Desde su laboratorio original, Chile en 1973, el neoliberalismo emergió como un proyecto de clase encaminado a restaurar el poder del capital y, para ello, utilizó la violencia física, moral y psicológica, destruyó el tejido social y las redes de solidaridad, torturó, secuestró, desapareció y mató a miles de dirigentes sociales, intentando borrar cualquier expresión de solidaridad, apoyo y ayuda mutua y arrasó con las instituciones de intervención social y económica del Estado. La violencia bruta fue el instrumento usado para imponer los dogmas del credo neoliberal, entre los que sobresalían la privatización de las empresas y entidades públicas, la apertura económica a las multinacionales, la desregulación del mercado laboral para que los capitalistas intensificaran la explotación de los trabajadores. La violencia no es algo circunstancial en el proyecto de imposición del neoliberalismo, sino que es una de sus características distintivas desde el mismo momento de su implantación, ese gérmen bestial ha crecido por todo el mundo y lo palpamos día a día en nuestra vida cotidiana, desde todas las consecuencias que ha producido el que quizás sea le máxima de la doctrina neoliberal: el individualismo salvaje que hoy nos ha convertido en una sociedad fascista de cruentos hombres-lobo mutilándose entre sí.
El experimento neoliberal en Chile tuvo un efecto de demostración positivo para los capitalistas del mundo entero, quienes a comienzos de la década de 1970, en plena depresión, veían como un lastre al Estado de Bienestar, a los sindicatos y las conquistas sociales de los trabajadores. Por ello, decidieron aplicar el neoliberalismo más allá de Chile y, como había sucedido en este país, no dudaron en imponer la “Doctrina del Shock”, consistente en generar pánico entre la población para implementar el recetario neoliberal. Guardando las proporciones, en Inglaterra y en los Estados Unidos, los gobiernos de Margaret Thatcher y Ronald Reagan respectivamente, impusieron el neoliberalismo mediante la violencia, reprimiendo huelgas de trabajadores en sectores emblemáticos de la economía de los dos países, luego de lo cual procedieron a privatizar las empresas, despedir trabajadores, reducir salarios y mercantilizar los servicios públicos.
Algunas de las violaciones de derechos humanos más despreciables se articularon para preparar el terreno e introducir las reformas radicales que habrían de traer ese ansiado libre mercado.Naomi Klein
La violencia estructural del neoliberalismo en lugar de desaparecer se extendió a los diversos ámbitos de la vida social, puesto que se acentuó el proceso de privatizaciones, ataque a los trabajadores organizados, apertura económica a las multinacionales y al capital financiero, y mercantilización de los bienes públicos. A todo ello debe sumársele la violencia mediática, tanto nacional como transnacional, ejercida en forma concertada y planificada. El costo humano de la implementación del "libre mercado" ha sido enorme...
Sólo una crisis real o percibida produce un cambio real. Cuando ocurre esa crisis, las acciones que se toman dependen de las ideas que se encuentran alrededor, en el aire. Así, la función básica de un intelectual es desarrollar alternativas a las políticas existentes, mantenerlas vivas y estar disponibles hasta que lo políticamente imposible se vuelva políticamente inevitable.Milton Friedman - Ideólogo del neoliberalismo
La política neoliberal y el tipo de globalización que impone utiliza todas las herramientas que le sean oportunas, indiferentes a las consecuencias destructivas para la humanidad, su presente y su futuro. Las propuesta ideológica y política exalta el individualismo que propone al conjunto social, es decir, que cada quien se ocupe por sí mismo de su bienestar sin ningún interés por los efectos en relación a los demás y especialmente sin ningún interés por las dimensiones colectivas de cualquier realización singular o individual. Ese individualismo que en épocas de crisis deviene en un sálvese quien pueda y que hace que se despierten los más oscuros fascismos en muchísimas partes del mundo. Ese mismo individualismo que promueve la lucha de pobres contra pobres, y que genera varias de las noticias con las que nos horrorizamos diariamente.
Jonatan, Coto y la selva tan temidaSilvana Melo
La vida de Jonatan Sagardoy se acabó en la madrugada, un fin de semana de Villa Ballester, norte profundo del conurbano. Y se acabó de un tiro, que le entró por la axila y lo recorrió devorándole las vísceras. Porque tuvo la desgracia de parecerse a alguien que había intentado robar en la casa de uno de ellos. De uno de los ocho predadores que salió a cazarlo en auto, camioneta y moto. De una de las fieras en que se convierte el ser humano en jauría.
Cuando se bajó en la casa de un amigo lo rodearon. Eran ocho. Y tenían la justicia en sus manos. Lista para disparar. Madrugada de Villa Ballester.
Cuando la bala entró por la axila pudo subir al auto y manejar hasta el hospital. Agonizó dos días y murió.
Los cazadores tuvieron que admitir que no era. ¿Y si hubiera sido?
El dueño del supermercado se llama como el supermercado. O en realidad, el supermercado como él. En el local de San Telmo un custodio y un empleado mataron a patadas a un hombre vencido. Que había abandonado el mundo encerrado en el calabozo de su demencia senil. Solo. Ese día se llevaba queso, aceite y chocolate. Sin pagarlo. Los cazadores saborearon su justicia particular.
El dueño del supermercado es Alfredo Coto y es de acá. “Nadie mató a nadie, averigüen bien lo que pasó”, dijo a los periodistas en el Hotel Sheraton. Y habló de “versiones tergiversadas”.
En el local Coto de Caballito había, dos años atrás, un arsenal. 200 granadas, 27 armas de fuego y 3800 municiones. “La causa judicial ya fue superada”, dijo. Y tiene razón. Pero sus motivos fueron escalofriantes: estaban guardados para los empleados de seguridad (su cuerpo de cazadores) ante eventuales saqueos. “¿Ustedes no se dan cuenta de lo que pasó de 2001 en adelante en el país?” (*), preguntó.
El país es un desgarro.
Camino a la selva tan temida.
Los caídos, inexorablemente, son los frágiles. Los destituidos del mundo. Los que tienen el hambre doliendo acá. Los que acampan en el corazón del poder para que los vean. Los que se llevan el queso. Los que se parecen.
Los otros se llevan el gesto de la justicia y la palabra en el Sheraton.
(*) Alfredo Coto hizo estas declaraciones ante los periodistas Alejandro Bercovich y Jairo Straccia en el Hotel Sheraton
Los escalofriantes datos sobre desigualdad en cada país de América Latina son el telón de fondo para entender el sentido de la violencia neoliberal: mantener a toda costa unos privilegios de clase, que no se admite que sean tocados ni siquiera con intentos tibiamente reformistas, que finalmente nunca han pretendido alterar el sistema capitalista. Eso solo se puede alcanzar con una gran dosis de violencia, que es una de las características distintivas del capitalismo y del neoliberalismo.
La violencia se ha normalizado y discursos bestiales se toman con la mayor naturalidad. Y allí están los dichos de (por ejemplo) Pichetto, candidato a vicepresidente amarillo, que cuestionó a quienes reclaman la emergencia alimentaria, afirmando que los movimientos sociales son una de las causas del endeudamiento público y que "no laburan". Justamente están pidiendo trabajo luego del desastre generado por el equipo neoliberal. O Alfredo Coto, que dice "nadie mató a nadie" refiriémdpse a la muerte del jubilado en San Telmo. Impunidad y violencia como doctrina común contra la humanidad.
El se despachó contra “lo que están haciendo los piqueteros, tomando todas las calles del país”, en referencia al acampe que realizaron los movimientos sociales en la Avenida 9 de Julio.
Y esa violencia ha hecho carne entre nosotros, deformes copias de un desdibujado Frankenstein... y ya es parte nuestra. Los resultados están a la vista, y en los diarios de todos los días.
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