El debut de Serú Girán, el supergrupo que encabezaban Charly García y David Lebón, estuvo lejos de ser el esperado. Resistidos por un público que parecía no entender su propuesta y por la prensa de la época, que criticó duramente a cada uno de los integrantes, su revancha llegó de la mano de su segundo álbum: en 1979 "La Grasa de las Capitales", desde su portada que parodiaba a las "revistas enemigas", comenzó a hacer justicia.
Mediados de 1979. Plena dictadura argentina. En la escena aparece Carlos Alberto García Moreno, Charly, siempre irreverente, caminando por las calles fúnebres del Gran Buenos Aires. ¿Su destino? Hipólito Yrigoyen 1284, tercer piso, oficina seis: lo espera allí Rubén Andón. Apenas ingresa al estudio, el hombre clave de Sui Generis y de La Máquina de Hacer Pájaros comienza la elección de entre una serie de imágenes, tomadas 48 horas antes. El fotógrafo se atiene a mirarlo.
En las instantáneas, el grupo Serú Girán en plenitud: el joven Pedro Aznar vestido de oficinista, con maletín en mano y mirada miope; David Lebón, sonriente, caracterizado como un improbable rugbier; el despeinado Óscar Moro de carnicero, con delantal blanco y empuñando un cuchillo; y tal vez el que más llama la atención, entre Oscar y David, acaso el líder: Charly García. Al cerebro tras la icónica imagen se lo ve cabizbajo, asoma su bigote bicolor mientras sostiene un bidón amarillo simulando ser empleado de una petrolera. “Es una crítica a las petroleras que se llenan de dinero y manejan el mundo a su antojo”, explicaría después el propio Charly.
No pasó mucho tiempo para que la elección de García se transformara en la portada del segundo álbum de Serú Girán finalizado un par de meses más tarde: La grasa de las capitales. El supergrupo, buscaba entonces, reírse de la revista Gente. Pero no sólo eso consiguieron: tiempo después la imagen les valió una masiva adherencia popular. ¿El contexto? Los ayudaba. Un 140% de inflación en el país trasandino, la alarma de una economía inmóvil y una juventud fracturada por la bota militar.
El proyecto de Serú Girán nació durante un exilio voluntario en Brasil. Charly García convenció a su amigo David Lebón. Poco después al baterista Óscar Moro y al bajista Pedro Aznar, quienes idearon el nombre Serú Girán y trabajaron en la composición y grabación de las canciones de su primer disco homónimo, de portada gris. Los acompañaron Billy Bond, como productor, y los arreglos orquestales del estadounidense Daniel Goldberg. Fue editado por el sello Sazam (Music Hall), a fines de 1978.
Las primeras presentaciones del emblemático grupo, sin embargo, estuvieron lejos de la fama y el éxito que hoy evocan. Es más: se vieron opacadas por problemas técnicos. Mientras los Beatles Criollos, como se los llamó, ensayaban en Brasil, la prensa no paraba de pegarles: señalaron, por ejemplo, que estaba llena de “voces homosexuales”. Incluso Pipo Lernoud, poeta y periodista argentino, destrozó uno de sus primeros recitales en Expreso Imaginario, la revista de rock más importante de la época, sugiriendo que los que habían tocado no eran los verdaderos músicos, sino sus dobles. Tituló: “Tratamos de ver a Serú Girán”. Asimismo, la Revista Periscopio se preguntaba “¿Ídolo o qué?”, apuntando sus dardos a Charly.
“Me parece que hubo un error. Aunque pensándolo bien, quizás lo hicieron a propósito para la primera actuación —decía Pipo Lernoud en el Expreso imaginario Nº 29 de 1978—. El Gran Salto al Vacío… mandar a sus dobles por razones de seguridad”.
Tras esa suerte de desconexión entre Serú Girán y su público, que quedó evidenciada tras el frío recibimiento de su disco debut, la banda eligió una propuesta más frontal y contestataria. Eliminaron la orquesta, que no había sido aceptada del todo, y compusieron temas más simples, más directos.
“Como grupo humano estábamos al mango —explicó David Lebón en una entrevista para el aniversario de los 30 años de La grasa de las capitales—. El grupo era bueno, pero capaz que vinimos muy creídos de Brasil. Lo que sí sé es que no creímos en lo que pasaba afuera, sino en nosotros mismos y seguimos a muerte. Vendíamos los shows con Charly en moto. Vos sabés lo que es el flaco: no puede conducir ni un triciclo, entonces yo manejaba una moto que nos habíamos comprado en Buzios. Y nos íbamos a vender shows con una valijita: ¡ni teníamos manager!”
“Creo que se trató de volver a arrancar desde cero —dijo Pedro Aznar en la misma nota, de la revista La Mano—. Habíamos aparecido como un supergrupo, como se llamaba por entonces a una banda que juntara a dos o más músicos célebres. Eso creó un nivel de expectativas y exigencias inhumanas. Había que volver a las divisiones inferiores y empezar a construir desde abajo. Y resultó”.
El rechazo preliminar del público parecía difícil de justificar. Pero Charly ensayó una respuesta en la revista Periscopio, en diciembre de 1978: “Yo me di cuenta que el público no entendió, a lo mejor, lo que tratamos de hacer. Tal vez porque estaban viviendo otras cosas que no tenían nada que ver con las mías, porque fíjate que yo me había ido del país, fue la primera vez que estuve afuera un tiempo largo. En Brasil, solo, en una playa, mientras la gente seguía acá”.
Lo único seguro para la banda era que las cosas no habían salido como esperaban.
“Cuando estuve en Brasil, en la primera época de Serú, hubo toda una campaña en contra mío. Las notas eran del tipo: ‘Charly se olvidó de nosotros’. Hubo una que tituló con ‘Charly García, ¿ídolo o qué?’, y empapelaron la ciudad con el aviso de la revista… una grasada total”, dijo García en Página12.
La respuesta, y también una manera de reinventar al grupo, fue la portada del disco donde, sobre un fondo rojo de 12 metros, los cuatro ultrafumados músicos posaban ante el lente de una cámara Hasselblad, respondiendo a la crítica de Lernoud —y del resto de la prensa— con una sátira a la superficialidad y un mensaje destacado en amarillo donde se puede leer: “Descubrimos los dobles de Serú Girán”.
“Directamente desde el título y desde la tapa misma del disco sienta posición. Primero es una tapa de orden paródico donde justamente se ríen de los periodistas y del lugar que ellos mismos habían ocupado —recuerda Martín Graziano, periodista y escritor argentino—. Es como que revierten todo aquello que había sido negativo en su comienzo, porque realmente les había costado arrancar con Serú Girán, con humor. Y esto es clave en la obra de Charly García, por otro lado, a veces subestimada. Además, se parodiaba a las revistas del espectáculo, pero con títulos que tenían que ver con la prensa rockera”.
La grasa de las capitales, publicado en agosto de 1979, en ese sentido, dejó entrever también un notorio cambio sonoro: había una mayor fuerza de los instrumentos y, cómo no, una fuerte crítica contestataria en sus composiciones. Para Graziano, “es el disco de la reconciliación de Serú Girán, de Charly García con el público y es el disco del comienzo del noviazgo de Serú Girán con una relación muy fructifera con el público argentino”.
¿A qué se refiere el concepto de grasa en el disco? En Argentina, se utiliza habitualmente como sinónimo de “ordinario”, por influencia del inglés “greaser” o “grasiento”, adjetivo que utilizaban en el oeste de Estados Unidos a inmigrantes mexicanos y, en general, a latinoamericanos. En el país trasandino comenzó a utilizarse de forma despectiva durante el primer gobierno de Perón, donde aludían a la descuidada apariencia de seguidores del peronismo.
“La idea fue mía. Estaba podrido de todas esas revistas tipo Gente, que eran tan caretas. Habíamos compuesto ese disco para ir al choque directamente. Las canciones eran más pesadas, más contestatarias. Había que salir de la grasa, de la mediocridad. Era una época en que el rock todavía estaba en contra de la música comercial: era nosotros contra el mundo. Y la revista Gente era el enemigo”, señaló Charly en Página12 años atrás, confirmándose no sólo como director de arte, sino también como el cerebro detrás del disco.
Canciones como símbolo de resistencia
Charly antes que rockero, era argentino y una de las claves capitales de su obra fue, es y será su capacidad de sintonizar con los tiempos. “Todos los discos de Charly García están hablando de la sociedad de Argentina de algún modo. Pensá que ahora, por ejemplo, en las ciudades de Argentina tipo Buenos Aires están empapeladas con una frase que dice ‘Este gobierno no se banca más’”, explica Martín Graziano.
En este sentido, la crítica de la banda durante la dictadura jugó un rol fundamental: “Yo creo que los recitales de Serú Girán en Obras (Sanitarias) eran lugares de resistencia. La gente iba ahí y se expresaba. Una vez se iban a llevar a una chica en cana y yo paré el concierto y le dije al iluminador: ‘Iluminá ahí’. Y entonces estaba el tipo con la mina y le digo: ‘Somos 5.000 contra uno’. Y no se la llevó”, declaró Charly en el programa Qué fue de tu vida en enero de 2012. La canción “Los sobrevivientes” del disco dice:
“Estamos ciegos de ver
cansados de tanto andar
estamos hartos de huir
en la ciudad”.
Por Carla Quiroz
La portada de La grasa de las capitales. |
En las instantáneas, el grupo Serú Girán en plenitud: el joven Pedro Aznar vestido de oficinista, con maletín en mano y mirada miope; David Lebón, sonriente, caracterizado como un improbable rugbier; el despeinado Óscar Moro de carnicero, con delantal blanco y empuñando un cuchillo; y tal vez el que más llama la atención, entre Oscar y David, acaso el líder: Charly García. Al cerebro tras la icónica imagen se lo ve cabizbajo, asoma su bigote bicolor mientras sostiene un bidón amarillo simulando ser empleado de una petrolera. “Es una crítica a las petroleras que se llenan de dinero y manejan el mundo a su antojo”, explicaría después el propio Charly.
No pasó mucho tiempo para que la elección de García se transformara en la portada del segundo álbum de Serú Girán finalizado un par de meses más tarde: La grasa de las capitales. El supergrupo, buscaba entonces, reírse de la revista Gente. Pero no sólo eso consiguieron: tiempo después la imagen les valió una masiva adherencia popular. ¿El contexto? Los ayudaba. Un 140% de inflación en el país trasandino, la alarma de una economía inmóvil y una juventud fracturada por la bota militar.
El proyecto de Serú Girán nació durante un exilio voluntario en Brasil. Charly García convenció a su amigo David Lebón. Poco después al baterista Óscar Moro y al bajista Pedro Aznar, quienes idearon el nombre Serú Girán y trabajaron en la composición y grabación de las canciones de su primer disco homónimo, de portada gris. Los acompañaron Billy Bond, como productor, y los arreglos orquestales del estadounidense Daniel Goldberg. Fue editado por el sello Sazam (Music Hall), a fines de 1978.
Las primeras presentaciones del emblemático grupo, sin embargo, estuvieron lejos de la fama y el éxito que hoy evocan. Es más: se vieron opacadas por problemas técnicos. Mientras los Beatles Criollos, como se los llamó, ensayaban en Brasil, la prensa no paraba de pegarles: señalaron, por ejemplo, que estaba llena de “voces homosexuales”. Incluso Pipo Lernoud, poeta y periodista argentino, destrozó uno de sus primeros recitales en Expreso Imaginario, la revista de rock más importante de la época, sugiriendo que los que habían tocado no eran los verdaderos músicos, sino sus dobles. Tituló: “Tratamos de ver a Serú Girán”. Asimismo, la Revista Periscopio se preguntaba “¿Ídolo o qué?”, apuntando sus dardos a Charly.
“Me parece que hubo un error. Aunque pensándolo bien, quizás lo hicieron a propósito para la primera actuación —decía Pipo Lernoud en el Expreso imaginario Nº 29 de 1978—. El Gran Salto al Vacío… mandar a sus dobles por razones de seguridad”.
Tras esa suerte de desconexión entre Serú Girán y su público, que quedó evidenciada tras el frío recibimiento de su disco debut, la banda eligió una propuesta más frontal y contestataria. Eliminaron la orquesta, que no había sido aceptada del todo, y compusieron temas más simples, más directos.
“Como grupo humano estábamos al mango —explicó David Lebón en una entrevista para el aniversario de los 30 años de La grasa de las capitales—. El grupo era bueno, pero capaz que vinimos muy creídos de Brasil. Lo que sí sé es que no creímos en lo que pasaba afuera, sino en nosotros mismos y seguimos a muerte. Vendíamos los shows con Charly en moto. Vos sabés lo que es el flaco: no puede conducir ni un triciclo, entonces yo manejaba una moto que nos habíamos comprado en Buzios. Y nos íbamos a vender shows con una valijita: ¡ni teníamos manager!”
“Creo que se trató de volver a arrancar desde cero —dijo Pedro Aznar en la misma nota, de la revista La Mano—. Habíamos aparecido como un supergrupo, como se llamaba por entonces a una banda que juntara a dos o más músicos célebres. Eso creó un nivel de expectativas y exigencias inhumanas. Había que volver a las divisiones inferiores y empezar a construir desde abajo. Y resultó”.
Charly García y David Lebón señalados por Pedro Aznar. |
Lo único seguro para la banda era que las cosas no habían salido como esperaban.
“Cuando estuve en Brasil, en la primera época de Serú, hubo toda una campaña en contra mío. Las notas eran del tipo: ‘Charly se olvidó de nosotros’. Hubo una que tituló con ‘Charly García, ¿ídolo o qué?’, y empapelaron la ciudad con el aviso de la revista… una grasada total”, dijo García en Página12.
La respuesta, y también una manera de reinventar al grupo, fue la portada del disco donde, sobre un fondo rojo de 12 metros, los cuatro ultrafumados músicos posaban ante el lente de una cámara Hasselblad, respondiendo a la crítica de Lernoud —y del resto de la prensa— con una sátira a la superficialidad y un mensaje destacado en amarillo donde se puede leer: “Descubrimos los dobles de Serú Girán”.
“Directamente desde el título y desde la tapa misma del disco sienta posición. Primero es una tapa de orden paródico donde justamente se ríen de los periodistas y del lugar que ellos mismos habían ocupado —recuerda Martín Graziano, periodista y escritor argentino—. Es como que revierten todo aquello que había sido negativo en su comienzo, porque realmente les había costado arrancar con Serú Girán, con humor. Y esto es clave en la obra de Charly García, por otro lado, a veces subestimada. Además, se parodiaba a las revistas del espectáculo, pero con títulos que tenían que ver con la prensa rockera”.
La grasa de las capitales, publicado en agosto de 1979, en ese sentido, dejó entrever también un notorio cambio sonoro: había una mayor fuerza de los instrumentos y, cómo no, una fuerte crítica contestataria en sus composiciones. Para Graziano, “es el disco de la reconciliación de Serú Girán, de Charly García con el público y es el disco del comienzo del noviazgo de Serú Girán con una relación muy fructifera con el público argentino”.
¿A qué se refiere el concepto de grasa en el disco? En Argentina, se utiliza habitualmente como sinónimo de “ordinario”, por influencia del inglés “greaser” o “grasiento”, adjetivo que utilizaban en el oeste de Estados Unidos a inmigrantes mexicanos y, en general, a latinoamericanos. En el país trasandino comenzó a utilizarse de forma despectiva durante el primer gobierno de Perón, donde aludían a la descuidada apariencia de seguidores del peronismo.
“La idea fue mía. Estaba podrido de todas esas revistas tipo Gente, que eran tan caretas. Habíamos compuesto ese disco para ir al choque directamente. Las canciones eran más pesadas, más contestatarias. Había que salir de la grasa, de la mediocridad. Era una época en que el rock todavía estaba en contra de la música comercial: era nosotros contra el mundo. Y la revista Gente era el enemigo”, señaló Charly en Página12 años atrás, confirmándose no sólo como director de arte, sino también como el cerebro detrás del disco.
Canciones como símbolo de resistencia
Charly antes que rockero, era argentino y una de las claves capitales de su obra fue, es y será su capacidad de sintonizar con los tiempos. “Todos los discos de Charly García están hablando de la sociedad de Argentina de algún modo. Pensá que ahora, por ejemplo, en las ciudades de Argentina tipo Buenos Aires están empapeladas con una frase que dice ‘Este gobierno no se banca más’”, explica Martín Graziano.
En este sentido, la crítica de la banda durante la dictadura jugó un rol fundamental: “Yo creo que los recitales de Serú Girán en Obras (Sanitarias) eran lugares de resistencia. La gente iba ahí y se expresaba. Una vez se iban a llevar a una chica en cana y yo paré el concierto y le dije al iluminador: ‘Iluminá ahí’. Y entonces estaba el tipo con la mina y le digo: ‘Somos 5.000 contra uno’. Y no se la llevó”, declaró Charly en el programa Qué fue de tu vida en enero de 2012. La canción “Los sobrevivientes” del disco dice:
“Estamos ciegos de ver
cansados de tanto andar
estamos hartos de huir
en la ciudad”.
La banda había compuesto temas de denuncia que, con mucho juego de palabras, recursos lingüísticos y lirismo surrealista, habían evadido la censura. “Se había llegado a un momento de opresión tal que el 1978-1979 es un momento crítico. Es un momento en el cual es urgente reagrupar la fuerza porque se habían exiliado todos…, fue una época muy brutal al margen de los 30.000 desaparecidos”, recuerda Graziano.
Un ejemplo es la letra de la canción “La grasa de las capitales” que inicia con un desafiante verso:
“¿Qué importan ya tus ideales, qué importa tu canción?
No transes más
Con la cantina, con la cantora
con la televisión gastadora
Con esas chicas bien decoradas, con esas viejas todas quemadas
Gente re-vista, gente careta: la grasa inunda cual fugazetta
¡No se banca más!”.
Un ejemplo es la letra de la canción “La grasa de las capitales” que inicia con un desafiante verso:
“¿Qué importan ya tus ideales, qué importa tu canción?
No transes más
Con la cantina, con la cantora
con la televisión gastadora
Con esas chicas bien decoradas, con esas viejas todas quemadas
Gente re-vista, gente careta: la grasa inunda cual fugazetta
¡No se banca más!”.
García y Lebón, en “Frecuencia modulada”, se rebelan contra la música difundida por las radios FM, esas con ritmo de discoteque.
“Si en la música que escuchas ya no hay vida
si la letra ya no tiene inspiración
si aunque aumentes el volumen ya no hay fuerza
son los tiempos que están huecos de emoción…”.
si la letra ya no tiene inspiración
si aunque aumentes el volumen ya no hay fuerza
son los tiempos que están huecos de emoción…”.
Un joven Aznar cantaba “Paranoia y soledad”, un tema que sólo acentuaba el espíritu inicial del álbum, hablando de un lugar reprimido, retrasado y brutal. Retrataba, de cierto modo, a la Argentina bajo dictadura:
“Cuánto tiempo más de paranoia y soledad
Despertar aquí es como herirse con la propia destrucción…”.
Despertar aquí es como herirse con la propia destrucción…”.
Y por último “Viernes 3 AM”, himno de la banda, compuesta en quince minutos por Charly, la única canción que sufrió censura explícita.
“‘Viernes 3 AM’ la hice en quince minutos —confesó Charly—; la escribí en un departamento en el que vivía en San Telmo, y lo primero que hice fue la letra. Y cuando comencé a buscarle la poesía, inmediatamente vino la música. Puede ser similar a lo que hace Bob Dylan, que cuenta una historia de comienzo a fin y que no tiene estribillo”.
Las primeras líneas ya evidencian a un personaje cansado de las “fiebres de sábado por la noche” con un final dramático con el desarrollo:
“Y llevas el caño a tu sien, apretando bien las muelas
cierras los ojos y ves todo el mar en primavera
Bang! Bang! Bang!
Hojas muertas que caen
Siempre igual, los que no pueden más, se van…”
cierras los ojos y ves todo el mar en primavera
Bang! Bang! Bang!
Hojas muertas que caen
Siempre igual, los que no pueden más, se van…”
Marcelo Figueras, en la revista La Mano, hizo un análisis
sobre el tema de la canción: “Vista con perspectiva histórica, ‘Viernes 3
AM’ constituye la canción más incómoda del repertorio de García porque
denuncia hasta qué punto nos hemos hundido. Los que no pueden más no
sólo ya no se van, sino que conviven mansamente con los genocidas, los
corruptos, los delatores, los torturadores, los intolerantes, los
adoradores de la violencia, los cínicos, los que miraban a otra parte
cuando pasaba lo que pasaba”.
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