Es el Día de la Independencia de Brasil y el momento de conocer al inigualable Heitor Villa-Lobos, el hombre que cierta vez afirmó, con notable brillantez, que su primer profesor de armonía fue «un mapa de Brasil».
Con una música que refleja de manera óptima la extraordinaria diversidad cultural de su país, su gente, sus paisajes, topografías y tradiciones, cultivó todos los géneros concebibles y su producción hace que incluso Bach parezca un holgazán. Y es que en total escribió miles de obras.
Aunque experimentaba curiosidad por las tendencias clásicas europeas, se sentía continuamente atraído por la música folclórica y popular de su patria: su genio sin igual radica en que supo combinar los dos bloques. De joven, por razones de carácter, se sintió incómodo con la rigidez de la educación musical oficial, dejó los estudios y se ganó la vida tocando en cines, clubes nocturnos y cafés de Río de Janeiro. Conoció a músicos ambulantes y se integró en grupos corales que dejarían tanta huella en su lenguaje musical como el vanguardismo europeo del que se empapó en París a principios de los años veinte.
La influencia de esta variadísima serie de estilos se ve con claridad en esta suite temprana, cada una de cuyas partes combina un género europeo —en este caso la gavota— con un baile tradicional brasileño, aquí el choro (llamado también chorino), que nació en Río en el siglo XIX y que podía oírse en las esquinas de todo el país.
Clemency Burton-Hill
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