El nuevo milenio es testigo de un emocionante, aunque improbable renacimiento de la música coral sacra. Digo «improbable» porque el discurso dominante en las sociedades occidentales es que la fe religiosa, sobre todo expresada a través de la Iglesia establecida, está en franca decadencia.
Pero por el motivo que sea —vidas destrozadas, sed de objetivos espirituales, creciente interés por dedicar tiempo diario a la meditación—, el mercado de la música coral sacra está en alza y no solo por las antiguas razones.
Todo un abanico de compositores actuales ha puesto su atención (y tal vez también el alma) en temas religiosos y textos litúrgicos: véanse, por ejemplo, los casos de Nico Muhly (26 de agosto), James MacMillan (30 de noviembre), Charlotte Bray (10 de febrero), Alissa Firsova (24 de julio) y Eric Whitacre (6 de diciembre), por ceñirme solo a los que aparecen en estas páginas.
Parece que se ha creado un terreno propicio en Polonia y uno de los compositores que está en primera línea de la nueva tendencia es Paweł Łukaszewski, que hoy cumple años. Su música lleva la huella de sus predecesores polacos Henryk Górecki (4 de abril) y Wojciech Kilar (29 de diciembre) y refleja la influencia de John Taverner (2 de mayo, 18 de diciembre) y Arvo Pärt (24 de febrero).
Pero la profunda espiritualidad que consigue Łukaszewski con un lenguaje tonal complejo pero despejado es en gran medida obra suya. Creo que esta luminosa musicalización de la intemporal avemaría puede ponerse con mucha dignidad al lado de otras versiones más conocidas (véanse, por ejemplo, el 3 de junio y el 10 de diciembre).
Clemency Burton-Hill
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