En enero, la reacción de Milei ante la primera manifestación opositora –convocada por la CGT– fue “No la ven”. No fue solo un cartel. Fue un argumento. Fue una estrategia. Casi se diría que la única posible para él. Yo no te toco, toco el aire. Aquella frase anticipaba la desconexión enloquecedora que se agudiza: nuestras vidas transcurren en una dimensión que este hombre ha eliminado ya de su cabeza. La motosierra empezó allí, en su cabeza: reemplazando la vida real por ideas paranoicas y extremistas. El mismo que lloró como loco en el Muro de los Lamentos es el presidente que hace abandono de persona colectivo. Y se jacta de ello. Esa frase instaló un debate de esos que estupidizan y miden en la televisión: “¿No es muy pronto para una manifestación opositora?” El debate reemplazaba otro debate: ¿Qué otro presidente en la historia argentina apenas asumió se sumó poderes extraordinarios que están hoy vigentes y le permiten gestionar anticonstitucionalmente?
Por Sandra Russo
Acá nunca hubo “oposición amigable” ni “oposición light”, como escuchamos decir miles de veces, algunas intencionadas y muchas otras habladas por el poder. Parece que hubo un olvido colectivo de Macri y Milei sellando un pacto secreto pero público antes del ballotaje. Los medios fingen demencia y los zombies viven el estricto presente.
Lo que hubo fueron peleas por cajas o cuestiones puntuales de intereses políticos directos, gobernadores que defendían sus propios intereses pero entregaron a sus pueblos trabajadores a un desquiciado. Y en Diputados, ¿qué otra cosa podía pasar? ¿Y qué pasará en el Senado? ¿Que alguno de ellos recuerde por qué empezó a hacer política? El macrimileísmo hace política específicamente para tener victorias como la del lunes: les interesa un bledo la gente. Prefieren los negocios de todo tipo.
Hay algo escondido en aquel “no la ven” que inauguró en enero la negación del sufrimiento popular y la negación del derecho del pueblo a reclamar seguir con vida, y la negación de errores y torpezas de gestión como nunca se habían visto. Pero la “oposición amigable” les decía: “Ayudame a ayudarte”.
Él es el que no nos ve. No estamos en su campo visual ni mental. No tiene registro de la población. Pero a su vez, para mantener su equilibrio inestable, necesita que no veamos, que seamos ciegos, que no nos demos cuenta, que creamos las estupideces que dice, que nos riamos de sus chistes malos, que lo veamos sin papada, alto, ario, que creamos que logró el superávit, que nos banquemos su crueldad y sus insultos, que hagamos de cuenta que está en sus cabales. Si no, somos zurdos que, como se sabe, es pecado capital. Que para eso había mandado un Caputo a hacer mesas de luz y guillotinas.
Como en la primera vuelta de la ley, las facultades delegadas incluyen la posibilidad de que todos los acuerdos pactados se caigan. Y puede hacerlo. ¿O es un hombre de palabra? Los que pactaron con él lo saben, pero eso nunca estuvo en juego. Es Macri el que avanza, no la libertad. Macri, que por su intermedio está haciéndolo todo muy rápido. Para empezar, si la ley se aprobara en el Senado, los macristas y sobre todo los redactores de la ley, que no son funcionarios, podrán traen todo lo que se robaron y comprar barato un país que ellos mismos mandaron a remate. Votaron que exfuncionarios hasta hace cinco años –hoy el plazo es diez años– puedan ingresar dólares fugados sin rendir ninguna cuenta ni pagar un solo centavo. La Corte sigue jugando a la play.
Aquel acuerdo cuyos términos mantuvieron en secreto tanto uno como el otro, que prefiere seguir jugando al bridge, al paddle, al fútbol, selló indefectiblemente un gobierno con el primero y tercero aliados. No se quieren, se desprecian mutuamente, se traicionan, se recelan, tanto libertarios como macristas y radicales y un puñadito de gente que dice ser peronista pero vota ultraderecha. Juntos quieren parir una Argentina malformada que entierre para siempre la idea del aire gratis. La gran pregunta que se hacen el FMI, la prensa internacional, Estados Unidos, más toda la comparsa de entregadores seriales locales, es cuánta asfixia más soportaremos. Cuándo diremos “no puedo respirar” y por puro instinto de supervivencia, nos los saquemos de encima.
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