Zelensky nunca fue Berlusconi, fallecido a una edad tardía en un confortable hospital milanés. También había sido cantante y cómico, antes de hacerse multimillonario y acaparar un poder indiscutido y blindado que lo llevó a ser cuatro veces primer ministro de su país. Zelensky tiene un pronóstico político reservado. El bufón ya casi no tiene quién le escriba, salvo la vieja Europa empecinada en una guerra contra Rusia mientras el trumpismo imagina sus propias batallas bastante más al oriente y se retira de las trincheras ásperas del viejo continente. Así como llegó, se va, y seguramente-en ese caso- nadie podrá decirle nada ni se animará a hacerlo. No importa que Macron discuta pour la galerie con el nuevo ocupante de la Casa Blanca. Todo el mundo recuerda su furia primigenia contra Moscú. El futuro de un Zelensky encerrado entre una Polonia reaccionaria, la ruina militar, económica, política y ética, remite como un déja vu a Nicolae Ceausescu y su esposa Elena. Un juicio y luego el final que todos conocemos. Ojalá que no. Que la violencia no se suture con más violencia.
Este mundo es tan extrepitosamente complejo que no sabemos cómo van a saldarse los casi 30 conflictos vigentes, ni cuáles serán los viejos y nuevos bloques, en los que algunas potencias emergentes militan en los BRIC´s pero siguen ligados umbilicalmente a sus metrópolis. El extremo oriente es un potencial enclave de disidencias y allí ubica Trump a su enemigo, no en las duras estepas de la Madre Rusia. Es China la obsesión verdadera del imperio de las dos almas, como lo ha caracterizado Jorge Argüello.
Aquí, en el Sur, con la irrupción ridícula de un presidente increíble, una criatura parida por la frustración que deparó la democracia partidocrática neoliberal que supimos conseguir, la cuestión no es menos delicada. Y, por su fuera poco, la estupefacción del lumpenaje en la Rosada plantea un dilema respetuoso, pero dilema al fin: ¿terminará Milei mejor que Zelensky? No lo sabemos. Ni siquiera podemos saber cuándo terminará nuestra pesadilla ni cómo. Porque detrás de nuestro Dniéper tampoco despunta un amanecer alternativo y superador. Hay que reconstruirlo, conducirlo y convencerlo a cruzar el Mar Rojo, que no sabemos si se abrirá o no. Una encuesta en ciernes, que vamos articulando con rigurosa dedicación, comienza a inclinarse rotundamente hacia el miedo al futuro como la principal preocupación de los argentinos de (nuestra) tierra adentro. Si esa tendencia se consolidara, si todo cediera frente al temor al desastre propio, a la desconfianza en las posibilidades de realización personal o en la de sus hijos ya sabemos que lo que viene será duro y prolongado. Los tendremos al tanto del resultado de la pesquisa ni bien la terminemos. Por ahora trabajamos tan tranquilos como podemos. Como ya lo dijo el zar del mundo, ni siquiera tenemos peso específico propio. Los necesitamos nosotros más a ellos que ellos a nosotros. Por qué apurarnos entonces. Eduardo Luis Aguirre
La política exterior, rehén de la ideología y los caprichos de Milei
Por Patricio Giusto
La política exterior sigue siendo uno de los aspectos más flojos de la presidencia de Javier Milei. Desde el inicio de su gestión, el líder libertario ha carecido de una estrategia consistente de relacionamiento con el mundo y ha fijado a su ideología y preferencias personales -expresadas muchas veces de manera impulsiva- como los pilares de la política exterior.
Con Milei, la Argentina ha sostenido un tipo de posicionamiento internacional que es único en el mundo: alineamiento total con Estados Unidos e Israel, sin importar los principios, valores e intereses nacionales que se comprometan. Y sin importar que este posicionamiento no revista ningún beneficio concreto para la Argentina. Resulta especialmente grave que esta política exterior no surge de un pensamiento estratégico. Es que no hay estrategia ni estrategas internacionales en el entorno de Milei. Por eso, el Presidente constantemente incurre en sobreactuaciones frente a Estados Unidos, haciendo cosas que ni la propia Casa Blanca le demanda.
Tal fue el caso del famoso voto en soledad contra Cuba en la ONU, que derivó en la humillante salida de Diana Mondino al frente de la Cancillería, en noviembre. Ahora, Milei ha llegado al colmo de traicionar a Ucrania, tras haber sido previamente uno de sus principales aliados a nivel mundial.
La pusilanimidad sin estrategia es el peor de los mundos en relaciones internacionales, sobre todo para un país vulnerable como Argentina. ¿Habrá pensado Milei que con abstenerse en la votación por Ucrania aumentaría sus chances, hasta ahora muy dudosas, de conseguir la tan preciada asistencia financiera que espera desde Washington? Mientras tanto, enfrascado en sus diatribas ideológicas, Milei sigue despreciando las relaciones con socios económicos estratégicos, como Brasil y China.
Volviendo a la controversial votación por Ucrania, paradojalmente, Milei decidió votar igual que el grueso de los países del BRICS, foro al que rechazó ingresar al inicio de su mandato por razones ideológicas. Argentina votó igual que China, India, Brasil y Sudáfrica, entre otros, aunque estos países mantuvieron la misma posición desde el inicio de la guerra. El voto argentino también alejó a Milei de Europa, que exhibió fuerte unidad en favor de Ucrania, y de gran parte de América Latina.
El canciller Gerardo Werthein expuso una explicación poco convincente ante los medios, tras el voto argentino: «No cambiamos nuestra posición sobre Ucrania, apoyamos la negociación por la paz y esperamos que después se discuta todo lo otro». Habrá que avisarle al canciller que «todo lo otro» (o mejor dicho todo, a secas) ya fue negociado la semana pasada en Riad, mano a mano entre Rusia y EE. UU. Cabe recordar: Sin Ucrania, sin Europa y, por supuesto, sin nosotros.
La ignorancia libertaria y el núcleo de obsecuentes que rodea al Presidente han alimentado en Milei percepciones erróneas sobre cómo funciona la diplomacia, hacia dónde va el orden global y, sobre todo, respecto a la propia política exterior de Estados Unidos.
Eso es lo primero que Milei pareciera no comprender, embelesado por las marquesinas de los atriles internacionales y por la cercanía con sus «amigos» Trump y Musk. El mundo atraviesa su momento más oscuro e incierto desde 1989, con una inesperada novedad de primer orden: Estados Unidos, la mayor potencia económica y militar, se ha convertido en el principal factor de inestabilidad global.
Para complicar aún más la perspectiva de la política exterior argentina, Milei ha decidido poner a cargo de la Cancillería a gente sin experiencia en la materia, como han sido los casos, primero de Mondino y, ahora, de Werthein. Al mismo tiempo, ha manifestado un profundo desprecio por el cuerpo profesional de la Cancillería, poniendo en duda su valor. Por primera vez desde su creación, este será el primer año sin nuevos ingresantes al Instituto del Servicio Exterior de la Nación (ISEN). Y hasta se rumorea que podría directamente desaparecer bajo la motosierra.
Por otra parte, Milei ha permitido que su hermana Karina intervenga diversas áreas del organismo con gente cuyo único mérito es ser amigos del poder. Son los casos de Diego Sucalesca, un ex-actor a cargo del área de promoción de inversiones; Úrsula Basset, una abogada especializada en familia; y Nahuel Sotelo, un influencer veinteañero que fue entronado en una inverosímil área de «Cultura y Civilización». Términos que hacen referencia a uno de los mayores fetiches ideológicos de Milei: la «batalla cultural». En este contexto, hasta el troll libertario Juan Carreira ha intervenido en circuitos de toma de decisión dentro de la Cancillería.
Entre los diplomáticos de carrera prima el desánimo y la confusión. Si bien Werthein cuenta con más apoyo y peso político que Mondino, la tarea principal que ha estado desplegando desde que asumió es llevar a cabo una absurda caza de brujas sobre los funcionarios que no piensan igual que Milei. En definitiva, así está actualmente la política exterior argentina, rehén de la ideología y los caprichos de un presidente que sólo parece dispuesto a seguir redoblando la apuesta.
Patricio Giusto - Master of China Studies y magíster en Políticas Públicas
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