Ningún gobierno podría subsistir afectando a tantos sectores de la sociedad, prometiendo ajustes y tarifas de miedo, destruyendo la industria y el comercio, endeudando el país como nunca, volviendo a las desapariciones forzadas y a los presos políticos, si no fuera por la nociva complicidad de los medios de comunicación actuando junto con el poder Judicial, y eso me hace acordar que hace unos cuarenta años el gran filósofo Gilles Deleuze llamó la atención sobre la emergencia de un "neofascismo" que ya no sería ni un movimiento ni una ideología (como el viejo fascismo), sino "una alianza mundial para la seguridad, para la administración de una paz no menos terrible, con una organización coordinada de todos los pequeños miedos, de todas las pequeñas angustias que hacen de nosotros unos microfascistas encargados de sofocar el menor gesto, la menor cosa o la menor palabra discordante en nuestras calles, en nuestros barrios y hasta en nuestros cines". El poder de este nuevo capitalismo, este neofascismo tan bien descripto por Deleuze, se apropió de las palabras "democracia" y "república", intentando imponer sus nuevos significados como si fuesen naturales o necesarios; "democracia" es libertad de mercado y "república" es el poder concentrado de las multinacionales, y por lo tanto cualquier beneficio para las mayorías, para el pueblo y la Patria es una amenaza para la "república" y la "democracia". Periodistas, políticos y jueces del establishment promueven esa caracterización de la realidad para acallar y demonizar cualquier voz que hable de derechos humanos, que promueva el bienestar común, que se oponga a la ejecución del Cambio Amarillo. Es la construcción del enemigo para garantizar la gobernabilidad que confunde a tanto ingenuo manipulado por el disparatado relato que construyen a diario.
El neoliberalismo hizo su fama en todo el mundo apropiándose de la bandera de las libertades individuales frente a los abusos del Estado. Y hoy es, en sí mismo, la materialización de la forma contemporánea de un nuevo totalitarismo, el totalitarismo de las grandes corporaciones económicas.
Aquí podemos ejemplificar algún que otro accionar de este "neofascismo" en versión criolla: podemos mencionar que los Consejos Zonales mapuches de Lafkenche, Xawvnko, Wijice y Pewence se declaran en estado de alerta ante la realización de allanamientos durante la madrugada, sin orden judicial ni permiso de las autoridades comunitarias, acusando que el Gobierno Nacional está creando las condiciones para culpar a los mapuches por la desaparición de Santiago Maldonado. O también podemos hablar de las denuncias a docentes por hablar de La Noche de los Lápices, como en la Escuela Normal Superior "Martiniano Leguizamón", de Villaguay (Entre Ríos). O podemos mencionar a una patota de gendarmes que balea a una murga de pibes de la villa, o la cana que entra a las escuelas y universidades para perseguir a estudiantes y docentes, o reprime a trabajadores despedidos, e incluso el escrutinio provisorio que se prolonga hasta límites absurdos mientras que entre las autoridades de mesas electorales hay funcionarios del régimen. Y no pasa nada, todo sigue igual como si no pasara nada...
Pero la desaparición forzada de Santiago Maldonado es el punto de inflexión en la supresión del estado de derecho en la Argentina actual. Ahí está el límite. Desde hace un año y medio, Argentina volvió a tener presos políticos por decisión de jueces sumisos a la clase dominante. la desaparición forzada de Santiago es tema de conversación cotidiana desde el 1 de agosto y despierta repudios constantes en todos los ámbitos públicos, laborales, culturales, educativos, artísticos. Llega también a los medios internacionales, que descubren el viejo encanto represivo que se escondía detrás del antipopulismo modernizador argentino. Y esa insistencia que no se logra aplacar con mercadotecnia y redes sociales requiere continuamente la intervención de patotas represivas y propaganda psicotizante.
Porque lo nuevo de este "neofascismo", de esta derecha desaparecedora, es el recurso a las tecnologías de la información y comunicación, los focus groups de Marcos Peña que detectan lo que se huele en la calle y lo lanzan al mercado masivo para consumo de tanto elector consumista. Ese es el tecnofascismo en el poder del que habló Deleuze, siempre con su sonrisa republicana, siempre disfrazados para la ocasión y adornados con globitos amarillos, lástima que estén manchados de sangre.
Desaparición forzada y toda una cantidad de errores y excesos de este régimen "neofascista" que vaticinó Deleuze, violenta como una dictadura, represora como la distopía de "1984", pero esta vez en el cuerpo de una derecha moderna y democrática, pero con todas las mañas de la derecha más rancia de nuestro pasado, por más globitos con que intenten disimular.
¿Tan difícil es comprender que gobiernan para una élite y que, en breve, casi todos estaremos afectados por esta fiebre amarilla? Mientras ponen las fuerzas represivas para proteger latifundios, los diputados del Cambio se niegan a prorrogar la ley 26160 que prohíbe los desalojos a los pueblos originarios. ¿Cuán voluntario hay que ser para creer que los objetivos de esta CEOcracia son la pobreza cero, el pleno empleo y el desarrollo? ¿Qué confundido hay que estar para creer en la transparencia, el diálogo y la verdad que pregonan?
Desde los primeros días de la gestión Amarilla asistimos a una brutalidad persistente y creciente del estado policial, concentrada en la intimidación y la violencia contra los sectores más desprotegidos, menos "visibles" de la sociedad. Contra los pobres. El ajuste neoliberal y la represión de la protesta no son dos caminos paralelos, son parte de la misma trama, que se completa con la manipulación publicitaria. Avanzar con la "modernización" –nombre pudoroso de la reestructuración económica, social y cultural neoliberal–, negar sus consecuencias sociales reales e invisibilizar y/o reprimir la resistencia es la hoja de ruta política central del actual gobierno. Como fácilmente se ve, esto no puede funcionar si carece de un anclaje de solidaridad de una parte importante de la población con el objetivo de "despejar la calle".
Los principales diarios del mundo son más críticos de Macri que los más vendidos en nuestro país. Los Panamá Papers, la prisión de Milagro Sala, el escándalo del Correo Argentino, la alteración de los números electorales son tópicos inaceptables para el mundo civilizado. Una marcha de personas en sillas de rueda y muletas para exigir la restitución de las pensiones por discapacidad es la imagen más cruel que uno podría imaginarse. Hasta denuncian que Argentina se ha convertido en un paraíso financiero para los especuladores.
Mientras tanto los medios nos tratan de convencer que Santiago era un agente encubierto del terrorismo internacional o un experto karateca capaz de vencer a una brigada de efectivos armados como si fuera un héroe de película; que peinaba rastras o usaba capucha; que era un hippie vip con tres celulares que apoyaba la causa mapuche; que quería escaparse de su familia; que está escondido en territorio sagrado o que sacrificó su nombre para pasar a la clandestinidad. Absurdos que sólo un voluntario (por no decir "globoludo", creídos de ser parte de una fiesta a la que jamás los invitarán) podría tomar como ciertos. Chismes que no alcanzan para desaparecer a una persona. Excusas que sólo sirven para seguir acosando a las comunidades que reclaman sus tierras ancestrales, para que sus derechos sigan siendo pisoteados, para que los grandes terratenientes sigan apropiándose de nuestras riquezas.
La máquina de vender pescado podrido que funciona en los subsuelos de la Jefatura de Gabinete no paró de tirar versiones tóxicas para consumo de giles. Es imposible recordar la cantidad de patrañas que echó a rodar vía hashtags y wassaps a sus voceros televisivos y radiales. Pero aún así no pudo sacar de la agenda el reclamo por la aparición de Santiago, aunque logró cebar a los sectores más fascistas de la población, que desde la dictadura no se mostraban tan locuaces. Ahora asistimos a una ola de racismo promovida desde los medios oficiales como no se recuerda en la Argentina moderna. Ni siquiera en la dictadura el discurso oficial se mostró tan desenfadadamente racista
Resulta vomitivo escuchar las imbeciledades de los idiotizados negadores de la realidad, apoyando estas sucias maniobras especulativas.
A fines de agosto, un grupo de padres muy consustanciados con las operetas mediáticas clamó un "con los chicos no" en las redes sociales porque los docentes debían introducir en clase el debate sobre la desaparición forzada, tal como disponen la ley y el calendario escolar. Que algunas empresas desembarquen en las aulas para explicar las bondades de sus productos no inspira una letra de estos comprometidos progenitores. Ni que la policía invada los colegios para detectar estudiantes rebeldes y profesores díscolos. Y menos aún la reforma educativa que impondrán como prueba en algunos establecimientos de la CABA para que los adolescentes se acostumbren a ser esclavos con propina o changueros con traje de emprendedor. Hasta aplauden en la soledad del baño que la ministra de Educación porteña pretenda criminalizar a los chicos que tomen colegios para rechazar la “Secundaria del Futuro”, porque saben que sus hijos no hacen esas cosas. Con nuestros chicos no; con los demás, lo que sea.
En nombre de futuros cargados de riquezas que nunca tocaremos, en nombre de felicidades que solo serán de ellos, en nombre de inversiones que nunca llegarán, en nombre de trabajos que jamás se crearán, en nombre de una moral que no tienen y de una desvergüenza que deshonra nuestra inteligencia, se avanza sin piedad hacia el fin de nuestra Patria.
Lo importante es retener la palabra "nosotros". Porque está claro que desde el poder, desde ese "neofascismo" se agita el miedo al otro para mantenernos a todos bajo control. Pero ya no son otros los fascistas, sino nosotros mismos tomados por la angustia del desorden, crispados por las voces de quienes gerencian nuestros miedos.
Del camino antisocial que propone el PRO, del neofascismo que promueve y quiere, solo saldremos proponiendo un horizonte colectivo que sea mejor. A diferencia de la derecha, no podemos plantear que el remedio al canibalismo es comerse al caníbal.
El neoliberalismo hizo su fama en todo el mundo apropiándose de la bandera de las libertades individuales frente a los abusos del Estado. Y hoy es, en sí mismo, la materialización de la forma contemporánea de un nuevo totalitarismo, el totalitarismo de las grandes corporaciones económicas.
Aquí podemos ejemplificar algún que otro accionar de este "neofascismo" en versión criolla: podemos mencionar que los Consejos Zonales mapuches de Lafkenche, Xawvnko, Wijice y Pewence se declaran en estado de alerta ante la realización de allanamientos durante la madrugada, sin orden judicial ni permiso de las autoridades comunitarias, acusando que el Gobierno Nacional está creando las condiciones para culpar a los mapuches por la desaparición de Santiago Maldonado. O también podemos hablar de las denuncias a docentes por hablar de La Noche de los Lápices, como en la Escuela Normal Superior "Martiniano Leguizamón", de Villaguay (Entre Ríos). O podemos mencionar a una patota de gendarmes que balea a una murga de pibes de la villa, o la cana que entra a las escuelas y universidades para perseguir a estudiantes y docentes, o reprime a trabajadores despedidos, e incluso el escrutinio provisorio que se prolonga hasta límites absurdos mientras que entre las autoridades de mesas electorales hay funcionarios del régimen. Y no pasa nada, todo sigue igual como si no pasara nada...
Pero la desaparición forzada de Santiago Maldonado es el punto de inflexión en la supresión del estado de derecho en la Argentina actual. Ahí está el límite. Desde hace un año y medio, Argentina volvió a tener presos políticos por decisión de jueces sumisos a la clase dominante. la desaparición forzada de Santiago es tema de conversación cotidiana desde el 1 de agosto y despierta repudios constantes en todos los ámbitos públicos, laborales, culturales, educativos, artísticos. Llega también a los medios internacionales, que descubren el viejo encanto represivo que se escondía detrás del antipopulismo modernizador argentino. Y esa insistencia que no se logra aplacar con mercadotecnia y redes sociales requiere continuamente la intervención de patotas represivas y propaganda psicotizante.
"Por muy actual y poderoso que sea en muchos países, el viejo fascismo ya no es el problema de nuestro tiempo. Se esta instalando un neofascismo en comparación con el cual el antiguo quedará reducido a una forma folklórica. En lugar de ser una política y una economía de guerra, el neofascismo es una alianza mundial para la seguridad, para la administración de una 'paz' no menos terrible, con una organización coordinada de todos los pequeños miedos, de todas las pequeñas angustias que hacen de nosotros unos microfascistas encargados de sofocar el menor gesto, la menor cosa o la menor palabra discordante en nuestras calles, en nuestros barrios y hasta en nuestros cines. No se trata, en fin, del fascismo histórico de Hitler y Mussolini, sino del fascismo que reside en cada uno de nosotros, dice Foucault: 'que invade nuestros espíritus y nuestras conductas cotidianas, el fascismo que nos hace amar al poder, desear lo que nos domina...'"Gilles Deleuze y Félix Guattari - El anti-edipo: capitalismo y esquizofrenia
Porque lo nuevo de este "neofascismo", de esta derecha desaparecedora, es el recurso a las tecnologías de la información y comunicación, los focus groups de Marcos Peña que detectan lo que se huele en la calle y lo lanzan al mercado masivo para consumo de tanto elector consumista. Ese es el tecnofascismo en el poder del que habló Deleuze, siempre con su sonrisa republicana, siempre disfrazados para la ocasión y adornados con globitos amarillos, lástima que estén manchados de sangre.
Desaparición forzada y toda una cantidad de errores y excesos de este régimen "neofascista" que vaticinó Deleuze, violenta como una dictadura, represora como la distopía de "1984", pero esta vez en el cuerpo de una derecha moderna y democrática, pero con todas las mañas de la derecha más rancia de nuestro pasado, por más globitos con que intenten disimular.
¿Tan difícil es comprender que gobiernan para una élite y que, en breve, casi todos estaremos afectados por esta fiebre amarilla? Mientras ponen las fuerzas represivas para proteger latifundios, los diputados del Cambio se niegan a prorrogar la ley 26160 que prohíbe los desalojos a los pueblos originarios. ¿Cuán voluntario hay que ser para creer que los objetivos de esta CEOcracia son la pobreza cero, el pleno empleo y el desarrollo? ¿Qué confundido hay que estar para creer en la transparencia, el diálogo y la verdad que pregonan?
Desde los primeros días de la gestión Amarilla asistimos a una brutalidad persistente y creciente del estado policial, concentrada en la intimidación y la violencia contra los sectores más desprotegidos, menos "visibles" de la sociedad. Contra los pobres. El ajuste neoliberal y la represión de la protesta no son dos caminos paralelos, son parte de la misma trama, que se completa con la manipulación publicitaria. Avanzar con la "modernización" –nombre pudoroso de la reestructuración económica, social y cultural neoliberal–, negar sus consecuencias sociales reales e invisibilizar y/o reprimir la resistencia es la hoja de ruta política central del actual gobierno. Como fácilmente se ve, esto no puede funcionar si carece de un anclaje de solidaridad de una parte importante de la población con el objetivo de "despejar la calle".
Los principales diarios del mundo son más críticos de Macri que los más vendidos en nuestro país. Los Panamá Papers, la prisión de Milagro Sala, el escándalo del Correo Argentino, la alteración de los números electorales son tópicos inaceptables para el mundo civilizado. Una marcha de personas en sillas de rueda y muletas para exigir la restitución de las pensiones por discapacidad es la imagen más cruel que uno podría imaginarse. Hasta denuncian que Argentina se ha convertido en un paraíso financiero para los especuladores.
Mientras tanto los medios nos tratan de convencer que Santiago era un agente encubierto del terrorismo internacional o un experto karateca capaz de vencer a una brigada de efectivos armados como si fuera un héroe de película; que peinaba rastras o usaba capucha; que era un hippie vip con tres celulares que apoyaba la causa mapuche; que quería escaparse de su familia; que está escondido en territorio sagrado o que sacrificó su nombre para pasar a la clandestinidad. Absurdos que sólo un voluntario (por no decir "globoludo", creídos de ser parte de una fiesta a la que jamás los invitarán) podría tomar como ciertos. Chismes que no alcanzan para desaparecer a una persona. Excusas que sólo sirven para seguir acosando a las comunidades que reclaman sus tierras ancestrales, para que sus derechos sigan siendo pisoteados, para que los grandes terratenientes sigan apropiándose de nuestras riquezas.
La máquina de vender pescado podrido que funciona en los subsuelos de la Jefatura de Gabinete no paró de tirar versiones tóxicas para consumo de giles. Es imposible recordar la cantidad de patrañas que echó a rodar vía hashtags y wassaps a sus voceros televisivos y radiales. Pero aún así no pudo sacar de la agenda el reclamo por la aparición de Santiago, aunque logró cebar a los sectores más fascistas de la población, que desde la dictadura no se mostraban tan locuaces. Ahora asistimos a una ola de racismo promovida desde los medios oficiales como no se recuerda en la Argentina moderna. Ni siquiera en la dictadura el discurso oficial se mostró tan desenfadadamente racista
Resulta vomitivo escuchar las imbeciledades de los idiotizados negadores de la realidad, apoyando estas sucias maniobras especulativas.
A fines de agosto, un grupo de padres muy consustanciados con las operetas mediáticas clamó un "con los chicos no" en las redes sociales porque los docentes debían introducir en clase el debate sobre la desaparición forzada, tal como disponen la ley y el calendario escolar. Que algunas empresas desembarquen en las aulas para explicar las bondades de sus productos no inspira una letra de estos comprometidos progenitores. Ni que la policía invada los colegios para detectar estudiantes rebeldes y profesores díscolos. Y menos aún la reforma educativa que impondrán como prueba en algunos establecimientos de la CABA para que los adolescentes se acostumbren a ser esclavos con propina o changueros con traje de emprendedor. Hasta aplauden en la soledad del baño que la ministra de Educación porteña pretenda criminalizar a los chicos que tomen colegios para rechazar la “Secundaria del Futuro”, porque saben que sus hijos no hacen esas cosas. Con nuestros chicos no; con los demás, lo que sea.
"Sólo hay el deseo y lo social, y nada más. Incluso las formas más represivas y más mortíferas de la reproducción social son producidas por el deseo, en la organización que se desprende de él bajo tal o cual condición que deberemos analizar.Gilles Deleuze
¿Por qué combaten los hombres por su servidumbre como si se tratase de su salvación?
Como dice Reich, lo sorprendente no es que la gente robe, o que haga huelgas; lo sorprendente es que los hambrientos no roben siempre y que los explotados no estén siempre en huelga.
¿Por qué soportan los hombres desde siglos la explotación, la humillación, la esclavitud, basta el punto de quererlas no sólo para los demás, sino también para sí mismos?
Nunca Reich fue mejor pensador que cuando rehúsa invocar un desconocimiento o una ilusión de las masas para explicar el fascismo, y cuando pide una explicación a partir del deseo, en términos de deseo: no, las masas no fueron engañadas, ellas desearon el fascismo en determinado momento, en determinadas circunstancias, y esto es lo que precisa explicación, esta perversión del deseo gregario...".
En nombre de futuros cargados de riquezas que nunca tocaremos, en nombre de felicidades que solo serán de ellos, en nombre de inversiones que nunca llegarán, en nombre de trabajos que jamás se crearán, en nombre de una moral que no tienen y de una desvergüenza que deshonra nuestra inteligencia, se avanza sin piedad hacia el fin de nuestra Patria.
Lo importante es retener la palabra "nosotros". Porque está claro que desde el poder, desde ese "neofascismo" se agita el miedo al otro para mantenernos a todos bajo control. Pero ya no son otros los fascistas, sino nosotros mismos tomados por la angustia del desorden, crispados por las voces de quienes gerencian nuestros miedos.
Del camino antisocial que propone el PRO, del neofascismo que promueve y quiere, solo saldremos proponiendo un horizonte colectivo que sea mejor. A diferencia de la derecha, no podemos plantear que el remedio al canibalismo es comerse al caníbal.
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