Después del regalo musical que Debussy hizo a Chouchou a principios de este mes, aquí tenemos otro caso de padre que se tomaba en serio lo de hacer regalos de cumpleaños. Shostakóvich compuso este concierto para su hijo Maxim, que cumplió diecinueve años este día de 1957.
Shostakóvich lo había pasado mal, por vivir y componer bajo el represivo régimen soviético. Pero cuando escribió este concierto Stalin llevaba cuatro años muerto y se nota una ligereza, un cambio de sensibilidad que inyecta en la obra una calidez interior que no solemos percibir en su música, por otro lado convulsa y compleja. Y sin embargo, quizá debido a la censura a la que había estado sometido y a la autocrítica previa a que estaba acostumbrado, el propio compositor la desdeñó por carecer de «mérito artístico salvador».
Lo cual es radicalmente inexacto, como testificarán generaciones de pianistas destacados. Y se nota que Shostakóvich sentía un gran afecto por la obra. Maxim la estrenó cuando terminó sus estudios en el Conservatorio de Moscú y Shostakóvich la interpretó muchas veces y la grabó con el concierto número 1.
Clemency Burton-Hill
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