La consideración del rock en el contexto de la Historia Musical de Occidente siempre ha sido una aventura intelectual no menos fascinante, que cualquier intrincado laberinto de la investigación musicológica actual. Una visión desprejuiciada, heterodoxa y crítica en torno a la evolución musical de Occidente, podría develar los perfiles que ha caracterizado al Rock –y sus variadas vertientes– como un fenómeno artístico nunca antes visto. Ello pasa por entender una trágica dialéctica: su perenne oscilación entre el mercado planetario y el hecho de ser, una de las expresiones más radicales de la sensibilidad contemporánea. Ciertamente, la investigación musicológica actual, tendrá que emprender un nuevo rumbo, capaz de encontrar ciertas claves interpretativas, que logren conectar a las soluciones del lenguaje musical con: la sociedad, la historia, el mundo productivo, las raíces antropológicas, el pensamiento filosófico y la experiencia religiosa. Su perfil es creativamente impredecible, muestra una totalidad de arte y estilo entendida, por su poder subversivo antes de convertirse "como el más amplio negocio de la cultura de masas" como sostendría el locutor venerable Iván Loscher, quien tenía al Rock como una las conspiraciones más radicales de la sensibilidad contemporánea.
"... lo más importante de todo es el fenómeno hippie, pues nos ha permitido tener la prueba de que una generación joven, descendiente de diez generaciones cristianas, protestantes o católicas, ha descubierto la dimensión religiosa de la vida cósmica, de la desnudez y de la sexualidad… se trata de lo que podríamos llamar la “desnudez paradisíaca” y de la unión sexual como rito. Han descubierto el sentido profundo, religioso de la vida. Después de esta experiencia, se han liberado de toda clase de supersticiones religiosas, filosóficas, sociológicas. Ahora son libres. Han redescubierto la dimensión de la sacralidad cósmica, experiencia anulada desde hacía mucho tiempo, desde los tiempos del Antiguo Testamento..."Mircea Eliade
"A título de introducción personal, quisiera decir algunas palabras sobre como llegué a sentir la necesidad de ocuparme del fenómeno artístico… Ocurrió por una especie de no-esperanza o desesperación. Desesperación por advertir que todo el lenguaje prosaico y particularmente el lenguaje tradicional, parece ahora muerto. Ese lenguaje me parece incapaz de comunicar lo que está ocurriendo hoy, es arcaico y obsoleto si se le compara con los resultados y la fuerza del lenguaje poético y artístico, especialmente en el contexto de la oposición contra la sociedad en la juventud de nuestra época, que protesta y se revela. Cuando asistí y participé en sus demostraciones contra la guerra del Vietnam, cuando los escuché cantar las canciones de Bob Dylan, sentí en cierta forma, aunque es muy difícil de definir, que ese era realmente el único lenguaje revolucionario que nos queda hoy".Herbert Marcuse
I
En la actualidad existen los obstáculos metodológicos que impiden comprender el fenómeno de la evolución histórica de la música, desde sus orígenes. Se hace imprescindible y necesario el re-examen de las relaciones entre el arte musical y las creaciones espirituales del mundo prehistórico, hasta la actualidad. Han crecido las lagunas conceptuales, tras largos años y con el peso terrible de una tradición; en principio cultural, de historiadores, tratadistas, filósofos, que dominó el mundo antiguo y en todos los aspectos de la vida y prácticas, incluyendo la musical. Instaurado el paradigma se dictaminaron las primeras pautas, de lo que progresivamente se iría configurando, todo intento por analizar, emitir un juicio y comunicar, a través de ese código naciente en el mundo occidental esto es el metalenguaje musical.
Es por eso que el ejercicio de la paleografía musical, como una actividad poco usual, – ya que se requería de conocimientos previos musicales – alejó por mucho tiempo, a la música, del ojo agudo, incluso la “retórica” (con toda la crítica que pueda hacer Aristóteles) del ejercicio cronístico y narrativo, desde la época de E.T.A. Hoffman o Baudelaire cuando que ya comenzaban a tomar el juicio crítico como profesión o incluso vocación.
II
La historia musical como paradigma
Ciertamente, es aún más fácil, hoy en día “ver” un cuadro que analizar una partitura – aun cuando sabemos que el “Videoclips” es una de las más importantes conciliaciones conceptuales entre la Imagen y el Sonido – de allí el peso de la crítica en artes plásticas en relación a los juicios musicales – sea musicológico y/o periodístico.
La investigación musical, constituida como paradigma de todo lo concerniente al conjunto de estructuras sonoras, organizó, mediante un código, cada vez más complejo – notación, leyes, normas, esquemas –todas las posibilidades de comprensión del quehacer artístico musical, a partir de la conformación de un Corpus Doctrinal. El dictamen de la teoría legitimaría las nuevas prácticas teóricas nacientes, en virtud de su identidad o diferencia, con respecto a la idea arquetípica de la “forma” musical; estableciendo un sistema de gradación, a partir del cual agruparìan las diferentes estructuras, sus funciones y los diversos géneros y estilos. Aun cuando en largos períodos históricos – recordemos el primitivo canto cristiano, los himnos, las antífonas, el sistema modal, el Bizancio hasta alta Edad Media. Poco a poco, desde el Renacimiento hasta la aparición de nuevas formas del lenguaje musical, el desarrollo embrionario de la polifonía, con el apogeo de la polifonía vocal, la expansión de la técnica solfística, la teoría modal y la creciente estructuración del ritmo, la ejecución instrumental adquirió finalidades eminentemente prácticas. La espontaneidad reprimida por esa rigidez doctrinal, que heredò la censura del microtonalismo acaecido desde la República de Platòn- durante siglos impidió la conciliación entre los instrumentos y las voces, frenó la improvisación en base a ornamentos, buscaría un vehículo material de expresión en los instrumentos de cuerda y en la amplia geografía organológica representada por una creciente variedad de instrumentos de vientos. Ciertamente, prevalecieron estilos y formas independientes, desde el punto de vista de la escritura instrumental, la publicación, la entrega a los ideales místicos de “los iluminados” y trascriptores hasta la Invención de la Imprenta. Advinieron de textos impresos, instrucciones de instrumentos musicales para músicos prácticos no teóricos, creando posibilidades expresivas que buscaron una necesaria complementariedad con los efectos dramáticos, el escenario callejero, la actuación y la poesía en sus diferentes géneros. Ya sabemos que la interacción entre la tradición y la innovación ha movilizado las transformaciones del sistema musical occidental, pero al mismo tiempo, ciertas tendencias emancipadoras quedaron relegadas por el creciente academicismo, más no se extinguieron su existencia inmanente, coexistieron en aquello que Williams Montesinos denomina el imaginario sonoro. Fueron, sin embargo, reactivadas por el Rock, donde la ejecución instrumental se transformó en el despliegue de las facultades lúdicas y animistas; la voz humana regresó a su papel originario como explosión sonora e innovación fonética, el texto lírico se convirtió en éxtasis, deseo, información, juicio revelador y la escenificación en la ritualización de la vida cotidiana, los gestos, el vestido, cobraron nuevamente significado y las imágenes su preciado poder.
III
Es nuestra intención destacar, no solo la trayectoria histórica de la evolución musical de Occidente, sino mostrar las bases que justifican la irrupción del Rock, como fenómeno artístico. Podríamos sostener que la popularización de algunos instrumentos solistas, en el Renacimiento desde ese un instrumento de cuerda pulsada originario de la Edad Media como es el Laud es concebido como metáfora organológica de la Lira órfica- que en el contexto instrumental del Rock lo representa la guitarra acústica llámese “Folk-Rock” o la electrificada, entiéndase “Pop Rock”. Se produjo en sus componentes una imbricación, la unidad a los experimentos para las grandes audiencias, generados con la irrupción del ímpetu beethoveniano; la conciliación entre el canto popular ancestral y la sinfonía presentes en el discurso mahleriano; la presencia inmanente de elementos exóticos de culturas no occidentales – pensamiento melódico y rítmico – que han nutrido la historia musical desde Mozart “El Serallo”; Weber, “Turandot” Puccini “Madame Butterfly”; Mahler “La canción de la tierra”; Debussy “Pagodas”; Ravel “Chansons Madécasses”; Holst “Savitri” e “Himnos para el Rig Veda”; Stravinsky “El Ruiseñor”, “Tres Líricos Japoneses”; Messiaen “Isla de Fuego” y “Turangallila”; Cage “Música de Cambios”; Britten “El Príncipe de las Pagodas” y “Stockhausen “Mantra e “Inori” o Varesse tan apreciado por Frank Zappa. Otro elemento importante en este periodo de fusión inherente a la irrupción del rock como fenómeno arrtìsitico lo representa la utilización de los elementos del lenguaje y la estética del jazz – como una de las principales fuentes de la música popular del XX siglo y el siglo XXI con las sonoridades locales y localizadas por trabajos de campo –en la actualidad “in situ”- y en su momento como parte la expansión de la música popular contemporánea. Una contribución importante proporciono la tradición académica en la etapa tardía de Stravinski, Rave, Wiener, Honneger, Milhaud, Carpenter, Mason, Powell, Gruenberg, Thompson, Taylor, Anthell , Piston, Copland y Gershwin. El auge de propuestas metodológicas tendentes a recopilar las expresiones musicales – ritmos y melodías – de la Europa Oriental – Rumania, Checoslovaquia – que dieron otra significación y utilización al material folklórico, todo ello bajo la responsabilidad de compositores como Bela Bartok y musicólogos como Cecil Sharp, quien es en cierta medida responsable de la difusión en Norteamérica de las canciones amalgamadas como cantos, villancicos, baladas marineras, canzonettas di toscana– de las cuales Woody Guthrie tomaría bastantes motivos de inspiración allá en los años cuarenta – y Bob Bylan y Joan Báez revitalizarían con su propuesta de Folk-Rock, en los años sesenta. Digamos que toda una tradición musical venía siguiendo paralelamente el paso de otras transformaciones que estaban ocurriendo en diversos campos de la cultura, quizás el más importante es la transformación que experimenta la música como quehacer humano. El baile colectivo, la invasión de un género musical – en aquella época, el jazz – de los diferentes espacios de la vida cotidiana, la invención de la radio, el fonógrafo, el cine sonorizado, unido a las crecientes posibilidades materiales de la naciente sociedad de consumo, va modelando a la tradición musical popular que poco a poco se va erigiendo como el símbolo de una cultura. Entran en esa tradición desde el spirituals negro, el folk blue, rhythm and blue y el rock and roll. La música sacra de los negros, se va urbanizando, también el rhythm and blues se seculariza, adquiriendo un tinte blanco que se comercializó durante los años cincuenta.
El estatus, la fusión e irrupción del Rock Sinfónico:
Lo que había ocurrido es que con el cambio de función y estructura de la cultura, que ciertamente sería ahora de masas, las diversas creaciones urbanísticas desde Le Corbusier– que a lo largo de la historia cultural de Occidente habían sido desnaturalizadas de su función ritual, cultural, popular y colectiva – recapturan y revaloran el papel del público, la participación masiva del fenómeno musical vivo y reivindicaron el sentido tradicional y lo folklórico de una pieza, una canción, sumando un valor universal de lo étnico. Nótese como en estilo de desde los Beatles a Génesis encontrarnos una reivindicación de modos gregorianos, el estilo trovadoresco, que unido a un replanteamiento de las relaciones personales con la vida interior y la sociedad, crearon una expectativa, jamás conocida en la historia musical.
La inversión de los valores en el esquema de racionalización que vino operando desde los inicios de la música, es lo que en cierta medida reivindica la irrupción del rock como fenómeno artístico, en el escenario de la historia musical de occidente. Sus componentes musicales, en pos de sonoridades no racionalizadas por el modelo armónico Occidental, lograron marcar un nuevo camino expresivo, desde los oscuros intersticios del lenguaje musical, al crear una incertidumbre creativa en torno a la supremacía del “tono fundamental”, el principio de la tonalidad, reivindicó la modulación y potenciando en amplia escala la cadencia – ligada a al individualidad y a la libertad del solista. Con el Rock se dignificó la resolución, el aullido glissando y revalorizó el uso del semitono, llegando a conectarse con sistemas escalares no-occidentales, tal como aparece en The Beatles, Creedence Clearwater Revival, Crosby, Stils, Nash and Young, la experiencia de la psicodelia de Pink Floyd, Santana, Taj Mahal, Yes, Genesis y su arquitectura sonora. Sistemas de una manera acabada con John Mc Lughlin y su Mahavishnu Orchestra, o en la fusión Miles Davis, John Coltrane, también en la contemporaneidad surgieron artistas de la talla de Peter Hammil, Joh Hasell, Peter Gabriel, Pete Townsshend y David Byrne que se dedicaron a la búsqueda de nuevas sonoridades en entornos locales alejados de los centros de poder hegemónico “legitimados” por la industria musical.
IV:
El Rock como revolución en la estética musical
Es lógico pensar que si en el seno del lenguaje musical se dieron cambios decisivos y fundamentales, que entre otras cosas, desbordaron además de lo estrictamente musical – el protagonismo de la guitarra, el papel como contra-sujeto del bajo, la percusión en busca del timbre y los ornamentos, el acompañamiento particular de los instrumentos de teclados, la inclusión de instrumentos de viento de la tradición jazzística, el agregado de instrumentos no-occidentales, la profunda revalorización y autónomia de la voz humana, en el ámbito de lo social, en la medida en que suministraron, desde el seno de su concepto artístico, una nueva imagen de la sociedad, de las relaciones interpersonales.
En la historia de la cultura y la música del Rock introdujo nuevos pre-requisitos, tanto para el intérprete como para el público, generó un cambio en la concepción del producto musical considerado desde entonces como bien de consumo, restauró la dimensión festiva y ritual del espectador contemporáneo.
Aun cuando prevalezca la tendencia hacia el mercado, es indiscutible el aporte del rock y sus géneros a una todavía futura y radical percepción distinta del devenir de la creatividad musical en particular y de la meta-lenguaje artístico en general, en la prefiguración de un orden y un mundo diferente. Todas las posibilidades emancipadoras que puedan extraerse de algunas manifestaciones del Rock Contemporáneo, pertenecen en nuestro contexto histórico, al universo y al espacio privado, de manera incidental se han preservado y gracias a ello constituyen el más preciado tesoro para todo aquel que se arriesgue.
El Rock, sobre todo el sinfónico, tiene proezas en la construcción sonora y la ejecución instrumental; despliegue de facultades lúdicas y animistas; la voz humana en su rol originario como explosión sonora e innovación fonética; el texto lírico que contiene la inmanencia del discurso del “deseo”. Su escenificación es ritualización de la vida cotidiana, los gestos, el vestuario, que cobran nuevamente significado y las imágenes su preciado poder. Ocurrió una revolución estética en sus componentes musicales, nacieron sonoridades no “racionalizadas” por el “modelo armónico” occidental, se derrotó la supremacía del “tono fundamental” y “el principio de la tonalidad” y se reivindicó la modulación y potenció, en amplia escala, la cadencia. Se erigió la individualidad y la libertad creativa del solista, donde las piezas son portadoras de una “resolución”, el aullido terapéutico y “glissando”; se revalorizó el uso del semitono, llegando a conectarse con sistemas escalares no-occidentales.
Conclusión:
El Rock, fue el detonante de la expansión de la música para grandes audiencias, anticipada con aquella temprana irrupción del ímpetu beethoveniano. La utilización de los elementos del lenguaje arquetipal, el blues o la estética del jazz lo impregnó de las principales fuentes de la música popular de nuestro siglo XX e incluso el XXI porque hizo estallar junto a una re-memorización, las nuevas expresiones musicales. Es lamentable que en las tendencias actuales como el “trans-metal” o el “post-tecno” no tengan espacio expresivo para la multiculturalidad. El Rock sinfónico y la psicodelia recapturaron el papel del público; la convocatoria “tribal” de participación y vivencia masiva del fenómeno musical, vivo eternizando el sentido “ceremonial”.
Joaquín López Mujica
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