Traemos a colación otra nota de Norberto Cambiasso, el ex director de la revista "Esculpiendo Milagros" y profesor de Sociales en la UBA, propone revisar las condiciones socioeconómicas que llevaron al desarrollo del rock como tal. Y cómo bandas como Yes, King Crimson, Emerson, Lake & Palmer y Pink Floyd, tan determinantes además para la construcción del rock argentino, son una deriva de la contracultura de los sesenta, aunque ya infectada por los más recesivos y hasta paranoicos años setenta.
El autor insiste en este último punto: lo que la mayor parte de la crítica musical y de los especialistas en el tema dejan de lado es que esa relación entre dos momentos muy diferentes de la producción musical inglesa implica, también, un cambio dentro del orden social y económico del país insular, cambio que propició, en algún sentido, el viraje del Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band, de The Beatles, y el The Piper at the Gates of Dawn, del Pink Floyd de Barrett (ambos de 1967), a King Crimson, Yes, Genesis, Emerson, Lake & Palmer y el segundo Floyd.
En referencia a su libro titulado "Vendiendo Inglaterra por una libra" y del cual ya hemos hablado en este blog, el autor dice: "Un periodista amigo lo definió como un libro subversivo. Con eso quería decir que mi libro va a contramano de cierta doxa extendida en estos asuntos. Escribí este primer volumen contra la idea que repetían todos los grandes textos anglosajones dedicados al género a partir de la segunda mitad de los noventa: Rocking the Classics, de Edward Macam, Listening to the Future, de Bill Martin, The Music’s All That Matters, de Paul Stump, y la mayoría de los artículos del Progressive Rock Reconsidered editado por Kevin Holm Hudson. Esto es: que la progresiva, en última instancia, era un derivado del milieu contracultural que se había forjado en los sesenta. Yo afirmo que la progresiva se dio en una época mucho más recesiva, durante buena parte de la década del setenta y que eso hacía que su génesis en dicho medio no coincidiera con la naturaleza que adquirió durante su evolución posterior. O sea, no es producto de los optimistas sesenta, sino de los catastrofistas, o cuanto menos, paranoicos, setenta. Me pareció que sólo podía demostrar el punto si llevaba a cabo una reconstrucción lo más detallada posible de las condiciones históricas del período. Además, quería poner el énfasis en cómo se veían a sí mismos los protagonistas de la época.", haciendo referencia a su historia sobre el rock progresivo
Aquí, parrte de un ensayo extenso donde se trata de demostrar que, amén de ciertas coincidencias, cada banda constituyó un universo sonoro e ideológico propio y único, revisando mucho de lo que se suele arrojar hacia los márgenes del género: las communities bands y la escena contracultural, las bandas de Canterbury, el folk progresivo británico y las bandas de fusión o cierto jazz rock a la inglesa.
El 1º de junio de 1967, el mismo día que aparecía Sargent Pepper’s en el Reino Unido, John “Hoppy” Hopkins era condenado a ocho meses en la prisión de Wormwood Scrubs por tenencia de cannabis, la misma a la que iría a parar Keith Richards, aunque sólo por una noche, un mes más tarde. La falta había sido muy menor en relación con lo duro de la sentencia. No obstante, por aquellos días se propagaba la paranoia en ciertos sectores del establishment, acicateada por la campaña de pánico moral que llevaba adelante el difundido pasquín News of the World. Su éxito más rotundo había tenido lugar cuatro meses antes, cuando uno de sus reporteros había filtrado a Scotland Yard el dato de “una orgía de sexo y drogas” en la casona de campo de Richards en Redlands. Esa famosa redada tenía todos los condimentos que la convertirían en leyenda: una cajita de madera con rastros de polvo blanco, perteneciente a veinticuatro tabletas de heroína que el adinerado marchand Robert Fraser había escondido apresuradamente en los bolsillos de su pantalón, la encantadora Marianne Faithfull enfundada después de un baño en apenas una alfombra de pieles que dejaría caer como por accidente, unas pocas cápsulas de anfetamina en el bolsillo del saco de terciopelo verde de Mick Jagger –que en realidad pertenecían a la bella Marianne aunque la caballerosa bestia de Mick decidiera cargar con la culpa– y un preocupado Keith que pedía a los polis que se abstuvieran de arruinar el costosísimo mobiliario proveniente del norte de África.
Cuando a fines de junio se conocieron las penas –doce meses para el guitarrista, tres para el cantante, aunque ambos saldrían bajo fianza y ganarían la apelación posterior– los Rolling Stones se encontraron con un aliado insospechado en la figura de William Rees-Moog, el editor del Times, quien, haciéndose eco de la opinión de los comentaristas liberales, escribió un célebre editorial contra la severidad de las condenas bajo el título de “¿Quién aplasta una mariposa con una rueda?”. Una asociación que, a juzgar por las grandes mansiones, las armas de fuego antiguas y las costosas bibliotecas de los Stones, el tiempo demostraría mucho menos ilícita de lo que pudo parecer en primera instancia.
Puesto que el bueno de Hoppy no había alcanzado un nivel tan alto en los escalones siempre ascendentes de la nueva aristocracia rockera, aun cuando se encontrara detrás de todas las grandes iniciativas contraculturales –London Free School, International Times, UFO–, sólo podía contar con sus aliados del mítico club psicodélico. Fue así que en la madrugada del 1º de julio, después del primer set de Tomorrow –la banda anfitriona del UFO que asomaba como los nuevos consentidos del under después de Pink Floyd y Soft Machine–, Joe Boyd decidió organizar junto a los miembros del grupo y la clientela del lugar –la inevitable cofradía variopinta de freaks, hippies y drogones– una expedición nocturna hasta las oficinas de News of the World en Fleet Street. Al encontrar las instalaciones a oscuras, los planes para bloquear la edición del día siguiente y asaltar sus camiones de reparto quedaron en la nada. Lo que ocurrió después dejamos que lo cuente la voz autorizada del propio Boyd:
“La larga caminata al aire nocturno, las miradas hostiles de la gente convencional y las amenazas de la policía habían energizado a todo el mundo, de ahí que el club se encontrara repleto y excitado cuando Tomorrow subió al escenario a las cuatro de la mañana. La unidad de espíritu entre audiencia y músicos era tremenda: Twink había estado a la cabeza de nuestra columna de unas doscientas personas. Arrancando con White Bicycle, nunca habían sonado tan ajustados. En cierto momento Skip, de los Pretty Things, se hizo cargo de la batería mientras Twink se apropiaba del micrófono y se zambullía en la audiencia. La ejecución de Howe se había movido hacia otro nivel de intensidad, lanzando a los bailarines hacia los conos de luz mientras Twink se arrastraba por el piso, abrazando a la gente y cantando ‘Revolución, revolución’. Todo el mundo estaba colocado, de químicos, de adrenalina o de los dos. Uno realmente creía en ese instante que ‘cuando el modo de la música cambia, las paredes de la ciudad se sacuden’. La corriente de la historia estaba con nosotros y la música era la clave.
“La cuenta de este momento de gloria se presentó un mes más tarde. Puede que News of the World no supiera quiénes éramos ese fin de semana, pero por cierto lo supieron después. Los frutos de su complot estallarían el último domingo de julio. Bajo una foto granulada, fuera de foco, de una chica con los senos desnudos, la portada clamaba que tenía quince años y que la fotografía había sido tomada en ‘la guarida de vicio hippie’ conocida como UFO. Nuestro casero, normalmente estoico, se arrodilló ante la presión policial y nos echó.
“Una grabación puede preservar los elementos de un gran momento musical, pero es imposible embotellar la energía de las fuerzas culturales y sociales. Sin darnos cuenta, habíamos comenzado una caída cuesta abajo que se reflejaba en Nueva York y San Francisco, el espíritu de ágape del 67 se evaporaría al calor de las drogas espantosas, la violencia, el comercialismo y la presión policial. En Amsterdam la gente comenzó a robar y repintar las bicicletas blancas”.
Contra lo que suele creerse, no fueron tantos los discos psicodélicos que, al menos en el corto plazo, surgieron como consecuencia de ese breve verano del amor que inauguraban el Pepper y el Piper. Pero el homónimo de Tomorrow fue sin duda uno de ellos. Aun cuando su aparición se demorase hasta febrero del 68, debido a que EMI/Parlophone quería aprovechar al máximo el sorpresivo éxito de Grocer Jack (Excerpt from a Teenage Opera), una idea del futuro productor de Tomorrow, Mark Wirtz, en la voz de Keith West –cantante y compositor de la banda–, que en agosto del 67 treparía súbitamente al Nº 2 de los rankings ingleses. Y como los campos de frutillas seis meses atrás, sólo sería detenido en su intempestivo ascenso por una canción de Engelbert Humperdinck.
Tomorrow comenzó a grabarse en los estudios de Abbey Road en la primavera del 67 y por concepto y contenido constituye un artefacto lisérgico por derecho propio, a la par de sus dos contemporáneos más ilustres. Pero su edición tardía le hizo perder el momento. El retraso lo dotaría de una suerte de carácter testamentario, el testimonio de una época fugaz a la que la review de Melody Maker del 24 de febrero de 1968 ya se refería en tiempo pasado:
“En cierto modo My White Bicycle, el track inaugural, resume por completo los largos, extintos días del verano hippie del 67. Trae de vuelta el tufillo a incienso ardiendo, el tintineo de las campanas y las vistas v sonidos del UFO, el Saville Theatre, Primrose Hill y Chalk Farm (...). La locura puede haberse apagado pero la música perdura, y estas composiciones de Keith West poseen su propio encanto”.
Lo que traían de vuelta las cintas pasadas al revés de My White Bicycle y el extraño paneo de la mezcla en su versión estéreo consistía más bien en el riguroso andamiaje de trucos de estudio popularizados por George Martin y Cía. La influencia de los Fab Four se hacía sentir en canciones como Colonel Brown, Shy Boy y The Incredible Journey of Timothy Chase. Y el cruce entre melodía banal y aroma oriental –con la obligada incursión del sitar– en Real Life Permanent Dream era puro flower children del 67. Un cover perfecto e innecesario, ¿o innecesariamente perfecto?, de Strawberry Fields Forever confirmaba la deuda a los que a esa altura todavía dudaban.
Y aun así, el disco transmitía su propia y encantadora personalidad. My White Bicycle se inspiraba en el plan de los probos holandeses para sabotear el tráfico. Anarquistas y pranksters avant la lettre en una Amsterdam que anticipaba la efervescencia contracultural que poco después se adueñaría de las principales capitales europeas, propusieron un esquema para que la ciudad pusiera a disposición de la gente cientos de bicicletas gratis pintadas de blanco. Una manera novedosa y ecológica de solucionar el problema de la congestión de tránsito. Uno se trasladaba en ellas y cuando llegaba a destino las dejaba allí para que otro pudiera aprovecharlas.
“Have your own little revolution, now!” recomendaba el pegadizo estribillo de Revolution, enfundado en una sucesión de flautas, cuerdas y guitarras con wah-wah. Claro que la revolución de Tomorrow era la del flower power de seis meses atrás, hecha de alucinaciones lisérgicas (Three Jolly Little Dwarfs) y “arco iris todas las mañanas” (Hallucinations). Una rebelión estrictamente personal, ilusionada pero ilusoria, que mostraba irreversiblemente su fecha de caducidad al promediar 1968, con la comercialización del underground, la expansión de las drogas duras, la devaluación de la libra, el fiasco de “I’m Backing Britain” –la campaña patriótica que intentó una respuesta voluntarista, populista, a las dificultades económicas– y el incremento de la militancia por contagio del Mayo francés.
En Now Your Time Has Come se adivinaba en cambio la forma de las cosas por venir, la previa de temas como The Clap o Mood for a Day en el extenso solo de guitarra a la Chet Atkins de un joven Steve Howe que alcanzaría la fama con Yes luego de un breve interludio en los olvidados Bodast. El resto pertenecía a una época que con el paso del tiempo a muchos les parecería cada vez más dorada. Tan ligado estaba Tomorrow a ese verano irrepetible del 67 que cuando todavía se hacían llamar The In Crowd habían sido elegidos para participar de esa escena de Blow-Up en la que, por ser más populares, terminarían apareciendo los Yardbirds. Parece que ni siquiera tuvieron tiempo de cambiar de guitarra, puesto que la que rompe Jeff Beck en la ficción –un numerito popularizado por Pete Townshend que delataba la influencia de su profesor Gustav Metzger, impulsor del arte autodestructivo–, es la del propio Howe.
Por aquel entonces el destino de los revoltosos The Pretty Things se encontraría curiosamente unido al de Tomorrow. También ellos iniciaron la grabación de su opus magnum –S.F. Sorrow– en los estudios de Abbey Road a fines de 1967, con el ubicuo Norman Smith en los controles. Y también a ellos EMI, a través de su subsidiaria Columbia, los abandonaría a su suerte, demorando la salida de la placa hasta fines del año siguiente y negándose a promocionarla. Con lo cual se asegurarían tanto el éxito de crítica como el fracaso comercial.
El disco cuenta la historia de un tal Sebastian F. Sorrow, quien súbitamente es arrancado de su infancia y entra a trabajar en la llamada “fábrica de la miseria”. Cuando está por casarse es reclutado para combatir en la guerra. Él sobrevive pero a su prometida se le incendia ¡el globo aerostático! en el que viajaba a reunirse con Sorrow y fallece. Este encuentra a un ambiguo Barón Saturday que lo conducirá por el típico viaje extraño de autorreconocimiento hasta sumirlo en la locura y la desesperación. El concepto es tan pueril como el de casi todos los álbumes de este tipo que vendrían después y saturarían los presuntuosos estantes de la ambición sinfónica. The Lamb Lies Down on Broadway y The Wall le deben más de una idea. Pero a diferencia de la cargada seriedad de estos últimos, el universo de los Pretty Things no carece de un acendrado sentido del ridículo. S.F. Sorrow pasaría a la historia como la primera ópera rock y todo el mundo, excepto Pete Townshend, la considera influencia directa del mucho más exitoso Tommy de los Who que aparecería al año siguiente.
Norberto Cambiasso - Editor y director de la revista Esculpiendo Milagros, pionera en lengua hispana en la difusión de músicas experimentales y rock europeo, Norberto Cambiasso dicta clases de música, comunicación, estética y crítica cultural en la Universidad de Buenos Aires, la Universidad Nacional de Quilmes y el Conservatorio de Música Manuel de Falla. Es coautor, junto a Alfredo Grieco y Bavio, del libro Días felices: los usos del orden de la Escuela de Chicago al Funcionalismo; coeditor, junto a Julián Ruesga, del libro Más allá del rock; y fue codirector, junto a Daniel Varela, del proyecto Archivo sobre Músicas Experimentales Argentinas para el Centro Cultural de España en Buenos Aires (CCEBA). Ha escrito numerosos artículos sobre arte contemporáneo, teatro, teoría social y política internacional para publicaciones de Argentina, Perú, España y Estados Unidos.
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