Hay que compadecerse un poco del pobre Telemann. Este inteligente estudiante de Derecho, que no terminó la carrera, compuso durante su larga vida por lo menos 3.600 obras musicales que han llegado hasta nosotros (y muchísimas más que se destruyeron).
Además, fue novelista, poeta, flautista, cantor, teórico de la música y un reputadísimo maestro de capilla. Sin embargo, durante toda y su vida y posteriormente, fue arrinconado por críticos que desdeñaban sus obras por considerarlas facilonas y demasiado copiosas. Solo cuando se encontró un paquete de obras en el siglo XX, después de la Segunda Guerra Mundial, su fama empezó a recuperarse y su música a ser tomada en serio.
Telemann fue contemporáneo y amigo de J.S. Bach —y padrino de su hijo Carl, aunque en cierto modo aborda la música desde un punto de vista opuesto. Mientras que Bach fue el rey de complejas texturas contrapuntísticas, en que líneas musicales separadas se oponen entre sí,
Telemann se dejó arrastrar por su vocación de cantor y se entregó totalmente a las melodías líricas lineales, un ejemplo tremendo de lo cual es este majestuoso concierto para trompeta. De este modo puede verse como un heraldo de la refinada elegancia melódica del período clásico que estaba a la vuelta de la esquina.
Clemency Burton-Hill
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