pagar deudas.
Entonces nos dicen que es por nuestro bien que nos van a “apretar”, que nos van a ajustar porque nos quieren y que tengamos tranquilidad porque, a pesar del sufrimiento que nos causen, nunca nos van a ahorcar.
El progreso social moderno y la constitución del psiquismo
¿Por qué tienen tanta pregnancia esta recurrente estafa histórico-política? Cuando la locura deviene normalidad, hay que preguntarse cómo llegamos a ese estado de situación. Y resulta que en el núcleo de nuestra constitución como sujetos modernos y occidentales, yace la idea del progreso social. Una idea que siempre contempló el dolor como parte del crecimiento: hoy estamos mal pero mañana estaremos mejor. La idea capitalista de la acumulación que nos permitirá, con el tiempo, tener algo, ser alguien y finalmente descansar de tanto trabajo. Para esta idea de trabajo viene bien recordar su origen latino trepaliare, vinculado al instrumento de tortura llamado tripalium.
Pero incluso estas formas culturales no anclan a menos que tengan un terreno dónde hacerlo. Y es así que el crecimiento subjetivo mismo supone el hecho de que la satisfacción pulsional inmediata tiene que quedar en espera en función de un futuro placer en lo simbólico. La teta nutre, erotiza y enternece, pero eventualmente debe ceder para que una persona pueda hablar. El onanismo infantil oferta una satisfacción auto erótica inmediata, pero debe quedar en latencia para convertirse en amistad, en juego, en búsqueda.
La idea moderna del sufrir primero para gozar luego, toma asiento en la idea del crecer dejando primero los objetos originarios para entrar luego en lo simbólico y en los lazos sociales que permite. Es así que a nuestros días tenemos el legado de una confusión: progresar en la vida es progresar económicamente, confundiendo el crecimiento económico con el crecimiento subjetivo.
Parásitos
La idea moderna del crecimiento económico parasitó la experiencia del crecimiento subjetivo, y los gobiernos corruptos, a su vez, parasitaron al parásito anterior y a su huésped. Creer que progresar en la vida es mejorar la propia economía para tener y ser, ya era una ilusión nefasta. Pero a veces tenía oportunidad de realización. La estafa política contemporánea consiste en servirse de esta idea de que hay que sufrir primero para después tener alivio económico, para poder hacer sufrir con aceptación y apoyo del padeciente. La estafa consiste en solicitar sufrir hoy en favor de un mañana que no existe.
Allí las ideas políticas que vinculan inflación, deuda y ajuste, a un sufrimiento que traerá finalmente un alivio: «teniendo en cuenta el contexto de un programa de contención de la inflación, se suspenderá toda actividad de negociación salarial”, los aumentos provendrán de “la mayor productividad global de la economía» (Martínez de Hoz, 1976); “estamos mal, pero vamos bien” (Menem, 1989); “el ajuste no se negocia (…) Los argentinos deben tener la seguridad de que el país está saliendo adelante»” (De La Rúa, 2001); “en el segundo semestre van a empezar a ver resultados claros” (Macri, 2016); “sabemos que en el corto plazo la situación empeorará, pero luego veremos los frutos. Este es el último mal trago para comenzar la reconstrucción de Argentina (…) Habrá luz al final del camino” (Milei, 2024).
La “luz al final” nuevamente nos reenvía al punto de partida: la idea cristiana de que todo sufrimiento tendrá sentido en la otra vida.
Sufrir el dolor
Los psicoanalistas conocemos muy bien las formas en que las personas buscamos argumentos que den letra a dolores que no se quiere dejar ir. Detrás de ello no hay solamente un goce masoquista, como cierta lectura sádica de la realidad quiere hacernos creer, sino además miedo, angustia y dolor. Aceptar la estafa es descubrirse en situación de desamparo, es una herida al narcisismo, es lidiar con la angustia de que no haya más frases-fetiches que nos salven de nuestra responsabilidad. Ante ese horizonte, salvar la imagen del otro de quien se depende, muchas veces es un intento de salvarse uno.
Mientras hoy nos quieren hacer creer que hay que disfrutar el dolor, parece que nuestra mejor salida es padecerlo, sufrirlo, dejar aflorar la angustia de la encerrona, el enojo que busca romperla y recuperar el principio de realidad: el ajuste no es justo, el dolor no es salud, el que lastima no ama.
Por Luciano Rodríguez Costa
Ajuste de cuentas
Las políticas de “ajuste por el bien del país”, han sido históricamente la propuesta típica de gobiernos que demostraron luego ser corruptos, agentes al servicio de corporaciones interesadas en saquearnos, endeudadores seriales, empobrecedores, entre otras formas de violencia política. Desde luego, la prueba de la estafa fue que el tiempo de bonanza nunca llegó.
Es curioso que los mafiosos usen la misma frase-concepto que estos gobiernos: ajuste de cuentas. Los mafiosos dicen que quieren ajustar cuentas cobrándose una deuda y los gobiernos estafadores dicen que quieren ajustar para acomodar las cuentas del Estado y pagar deudas.
Entonces nos dicen que es por nuestro bien que nos van a “apretar”, que nos van a ajustar porque nos quieren y que tengamos tranquilidad porque, a pesar del sufrimiento que nos causen, nunca nos van a ahorcar.
El progreso social moderno y la constitución del psiquismo
¿Por qué tienen tanta pregnancia esta recurrente estafa histórico-política? Cuando la locura deviene normalidad, hay que preguntarse cómo llegamos a ese estado de situación. Y resulta que en el núcleo de nuestra constitución como sujetos modernos y occidentales, yace la idea del progreso social. Una idea que siempre contempló el dolor como parte del crecimiento: hoy estamos mal pero mañana estaremos mejor. La idea capitalista de la acumulación que nos permitirá, con el tiempo, tener algo, ser alguien y finalmente descansar de tanto trabajo. Para esta idea de trabajo viene bien recordar su origen latino trepaliare, vinculado al instrumento de tortura llamado tripalium.
Pero incluso estas formas culturales no anclan a menos que tengan un terreno dónde hacerlo. Y es así que el crecimiento subjetivo mismo supone el hecho de que la satisfacción pulsional inmediata tiene que quedar en espera en función de un futuro placer en lo simbólico. La teta nutre, erotiza y enternece, pero eventualmente debe ceder para que una persona pueda hablar. El onanismo infantil oferta una satisfacción auto erótica inmediata, pero debe quedar en latencia para convertirse en amistad, en juego, en búsqueda.
La idea moderna del sufrir primero para gozar luego, toma asiento en la idea del crecer dejando primero los objetos originarios para entrar luego en lo simbólico y en los lazos sociales que permite. Es así que a nuestros días tenemos el legado de una confusión: progresar en la vida es progresar económicamente, confundiendo el crecimiento económico con el crecimiento subjetivo.
Parásitos
La idea moderna del crecimiento económico parasitó la experiencia del crecimiento subjetivo, y los gobiernos corruptos, a su vez, parasitaron al parásito anterior y a su huésped. Creer que progresar en la vida es mejorar la propia economía para tener y ser, ya era una ilusión nefasta. Pero a veces tenía oportunidad de realización. La estafa política contemporánea consiste en servirse de esta idea de que hay que sufrir primero para después tener alivio económico, para poder hacer sufrir con aceptación y apoyo del padeciente. La estafa consiste en solicitar sufrir hoy en favor de un mañana que no existe.
Allí las ideas políticas que vinculan inflación, deuda y ajuste, a un sufrimiento que traerá finalmente un alivio: «teniendo en cuenta el contexto de un programa de contención de la inflación, se suspenderá toda actividad de negociación salarial”, los aumentos provendrán de “la mayor productividad global de la economía» (Martínez de Hoz, 1976); “estamos mal, pero vamos bien” (Menem, 1989); “el ajuste no se negocia (…) Los argentinos deben tener la seguridad de que el país está saliendo adelante»” (De La Rúa, 2001); “en el segundo semestre van a empezar a ver resultados claros” (Macri, 2016); “sabemos que en el corto plazo la situación empeorará, pero luego veremos los frutos. Este es el último mal trago para comenzar la reconstrucción de Argentina (…) Habrá luz al final del camino” (Milei, 2024).
La “luz al final” nuevamente nos reenvía al punto de partida: la idea cristiana de que todo sufrimiento tendrá sentido en la otra vida.
Sufrir el dolor
Los psicoanalistas conocemos muy bien las formas en que las personas buscamos argumentos que den letra a dolores que no se quiere dejar ir. Detrás de ello no hay solamente un goce masoquista, como cierta lectura sádica de la realidad quiere hacernos creer, sino además miedo, angustia y dolor. Aceptar la estafa es descubrirse en situación de desamparo, es una herida al narcisismo, es lidiar con la angustia de que no haya más frases-fetiches que nos salven de nuestra responsabilidad. Ante ese horizonte, salvar la imagen del otro de quien se depende, muchas veces es un intento de salvarse uno.
Mientras hoy nos quieren hacer creer que hay que disfrutar el dolor, parece que nuestra mejor salida es padecerlo, sufrirlo, dejar aflorar la angustia de la encerrona, el enojo que busca romperla y recuperar el principio de realidad: el ajuste no es justo, el dolor no es salud, el que lastima no ama.
Rosario, 9 de abril de 2024.
Luciano Rodríguez Costa - Psicólogo (UNR), Prof. en Psicología (UNR), Mg. en Salud Mental (UNR). Psicoanalista. Escritor. Investigador. Psicólogo en Minist. de Desarrollo Social. Autor de La violencia en los márgenes del psicoanálisis (Ed. Lugar) y de Los procesos de subjetivación en psicoanálisis: el psicoanálisis ante el apremio de una revolución paradigmática (Ed. Topía).
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