Dice la leyenda que Mozart oyó esta inquietante y misteriosa puesta en música del Salmo 51 —cuya transcripción había estado prohibida fuera del Vaticano durante casi siglo y medio— cuando tenía catorce años y se encontraba de visita en la Capilla Sixtina. Al parecer quedó impresionado por la belleza de la música de Allegri, que copió de memoria poco después. Dos días más tarde regresó a la Capilla e hizo unas cuantas correcciones menores.
El resultado se publicó
andando el tiempo en una versión que, a diferencia de la única transcripción
autorizada hasta la fecha, recogía la fuerza innata de la obra. Poco después el
papa Clemente XIV emplazó a Mozart a Roma y lo recompensó con la Orden de la Espuela
de Oro.
Con un golpe de genialidad
polifónica, Allegri distribuye las voces en dos grupos, uno que sigue una línea
melódica sencilla y otro que traza una espiral a su alrededor.
Miserere mei, Deus, secundum magnam misericordiam tuam.
Señor, apiádate de mí, por tu grandísima
misericordia.
Allegri, que murió este día,
lo compuso para el oficio de tinieblas de Semana Santa, que se celebraba en la
hora de maitines, poco antes del alba. Durante el oficio, las velas de la
capilla se apagaban poco a poco hasta que solo quedaba una, que se escondía.
Debía de ser impresionante. Allegri, que, dicho sea de paso, era contratenor
del coro vaticano, compartía este trabajo con un hombre llamado Stefano Landi
al que veremos mañana.
Clemency Burton-Hill
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