Ya no tienen alma... El trabajo infantil es una violación de los derechos humanos fundamentales, ya que no solo entorpece el desarrollo de los niños, les puede producir daños físicos y psicológicos para toda la vida, sino que además perpetúa la pobreza durante generaciones, dejando también a los hijos de los pobres fuera de la escuela y limitando sus posibilidades de ascender en la escala social. Se ha demostrado que existe un fuerte vínculo entre la pobreza de los hogares y el trabajo infantil. Así que la respuesta a la pregunta de la nota es fácil: lo mejor es que los niños vayan a la escuela... y de paso que no lean el diario "La Nación", para que no se conviertan en un soretes irrecuperables.
Ni Domingo Fautino Sarmiento lo hubiera hecho mejor, cuando sostenía en su tristemente recordado discurso del 13 de septiembre de 1859 en el Senado de la Provincia de Buenos Aires: "Si los pobres de los hospitales, de los asilos de mendigos y de las casas de huérfanos se han de morir, que se mueran, porque el Estado no tiene caridad, no tiene alma". Pero sí tiene alma cuando paga de 56.500 millones de pesos de intereses de las LELIQs en un mes en lugar de construir 56.500 viviendas sociales de 50 metros cuadrados, cuyo costo de construcción es de aproximadamente un millón de pesos.
Sí tiene alma cuando destina por año el 3,5% del PIB para pagar solamente los intereses de la deuda externa, mientras la pobreza alcanza al 51,7% de los niños y adolescentes en la Argentina y registra el nivel más alto en una década, según el último informe de Barómetro de Deuda Social de la Infancia de la UCA.
Ya les queda poca alma, y de a poco también se las van sacando a quienes leen esos pasquines.
Mariano Moreno, uno de los principales ideólogos e impulsores de la Revolución de Mayo de 1810, dijo: "Si los pueblos no se ilustran, si no se vulgarizan sus derechos, si cada hombre no conoce lo que vale, lo que puede y lo que se le debe, nuevas ilusiones sucederán a las antiguas, y después de vacilar algún tiempo entre mil incertidumbres, será tal vez nuestra suerte mudar de tiranos sin destruir la tiranía". Se nota que para los que no tienen alma, lo mejor es que los niños no se eduquen, a fin de eternizar su tiranía.
Ni Domingo Fautino Sarmiento lo hubiera hecho mejor, cuando sostenía en su tristemente recordado discurso del 13 de septiembre de 1859 en el Senado de la Provincia de Buenos Aires: "Si los pobres de los hospitales, de los asilos de mendigos y de las casas de huérfanos se han de morir, que se mueran, porque el Estado no tiene caridad, no tiene alma". Pero sí tiene alma cuando paga de 56.500 millones de pesos de intereses de las LELIQs en un mes en lugar de construir 56.500 viviendas sociales de 50 metros cuadrados, cuyo costo de construcción es de aproximadamente un millón de pesos.
Sí tiene alma cuando destina por año el 3,5% del PIB para pagar solamente los intereses de la deuda externa, mientras la pobreza alcanza al 51,7% de los niños y adolescentes en la Argentina y registra el nivel más alto en una década, según el último informe de Barómetro de Deuda Social de la Infancia de la UCA.
Ya les queda poca alma, y de a poco también se las van sacando a quienes leen esos pasquines.
Mariano Moreno, uno de los principales ideólogos e impulsores de la Revolución de Mayo de 1810, dijo: "Si los pueblos no se ilustran, si no se vulgarizan sus derechos, si cada hombre no conoce lo que vale, lo que puede y lo que se le debe, nuevas ilusiones sucederán a las antiguas, y después de vacilar algún tiempo entre mil incertidumbres, será tal vez nuestra suerte mudar de tiranos sin destruir la tiranía". Se nota que para los que no tienen alma, lo mejor es que los niños no se eduquen, a fin de eternizar su tiranía.
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