"No está. No existe. Ni vivo ni muerto". Esa fue la perversa respuesta del monstruo Videla hace cuatro décadas sobre el destino de quienes él y sus cómplices hacían desaparecer. Como una letanía, esa frase regresa al presente, sin ser pronunciada, pero sostenida con los hechos por sus descendientes ideológicos, hoy en el gobierno.
En el Día Mundial del Detenido Desaparecido nos seguimos preguntando dónde está Santiago Maldonado. El 30 de agosto se conmemoró a nivel mundial el Día del Detenido Desaparecido, un aporte al fortalecimiento de la conciencia global sobre la persistencia de la práctica de la desaparición forzada de personas, catalogado como crimen de lesa humanidad por la OEA (Organización de los Estados Americanos) y la ONU (Organización de las Naciones Unidas).
Los mapuches reclaman como propios los terrenos comprados por la firma Benetton en 1991 que ascienden a 900.000 has y ocuparon una pequeña parte de las mismas. El recrudecimiento de las demandas de los mapuches por la conservación de sus territorios ancestrales coincide con el avance del proceso de extranjerización de la propiedad de la tierra permitido por el Dto. 820/16 suscripto por Macri, que modificó los límites que había establecido la Ley de Tierras del 2011 para la tenencia por parte de ciudadanos de otros países. Durante el transcurso de este mes la Ministra de Seguridad Patricia Bullrich y sus funcionarios han negado toda participación en el hecho, a pesar de que su Jefe de Gabinete, Pablo Noceti, se encontraba en el lugar; que la causa judicial ya ha sido caratulada como "desaparición forzada de persona" con lo cual es un delito imprescriptible y que el Jefe de la Gendarmería Comandante Mayor Diego Balari afirmó públicamente que siguieron "órdenes precisas" del Ministerio de Seguridad, contradiciendo los dichos de las autoridades nacionales.
La Convención Internacional para la protección de todas las personas contra las desapariciones forzadas entiende a esta figura penal como "el arresto, la detención, el secuestro o cualquier otra forma de privación de libertad que sean obra de agentes del Estado o por personas o grupos de personas que actúan con la autorización, el apoyo o la aquiescencia del Estado, seguida de la negativa a reconocer dicha privación de libertad o del ocultamiento de la suerte o el paradero de la persona desaparecida, sustrayéndola a la protección de la ley".
Por lo tanto, es una equivocación afirmar que para que haya una desaparición forzada es necesario un plan sistemático por parte del Estado, como propagaron medios y periodistas oficialistas, una de las tantas maniobras orquestadas desde el gobierno nacional para desligarse de la desaparición de Santiago Maldonado
No estamos en dictadura a pesar de los gestos autoritarios de Macri y sus secuaces, de los números que se asemejan, las amenazas, hostigamiento, allanamientos, persecución policial, judicial y simbólica que muchos padecen, del modelo de despojo y vaciamiento que están aplicando y de la complicidad mediática que oculta, disimula y atenúa el desastre, militando el salvajismo. A pesar de que muchos funcionarios son apologistas o formaron parte de ella, no estamos en dictadura. A pesar de la impronta represiva de las fuerzas de seguridad, no estamos en dictadura. A pesar de Santiago Maldonado y todo lo que rodea el caso, no estamos en dictadura. En serio, no estamos en una dictadura pero el esfuerzo de los Amarillos hace inevitable la comparación.
No estamos en dictadura pero Pablo Noceti, el actual Jefe de Gabinete del ministerio de Seguridad, fue abogado defensor de Miguel Etchecolatz y su nombre sobrevuela en dos desapariciones: la de Julio López y la de Santiago Maldonado, dos testigos de horrores diferentes pero parecidos. Noceti no será dictador pero es apologista y amenazó con meter presos a todos los mapuches que insistan en recuperar las tierras usurpadas por Benetton. La democracia amarilla tiene la inefable tendencia de poner el aparato del Estado para defender los privilegios de una minoría insaciable. Quien se oponga a esta normalidad sentirá sobre su lomo los azotes de una nueva Conquista del Desierto; los que resistan la arbitrariedad del Poder padecerán el rigor de los bárbaros que se disfrazan de civilizados.
En el informe que el Ministerio a cargo de Patricia Bullrich presentó a mediados del año pasado se establece que los reclamos de los pueblos originarios no son derechos garantizados por la Constitución –algo que no es cierto- sino un delito federal porque "se proponen imponer sus ideas por la fuerza con actos que incluyen la usurpación de tierras, incendios, daños y amenazas". La caprichosa interpretación de las normas es otra señal que los asemeja a una dictadura, aunque no lo son.
Todo un arte liberal de gobierno que hace pasar bajo formas aparentemente democráticas, o suaves el contenido histórico que sostiene el orden: el terrorismo de estado. Según este modo soft, el ciudado del momento es el individuo conectado al consumo, al interés, a la comunicabilidad: el espectáculo como forma de vida, un sujeto capaz de comunicar y consumir crueldad. Quien cuestiona o simplemente no encaja en este mundo-empresa será estigametizado, quien se oponga será llevado a la hoguera... o desaparecido como Maldonado, aunque aparentemente no sean una dictadura.
No son pero quieren parecerse. Ellos revuelven nuestros peores recuerdos, amenazan la memoria y pisotean los símbolos. Incriminan a los pueblos originarios en delitos que solo cometen ellos, como antes lo hicieron sus genocidas ascendientes del siglo XIX, autores de las matanzas más viles que se puedan imaginar. Señalan como delincuentes a quienes ocultan sus rostros ante la presencia de los cobardes con uniforme que los atacan sin piedad, mientras ellos enmascaran sus acciones depredadoras detrás de jueces sin dignidad ni moral, que asumen funciones de pantalla de las vilezas de los poderosos.
La condena al accionar del Estado argentino en este caso se acrecienta; el gobierno macrista, acostumbrado a contener las críticas con ese grupo de grandes medios y periodistas que le aseguran un cobertura que esta vez se muestra desorientada e impotente.
Otra vez, el gobierno de Mauricio Macri, especializado en manejarse con soltura en la mayoría de los campos discursivos, se queda sin palabras en el terreno de la defensa de los derechos humanos y la condena de los actos criminales de la última dictadura cívico-militar y sólo le queda plantar pistas falsas, atacar a Santiago Maldonado y a su familia y desligarse de la elemental función del Estado: preservar la seguridad de sus ciudadanos.
La sociedad reacciona instintivamente a estos atropellos a la razón y a la historia, las manifestaciones populares de adhesión a la aparición con vida del joven desaparecido luego de una represión de Gendarmería en Chubut se replican en todos los ámbitos, mientras el periodismo PRO intenta dividir a la sociedad con su arma preferida: la grieta.
La escritora santafesina Giselle Aronson compartió este texto que da cuenta de pavores supuestamente olvidados que a la Argentina gobernada por el macrismo-radical-carriotismo vuelven a dolerle:
Los ojos de Santiago parecen estar interrogándonos a todos desde cada pancarta. Nos preguntan donde estamos nosotros, que haremos frente a semejante desatino del Poder. En su mirada se resume las miles de otras que desde la historia nos reclaman justicia. Esa Justicia que solo la será cuando sepamos donde está Santiago. Por que sí está, sí existe y sí está vivo en los corazones de quienes no aceptamos el olvido como respuesta final.
Ese último rasgo de humanidad se ha perdido en muchos argentinos. Resulta ya común encontrar personas que no solo denostan a quienes han tomado como sus enemigos, sino que profieren deseos revanchistas que no se detienen ni aún cuando conozcan el padecimiento físico y espiritual cierto que sufran los sujetos a quienes dirigen sus sádicos pensamientos.
La construcción de esa deshumanización ha sido realizada también por los medios de comunicación, quienes no se cansan de militar el salvajismo. Actuando como voceros y partícipes de los intereses de los poderosos locales e internacionales, han ido produciendo enemigos como si fueran personajes de un teleteatro, exaltando maldades y vilezas inventadas para la ocasión, de tales magnitudes y con tanta saña, que generan adhesión inmediata del grueso de la población.
Claro que esto necesita de la imprescindible preparación de las mentalidades de los receptores de tales elucubraciones. Ya desde el ámbito de la educación formal se prepara a los futuros adultos en el deleznable "arte" del odio irracional, cuando las segregaciones y rechazos de los diferentes son moneda corriente entre algunos docentes, que por imitación se inoculará en los alumnos como el virus del desprecio sin razón que formará sus conciencias.
El Poder requiere de esas características deshumanizantes para profundizar su dominio. De ahí la estigmatización programada mediaticamente sobre líderes populares, figuras públicas relevantes que se opongan a sus objetivos o simples luchadores por reivindicaciones sociales, a quienes convierten en el objeto del odio más profundo y perverso por la repetición incansable de consignas que actúan como espinas que rebelan a los embrutecidos mediatizados.
La Tiranía de las mayorías
Corren tiempos turbulentos para el intercambio de información en las redes. Los fuegos de artificio mediáticos y las narrativas en competencia, cada vez más asentadas, se entremezclan con noticias falsas que suben la temperatura social. "Maldonado está en Europa", ironizaba un tuitero al criticar la posición oficial esbozada por el gobierno en los días posteriores a su desaparición. La metáfora posiciona a Santiago Maldonado como un desaparecido en democracia, mimetizando el discurso oficial a las declaraciones del dictador Jorge Rafael Videla en los tardíos años ‘70. En este marco, los medios masivos, portadores de la palabra oficial, pierden capacidad de influencia frente a una audiencia cada vez más activa y heterogénea, generadora de contenidos, que ha tomado el control de la agenda de noticias.
En estos días asistimos a algo similar al surgimiento de una forma de democracia representativa en las redes sociales, donde no hay igualdad de voces pero donde los usuarios votan con sus computadoras, tabletas y teléfonos, para imponer sus preferencias respecto del tema #Maldonado. Mediante clicks, likes y favs, demandan que se den a publicidad los eventos que consideran mediáticamente relevantes. No se trata de una democracia directa pero la tiranía de las mayorías se hace presente: las comunidades de usuarios empujan a las instituciones tradicionales a incorporar temas sobre los cuales habrían optado por permanecer callados. En #Maldonado, en cambio, la difusión de la noticia sobre la desaparición de Santiago Maldonado fue adelantado por medios independientes mientras los medios oficialistas militan a favor del savajismo. Basta leer la columna de opinión del periodista Horacio Raña en el servicio periodístico titulada "Los desaparecidos buenos y los desaparecidos malos" donde se trata de buscar un tinte político a un sentimiento social provocado por la desaparición de una persona durante una movilización
En el Día Mundial del Detenido Desaparecido nos seguimos preguntando dónde está Santiago Maldonado. El 30 de agosto se conmemoró a nivel mundial el Día del Detenido Desaparecido, un aporte al fortalecimiento de la conciencia global sobre la persistencia de la práctica de la desaparición forzada de personas, catalogado como crimen de lesa humanidad por la OEA (Organización de los Estados Americanos) y la ONU (Organización de las Naciones Unidas).
Los mapuches reclaman como propios los terrenos comprados por la firma Benetton en 1991 que ascienden a 900.000 has y ocuparon una pequeña parte de las mismas. El recrudecimiento de las demandas de los mapuches por la conservación de sus territorios ancestrales coincide con el avance del proceso de extranjerización de la propiedad de la tierra permitido por el Dto. 820/16 suscripto por Macri, que modificó los límites que había establecido la Ley de Tierras del 2011 para la tenencia por parte de ciudadanos de otros países. Durante el transcurso de este mes la Ministra de Seguridad Patricia Bullrich y sus funcionarios han negado toda participación en el hecho, a pesar de que su Jefe de Gabinete, Pablo Noceti, se encontraba en el lugar; que la causa judicial ya ha sido caratulada como "desaparición forzada de persona" con lo cual es un delito imprescriptible y que el Jefe de la Gendarmería Comandante Mayor Diego Balari afirmó públicamente que siguieron "órdenes precisas" del Ministerio de Seguridad, contradiciendo los dichos de las autoridades nacionales.
La Convención Internacional para la protección de todas las personas contra las desapariciones forzadas entiende a esta figura penal como "el arresto, la detención, el secuestro o cualquier otra forma de privación de libertad que sean obra de agentes del Estado o por personas o grupos de personas que actúan con la autorización, el apoyo o la aquiescencia del Estado, seguida de la negativa a reconocer dicha privación de libertad o del ocultamiento de la suerte o el paradero de la persona desaparecida, sustrayéndola a la protección de la ley".
Por lo tanto, es una equivocación afirmar que para que haya una desaparición forzada es necesario un plan sistemático por parte del Estado, como propagaron medios y periodistas oficialistas, una de las tantas maniobras orquestadas desde el gobierno nacional para desligarse de la desaparición de Santiago Maldonado
No estamos en dictadura a pesar de los gestos autoritarios de Macri y sus secuaces, de los números que se asemejan, las amenazas, hostigamiento, allanamientos, persecución policial, judicial y simbólica que muchos padecen, del modelo de despojo y vaciamiento que están aplicando y de la complicidad mediática que oculta, disimula y atenúa el desastre, militando el salvajismo. A pesar de que muchos funcionarios son apologistas o formaron parte de ella, no estamos en dictadura. A pesar de la impronta represiva de las fuerzas de seguridad, no estamos en dictadura. A pesar de Santiago Maldonado y todo lo que rodea el caso, no estamos en dictadura. En serio, no estamos en una dictadura pero el esfuerzo de los Amarillos hace inevitable la comparación.
No estamos en dictadura pero Pablo Noceti, el actual Jefe de Gabinete del ministerio de Seguridad, fue abogado defensor de Miguel Etchecolatz y su nombre sobrevuela en dos desapariciones: la de Julio López y la de Santiago Maldonado, dos testigos de horrores diferentes pero parecidos. Noceti no será dictador pero es apologista y amenazó con meter presos a todos los mapuches que insistan en recuperar las tierras usurpadas por Benetton. La democracia amarilla tiene la inefable tendencia de poner el aparato del Estado para defender los privilegios de una minoría insaciable. Quien se oponga a esta normalidad sentirá sobre su lomo los azotes de una nueva Conquista del Desierto; los que resistan la arbitrariedad del Poder padecerán el rigor de los bárbaros que se disfrazan de civilizados.
En el informe que el Ministerio a cargo de Patricia Bullrich presentó a mediados del año pasado se establece que los reclamos de los pueblos originarios no son derechos garantizados por la Constitución –algo que no es cierto- sino un delito federal porque "se proponen imponer sus ideas por la fuerza con actos que incluyen la usurpación de tierras, incendios, daños y amenazas". La caprichosa interpretación de las normas es otra señal que los asemeja a una dictadura, aunque no lo son.
Todo un arte liberal de gobierno que hace pasar bajo formas aparentemente democráticas, o suaves el contenido histórico que sostiene el orden: el terrorismo de estado. Según este modo soft, el ciudado del momento es el individuo conectado al consumo, al interés, a la comunicabilidad: el espectáculo como forma de vida, un sujeto capaz de comunicar y consumir crueldad. Quien cuestiona o simplemente no encaja en este mundo-empresa será estigametizado, quien se oponga será llevado a la hoguera... o desaparecido como Maldonado, aunque aparentemente no sean una dictadura.
No son pero quieren parecerse. Ellos revuelven nuestros peores recuerdos, amenazan la memoria y pisotean los símbolos. Incriminan a los pueblos originarios en delitos que solo cometen ellos, como antes lo hicieron sus genocidas ascendientes del siglo XIX, autores de las matanzas más viles que se puedan imaginar. Señalan como delincuentes a quienes ocultan sus rostros ante la presencia de los cobardes con uniforme que los atacan sin piedad, mientras ellos enmascaran sus acciones depredadoras detrás de jueces sin dignidad ni moral, que asumen funciones de pantalla de las vilezas de los poderosos.
La condena al accionar del Estado argentino en este caso se acrecienta; el gobierno macrista, acostumbrado a contener las críticas con ese grupo de grandes medios y periodistas que le aseguran un cobertura que esta vez se muestra desorientada e impotente.
Otra vez, el gobierno de Mauricio Macri, especializado en manejarse con soltura en la mayoría de los campos discursivos, se queda sin palabras en el terreno de la defensa de los derechos humanos y la condena de los actos criminales de la última dictadura cívico-militar y sólo le queda plantar pistas falsas, atacar a Santiago Maldonado y a su familia y desligarse de la elemental función del Estado: preservar la seguridad de sus ciudadanos.
La sociedad reacciona instintivamente a estos atropellos a la razón y a la historia, las manifestaciones populares de adhesión a la aparición con vida del joven desaparecido luego de una represión de Gendarmería en Chubut se replican en todos los ámbitos, mientras el periodismo PRO intenta dividir a la sociedad con su arma preferida: la grieta.
La escritora santafesina Giselle Aronson compartió este texto que da cuenta de pavores supuestamente olvidados que a la Argentina gobernada por el macrismo-radical-carriotismo vuelven a dolerle:
"Si yo llegara a desaparecer, si alguien llegara a desaparecerme, te pido que me busques. Que no preguntes si trabajaba, de qué, cuánto ganaba, de quién era pariente, a quién voté, qué creía, en que no creía, cómo tenía el pelo, cómo era mi ropa, a quiénes apoyaba, al lado de quién luchaba, qué tipo de hija era, qué tipo de padres eran los míos ni qué tipo de madre era yo.
Si me llegaran a desaparecer, te pido que me busques. Que no preguntes por qué se me busca a mí y no a unas y otros que también son buscados. Que no preguntes quiénes más me buscan, por qué, a quién favorece ni a quién perjudica.
Si me llegaran a desaparecer, te pido que me busques. Que salgas a la calle con los que me buscan, que preguntes, que no te calles, que no te quedes, que te importe. Que reclames a quienes tengas que reclamar.
Porque tengo una familia, porque tengo cosas que hacer, porque me esperan. Pero, más allá de eso, porque tengo una vida y una libertad que nadie debe atropellar.
Si me llegaran a desaparecer, te pido que me busques porque, donde sea que esté, voy a estar esperando que me encuentres".
Los ojos de Santiago parecen estar interrogándonos a todos desde cada pancarta. Nos preguntan donde estamos nosotros, que haremos frente a semejante desatino del Poder. En su mirada se resume las miles de otras que desde la historia nos reclaman justicia. Esa Justicia que solo la será cuando sepamos donde está Santiago. Por que sí está, sí existe y sí está vivo en los corazones de quienes no aceptamos el olvido como respuesta final.
Ese último rasgo de humanidad se ha perdido en muchos argentinos. Resulta ya común encontrar personas que no solo denostan a quienes han tomado como sus enemigos, sino que profieren deseos revanchistas que no se detienen ni aún cuando conozcan el padecimiento físico y espiritual cierto que sufran los sujetos a quienes dirigen sus sádicos pensamientos.
La construcción de esa deshumanización ha sido realizada también por los medios de comunicación, quienes no se cansan de militar el salvajismo. Actuando como voceros y partícipes de los intereses de los poderosos locales e internacionales, han ido produciendo enemigos como si fueran personajes de un teleteatro, exaltando maldades y vilezas inventadas para la ocasión, de tales magnitudes y con tanta saña, que generan adhesión inmediata del grueso de la población.
Claro que esto necesita de la imprescindible preparación de las mentalidades de los receptores de tales elucubraciones. Ya desde el ámbito de la educación formal se prepara a los futuros adultos en el deleznable "arte" del odio irracional, cuando las segregaciones y rechazos de los diferentes son moneda corriente entre algunos docentes, que por imitación se inoculará en los alumnos como el virus del desprecio sin razón que formará sus conciencias.
El Poder requiere de esas características deshumanizantes para profundizar su dominio. De ahí la estigmatización programada mediaticamente sobre líderes populares, figuras públicas relevantes que se opongan a sus objetivos o simples luchadores por reivindicaciones sociales, a quienes convierten en el objeto del odio más profundo y perverso por la repetición incansable de consignas que actúan como espinas que rebelan a los embrutecidos mediatizados.
La Tiranía de las mayorías
Corren tiempos turbulentos para el intercambio de información en las redes. Los fuegos de artificio mediáticos y las narrativas en competencia, cada vez más asentadas, se entremezclan con noticias falsas que suben la temperatura social. "Maldonado está en Europa", ironizaba un tuitero al criticar la posición oficial esbozada por el gobierno en los días posteriores a su desaparición. La metáfora posiciona a Santiago Maldonado como un desaparecido en democracia, mimetizando el discurso oficial a las declaraciones del dictador Jorge Rafael Videla en los tardíos años ‘70. En este marco, los medios masivos, portadores de la palabra oficial, pierden capacidad de influencia frente a una audiencia cada vez más activa y heterogénea, generadora de contenidos, que ha tomado el control de la agenda de noticias.
En estos días asistimos a algo similar al surgimiento de una forma de democracia representativa en las redes sociales, donde no hay igualdad de voces pero donde los usuarios votan con sus computadoras, tabletas y teléfonos, para imponer sus preferencias respecto del tema #Maldonado. Mediante clicks, likes y favs, demandan que se den a publicidad los eventos que consideran mediáticamente relevantes. No se trata de una democracia directa pero la tiranía de las mayorías se hace presente: las comunidades de usuarios empujan a las instituciones tradicionales a incorporar temas sobre los cuales habrían optado por permanecer callados. En #Maldonado, en cambio, la difusión de la noticia sobre la desaparición de Santiago Maldonado fue adelantado por medios independientes mientras los medios oficialistas militan a favor del savajismo. Basta leer la columna de opinión del periodista Horacio Raña en el servicio periodístico titulada "Los desaparecidos buenos y los desaparecidos malos" donde se trata de buscar un tinte político a un sentimiento social provocado por la desaparición de una persona durante una movilización
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