Vivimos una crisis de la salud mental. Las crisis económicas, ecológicas, sociales y sanitarias coexisten con crisis subjetivas. Síntomas políticos encarnados en nuestra vida personal, con efectos diferenciales y desiguales en nuestros cuerpos y mentes por factores de género, clase, raza, etc. La pandemia intensificó los colapsos afectivos, aumentando las experiencias de aturdimiento y cansancio, ansiedad y depresión, insomnio, estrés y angustia. ¿Cuándo no se producen estallidos sociales y cambios políticos, cómo politizar nuestros bloqueos y desbordes anímicos? ¿Si no hay explosión política, solo nos queda soportar la implosión psíquica? ¿Qué posibilidades emocionales podemos detectar hoy en la conflictividad social? ¿La crisis de una alternativa política al capitalismo se hace carne en nuestros malestares?
En nombre de la salud mental, se clasifican los cuerpos sanos y enfermos, normales y patológicos, las vidas valorizadas y desvalorizadas, las muertes que merecen ser lloradas y aquellas que no valen la pena. Se responsabiliza y culpabiliza a los individuos para no subvertir las causas estructurales del malestar. El cambio en salud mental depende del reconocimiento de nuestra diversidad psíquica, empoderando a las personas con dificultades emocionales. No somos enfermos o trastornados, habitamos pasiones y dolencias desiguales. Por esto, si las industrias farmacéuticas buscan medicar nuestros malestares, los progresistas gestionarlos y las derechas criminalizarlos, nosotros debemos politizar nuestras tristezas, deseos y disfrutes. Es tiempo de crear una alternativa por la justicia psicosocial.
Los problemas de salud mental son problemas políticos. No se trata de temas privados, son cuestiones sociales tan relevantes para la política revolucionaria como la crítica de la deuda y el ajuste, la impugnación de la propiedad privada, etc. La lucha de clases pierde espesor subjetivo cuando se banalizan las experiencias anímicas como problemas subordinados a la disputa gremial, programática o institucional. Nuestras emociones son prácticas construidas en las relaciones sociales, de modo que una política radical en salud mental precisa transformar las relaciones sociales de explotación y dominación del capitalismo patriarcal y colonial. Es necesaria una perspectiva antagonista para revertir las opresiones y privilegios de la máquina capacitista, sexista, cuerdista, clasista y racista que llamamos “sistema de salud mental”. Es prioritario forjar una conciencia colectiva contra la explotación de nuestros estados de ánimo, ya que nuestros malestares tienen causas políticas y económicas, antes que familiares, biológicas o individuales. La crisis de la salud mental no puede superarse al interior del capitalismo y reclama una alternativa política anticapitalista.
El viernes 26 de abril de 2013, entraron con policías y topadoras al hospital de Salud Mental Borda. Mauricio Macri, María Vidal y Horacio Larreta gobernaban la CABA y habían decidido construir un Centro Cívico y pretendían rezonificar la zona -lo que traería aparejado un gran negocio inmobiliarioen las tierras del Hospital Borda, en el lugar donde funcionaban los talleres protegidos del Hospital. |
La lucha por la salud mental es un momento de la lucha por la transformación social, en la medida en que requiere una batalla contra los determinantes sociales que agravan nuestros padecimientos, tales como la precariedad económica y existencial, la concentración de la riqueza, la desigualdad, el extractivismo, etc. “No era depresión, era capitalismo”, sentenció la revuelta chilena de 2019, componiendo la liberación psíquica con el levantamiento social.
De acuerdo a Rafael Huertas, en Locuras en primera persona, presenciamos un “resurgimiento del activismo en salud mental, tanto profesional como en primera persona”. Hoy diferentes militancias y colectivos apuntamos en esa dirección en diversos ámbitos, laburando desde la participación comunitaria, el protagonismo en primera persona o la organización de lxs trabajadorxs y profesionales críticxs. Huertas señala que los textos y experiencias de Kate Millett y Judi Chamberlin, entre otrxs, son cruciales para una “nueva generación” de activismos, investigadorxs y personas con malestar. El libro Pájaros en la cabeza. Activismo en salud mental desde España y Chile, de Javier Erro, es un material útil para ubicar experiencias del activismo en el movimiento social por la salud mental, donde se intenta conjugar la producción de conocimiento, reivindicación, acción directa y cuidado. Se promueven prácticas horizontales como alternativas de cuidado colectivo frente a las relaciones de poder entre profesionales y usuarios, basándose en la autogestión, el apoyo mutuo y los saberes subalternos. El sujeto del cambio social en salud mental ya no son lxs profesionales o familiares, sino las personas con sufrimiento psíquico o diagnóstico, usuarixs y ex-usuarixs, autodefinidxs locxs, individuxs con discapacidad psicosocial o neurodivergentxs, entre otrxs.
Pensando en estas coordenadas, compartimos el libro Enajenadxs. Salud mental y revuelta. El volumen aporta claves para construir una salud mental popular y desde abajo. Enajenadxs podría ser leído como un archivo por el derecho a la disidencia psíquica. Se trata de un fanzine que reúne textos, intervenciones y experiencias de padecimiento subjetivo en primera persona. El compilado que socializamos está compuesto por una introducción, dos prólogos, los diez números de la revista, un anexo y un epilogo. Es una revuelta contra el psi-sistema. Esta versión publicada en España en los dosmil, recopila escritos que apuestan por una politización del malestar, como estrategia de transformación individual y colectiva. Abreven en la antipsiquiatría, el esquizoanálisis, los movimientos libertarios, Foucault y, sobre todo, en las experiencias de lucha y organización de lxs usuarixs, ex usuarixs y supervivientes de la psiquiatría. Si el sufrimiento psíquico puede ser un punto de vista contra la normalidad, Enajenadxs se afirma como “una defensa de la anormalidad”.
¿Por qué recuperar Enajenadxs hoy? Porque las experiencias de politización del malestar en primera persona pueden ser una alternativa crítica ante las respuestas psicoterapéuticas, profesionales, estatales, biomédicas o mercantiles en salud mental. En la actualidad, la lucha por la salud en general y la salud mental en particular podrían ser reivindicaciones transversales para trazar alianzas entre diferentes frentes del cambio. ¿Qué relación existe entre la revuelta psíquica de Enajenadxs y las revueltas populares en Chile o Colombia?
Javier Erro comenta que la recopilación de todos los números de Enajenadxs se realizó en 2007 en España, bajo el título Uníos Hermanxs Psiquiatrizadxs en el “Taller de Investigaciones Subversivas”. Al oponerse a la criminalización fascista del sufrimiento y a la individualización neoliberal, se propone una autogestión del malestar. Es una refutación del punitivismo terapéutico de las psicologías dominantes y un desacato de la patologización de nuestras diferencias subjetivas. Sus páginas nos otorgan herramientas para enfrentar, en nuestra propia vida, la violencia psicocapitalista, cuestionando el paternalismo normativo del progresismo psi y sus mecanismos de victimización y tutelaje, infantilismo y moralismo. Enajenadxs promueve el desacuerdo “contra viento y marea”, porque “nos etiquetan, nos encierran, nos drogan… somos socialmente indeseables y lo sabemos. La Norma nos ha herido por no querer abrazarla. Por nuestra parte, hemos declarado la guerra a la Norma”.Una de las premisas de estas “intervenciones intermitentes” para las revueltas en salud mental es la siguiente: “El orden psiquiátrico se nos impone a todos, no sólo a quienes cruzan la delgada y difusa línea que separa la cordura de la locura, y lo hacen de una forma descarada… hasta para currar de teleoperadora es necesario «superar» algún tipo de prueba psicológica… El poder tiene demasiadas caras, y el poder de las psiquiatras, psicólogos, educadoras y otros ‘carceleros de mentes’ rara vez es desenmascarado. Disfrazadas de Ciencia, de salud mental, de apoyo y buenas intenciones, desarrollan sus prácticas represivas al servicio de una normalidad que apesta”. La rebelión de lxs enajenadxs hace de la disputa anímica contra el realismo capitalista el terreno de una lucha de clases, contestando la banalización izquierdista de los afectos. Su propuesta: “Sacar a debate dentro del gueto político anticapitalista el tema de la enfermedad mental, rescatar un frente de lucha necesario y vital para cualquier colectivo o individualidad que desafíe el orden social”.
En contextos de crisis de la salud mental y revueltas populares, Enajenadxs puede ser un archivo útil para dinamizar una liberación psíquica colectiva. Porque no hay reconstrucción del movimiento revolucionario sin recomposición anímica de nuestras propias fuerzas.
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Texto publicado en Revista Sonámbula: cultura y lucha de clases
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